Carta al profesor don Matías Calandrelli,
autor de un Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana
Mi estimado señor:
Tengo el gusto, para satisfacer a su pedido, de enviarle un ejemplar de la Vida de Facundo Quiroga, reputado generalmente como el escrito más peculiar mío.
En cuanto a lenguaje, revisó esta última edición el hablista habanero Mantilla[*], hallando poco que corregir de los anteriores, y, según dijo, llamándole la atención la ocurrencia frecuente de locuciones anticuadas, pero castizas, que atribuía a mucha lectura de autores castellanos antiguos.
No siendo ésta la verdad, indiquele como causa que habiéndome criado en una provincia apartada y formándome sin estudios ordenados, la lengua de los conquistadores había debido conservarse allí más tiempo sin alteraciones sensibles, lo que corroboraba yo con muchos hechos, y aceptaba él como plausible, bien así como los ingleses insulares de hoy han hallado en Norteamérica locuciones que atraía Johnson y no conserva Webster en su Diccionario.
La corrección de pruebas de mis Viajes la hizo don Juan M. Gutiérrez, de la Academia de la Lengua; y don Andrés Bello, igualmente académico, que gustaba mucho de Recuerdos de provincia como lenguaje y como recuerdos de costumbres americanas, rechazaba por infundadas muchas de las correcciones de Villergas que la echaba de hablista y que encontró en la Habana a quien parler en achaque de lengua castellana; pues es hoy un hecho conquistado que los mejores hablistas modernos son americanos, hecho reconocido por la Academia misma, acaso porque necesitan más estudios de la lengua los que viven fuera del centro que la vivifica, y están más influídos por los elementos extranjeros y extraños a su origen, que tienden a incorporársele.
Es lo más breve que puedo decirle para su dirección en el uso que quiera hacer de mis escritos, agradeciéndole cordialmente su buen deseo.
Tengo con este motivo el gusto de suscribirme su afectísimo amigo
D. F. SARMIENTO.
Buenos Aires, agosto 12 de 1881.