Notas de la «Introducción» (edición)

[1] Esta Introducción aparece en la primera y cuarta edición, y en el tomo VII de las Obras (en ésta lleva el título: «Introducción a la edición de 1845»). <<

[2] Juan Facundo Quiroga (1788-1845), perteneció a una poderosa familia de grandes propietarios rurales de La Rioja. Desde joven ayudó a su padre a conducir arrias de mulas. Fue voluntario del Regimiento de Granaderos a caballo. En 1816 regresó a su provincia natal, colaborando activamente con el ejército del Norte —al que proveía de ganado y tropas— en la lucha contra los españoles. Su preponderancia comienza en 1820 con el cargo de jefe militar de las milicias de los Llanos. Desde 1822 domina la política de La Rioja —ya que goza de un enorme ascendiente sobre la población rural de la región, como lo confirma el carácter casi legendario adquirido por su figura, avalado, por ejemplo, por un nutrido cancionero popular—, en la que se ha iniciado al calor de las luchas por la hegemonía entre familias rivales. A mediados de 1826, La Rioja es una de las pocas provincias que se pronuncia por la solución unitaria en el Congreso, pero ante el fracaso de la política andina y porteña, Quiroga abraza la opuesta. Otra razón para este hecho es el conflicto con las minas riojanas. Junto con otros gobernantes opuestos a la política centralista de Rivadavia, que culmina con la constitución unitaria, se levantó en armas enarbolando su lema «Religión o muerte». Su lucha contra los unitarios, rápida y triunfal, apoyada por su notable eficacia militar y su prestigio entre las masas campesinas, había comenzado al derrotar a Lamadrid en el Tala (26/X/1826) y Rincón de Valladares. En pocos meses, las victorias de Quiroga cambian el equilibrio del Interior, ya que mediante ellas obtiene el poder efectivo. Estos triunfos consolidan un bloque de provincias centrales (Cuyo, La Rioja, Córdoba, Santiago del Estero). Derrotado por Paz en La Tablada y Oncativo, llega a Buenos Aires en 1830, donde es recibido con fervor. A raíz del tratado de paz y auxilio recíproco que Guido firma con Paz, Quiroga debe vérselas solo frente a sus enemigos. Con la prisión de Paz, la Liga del Interior cae, y Quiroga derrota por completo a las fuerzas unitarias, ahora al mando de Lamadríd, en la Ciudadela de Tucumán (4/XI/31), al frente del ejército federal. Participa en la etapa preparatoria de la campaña al desierto realizada por Rosas, y luego permanece durante un tiempo en Buenos Aires. A pedido de Maza y del mismo Rosas, parte para intervenir como mediador en un conflicto entre Salta y Tucumán. Cumplida su misión y de regreso a Buenos Aires, desoye advertencias que dan como cierto su próximo asesinato. Éste se produce en Barranca Yaco (10/2/35). <<

[3] El habitante de los llanos de la provincia de La Rioja. Véase más adelante las notas de las págs. 67 y 87. <<

[4] Se denominaba así hasta el siglo XIX en la Argentina a las áreas baldías de población cristiana o europea, a menudo ocupadas por los indígenas no sometidos, especialmente los pampas y araucanos que hacían de ellas el escenario de sus correrías. <<

[5] Juan Manuel de Rosas (1793-1877), porteño, perteneció a una acaudalada familia de la clase terrateniente, de prestigiosa inserción colonial. Se inicia tempranamente en las actividades ganaderas. Sus severos hábitos de trabajo (compendiados más tarde en sus Instrucciones a los mayordomos de estancias), su férrea autoridad y un certero instinto de lo económico le permiten convertirse, de administrador de campos de los Anchorena, en propietario de Los Cerritos. Un rápido incremento de sus propiedades hace que éstas totalicen 327.000 hectáreas. Con Terrero y Luis Dorrego instala cerca de Quilmes Las higueritas, establecimiento saladeril dedicado al entonces próspero negocio del tasajo y su exportación, que cuenta con puertos y una flotilla propia. «En 1836 su fortuna, según declaraciones para los impuestos, sobrepasaba los cuatro millones de pesos plata, y no tenía similar en la provincia. Los bienes alcanzaban valor análogo al de todos los productos que la campaña bonaerense y algunas provincias vecinas exportaban en un año». (Horacio C. E. Giberti, Historia económica de la ganadería argentina, Buenos Aires, Solar/Hachette).

Rosas se inicia en la actividad política apoyando al partido directorial: ante la sublevación de Tagle, Martín Rodríguez llama a los Colorados del Monte: capitaneados por Rosas, restauran el orden establecido. Rosas cuenta con el apoyo decidido de su clase, que necesita asegurarse el orden necesario para seguir desarrollando su próspera actividad económica. Vuelve a intervenir ante el pedido de auxilio de Dorrego, con quien tiene algunas disidencias. En 1829, las milicias de López y Rosas vencen a Lavalle en Puente Márquez. El 6/XII/ del mismo año, la Legislatura elige a Rosas para el cargo de gobernador de la provincia de Bs. As. otorgándole facultades extraordinarias. Rosas recibe el apoyo de diversos sectores sociales de la pcia. de Bs. As. (fundamentalmente del sector ganadero), entre los que se incluyen las capas populares, adictas al federalismo. Instrumenta políticamente al Partido Federal para lograr un retorno a la unidad en la pcia. Contra la conspiración unitaria apela al Pacto Federal (1831), por el cual logra un principio de alianza entre Sta. Fe, Bs. As. y E. Ríos. Durante su primer gobierno, no logra la total recuperación económica y financiera, pero contiene el proceso de deterioro, reduciendo los gastos públicos y estabilizando la moneda. La campaña al desierto (1833-4) asegura las fronteras por largos años.

Según las circunstancias Rosas se acercará a un mayor o menor grado de proteccionismo, que no excederá, en ningún caso, según Julio Irazusta, a un «librecambismo mitigado». Rosas mantiene en todo momento la hegemonía porteña, que irá desplazando paulatinamente al doctrinarismo federal.

A partir de 1836, la enfiteusis —que afianza el régimen latifundista de tenencia de la tierra, manteniendo la hegemonía de los grandes hacendados— es reemplazada por la venta de tierras públicas. Ni esta medida ni la donación de tierras implica un cambio en el orden social.

Rosas sale victorioso del conflicto con Francia: logra conservar intacta la soberanía de la Argentina y su integridad territorial, defendiendo con éxito el principio de autodeterminación en el continente americano, pero manteniendo en sus aspectos esenciales la dependencia económica ya existente. Su política económica, netamente conservadora, logra no obstante duplicar el valor de las exportaciones pecuarias del país hacia fines de siglo (con respecto a las de la época colonial). Derrotado por Urquiza en 1853, se refugia en Inglaterra. <<

[6] El pensamiento del francés Alexis C. E. Tocqueville influyó en la denominada generación del 37 y aun antes, ya que Bernardino Rivadavia traduce parte de La democracia en América durante su destierro. Especial gravitación tuvo en Sarmiento, quien lo cita a menudo. <<

[7] El Dr. Gaspar Rodríguez de Francia gobernó el Paraguay con mano férrea durante 26 años (1814-1840). Apoyándose en las masas campesinas, aplastó a la oligarquía paraguaya, lo que permitió la concentración de los resortes económicos fundamentales en manos del Estado: un Estado omnipotente y paternalista, que suprimió las libertades públicas. Impidió, en cambio, la penetración del capital extranjero, tendiendo a un desarrollo económico autónomo. Durante su gobierno, Francia nacionalizó la propiedad rural y fabril y el comercio. La riqueza pecuaria se multiplicó y los cultivos se diversificaron, llegándose al autoabastecimiento agrario e industrial. La renta paraguaya se cuadruplicó, sin que se contrajeran deudas con el exterior. Se erradicaron el analfabetismo y la desocupación. El precio de esta experiencia autárquica fue el aislamiento del pueblo paraguayo. <<

[8] A pesar de la presión de Thiers y otros opositores, François Guizot, autor de Historia de la civilización de Europa y Revolución de Inglaterra, entre otras obras, por entonces primer ministro de Francia, mantiene una acción moderada frente a los sucesos del Río de la Plata, negándose a intervenir si Rosas respeta los términos del tratado celebrado en 1840 (Mackau-Arana). En 1843, Pichón, el cónsul francés de Montevideo, se opone a que los franceses residentes en la ciudad constituyan una «legión francesa» de apoyo a Rivera y Guizot ordena que la misma se disuelva. Sarmiento deja en Viajes el testimonio de su entrevista con Guizot en 1847. <<

[9] La libre navegación de los ríos de la cuenca del Plata fue sostenida por los integrantes de la generación del 37 (Echeverría, Alberdi, Sarmiento). Los unitarios emigrados en Montevideo también hicieron de ella una de sus banderas políticas: Florencio Varela le dedica numerosos artículos en el Comercio del Plata. Sarmiento pondrá como acápite de su obra dedicada a Justo J. de Urquiza, Argirópolis (1850), las palabras «navegación, inmigración». La libre navegación de los ríos fue reclamada por las provincias litorales (Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes), por el Paraguay y por Francia e Inglaterra. Rosas sostuvo siempre la limitación del comercio exterior al puerto de Buenos Aires y durante el conflicto armado con Francia e Inglaterra se negó sistemáticamente a considerar propuestas de paz que no reconocieran al Paraná y al Uruguay como ríos interiores de la Confederación Argentina.

El conflicto respondía a diferentes intereses en pugna. Francia e Inglaterra veían en los ríos de la cuenca del Plata una vía barata para llegar con sus mercaderías al interior del territorio, ganando mercados prácticamente vírgenes. La exigencia de este derecho parecía olvidar que en Europa la libre navegación de los ríos interiores para buques de todas las banderas apenas comenzó a concretarse a mediados del siglo XIX (Escalda, 1839; Elba, 1844, y Danubio, 1856). Diferente era la situación para Paraguay y las provincias litorales. El Paraguay, concluido el aislamiento impuesto por Rodríguez de Francia, necesita la libre navegación del Paraná para lograr un acceso al Atlántico. Desde 1845, el presidente Carlos Antonio López reclama a Rosas el reconocimiento de su independencia y la libre navegación. La negativa de Rosas lo lleva a aliarse con Corrientes contra el gobierno de Buenos Aires el 11 de noviembre de 1845. Entre las provincias litorales fue Corrientes la que, desde 1830, encabeza el reclamo de la libre navegación junto con la protección para ciertos productos nacionales. Evidentemente, el monopolio porteño del comercio exterior marcó la dependencia de esas provincias a la de Buenos Aires. <<

[10] También fue bandera política de la generación del 37 la necesidad de aumentar la escasa población del país recurriendo a la inmigración de europeos. Echeverría la postula en el Dogma socialista, Juan B. Alberdi hará famosa su frase «Gobernar es poblar» y Sarmiento dedicará buen número de páginas a esta cuestión, que se relaciona directamente con su ideología respecto de las características que atribuye a la población de la Argentina de entonces (desprecio del gaucho, rechazo racial del indio, influencia negativa del español). Las esperanzas de progreso que pone en la inmigración —especialmente de sajones— tanto en el Facundo como en Campaña en el Ejército Grande o Argirópolis, así como en múltiples artículos periodísticos, se diluyen hacia el final de su vida, como lo demuestran sus artículos reunidos en Conflictos y armonías de las razas en América, cuando el país ha recibido ya un caudaloso aporte inmigratorio. <<

[11] Desde su primer gobierno, Rosas ejerció un firme control de la prensa porteña. A comienzos de 1832, la clausura de El Clasificador o El Nuevo Tribuno y El Cometa Argentino, tímidamente opositores, y el decreto sobre obligatoriedad de permiso para la edición de periódicos, dieron el tono de la política oficial en esta materia. A partir de 1835, el ya escaso número de periódicos porteños se reduce prácticamente a cuatro: la oficiosa Gaceta Mercantil, el oficial Archivo Americano, El Diario de la Tarde y The British Packet, semanario destinado a la colectividad inglesa, sobre todo a los sectores comerciales. El periodismo militante se refugió en el exterior, especialmente en los países limítrofes. En una primera etapa, Uruguay será la tribuna de la prensa unitaria. Voceros de las ideas de la generación del 37 serán El Iniciador (1837), que publicó el Dogma socialista de Echeverría, El Nacional (segunda época), aparecido en 1838 y dirigido en sus comienzos por Andrés Lamas y Miguel Cané —también directores del mencionado más arriba— al que se incorpora más tarde Juan B. Alberdi. Este último y Cané fundan en 1839 la Revista del Plata. En el año de publicación del Facundo aparece uno de los diarios más importantes, por su calidad, de la prensa de esa época: el Comercio del Plata, de Florencio Varela (1.º de octubre de 1845). Sarmiento fundará el primer diario de Santiago, El Progreso, y hará de El Mercurio el principal exponente de la oposición a Rosas, seguido por El Nacional, El Heraldo Argentino, La Tribuna, la Revista de Valparaíso, Sud América, etcétera, que contaron con las plumas de Vicente F. López, Juan B. Alberdi, Bartolomé Mitre, Juan María Gutiérrez, entre muchos otros. <<

[12] Sarmiento alude al Archivo Americano y Espíritu de la Prensa del Mundo, periódico oficial destinado a generar o consolidar el apoyo a Rosas en el extranjero. Se publicó entre 1843 y 1851. Su redactor fue Pedro de Angelis, bajo la supervisión directa de Rosas. Tenía alrededor de 200 páginas y se editaba en lengua española, inglesa y francesa. No había habido hasta entonces en Buenos Aires una empresa periodística de tal envergadura. Sus artículos en defensa de la independencia americana y de la navegación de los ríos interiores, así como la hábil imagen del gobierno rosista presentada al extranjero, especialmente en momentos de la intervención anglofrancesa en el Plata, cosechó numerosos defensores del régimen en América y en Europa. <<

[13] Sarmiento y muchos otros opositores, de entonces y posteriores, vieron en Rosas al instigador del asesinato de Facundo Quiroga. Esta tesis es hoy desestimada por completo. <<

[14] Reinafé, gobernador de Córdoba, organizó la muerte de Quiroga y por tal causa fue juzgado. <<

[15] Escribía Sarmiento en El Mercurio del 20 de marzo de 1842: «La biografía de un hombre que ha desempeñado un gran papel en una época y país dados, es el resumen de la historia contemporánea, iluminada con los animados colores que reflejan las costumbres y hábitos nacionales, las ideas dominantes, las tendencias de la civilización, o la dirección especial que el genio de los grandes hombres puede imprimir a la sociedad». Estas ideas, que pueden rastrearse aún antes de la fecha citada, provienen de la concepción hegeliana adaptada por Victor Cousin en su teoría del hombre representativo. <<

[16] Sarmiento comprende con justicia el carácter americano de Simón Bolívar y de su empresa libertadora. Hasta el final del capítulo destaca la peculiaridad en que se inscribe la acción bolivariana, si bien Sarmiento parece considerar presente aún la existencia de la Gran Colombia. Limita, en cambio, las cualidades de caudillo americano del general San Martín cuando escribe el Facundo, seguramente influido por el decidido apoyo que el prócer brinda a Juan Manuel de Rosas en cuanto defensor de la independencia americana ante la agresión de Francia e Inglaterra. <<

[17] Prenda de vestir de origen araucano. Muy adecuada para montar a caballo, pues permite cualquier tipo de movimiento, al par que protege del viento y de la lluvia y sirve de manta por las noches. <<

[18] Sarmiento se incluye entre los difusores de la «leyenda negra» sobre Artigas. La revalorización de su figura, iniciada por F. Bauzá y C. M. Ramírez, culmina en 1909 con el Alegato histórico de Eduardo Acevedo. José Gervasio de Artigas nació en Montevideo en 1764, en una familia perteneciente a la clase alta oriental. El negocio del cuero y el arreo de ganado en que ocupa sus años mozos, su actuación en el Cuerpo de Blandengues (1797-1811) —creado para perseguir el contrabando y el robo en la campaña uruguaya— le proporcionan cabal conocimiento de su tierra y un creciente prestigio entre gauchos, indios, peones y hacendados. Su contacto con el comisionado español F. de Azara (1800-1801) le brinda un caudal de ideas, evidentes en las soluciones económicas y sociales que propone en 1815. En 1811 se une a la causa revolucionaria: triunfa en Las Piedras, arrincona a los realistas en Colonia y Montevideo, cuyo sitio se inicia poco después al mando de Rondeau. El armisticio (7-X-1811) con el virrey Elío y el abandono del sitio llena de descontento al pueblo oriental, que sigue a Artigas en masa (Éxodo Oriental) hasta el campamento en el Ayuí. Desde entonces aumentará la influencia de Artigas en el Litoral, así como las disensiones con el gobierno porteño. En el congreso general de su provincia, que reúne (5-IV-1813), precisa su ideario: soberanía popular, independencia, confederación, libertad civil y religiosa, libre circulación de productos entre las Provincias Unidas. El Protector de los Pueblos Libres, así se lo llama, va obteniendo el consenso en las provincias de Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes y Córdoba, perjudicadas por la hegemonía económica y política de Buenos Aires. El litoral es invadido repetidas veces. Artigas se muestra dispuesto siempre a la conciliación y a la unidad, pero basada en los principios de república y federación. En 1815 elabora el «Reglamento provisorio para el Fomento de la Campaña y Seguridad de los Hacendados»: propone la recuperación económica y el ordenamiento social de la campaña uruguaya con medidas que procuran el asentamiento rural, combatiendo el latifundio improductivo y efectivizando la subdivisión de la tierra con la entrega de tierras fiscales y de emigrados a los criollos pobres y hacendado, lesionando la hegemonía de Artigas en la Banda Oriental. Se abre además un nuevo frente de lucha: connivencias secretas del gobierno porteño, unidas a la presión española, alientan una nueva invasión portuguesa, que ocupa Montevideo (20-I-1817). Se inician tres largos años de luchas contra el invasor portugués, en tanto Artigas procura la declaración de guerra de las Provincias Unidas, cuyo gobierno insiste en una política centralista a pesar del ideario federal propugnado por muchas de ellas. El partido directorial triunfará finalmente. El Pacto del Litoral, firmado en 1820, resta a Artigas el apoyo de las devastadas provincias litorales, en momentos en que ha sido derrotado totalmente en Tacuarembó por los portugueses. Ramírez, su antiguo lugarteniente, lo derrota finalmente en agosto de 1820. Artigas se exilia en Paraguay, donde muere en 1850.<<

[19] La carta aparece en la segunda edición y en el t. VII de las Obras. En este último se titula «Carta-prólogo de la edición de 1851». Valentín Alsina (1802-1869) se inició en la política porteña apoyando al presidente Rivadavia, de quien fue secretario del Ministerio de Relaciones Exteriores. Se había destacado ya por su actividad profesional como abogado: dio un curso sobre Derecho Natural y de Gentes en la Universidad de Buenos Aires y redactó el Código Rural de la provincia de Buenos Aires. Emigró a Montevideo con el ascenso de Rosas, a quien combate desde el periodismo uruguayo. Regresa a Buenos Aires luego de Caseros, convirtiéndose en figura principal del Partido Autonomista porteño. Es uno de los jefes de la revolución contra Urquiza el 1 de setiembre de 1852. El triunfo del autonomismo lo lleva al cargo de gobernador, que volverá a ocupar en 1857 hasta el nuevo enfrentamiento con el presidente de la Confederación en Cepeda (1859). Compañero de fórmula de Sarmiento, es vicepresidente de la República desde 1868 hasta su muerte. <<

[20] En Montevideo (1846), Valentín Alsina había prometido a Sarmiento la lista de los errores que había advertido en la primera edición del Facundo. Las notas fueron publicadas en 1901 por vez primera en la Revista de Derecho, Historia y Letras, dirigida por Estanislao Zeballos (t. X y XI). Véase Apéndice. <<

[21] «Sarmiento se valió de algunas personas que de Chile venían a la República Argentina para hacer circular su Facundo; y él mismo me ha referido que Rozas, recorriendo un ejemplar, les declara a sus íntimos: “Pero, señores, a ustedes les consta cómo ha pasado esto: es una impostura de Sarmiento”. Y lo tengo de allegados de Rozas que, como alguno no le diese al libro mayor importancia, Rozas habíale respondido de mal talante: “El libro del loco Sarmiento es de lo mejor que se ha escrito contra mí: así es como se ataca, señor; así es como se ataca: ya verá usted cómo nadie me defiende tan bien, señor”». (Saldías, Adonfo, Historia de la Confederación Argentina, Buenos Aires, Editorial Universitaria de Buenos Aires, 1973, 2.ª ed. v. III, pág. 193). <<

[22] Las modificaciones textuales tanto como la publicación del Facundo respondieron siempre a razones políticas, salvo, por supuesto, las correcciones de vocabulario errores, erratas. Sarmiento afirma en la primera edición que si su obra concluyera con la muerte de Quiroga, criterio que ahora dice adoptar por consejo de Alsina —consejo que, por otra parte, siguió según su gusto como vemos al comparar las objeciones del amigo y las atendidas por Sarmiento—, la obra quedaría trunca. La segunda edición aparece cuando se busca la unión entre los contrarios a Rosas en la figura de Urquiza, olvidando los resentimientos entre unitarios y federales. Este hecho explica las supresiones señaladas por Sarmiento. Del mismo modo, la tercera edición (1868) se edita en momentos en que Sarmiento es candidato a la presidencia y Alsina, su compañero de fórmula, jefe del Partido Autonomista. En la parte suprimida Sarmiento sostenía la capitalización de Buenos Aires, idea que ya no comparte. Este cambio hace posible que dicho partido lo proclame como candidato, ya que los autonomistas eran enemigos acérrimos de la federalización de su ciudad. <<

[23] Afirma sin embargo en la Campaña en el Ejército Grande: «Para mí no hay más que una época histórica que me conmueva, afecte e interese, y es la de Rosas. Éste será mi estudio único, en adelante, como fue combatirlo mi solo estimulante al trabajo, mi solo sostén en los días malos. Si alguna vez hubiera querido suicidarme, esta sola consideración me hubiera detenido, como a las madres, que se conservan para sus hijos» (ob. cit., págs. 71/72). <<

[24] Alude a quienes propiciaron una política moderada en la intervención anglofrancesa entre 1844 Y 1850 en los asuntos del Río de la Plata. Lord Palmerston, a través del diario de su propiedad, The Morning Chronicle, apoyó al gobierno de Rosas; por su parte Le Courrier du Havre, pero sobre todo La Presse dirigida por Emile de Girardin, cumplieron igual papel en Francia. <<