[1] El texto citado por Sarmiento pertenece a Humboldt (Tableaux de la nature, t. I, París, 1808, pág. 21). En la concepción de la influencia del medio y de la raza expresada en el Facundo se ha señalado su coincidencia con el determinismo de H. Taine. Sin embargo, la misma era corriente en el pensamiento europeo de la época. Michelet, Humboldt, Tocqueville y especialmente Herder señalaron y cuidaron describir en sus obras la presencia del medio natural, de la geografía, en relación con el hombre. Estos autores eran conocidos por Sarmiento y aparecen citados en el Facundo, con excepción de Herder, a quien es posible haya leído Sarmiento en la traducción francesa de Quintet de Ideas sobre la filosofía de la historia. <<
[2] Sarmiento, y nuestra cronología, da diferentes nombres a la actual República Argentina. La palabra argentina se fue difundiendo lentamente durante el Virreinato y después de 1810, especialmente con valor de adjetivo. Su origen se relaciona con la denominación de Plata, al río descubierto por Solís, siendo usada por primera vez por Martín del Barco Centenera y es título de la crónica de Ruy Díaz de Guzmán. La Argentina recibió diversos nombres oficiales durante el siglo pasado. En 1810 se la denomina Provincias del Río de la Plata; el Acta de la Independencia de 1816, Provincias Unidas de Sud América; en 1825 el Congreso decide el uso de Provincias Unidas del Río de la Plata. Por entonces se la empieza a llamar República Argentina y Nación Argentina, continuando los tres nombres en el primer gobierno de Rosas. Confederación Argentina comienza a usarse en 1835, y convive con otros similares hasta imponerse durante todo el período rosista. <<
[3] El país sufría un serio déficit poblacional. Para 1839, Diego de La Fuente calcula 768.000 habitantes en todo el país (no se incluye en ese momento la población al margen de las fronteras interiores: Chaco y Patagonia), distribuidos de la siguiente manera: 180.000 en Buenos Aires y 580.000 en las restantes provincias. Mirón Burguin (Aspectos económicos del federalismo argentino, Bs. As., Solar / Hachette, 1969) considera abultadas estas cifras y calcula una población de 450.000 habitantes en 1826 para las 13 provincias argentinas; sumando Buenos Aires, el total apenas alcanzaría a unos 600.000. La distribución es puntual, se concentra en los pueblos y en el área rural que los circunda, separados par vastas extensiones de despoblado en las que apenas hay una que otra posta. Buenos Aires y Córdoba reúnen 1/3 del total de la población. <<
[4] Debemos entender esta afirmación desde el punto de vista de la escasa población y de su dispersión en un amplio territorio deficientemente comunicado. En esas tierras baldías, difíciles y caras eran las comunicaciones. Las tropas de carretas y las arrias de mulas transportaban las mercancías entre las distintas zonas del país, ya que la navegación fluvial se limitaba al litoral, asiento de la cuenca del Plata. Proyectos de navegación de otros ríos pertenecientes a ella, fueron impracticables. Carretas y mulas atravesaban enormes regiones, con agua y pastos escasos, al acecho de los malones, con el solo refugio de postas miserables. Los viñateros de San Luis obtenían menos de la mitad del precio pagado en el mercado de Buenos Aires, y las mermas se acentuaban para los productores de vino de Cuyo y Tucumán. Menos ventajoso era aún el envío de productos para exportación. Sólo el cuero, la lana y la cerda, productos no perecederos y que podían, por lo tanto, sufrir los largos viajes, proporcionaban alguna ganancia, aunque siempre menor en un 20 o un 30% de la obtenida por los ganaderos porteños. <<
[5] Carne conservada por medio de salazón, en seco. La exportación del tasajo —en tanto alimento de marinos y esclavos— comienza en 1785. Las cantidades exportadas crecen sostenidamente, de 13.925 quintales en 1787, se llega a 200.000 en 1803. Esta industria adquiere notable importancia en el país después de 1810. Según el testimonio de Félix de Azara, en 1801 existían 30 saladeros, con un personal superior al millar de hombres. Pese a su rudimentaria estructura, significó un avance técnico y económico de primera magnitud, a pesar de dificultades propias del momento: escasez de sal, de difícil obtención. A mediados de la década del 10, el consumo de ganados de los saladeros supera el de los mataderos de Buenos Aires (pese al abrumador consumo de carne que se realiza en esta ciudad). <<
[6] El río de la Plata y sus tributarios constituyen la Cuenca del Plata, una de las tres grandes cuencas fluviales de América del Sur (3.000.000 km2). El Uruguay y el Paraná, con su tributario el Paraguay, son los grandes colectores que concurren a la formación del Plata, que vierte sus aguas en el Océano Atlántico. Por su afluente el Paraguay, llegan al Paraná las aguas del Pilcomayo y el Bermejo, cuyas cabeceras septentrionales se encuentran en tierra boliviana. <<
[7] A mediados del siglo XVIII, tanto la valorización del cuero como la desaparición del ganado salvaje determina el fin de la vaquería y la instalación de muchos hacendados en sus estancias con el fin de controlar firmemente su ganado. Por entonces comienzan a solicitar a la autoridad el control de los pobladores de la campaña carentes de tierras, que se siguen surtiendo libremente de ganado: son los «vagos y malentretenidos». La palabra gaucho comenzó a usarse en el Uruguay en la segunda mitad del siglo XVIII y «sirve para denominar a un sector de la población hábil en el empleo del caballo, sin medios de fortuna y que se emplea como contrabandista de ganado; posteriormente denominarán así a todos los pobladores rurales sin fortuna» (Ricardo E. Rodríguez Molas, Historia social del gaucho, Buenos Aires, Ediciones Marú, 1968, pág. 70-71). Hacia principios del siglo XIX el término comienza a utilizarse en la campaña de Buenos Aires. <<
[8] En el área del río de la Plata se designaba así especialmente a los genoveses. <<
[9] El puerto de Buenos Aires monopolizaba el tráfico internacional; las clases dominantes porteñas se erigían en reguladoras del ingreso de mercancías atentas sólo a sus intereses y desconociendo las necesidades del resto del país. Las rentas producidas por la aduana de Buenos Aires beneficiaban exclusivamente a esa provincia. De todas las áreas coloniales, fue el Río de la Plata la región más perjudicada en su crecimiento por el monopolio comercial impuesto por España. La tímida libertad comercial otorgada a partir de la segunda mitad del siglo XVIII provocó un rápido florecimiento económico del puerto de Buenos Aires y su campaña, en tanto comenzaba a insinuarse el deterioro económico del interior, que no podía competir con la mercancía importada. Con la revolución de 1810, se acentuará la división territorial del trabajo y el desarrollo regional desigual heredado del Virreinato. La libertad de comercio postulada por los revolucionarios de 1810, necesaria para los comerciantes no monopolistas y ganaderos porteños que veían menguadas sus ganancias y frenando su desarrollo a causa del estancamiento económico de España, arruinará lentamente a las provincias del interior acentuando su dependencia de Buenos Aires. <<
[10] Límite natural de la provincia de Buenos Aires con la provincia de Santa Fe. <<
[11] Sistema de gobierno centralizado que convertía las provincias en simples distritos administrativos, según puede comprobarse en las Constituciones de 1819 y 1826. Los unitarios constituían un grupo minoritario, homogéneo y su programa sostenía los principios del liberalismo. Rivadavia fue el jefe del grupo, integrado por intelectuales provenientes sobre todo de los sectores comerciales porteños, que hallaron apoyo en sectores similares del interior. Propugnaban un plan de modernización y europeización, basado en la libertad de comercio y en la existencia de una mano de obra capacitada y abundante. Buscaron crear un mercado nacional unificado, a través de la unificación monetaria, la nacionalización de las rentas de aduana y la federalización de Buenos Aires, la eliminación de las aduanas provinciales y la creación del Banco Nacional, programa concretado durante la gestión rivadaviana. <<
[12] Arcaísmo. «Figura y disposición con que una cosa se distingue de otra» (Real Academia Española). El ámbito cuyano en que creció y se formó Sarmiento, alejado de la influencia renovadora del litoral, explica el uso frecuente de arcaísmos en sus textos. Noramala, ganapán, venta, cuidar, etcétera, eran ya anticuados en las vecindades del Plata. Dice el mismo Sarmiento: «En cuanto al lenguaje, revisó esta última edición (la de 1868 de Facundo) el hablista habanero Mantilla, hallando poco que corregir de las anteriores y, según dijo, llamándole la atención la ocurrencia frecuente de locuciones anticuadas pero castizas» (Carta a Matías Calandrelli, 1881). <<
[13] Sarmiento exagera cuando prolonga la pampa hasta Salta. Ya desde el norte de Córdoba la llanura aparece revestida de vegetación arbórea, contradiciendo la definición de «espacio llano y sin árboles», según la voz quichua pampa y según la acepción de entonces para la llanura por antonomasia de la Argentina: la región pampeana. Está refiriéndose más bien a la llanura chacopampeana, que llega hasta el límite con Bolivia y Paraguay. El camino no es llano desde Salta a Buenos Aires, si bien era posible el tránsito de carretas a través de los valles.
La región pampeana —las pampas a que alude Sarmiento en este capítulo— era en ese momento la zona ganadera por excelencia. En la actualidad se define por la posibilidad de rotar agricultura de cereales a la ganadería e involucra también a otros sectores, como el sur de la provincia de Entre Ríos. Comprende la provincia de Buenos Aires, de Santa Fe, este de Córdoba, este de San Luis, y la provincia de La Pampa hasta el río Desaguadero. Sarmiento describe la llanura pampeana sin conocerla. Así lo confiesa en el conocido fragmento de la Campaña en el Ejército Grande: «A caballo, en la orilla del Paraná, viendo desplegarse ante mis ojos en ondulaciones suaves pero infinitas hasta perderse en el horizonte, la Pampa que había descrito en el Facundo, sentida, por intuición, pues la veía por la primera vez de mi vida». <<
[14] A pesar de la influencia de la literatura francesa en los románticos latinoamericanos, Volney tuvo pocos seguidores. Su eco se advierte en el poeta José María Heredia y en la María de Jorge Isaacs. En la Argentina, Juan B. Alberdi confesó su temprano entusiasmo por Las ruinas de Palmira (Escritos póstumos, XV, pág. 275) y queda su presencia en la Memoria descriptiva del Tucumán (1834). <<
[15] Ultracorrección por arria. Las arrias o recuas de mulas constituyeron uno de los más importantes medios de transporte de mercancía entre Buenos Aires y el Perú, el Alto Perú y Cuyo, especialmente en las áreas montañosas. <<
[16] Prenda genuina de la vestimenta gaucha que consiste en un paño burdo que se pasa por entre las piernas sobre el calzoncillo, y se sujeta a la cintura con un cinturón de cuero. Se trata de una voz guaraní. En la actualidad, el guaraní es una lengua hablada por el pueblo y por las clases altas (pero en la vida familiar) en la provincia de Corrientes. A mediados del siglo XIX, el guaraní era también una lengua de uso corriente en la zona septentrional de la provincia de Entre Ríos (donde ya no se la habla). El uso del español era patrimonio casi exclusivo de las clases altas: con frecuencia, el pueblo no entendía este idioma. <<
[17] Juan Lavalle (1797-1841), uno de los más importantes jefes militares del partido unitario, encabezó la revolución del 1° de diciembre de 1828 que depuso a Dorrego, a quien mandó a fusilar. Su carrera militar se inicia en el Regimiento de Granaderos a caballo en 1812. En 1814 combate en la Banda Oriental, y en el Ejército de los Andes entre 1816 y 1823. Cuando estalla la guerra con el Brasil (1827), se incorpora al ejército nacional: lucha en Bacacay, en Ituzaingó. Firmada la paz, regresa a Buenos Aires con sus tropas. Se subleva entonces contra el gobernador Dorrego, como apuntamos más arriba, debiendo finalmente pactar con Rosas ante una campaña dispuesta a invadir Buenos Aires y ante el repudio de buen número de provincias del interior y del litoral. Vuelve a cobrar importancia su acción militar en 1839, cuando con el apoyo de los unitarios emigrados en Montevideo y los franceses cruza a la provincia de Entre Ríos, iniciando su nueva campaña contra Rosas. En su avance hacia el interior del país será vencido por Echagüe (Sauce Grande, 1839), por Oribe (Quebracho Herrado, 1840) y nuevamente por éste, ya en territorio tucumano, en la batalla de Famaillá (1841). Su acción, unida a la del general Paz y el general Lamadrid, sostuvo la unión antirrosista denominada Coalición del Norte, que concluye con la derrota de Famaillá. Lavalle sigue camino hacia el norte, llegando a Jujuy el 8 de octubre. Al día siguiente una avanzada federal lo mata. <<
[18] Alude a la primera colonia de alemanes llegados al país en 1826 y establecida en solares y chacras de la Chacarita de los Colegiales (hoy Capital Federal). También se inscribe en los proyectos de inmigración de Rivadavia el acuerdo del Estado con los Robertson. Éstos trajeron e instalaron en tierras de su propiedad en Monte Grande, al sur de Buenos Aires, 220 inmigrantes escoceses en 1825. Se dedicaron a la horticultura, agricultura y lechería; la explotación se basaba en el trabajo remunerado y el arrendamiento. La colonia se disolvió definitivamente en 1829, a pesar de su éxito inicial. <<
[19] En 1806 y 1807 los ingleses invaden Buenos Aires. En ambas oportunidades, y luego de una breve ocupación, se ven obligados a capitular ante la resistencia de las milicias y la población. <<
[20] En la época del Facundo significaba extranjero, no hablante de español, y especialmente inglés, como en el resto de América Latina. En el área del Río de la Plata y a partir de la gran afluencia inmigratoria registrada desde la década de 1860, integrada sobre todo por españoles e italianos, se produce un cambio semántico del término que pasa a designar a los italianos. <<
[21] Primitiva organización política —tribal y pastoril— de los antiguos habitantes de Eslavonia y Esclavonia (hoy Yugoslavia). Sloboda, en eslavo, significa «villa, aldea rural». <<
[22] Soga de cuero trenzado y engrasado, de unos doce metros, con un anillo de hierro en un extremo por el cual se hace pasar el otro. Se utiliza para cazar vacunos, caballos, etc. <<
[23] O boleadoras. Instrumento utilizado para la caza por los indios de la Patagonia y de la región pampeana, adoptado por el gaucho. Consiste en varios ramales de cuero, en cuyo extremo tienen cada uno una esfera de piedra, forrada de cuero. Los ramales se unen entre sí en el extremo opuesto, por una argolla. El gaucho tomaba de esta argolla o del nudo de unión, las hacía girar por sobre su cabeza y las lanzaba apuntando a un caballo, un venado, un avestruz, etc. El gaucho llevaba por lo general las boleadoras en la cintura mientras ataba el lazo a la silla de su caballo. <<
[24] Cuevas profundas y grandes hechas por las vizcachas, peligrosas para las cabalgaduras pues al enganchar sus patas en ellas podían manquearse. La vizcacha es un mamífero roedor de pelaje pardo, muy abundante en la pampa. <<
[25] Lucio N. Mansilla (1792-1871), inicia su carrera militar en las invasiones inglesas; integra luego el Ejército de los Andes (1814-1820), lucha en la guerra con el Brasil y en 1852 combate con las fuerzas rosistas en Caseros. Sin duda es su acción en el combate de Vuelta de Obligado (1845), así como la organización de las defensas del Paraná ante el avance de la expedición anglofrancesa, su acción más destacada. Su participación en las guerras civiles del litoral artiguista, representando los intereses de las clases dominantes porteñas, le valieron el gobierno de la provincia de Entre Ríos entre 1821-1824. Su casamiento con la hermana de Rosas lo introduce en el partido federal, siendo miembro de la Sala de Representantes desde 1832 hasta 1844. Se alejó del país después de la caída de Rosas. <<
[26] O yerra. Marcar el signo de propiedad al ganado con un hierro candente. <<
[27] Caballo veloz, adiestrado para correr carreras. <<