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La radio

Un día de invierno, cometí la estupidez de escribir en el texto del guión: «Un frente atmosférico frío se acerca a nosotros desde Rusia». El locutor lo leyó en alto […] y a la mañana siguiente recibí una llamada: «Ve a ver al director». Fui a ver al director, que me hizo pasar de inmediato. «Zalewski —me dijo—, creí que eras más inteligente. A partir de ahora, recuerda que del Este solo llegan cosas cálidas y agradables.» En ese momento no me pareció gracioso…

ANDRZEJ ZALEWSKI, antiguo empleado de radio polaco[1]

«Hier Spricht Berlin», «Aquí habla Berlín». Con esas palabras, las radios de Berlín volvieron a la vida. Era el 13 de mayo de 1945. Habían estado en silencio durante casi dos semanas, desde que el almirante Doenitz había anunciado la muerte de Adolf Hitler el día 1 de mayo. En ese momento se había producido la capitulación de Alemania y la Administración Militar Soviética había ocupado el edificio de la Reichsrundfunk de Masurenallee, en la parte oeste de la ciudad. El edificio, que se había diseñado especialmente como emisora de radio y contaba con uno de los estudios de grabación más modernos de Europa, se había librado de la destrucción por estar alejado del centro y, lo más importante, porque el Ejército Rojo decidió protegerlo. Mientras que el resto de Berlín estaba en ruinas, la mayor parte del equipo de la Grossdeutscher Rundfunk permanecía intacto, y muchos de los trabajadores de la emisora seguían con vida[2]. En ese sentido, la emisora de radio fue un caso prácticamente excepcional entre las instituciones berlinesas.

Esa primera emisión duró solo una hora. Empezó con los himnos nacionales soviético, estadounidense, británico y francés, seguidos de una alocución del mariscal Stalin. Los oyentes escucharon entonces los términos de la rendición incondicional, además de declaraciones de Churchill, Roosevelt y otra vez de Stalin. A continuación llegaron noticias de todo el mundo —entre ellas información sobre el arresto de Himmler y los planes acerca de los juicios por crímenes de guerra— intercaladas con fragmentos de música militar soviética. La parte final de la emisión informó sobre las victorias de celebración en Moscú:

… Millones de moscovitas contuvieron la respiración y salieron corriendo hacia los altavoces. Cuando los primeros compases de la melodía de la emisora empezaron a sonar, más y más personas llegaron a la plaza Roja, al Kremlin, y esperaron la gran noticia frente al mausoleo de Lenin. Cuando finalmente oyeron que la Alemania de Hitler se había rendido sin condiciones, la celebración empezó […] Un voz feliz y melodiosa gritó: «¡Tres hurras por el gran Stalin!». El grito se propagó por toda la plaza…[3]

La radio era importante para los moscovitas, que la escuchaban en sus oscuros apartamentos. El Ejército Rojo dedujo que también lo sería para los alemanes, que también la escucharían en sus oscuros apartamentos. Desde el momento de su llegada, los ocupantes soviéticos invirtieron mucho en la programación y el equipo de la nueva emisora de radio, y en los días siguientes a la primera emisión, la nueva emisora de Berlín amplió su repertorio con sorprendente velocidad. El 18 de mayo, la orquesta de la Deutsche Oper interpretó a Beethoven (en representación de la música alemana) y a Tchaikovski (en representación de Rusia) en uno de sus grandes estudios de grabación. Dos días después, la Deutschland Rundfunk emitió de nuevo a Beethoven y a Tchaikovski, además de Strauss y Borodin[4]. El 23 de mayo, la radio emitió su primer programa infantil[5]. Los oyentes podían seguir también boletines informativos periódicos.

Toda esa actividad estaba supervisada por un grupo de funcionarios soviéticos que dirigieron la nueva emisora y se convirtieron también en sus primeros censores. Controlaban también a un grupo de alemanes, entre ellos a tres miembros del grupo de Ulbricht: Hans Mahle, un comunista de larga afiliación que más adelante fundaría la televisión de Alemania del Este; Matthäus Klein, un oficial de la Wehrmacht que se había «convertido» en los campos de reeducación soviéticos para soldados alemanes; y, al joven Wolfgang Leonhard, que entonces tenía veinticuatro años. Muy pronto se unió a ellos Markus Wolf, de veintidós años, compañero de Leonhard en la escuela de la Komintern y futuro espía de renombre en Alemania del Este.

Al igual que la policía secreta de Europa del Este, la «nueva» emisora de radio alemana ya tenía una historia antes de 1945. Aunque los rusos no habían esperado encontrar unas instalaciones tan excelentes ya a su disposición, sin duda habían pensado en formar a algunos de los locutores con anterioridad. Klein y Mahle habían estado trabajando durante años con agentes de propaganda política del Ejército Rojo, de cuyas filas saldrían más adelante los primeros encargados del ámbito cultural soviéticos. Ya en 1941, los funcionarios soviéticos que hablaban alemán y los comunistas alemanes reunieron conjuntamente folletos que arrojaban desde aviones sobre las líneas alemanas. En noviembre de ese año, también empezaron a publicar varios periódicos dirigidos a los prisioneros de guerra alemanes.

Después de la batalla de Stalingrado, en julio de 1943, los comunistas alemanes de Moscú fundaron el Comité Nacional para una Alemania Libre. A ellos se unieron algunos prisioneros de guerra que se habían convertido a la causa soviética. Juntos, los dos grupos publicaron un periódico —dirigido por Rudolf Herrnstadt, quien más adelante se convertiría en un destacado director de Alemania del Este—, que repartieron por territorios conquistados por el Ejército Rojo y por campos de prisioneros de guerra. También comenzaron con las emisiones de radio frecuentes. A diferentes horas, distintas emisoras transmitían en alemán noticias de Moscú e invitaban constantemente a las tropas alemanas a deponer las armas y derrocar a Hitler. Mahle trabajó en varias de esas emisoras, entre ellas algunas que fingían ser emisoras nazis a fin de desinformar[6]. Wolf se convirtió en locutor y comentarista, trabajo que propició su acercamiento a Walter Ulbricht. Su mujer, Emmi —la mujer que en el pasado había obligado a Leonhard a hacer una humillante confesión pública—, se paseaba por los campos de batalla con un megáfono, pidiendo a gritos a los soldados alemanes que abandonaran las armas[7].

Aunque el Comité Nacional era una organización tapadera soviética, sus dirigentes tomaban muchas precauciones para no parecer «demasiado comunistas», en particular durante 1943 y la primera mitad de 1944, cuando todavía esperaban que un golpe de Estado derrocara a Hitler. Como se ha comentado, sus miembros adoptaron la bandera blanca, negra y roja de la Alemania imperial en lugar de los colores de la República de Weimar o de la URSS. Se creó también una Liga de Oficiales Alemanes independiente para que trabajaran con el comité a fin de fomentar la participación de antiguos miembros de la Wehrmacht que podrían mostrarse reticentes a trabajar directamente con los comunistas alemanes[8].

Algo de ese espíritu calculador infectó también a la nueva emisora de radio de Berlín en la primavera de 1945. Klein y Mahle habían conocido a muchos de los prisioneros de guerra y sabían que la mayoría de los alemanes tendrían alergia a cualquier cosa que pareciera demasiado radical o demasiado soviética. A un nivel superficial, mantuvieron mucho de lo que resultaba familiar sobre la radio alemana, como su estilo más bien pesado y su denso contenido de cultura seria y música clásica. Mantuvieron al personal de producción de la época nazi e incluso a muchos de sus locutores, y eliminaron tan solo a los que estaban vinculados a una propaganda nazi más feroz. Como Wolf escribió a sus padres en junio, «hay seis de nuestros hombres y un funcionario, y seiscientos de “ellos” […] hacer la criba es posible solo hasta cierto punto porque se necesita a muchos de ellos, en realidad a la mayoría[9]». Sin embargo, jamás hubo ninguna duda acerca de la orientación política de la emisora. Y sus dirigentes tampoco tenían ninguna duda de que su visión política terminaría triunfando. Mahle entendió que su labor consistía en proporcionar un «espejo» para las masas durante un período intermedio, durante el que desarrollarían una «visión democrática de sí mismos». Durante ese proceso, habría «voces divergentes» y debates abiertos y, por supuesto, los medios deberían expresarlos, pues «haciendo pública la discusión, se formará la conciencia de las masas y se fortalecerá su propia conciencia democrática[10]».

En ese período temprano, no todos los medios de comunicación siguieron unas directrices tan claras, y sobre todo los periódicos ofrecían muchos puntos de vista distintos. En septiembre de 1945, Der Tagesspiegel, un periódico económicamente liberal, empezó a publicar en Berlín bajo los auspicios de los estadounidenses, pero siguió estando disponible de manera gratuita por toda la ciudad hasta 1948, igual que el conservador Die Welt, que empezó a publicarse en el sector británico de Alemania occidental en 1946. Incluso dentro de la zona soviética, todos los partidos políticos legales —socialdemócratas, demócratas cristianos y demócratas liberales— al principio tuvieron permiso para publicar sus propios periódicos, con la condición de que aceptaran una determinada cantidad de material soviético[11]. Esos periódicos y otros supondrían una competencia importante para los periódicos de patrocinio soviético más importantes, el Tägliche Rundschau, la voz del Ejército Rojo en Berlín, y el Berliner Zeitung, dirigido por Herrnstadt y un coronel soviético[12]. Más adelante, los periódicos independientes se toparían con problemas. Neue Zeit¸ el periódico demócrata cristiano, sería castigado por incorrección política con una reducción de su tirada (las autoridades controlaban el periódico). Das Volk, el periódico socialdemócrata, se fusionaría con el periódico del partido comunista, Deutsche Volkszeitung, y se transformaría en el Neues Deutschland, el órgano oficial del partido comunista de Alemania del Este desde 1946 hasta su desaparición, en sus inicios dirigido también por Herrnstadt.

Sin embargo, la radio siempre fue diferente. Aunque su tendencia era sutil y su actitud hacia las «opiniones divergentes», más indulgente de lo que lo sería más adelante, la radio de Alemania del Este fue un monopolio procomunista y prosoviético desde el principio. En años posteriores, Mahle recordaría que «el Comité Central consideraba que la radio debía desempeñar un papel directo, clave y organizativo en la transformación de la vida en Alemania», y durante 1945 y 1946 la radio fue, sin duda, el medio de comunicación más accesible[13]. Obreros, campesinos y gente de toda clase la escuchaban, especialmente en un período de escasez de periódicos y problemas en su distribución, y los comunistas se propusieron utilizarla en su beneficio.

En un primer momento, lo lograron. En Berlín, la radio adquirió de inmediato la categoría de ser la única autoridad aparentemente «alemana» de la ciudad —en realidad, era la única voz pública que hablaba claramente en alemán—, como también sucedió en el resto del país. La población la valoraba tan positivamente que los alemanes escribieron miles de cartas a la emisora durante sus primeros años de existencia, preguntando sobre toda clase de cosas, desde la política exterior rusa al precio de las patatas. Algunos pedían más música clásica, otros que sonara menos. Llegaban elogios —a un oyente le gustaba un programa sobre Hölderlin, a otro un programa sobre cuentos—, pero también quejas. En realidad, esas misivas —que a menudo comenzaban con la fórmula «Querida radio»— podían resultar brutalmente sinceras. Muchos querían saber cuándo sus hijos, maridos y hermanos regresarían de los campos de prisioneros en la URSS. Después de un programa sobre ese tema, multitud de oyentes se quejaron de que la radio había ofrecido una imagen edulcorada de esos prisioneros, la mayoría de los cuales «regresan de Rusia abatidos y enfermos[14]».

De acuerdo con la costumbre soviética, la emisora llevaba a cabo un estricto seguimiento de todas esas cartas, y contaba cuántas se centraban en un tema en particular (232 trataban de la escasez de alimentos en julio de 1947, por ejemplo) y calculaba minuciosamente si el número de cartas «negativas» aumentaba o disminuía[15]. Al menos durante sus dos primeros años de existencia, se esforzó para dar respuesta a las preocupaciones más acuciantes de sus oyentes y para convencerlos de que el futuro bajo un régimen comunista sería mejor.

Tal vez el intento más famoso de vender sutilmente el comunismo a las masas de oyentes fuera el programa insignia de Markus Wolf, Usted pregunta, nosotros respondemos. Desde 1945, y durante meses, Wolf proporcionó respuestas en directo a cartas que enviaban sus oyentes alemanes. Aunque las preguntas que recibía abarcaban una amplia variedad de temas, y aunque a menudo requerían respuestas objetivas («¿Qué pasará con el zoo de Berlín?»), él casi siempre ofrecía un matiz ideológico, tal y como había aprendido a hacer en la escuela de la Komintern en Ufa. Durante la emisión del 7 de junio, por ejemplo, respondió con entusiasmo a un oyente que le había escrito para comentarle lo muy asombrado que estaba por la energía y la actitud del Ejército Rojo, especialmente porque «siempre se nos ha dicho que en Rusia, quienes consiguen cosas no son valorados». Wolf respondió que «todos los que se creen el cuento de que en la URSS se nivela a la baja es porque han caído en la trampa de la propaganda de Goebbels», y elogió el sistema soviético, que celebraba la «creatividad del trabajador».

Otra oyente quiso saber qué podrían comer próximamente en Alemania, aparte de comida racionada. En primer lugar, Wolf recordó que «no vamos a pasar hambre» —en ese aspecto los alemanes podían considerarse afortunados— y después observó que «las dificultades se van superando con la ayuda del Ejército Rojo», y finalmente aseguró a la mujer que «el departamento de nutrición del ayuntamiento está haciendo cuanto está en sus manos para importar verduras, ensaladas y demás a Berlín». Incluso utilizó la pregunta sobre el zoo para recordar a los oyentes lo mucho que había empeorado la situación durante los últimos días de Hitler, y acto seguido les prometió que los mejores tiempos estaban por llegar: el zoo tenía todavía 92 animales, entre ellos «un elefante, dieciocho monos, dos hienas, dos leones jóvenes, un rinoceronte, cuatro toros exóticos y siete mapaches[16]».

Las respuestas de Wolf raramente alababan el comunismo de manera abierta, y nunca utilizaba un lenguaje marxista. Sin embargo, casi siempre elogiaba al Ejército Rojo o el sistema soviético, tan favorables en comparación con sus equivalentes alemanes. Y todas ellas contenían la promesa explícita de que la vida, que se había vuelto insoportable bajo el régimen nazi y durante los años finales de la guerra, mejoraría rápidamente.

Otros programas siguieron un camino similar. A finales de 1945, un locutor visitó Sajonia para investigar la situación de «la juventud» en esa región y descubrió varios hechos alentadores. Varios ex miembros de las Juventudes Hitlerianas le dijeron que estaban «encantados de no tener que hacer el saludo a sus líderes». Todos se mostraron agradecidos por que hubiera terminado la guerra. Las escuelas aún no habían reabierto sus puertas y había muchas privaciones, pero el reportero predijo «un futuro libre y hermoso para nuestros jóvenes». La palabra «comunismo» no se mencionó[17]. Otro reportero visitó Sachsenhausen y ofreció una historia verdaderamente desgarradora de los últimos días en el campo. Aunque al final se daba las gracias efusivamente al Ejército Rojo, esa emisión tampoco tuvo un contenido particularmente ideológico[18].

Sin embargo, con el paso del tiempo, el tono de la emisora cambió. Tras las elecciones municipales de Berlín en 1946 —que supusieron el primer golpe duro al partido comunista de Alemania del Este—, la propaganda adquirió un tono más estridente y la afiliación comunista de los comentaristas se hizo más evidente. Los oyentes detectaron de inmediato ese cambio, lo que se reflejó en sus cartas. «Querida radio —escribió un oyente en 1947—, poco a poco te estás volviendo aburrida. Tus programas de noche empiezan a ser repetitivos.» Otro se quejó de la estridencia del lenguaje: «Parece que sintonicemos Radio Moscú».

En parte, el nuevo tono estaba inspirado por los funcionarios soviéticos que trabajaban junto al personal de la radio. Hasta 1949, siguieron leyendo (y censurando) textos prefabricados antes de que fueran emitidos, y estuvieron muy implicados en la situación económica de la radio, a la que, en los primeros tiempos, ofrecían importantes subvenciones. En 1945 y 1946, la radio consultó a los funcionarios soviéticos sobre decisiones acerca de contratación, de gastos, y de la coordinación de la política de noticias con los periódicos[19]. Tal implicación no era ningún secreto: en las ocasiones solemnes, Mahle mostraba una reverencia oficial a sus colegas soviéticos. Como dijo durante una recepción, para la radio era «un honor darles las gracias, en particular al mariscal Zhukov». También recordó a sus locutores que la radio era «la mayor institución cultural de la zona soviética» y los instó a que siguieran tan implicados como les fuera posible: la radio «necesita reuniones frecuentes con sus amigos y poderosos patrocinadores[20]».

Pero la impopularidad del partido comunista entre los alemanes en general y los berlineses en particular daría finalmente a Mahle y a sus colegas alemanes razones para la preocupación. En 1946, la emisora de radio se encontraba compitiendo directamente con la Radio del Sector Estadounidense (Rundfunk im amerikanischen Sektor, o RIAS), que emitía programas más animados y, algo más importante, mejor música. Cuando la emisora notó que estaba perdiendo en su competición contra la radio occidental, y cuando los comunistas de Alemania del Este empezaron a reconocer que las condiciones de vida estaban mejorando con mayor rapidez en las zonas occidentales de Alemania, los encargados de la radio iniciaron un debate interno que se prolongaría durante muchos años: ¿cómo ganarse a las masas?

A algunos les preocupaba que la emisora fuera demasiado elitista, que estuviera perdiendo su conexión con el partido, y que no entendiera lo que «las masas» querían escuchar. «Queremos que las masas nos escuchen —dijo un miembro del partido durante una discusión interna—, pero ¿las escuchamos nosotros a ellas?» La radio debía ser un «megáfono para la gente», declaró. Muchos se mostraron de acuerdo en que debía haber más opiniones «corrientes» en la radio y muchos menos discursos del partido. Sabían que quienes les escribían cartas pensaban que la emisora era aburrida, y temían que fuera cierto. En 1948, durante un debate sobre cómo promover el primer «Plan Bienal» del partido, algunos locutores argumentaron que una simple emisión del discurso de Ulbricht no sería suficiente: «Si queremos que los oyentes no se aburran, la radio tiene que encontrar la manera de informar sobre el plan de una manera animada». Se encargó el trabajo a los mejores reporteros, que tuvieron que salir a entrevistar a gente sobre cómo poner en práctica el plan. En una discusión posterior sobre representaciones teatrales, los miembros de la radio estuvieron de acuerdo en que «los escritores deben ser capaces de crear escenas animadas y auténticas a partir de un material que con frecuencia es muy árido», y tienen que aprender a combinar la técnica artística con la ideología porque «la tarea especial de la radio es formar a cada vez más escritores[21]».

Otros no estuvieron de acuerdo. Mientras la impopularidad del partido comunista seguía creciendo, algunos miembros de la radio, del partido, y en particular de la sede de la administración soviética en Karlshorst empezaron a ofrecer una nueva visión. Los encargados de cultura rusos observaron que la combinación de ideología y cultura no siempre funcionaba: comentaron que durante una «semana cultural» que se organizó, la gente fue a escuchar la música y pasó por alto las conferencias[22]. Y empezaron a temer que los intentos de dar un tono más ligero a la ideología terminarían por diluirla. Otros opinaban que las largas emisiones de extensos discursos, por aburridas que fueran, debían mantenerse en el repertorio de la radio. De lo contrario, ¿cómo iba la gente a conocer a sus líderes? Su conclusión: tenía que haber más ideología, y no menos; en la radio, y en todas partes.

En Polonia no se produjo la ocupación soviética de emisoras de radio, porque en Polonia no había emisoras de radio que ocupar. Al final de la guerra apenas quedaban equipos de radiodifusión en todo el país, ya que los ocupantes nazis habían confiscado la mayoría de ellos. La radio polaca dejó de emitir en septiembre de 1939, con el sonido del Nocturno de Chopin en do sostenido menor, interpretado por Władysław Szpilman, autor de El pianista. Las transmisiones se retomaron brevemente el 8 de agosto de 1944, tras el comienzo del Alzamiento de Varsovia. Durante dos meses, la Radio Błyskawice («Radio Relámpago») del Ejército Nacional emitió heroicamente cuatro boletines diarios que trataban los acontecimientos militares, así como asuntos de literatura y cultura. Sin embargo, enmudeció durante la primera semana de octubre, cuando el Ejército Nacional capituló.

La radio regresó a Polonia de manera definitiva bajo los auspicios soviéticos y con la ayuda de los soldados soviéticos. La Radio Pszczółka («Radio Abeja») empezó a retransmitir con equipamiento soviético desde un vagón de tren cerca de Lublin el 11 de agosto de 1944, y avanzó hacia la ciudad con el Ejército Rojo. Una vez en Lublin, la emisora de radio se estableció en un apartamento privado en la calle Chopin. El «estudio» estaba en la sala de estar, mientras que otra habitación servía como recepción y, por la noche, como habitación de los locutores. Las primeras emisiones —todas en directo— consistieron en comunicados militares y actualizaciones de la situación, en su mayoría dirigidas a los jefes de operaciones y los partisanos que tal vez llevaran radios. En las liberadas Lublin, Rzeszów y Białystok, los empleados de la emisora de radio también instalaron radiowezły —sistemas de altavoces exteriores— para que la población pudiera reunirse en las plazas y lugares públicos para escuchar las emisiones varias veces al día. En ese momento la radio empezó a incorporar música en directo interpretada por los muchos artistas refugiados que regresaron a la ciudad tras el fracaso del Alzamiento de Varsovia[23].

Como en Alemania, algunos de esos primeros locutores de radio fueron comunistas. No fueron tan destacados ni conocidos por los rusos como aquellos que dirigieron la nueva emisora de radio en Berlín, pero por entonces los comunistas polacos destacados y de confianza no abundaban demasiado. El primer director de la radio polaca, Wilhelm Billig, fue miembro del partido antes de la guerra e ingeniero. Más adelante se convirtió en el director de la agencia de investigación nuclear polaca (y mucho tiempo después ayudó al movimiento anticomunista Solidaridad[24]). Las primeras retransmisiones informativas fueron escritas por encargados de propaganda del gobierno provisional de Lublin, quienes después las pasaban a la emisora para que las leyeran.

Algunos de esos primeros empleados terminaron trabajando en la radio por casualidad. Stefania Grodzienska, más adelante una reconocida actriz y escritora, vio un micrófono por primera vez en su vida el 2 de septiembre de 1944, y se convirtió en locutora de la radio polaca el 3 de septiembre. En sus memorias describe esas primeras semanas de improvisación en la emisora de Lublin:

En la calle Chopin, además de los locutores, había algunos técnicos. El más popular de ellos era un tal señor Nierobiec, que vivía en un pueblo de las afueras de Lublin y que se desplazaba cada día a la ciudad para ir a trabajar. Debía su fama a una gran jarra que siempre llevaba encima, llena de licor ilegal. Colgado del cuello de la botella había un cuaderno con un bolígrafo, además de una taza. Quien quisiera un trago apuntaba su nombre y la cantidad en el cuaderno: por ejemplo, «Sikirycki, media taza». El día de cobro, Nierobiec se colocaba junto al cajero con su cuaderno y recogía nuestras contribuciones[25].

Como reflejan los informes de la época comunista, los meses siguientes constituyeron un período heroico para la radio polaca. «Cuando el país fue liberado —declaró un informe posterior— los técnicos de la radio polaca siguieron trabajando justo detrás de la primera línea de combate, intentando salvar el equipo de radio que quedara», reparando con valentía los transmisores y colaborando gustosos con el Ejército Rojo. A finales de 1945, Billig declararía públicamente que la radio había conseguido salir adelante gracias tan solo «a la noble y desinteresada ayuda de la Unión Soviética».

Billig no se equivocó en cuanto a la rapidez de la reconstrucción. En un período de tres años, los técnicos de radio polacos habían construido doce estaciones emisoras de radio y diez transmisores. También hizo bien en dar las gracias a la Unión Soviética, hasta cierto punto. Durante el transcurso de 1945, el dinero soviético compró un transmisor en Raszyn, un barrio de Varsovia, que podría transmitir a nivel nacional, y los técnicos soviéticos llegaron para ayudar en su construcción. Según Billig, el propio Stalin aprobó la construcción del transmisor de Raszyn, y no hay motivos para dudar de él, o para dudar de que la Unión Soviética quisiera reconstruir la radio polaca. Sin embargo, a menudo daba la sensación de que el Ejército Rojo tenía instrucciones más ambivalentes. En teoría, es posible que la Unión Soviética quisiera fomentar una radio «comunista», pero sobre el terreno el NKVD también temía que los polacos crearan emisoras de radio rivales, del Ejército Nacional, o que tal vez manipularan sus radios para recibir señales «enemigas» desde Londres.

Aunque, en principio, estaban entregados a reconstruir la radio polaca, en realidad los funcionarios soviéticos sospechaban de cualquiera que quisiera construir o solicitara equipo de transmisión. Una carta dirigida a la oficina central de la radio y enviada desde la ciudad silesia de Zabrze en junio de 1945 se quejó de que el comandante local soviético había prohibido hacer transmisiones a los antiguos empleados de la emisora. Quien la escribió se mostró diplomático: «Creemos que se trata de un malentendido y que el asunto se resolverá de manera positiva gracias a la amistad polaco-soviética». Cuando las autoridades locales intentaron establecer una emisora de radio en Gliwice alrededor de la misma época, las tropas soviéticas las amenazaron con pistolas. Las autoridades de la Baja Silesia también tuvieron problemas para convencer a los comandantes soviéticos de que entregaran radios y dispositivos de transmisión. Cuando lograron obtener algo de equipo, la policía secreta polaca se lo confiscó de inmediato[26].

En los primeros tiempos, las autoridades soviéticas trataron con gran cuidado incluso la redistribución de los aparatos de radio confiscados por los alemanes. En agosto de 1944 —justo cuando Radio Abeja empezaba a funcionar—, los comandantes del Ejército Rojo emitieron una orden en la que pedían a todos los polacos de los territorios liberados que se deshicieran de cualquier equipo de transmisión o recepción que poseyeran, «sea de la clase que sea e independientemente del uso que se le dé», y lo entregaran al Comité Polaco de Liberación Nacional. Quien violara esas órdenes sería tratado como «un agente enemigo[27]». Unos meses después, el comité emitió una versión más drástica de esa orden: Bolesław Bierut declaró que, a partir del 30 de octubre, quien poseyera una radio y no tuviera licencia para ello sería condenado a muerte. Por lo menos llegó a ejecutarse una condena de esa clase. El 1 de mayo de 1945, Stanisław Marinczenko de Poznan fue ejecutado por posesión ilegal de una radio Philips[28].

Las actitudes hacia los diarios, publicaciones periódicas y el mundo editorial en esa época eran también desiguales. En teoría, el gobierno provisional apoyaba la libertad de prensa. Todos los partidos políticos legales podían tener sus propios periódicos; el partido comunista empezó a publicar el suyo, que finalmente se llamó Trybuna Ludu («Tribuna del Pueblo»), en 1944, pero había algunos otros. A lo largo de 1944, el Ejército Nacional y otros grupos de resistencia también publicaron decenas de diarios y publicaciones breves, y uno o dos periódicos vieron la luz gracias a la iniciativa de periodistas, particularmente el Zycie Warszawy («Vida de Varsovia»). Sin embargo, el papel escaseaba —el 70 por ciento de las fábricas de papel habían sido destruidas, y producían una quinta parte de su producción de antes de la guerra—, y en diciembre de 1944, a causa de la nacionalización de las fábricas que quedaban, la mayoría del papel de prensa estaba controlado por el gobierno y la mayor parte de la industria editorial estaba en manos de una única compañía, Czytelnik[29]. En junio de 1945 se aprobó un proyecto de ley para limitar la propiedad privada de la industria editorial, y en 1946 los periódicos contrarios al régimen tendrían problemas para conseguir papel de prensa. Sin embargo, Gazeta Ludowa, el «Periódico del Pueblo», el más directo de todos los periódicos legales y el órgano del partido político más directo, el Partido de los Campesinos, siguió publicando con valentía críticas abiertas al gobierno. Los funcionarios encargados de la propaganda no controlaban necesariamente la prensa del partido: algunos periodistas comunistas consideraban que no tenían que escuchar a los burócratas de la propaganda porque ellos ocupaban un puesto más alto en la jerarquía del partido, así que ni siquiera los periódicos del partido acataban siempre la disciplina[30].

La radio polaca no era tan audaz, aunque inicialmente tampoco era tan profesional. Durante 1945, la guerra no solo ocupó los programas de noticias sino también todo lo demás. Los locutores recordaban sus experiencias, pedían a la gente que hicieran lo mismo y leían largas listas de familiares desaparecidos en directo. Algunos contaban historias de la guerra para niños. Una emisión del 2 de febrero aconsejó a los habitantes de Varsovia que mantuvieran el toque de queda, ya que los «bárbaros hitlerianos» aún no se habían rendido, aunque la línea de combate ya se había desplazado hacia el oeste. Otros temas habituales eran la reconstrucción de fábricas y escuelas, así como el recibimiento a los soldados que llegaban de otros países[31].

La radio, al igual que las otras nuevas instituciones estatales de Polonia en ese momento, también cumplía otras funciones, además de las que se suponía que debía cumplir. En junio de 1945, los estudios de Bydgoszcz apenas tenían equipo y producían muy pocos programas, por ejemplo, pero empleaban a un cocinero que preparaba la comida para cien personas al día[32]. Los jefes de las radios de todo el país pedían constantemente más financiación, en particular para los músicos, muchos de los cuales pasaban hambre. La lista de enfermedades que sufrían los empleados de radio incluía la tuberculosis, el reuma, las afecciones oculares y problemas de piel, según las cartas que escribían a Moscú[33].

Al igual que la población celebró la aparición de los tranvías de Varsovia, el regreso de la radio polaca se celebró como una señal de renovación nacional, y pronto atrajo a talentos artísticos. En su primera actuación en directo, Władysław Szpilman interpretó con gran emoción el Nocturno en do sostenido menor de Chopin, la misma pieza que había tocado justo antes de que la radio dejara de emitir en 1939. Pese a haber perdido a toda su familia en Treblinkla y en el gueto de Varsovia, Szpilman siguió componiendo. Continuó trabajando en la radio hasta 1963[34].

Aunque la radio se presentaba a sí misma como la voz de toda la nación, lo cierto es que la presión interna para que se ajustara a las opiniones políticas cada vez más severas y limitadas iba en aumento. Después de que la emisora de Bydgoszcz no transmitiera información sobre la celebración de la victoria soviética el 9 de mayo, el jefe de la emisora se sintió obligado a defenderse. En una carta a Billig, explicó que su equipo era «primitivo, de segunda mano», y que ese día no funcionó. Sin embargo, el comandante militar soviético y la policía secreta de la zona no se creyeron la historia. Sostuvieron que la emisión no se produjo a causa del «personal técnico desleal», y enviaron a un técnico soviético de Raszyn para que investigara[35]. Las presiones de ese estilo, junto a la amenaza de violencia generalizada, explican el motivo por el que el tono de las emisiones polacas fue volviéndose más favorable al régimen a medida que avanzaba el año. Además, quienes colaboraban tenían ventajas materiales —comedores y asistencia médica—, mientras que los que desobedecían a los dirigentes de Varsovia perdían su trabajo y, con él, la cartilla de racionamiento.

Si al principio no habían sido comunistas, a finales de ese año muchos locutores ya habían aprendido a utilizar el lenguaje comunista. El mismo director de la radio de Bydgoszcz que se había defendido de las acusaciones de deslealtad el 9 de mayo escribió una carta un mes después, en la que explicaba que ahora se reunía con el nuevo departamento de «propaganda» del gobierno local al menos tres veces por semana. En septiembre pidió (y le concedieron) un coche y un megáfono. Eso permitiría a los trabajadores de la radio viajar a lugares a los que no llegaba la señal: se comunicarían gritando eslóganes a través del megáfono[36]. En otoño, la emisora de radio de Katowice aseguró a Varsovia que estaba realizando más programas orientados hacia «el mundo del trabajo» y la clase obrera. Sobre la misma época, los locutores de Varsovia empezaron a planificar la programación para celebrar la Revolución de octubre y pregonar los beneficios de la planificación centralizada. En noviembre, cuando las autoridades centrales de la radio se reunieron para planificar sus futuras emisiones, un ejecutivo argumentó que deberían realizar más programas en los que se elogiara el papel de la policía política y la milicia: «La prensa descubre cada vez más casos de robos y asesinatos a manos de “bandas” […] las víctimas suelen ser activistas democráticos, la gente que Polonia más necesita».

En esa misma reunión, los locutores comentaron el próximo congreso del Partido de los Campesinos, la única fuerza independiente que quedaba en la política polaca en ese momento. Muchos opinaron que debía transmitirse información sobre el congreso, pero otros creyeron que «tenemos que ser cautos en nuestra actitud hacia el Partido de los Campesinos», puesto que aún no estaba claro que el partido se hubiera «liberado de los elementos negativos y se hubiera incorporado al ámbito democrático». En esa época, el Partido de los Campesinos todavía era legal. Sin embargo, en la opinión de los locutores, eso no les daba automáticamente derecho a que su mensaje fuera transmitido por la radio.

A finales de ese año, las funciones de la radio estaban claras, al menos para sus altos ejecutivos. En un discurso pronunciado ante sus empleados en diciembre de 1945 —el mismo en el que habló de la ayuda «noble y desinteresada» de la URSS—, Billig expuso su opinión sobre el futuro de la radio. Habló de la necesidad de más aparatos de radio —«necesitamos que nos escuchen campesinos, obreros, la intelectualidad trabajadora»— y explicó que dos nuevas fábricas producirían unos 15 000 en el próximo año. Dejó de lado las quejas sobre el hecho de que en la radio polaca se hablaba demasiado. Mientras que la radio de preguerra se había centrado en el mero entretenimiento de la élite, dijo a sus trabajadores, la nueva radio podría desempeñar «un colosal papel propagandístico. Es un arma asombrosa». Y era un arma que podía llegar a toda la población.

Billig explicó que la radio podría ayudar a «crear la nueva clase de persona que está cobrando vida en Polonia […] el objetivo principal de la radio es la movilización de la sociedad para llevar a cabo la tarea básica que la historia nos ha puesto delante: la reconstrucción del país, el fortalecimiento de la democracia, la unificación de la nación[37]». Durante los años posteriores a ese discurso, la radio polaca trabajaría con empeño para asegurarse de que la nación definía esas palabras —reconstrucción, democracia, unificación— del mismo modo que el partido comunista.

La radio de Alemania del Este empezó con comunistas formados en Moscú. La radio polaca empezó con equipo soviético. La radio húngara empezó con un decreto, escrito en ruso y publicado por el gobierno provisional de Budapest el 20 de enero de 1945, el segundo día de su existencia. El decreto restableció la Agencia de Prensa húngara, así como la Radio Magyar, la emisora de radio nacional. Nombró a Gyula Ortutay director de ambas. Antes de nada, Ortutay se dirigió a la sede de la radio en Budapest, que se había utilizado como cuadra durante los últimos días de la guerra. El equipo estaba destrozado, el cuerpo putrefacto de un caballo muerto yacía en un porche lateral, y el cráter de una bomba ocupaba el patio. Ortutay colgó un cartel en la entrada del edificio derruido: «Gente de la radio: el día 21 estaremos esperando a los que sigáis vivos en el refugio que hay enfrente del ascensor[38]».

Desde el punto de vista soviético, Ortutay era el hombre ideal para llevar a cabo esa labor. Conocido etnógrafo, crítico literario e intelectual socialista que había trabajado para Radio Magyar antes de la guerra, resultó que Ortutay también era un miembro secreto del partido comunista, uno de los que participaban entonces en la política húngara. En público, Ortutay se describía como miembro del Partido de los Pequeños Propietarios, uno de los cuatro partidos a los que habían permitido tener una existencia legal después de la guerra, y durante 1945 y 1946 mantuvo una relación estrecha con importantes políticos del Partido de los Pequeños Propietarios. Al mismo tiempo, recibía órdenes en secreto de la cúpula comunista húngara, que le proporcionó un carnet del partido con un nombre falso durante una ceremonia secreta celebrada en marzo de 1945.

Por supuesto, los dirigentes soviéticos en Hungría estaban al corriente de las filiaciones secretas de Ortutay. Desde un punto de vista oficial, los términos del armisticio daban al Consejo de Control Aliado responsabilidad sobre los medios de comunicación húngaros, y tras el final de la guerra, este organismo permitió que cada uno de los partidos políticos legales creara su periódico. El partido comunista húngaro creó su buque insignia, Szabad Nép, pero el partido socialdemócrata, el de los pequeños propietarios y el de los campesinos también tuvieron permitido crear los suyos. Muy pronto, Kis Újság, el periódico del Partido de los Pequeños Propietarios, se convirtió en el más popular del país[39]. Sin embargo, en Hungría, como en el resto de los países, los comunistas estaban más interesados en la radio, y la presencia de Ortutay les garantizaba una influencia suplementaria en las emisiones. Rápidamente, la radio húngara pasaría a contar únicamente con equipo, transmisores y técnicos soviéticos, así como con asesores soviéticos. Y también muy pronto reflejaría una visión del mundo marcadamente soviética.

Nada de esto se hizo evidente de inmediato, ni para la población ni para los empleados de la radio que leyeron el cartel de Ortutay y regresaron al trabajo. En las ruinas de Budapest, empezaron a planificar el relanzamiento de la radio húngara con enorme energía. Las condiciones eran difíciles. Los registros del día a día de Radio Magyar recogen que en mayo «Lajos Hernádi, pianista, pidió un descanso de siete minutos a causa del frío extremo que hacía en el estudio[40]». El «sueldo» inicial de los trabajadores era un tazón diario de sopa, pero disfrutaban de otras ventajas: recibían un carnet de identidad, impreso en ruso y en húngaro, que podía ayudar a su propietario a evitar las redadas callejeras y las oleadas de deportaciones[41]. Aun así, no siempre resultaba fácil ir a trabajar en una ciudad en la que no había transporte público. Una leyenda de la radio cuenta que una mañana, a la hora de la emisión aún no había llegado nadie al edificio. La mujer de la limpieza colocó un disco en el gramófono y lo dejó en marcha hasta que los trabajadores llegaron[42].

Como en Polonia y en Alemania, muchos de los técnicos habían trabajado en emisoras antes de la guerra, y otros llegaron a la radio por casualidad. Áron Tóbiás se incorporó tras terminar en el instituto, en el verano de 1946, con la esperanza de ganar el dinero suficiente para ir a la universidad. Su trabajo consistía en seleccionar «historias breves de escritores famosos húngaros para que las leyeran actores los sábados por la tarde», una tarea que para un chico de dieciocho años resultaba sumamente glamurosa. Nunca fue a la universidad y siguió trabajando como periodista radiofónico hasta 1955[43]. Entre otros que también fueron reclutados estaba Gyula Schöpflin, miembro del partido comunista desde la década de 1930, quien se convirtió en el primer director de programación. En sus memorias —desertó de Hungría en 1949—, Schöpflin recordó que aunque, en teoría, en 1945 Hungría seguía siendo una democracia multipartidista, las decisiones de Ortutay en cuanto al personal estaban influidas por su pertenencia secreta al partido comunista: «La contratación y el despido de la gente tenían una naturaleza totalmente política». Ortutay también estableció directrices políticas en lo relativo a la programación: «Evitar todo lo que pueda perturbar la armonía y el acuerdo entre las grandes potencias; ser conscientes de las políticas partidarias; publicitar y promover la política internacional antifascista; promover el programa de gobierno democrático, reconstrucción y reforma agraria; resaltar siempre las tradiciones progresistas húngaras e internacionales…». Schöpflin visitaba la sede húngara del partido «al menos una vez a la semana», para pedir «directrices, líneas del partido detalladas» para sus transmisiones. Nunca obtuvo demasiada ayuda, sobre todo porque la radio ya estaba bajo el control directo del Consejo de Control Aliado y, por ende, de la Unión Soviética. Los comunistas húngaros no se preocuparon por ello, pues dieron por hecho que, al fin y al cabo, ya se encontraba bajo control soviético[44].

No obstante, si los camaradas húngaros no se dieron cuenta enseguida de la importancia de la radio, los camaradas soviéticos sí lo hicieron. Aunque habían prohibido la posesión de radios hasta el final de la guerra, expidieron una licencia para la nueva emisora, designaron a un funcionario soviético como «asesor» permanente (y censor principal), y permitieron que la emisora se preparara para empezar a radiar[45]. El 1 de mayo de 1945, la radio ya estaba preparada. A mediodía, por los altavoces colocados estratégicamente por Budapest, sonó la señal de la nueva emisora —algunos versos de una canción revolucionaria anti-Habsburgo del siglo XIX— y el programa comenzó. Hablaron los líderes de cada uno de los cuatro partidos políticos legales; se leyeron noticias; sonó música. Se interpretaron algunas importantes obras musicales húngaras —una pieza de Bártok y después ópera húngara— seguidas de la ópera rusa Boris Godunov. A continuación se transmitió una emisión de una hora en ruso, dirigida a los soldados soviéticos[46].

Durante la mayor parte de 1945, las transmisiones radiofónicas casi siempre se mantuvieron dentro de los límites marcados por Ortutay, a juzgar por los temas que se trataban —la reforma agraria, la asociación de amistad húngaro-soviética, la fundación de nuevos sindicatos, los juicios por crímenes de guerra y la historia de los partisanos comunistas—, aunque los locutores seguían leyendo en directo las obras de escritores «burgueses» (es decir, no comunistas), y seguía sonando música conocida[47]. Es de suponer que la influencia directa soviética explica la preponderancia de los programas en ruso (por ejemplo, Aprendemos a cantar en ruso) y tal vez refleja la frustración que debió de sentir el Ejército Rojo al ocupar un país en el que se hablaba una lengua imposible. A finales de año, la joven fuerza policial secreta húngara también había establecido su presencia en la emisora. Los agentes solían pedir copias de las transcripciones que contuvieran material «políticamente interesante». Los agentes de la policía secreta vigilaban las oficinas de la radio —otra señal de la importancia política de la radio— y registraban a quienes entraban y salían del edificio. Tiempo después enviaron a una unidad de la policía secreta para que vigilara el departamento técnico, supuestamente porque los ingenieros, muchos de los cuales habían trabajado en la emisora en el pasado, no eran de fiar desde el punto de vista político[48].

Sin embargo, la mayor parte del tiempo los supervisores soviéticos de Radio Magyar confiaban en la intuición de los empleados comunistas de la emisora para asegurar una correcta programación. Aunque no se hubieran formado en la Komintern, habían interiorizado mucho la línea del partido y emitían opiniones sobre esa base. Por ejemplo, en un momento determinado, Mátyás Rákosi ordenó a Schöpflin que radiara en directo el juicio de László Bárdossy, el primer ministro durante la guerra que tomó la desastrosa decisión de aliar a Hungría con Alemania y declarar la guerra a la Unión Soviética. El juicio tuvo lugar unos días antes de las primeras elecciones húngaras y, como Schöpflin recordó, fue un desastre para la radio: «Bárdossy se comportó como un caballero, respondió con valentía, con dignidad y sin sentimiento, en respuesta a los gritos descontrolados del juez […] Yo estaba convencido de que era culpable, pero ese intento nuestro de transformar la opinión pública fracasó». Schöpflin —que no era en absoluto el más doctrinario de los camaradas de Budapest— dejó de transmitir en directo en mitad del juicio. Bárdossy resultaba demasiado atractivo y sus palabras hacían demasiado daño a la causa comunista. A partir de ese momento, Schöpflin solo emitió fragmentos grabados del juicio[49].

Durante un tiempo, Ortutay consiguió mantener al menos la apariencia de diversidad política. Hasta 1945, Radio Magyar había sido propiedad de una sociedad financiera que creaba noticias en beneficio del gobierno. Esa misma sociedad también era propietaria de la agencia de prensa, de una agencia de publicidad, de los servicios de imprenta y de algunos bancos pequeños. Después del final de la guerra, sus propietarios, a quienes la opinión pública asociaba con el régimen de Horthy durante el período de entreguerras, presionaron con firmeza para recuperar lo que era suyo. Recibieron apoyo del Partido de los Pequeños Propietarios, que quería compensarlos, pero que también argumentaba que la mayoría de las acciones de la nueva emisora deberían pertenecer al gobierno.

Ortutay luchó contra ambas ideas, y venció. A finales del verano, los antiguos propietarios fueron privados de sus derechos, sus propiedades fueron confiscadas y la radio pasó a pertenecer por completo a una compañía de titularidad estatal llamada MKH Rt[50]. A su vez, esa compañía no estaba dirigida por el gobierno —en el que en ese momento aún había una serie de políticos—, sino por una junta integrada por las principales fuerzas políticas húngaras. Había dos miembros de cada uno de los cuatro partidos legales —comunista, socialista, de los campesinos y de los pequeños propietarios—, así como dos miembros de los sindicatos.

Parecía una formación imparcial, pero en realidad los dos sindicalistas eran comunistas, de modo que los comunistas contaban con cuatro miembros en la junta. Muchos de los otros delegados pertenecían al ala de extrema izquierda de sus respectivos partidos, de modo que se pusieron de parte de los comunistas. Otros, como Ortutay, mantenían una afiliación secreta con el partido comunista. A principios de 1946, tan solo un año después del fin de la guerra, en realidad el partido comunista húngaro controlaba al personal de la radio, la junta de la radio, y, en consecuencia, el contenido de la radio, aunque ni a la población ni a la clase política se les comunicara jamás tal situación. Cuando un año después, el partido decidiera reforzar el contenido ideológico de la radio, nadie sería capaz de impedírselo.