El color se esfuma del cielo. Comienza el crepúsculo. Se ve ahora el interior de la cocina. Una mesa de pino en el centro, un hornillo en el rincón del foro derecha, cuatro rústicas sillas de madera, una vela de sebo sobre la mesa. En el centro de la pared del foro, un gran cartel donde aparece un barco con todo el velamen desplegado y la palabra «California» en grandes letras. De los clavos penden utensilios de cocina. Todo está limpio y en orden, pero la atmósfera es más propia de la cocina de un campamento de hombres que de la de un hogar.
La mesa está puesta para tres. Eben saca del hornillo patatas y tocino y los pone sobre la mesa, como también un pan y un jarro de agua. Simeón y Peter entran empujándose y se dejan caer en sus sillas, sin pronunciar una sola palabra. Eben se les une. Los tres comen en silencio durante un momento, los dos mayores con una avidez animal, mientras Eben picotea su comida sin apetito, mirando de cuando en cuando a los otros dos con una antipatía no exenta de cierta condescendencia.
SIMEÓN (Se vuelve súbitamente hacia Eben):
¡Oye! No debiste decir eso, Eben.
PETER:
No estuvo bien.
EBEN:
¿El qué?
SIMEÓN:
Que rezabas porque muriera.
EBEN:
¿Y qué…? ¿Acaso no rezáis vosotros por lo mismo?
(Pausa.)
PETER:
Es nuestro padre.
EBEN (con violencia):
Pero mío, no.
SIMEÓN (secamente):
¡Tú no permitirías que nadie dijera eso de tu madre! ¡Ja, ja! (Brusca risita sardónica. Peter sonríe burlonamente.)
EBEN (muy pálido):
Quise decir… que yo no soy suyo…, que no soy como él…, ¡que él no es como yo!
PETER (secamente):
¡Espera a tener su edad!
EBEN (con vehemencia):
Yo soy mi madre… ¡hasta la última gota de sangre!
(Pausa. Ellos le contemplan con indiferente curiosidad.)
PETER (nostálgico):
Fue buena con Sim y conmigo. Las buenas madrastras no abundan.
SIMEÓN:
Fue buena con todos.
EBEN (muy conmovido, se pone en pie y se inclina torpemente ante uno y otro, balbuciendo):
Gracias. Yo soy su… su heredero. (Se sienta confuso.)
PETER (después de una pausa, sosegadamente):
Fue buena hasta con él.
EBEN (con tono salvaje):
¡Y, para agradecérselo, él la mató!
SIMEÓN (después de una pausa):
Nadie mata a nadie. Es siempre algo lo que mata. Ése es el asesino.
EBEN:
¿Acaso no hizo trabajar a mamá como a una esclava hasta causarle la muerte?
PETER:
También él trabajó como un esclavo. También nos hizo trabajar así a nosotros…, sólo que estamos vivos… todavía.
SIMEÓN:
¡Es algo… que le empuja… a empujarnos a nosotros!
EBEN (vengativo):
Pues… ¡veremos qué le pasará el día del juicio final! (Con desdén.) ¡Algo! ¿Qué algo?
SIMEÓN:
No lo sé.
EBEN (sardónicamente):
¿Eso que os empuja a vosotros hacia California, quizá? (Ellos le miran con sorpresa.) ¡Oh, os oí hablar! (Después de una pausa.) ¡Pero nunca llegaréis a los yacimientos de oro!
PETER (afirmativo):
¡Pues a lo mejor sí!
EBEN:
¿Dónde conseguiréis el dinero?
PETER:
Podemos ir andando. Hay un largo camino hasta California…; ¡pero si se sumaran todos los pasos que hemos dado en esta granja, llegaríamos a la Luna!
EBEN:
Los indios os quitarán el cuero cabelludo en las llanuras.
SIMEÓN (con ceñudo humor):
¡Quizá nos cobremos pelo por pelo!
EBEN (con tono categórico):
Pero no es eso. ¡Vosotros no iréis porque preferiréis esperar aquí vuestra parte de la granja, confiando en que él morirá pronto!
SIMEÓN (después de una pausa):
Tenemos derecho a ella.
PETER:
Nos pertenecen dos tercios de la granja.
EBEN (levantándose de un salto):
¡Vosotros no tenéis derecho! ¡Ella no era vuestra madre! ¡La granja era de ella! ¿No se la robó él, acaso? Mamá ha muerto, y la granja es mía.
SIMEÓN (sardónicamente):
¡Díselo a papá… cuando vuelva! Apuesto un dólar a que se reirá… por una vez en su vida. ¡Ja! (Ríe con un único ladrido, sin alegría.)
PETER (divertido a su vez, le hace eco a su hermano):
¡Ja!
SIMEÓN (después de una pausa):
¿Qué tienes contra nosotros, Eben? Hace años que veo tus ojos acechando… algo.
PETER:
Sí…
EBEN:
Sí… Claro que hay algo. (Estallando súbitamente.) ¿Por qué no os interpusisteis entre él y mamá cuando la estaba matando a fuerza de trabajo…, para pagarle así a ella las bondades que le debíais?
SIMEÓN:
El caso es que… Había que darle de beber al ganado.
PETER:
O partir leña.
SIMEÓN:
O arar.
PETER:
O segar el heno.
SIMEÓN:
O echar el abono.
PETER:
O extirpar la cizaña.
SIMEÓN:
O podar.
PETER:
O bien ordeñar.
EBEN (interrumpiéndoles con aspereza):
Y levantar paredes…, piedra sobre piedra…, ¡levantar paredes hasta que el corazón de uno se convierte en una piedra, y luego en una pared de piedra que nos tapiará el alma!
SIMEÓN (con tono práctico):
Nunca tuvimos tiempo para terciar entre ellos.
PETER (a Eben):
Tú tenías quince años cuando mamá murió… y estabas crecido para tu edad. ¿Por qué no hiciste algo?
EBEN (con aspereza):
¡Había tanto que hacer! (Pausa. Lentamente.) Sólo cuando mamá hubo muerto me di cuenta de lo que la pobre había pasado. Yo empecé a cocinar…, a hacer su trabajo…, y eso me permitió conocerla, compartir su sufrimiento… Ella volvía para ayudarme…, para hervir las patatas…, para freír el tocino…, para cocer los bizcochos… Volvía muy encogida para avivar el fuego y sacar las cenizas, los ojos llorosos e inyectados en sangre por el humo y las ascuas, como antes. Vuelve aún…, se para junto al hornillo, ahí, al atardecer… No puede dormir y descansar en paz, como debiera. No puede acostumbrarse a la libertad…, ni siquiera en la tumba.
SIMEÓN:
Pues nunca se quejó.
EBEN:
Estaba demasiado cansada. Se acostumbró más de la cuenta a vivir demasiado cansada. Ésa fue la obra de él. (Con vengativo apasionamiento.) Y, tarde o temprano, terciaré entre ellos. ¡Diré las cosas que no le dije entonces! Las gritaré con toda la fuerza de mis pulmones. ¡Trataré de que mi madre encuentre algún descanso y sueño en la tumba!
(Vuelve a sentarse, sumiéndose de nuevo en caviloso silencio. Ellos le miran con extraña e indiferente curiosidad.)
PETER (después de una pausa):
¿Adónde diablos crees tú que habrá ido, Sim?
SIMEÓN:
Lo ignoro. Se fue en el carro, vestido de punta en blanco, con la yegua bien cepillada y lustrosa. Se fue haciendo chasquear la lengua y restallando el látigo. Lo recuerdo muy bien. Yo estaba terminando de arar, y estábamos en primavera: era el mes de mayo, se estaba poniendo el sol y había oro en el Oeste, y él penetró en el campo con el carro. Yo grité: «¿Adónde vas, papá?» Y él se detuvo por un momento junto a la cerca de piedra. Sus ojos de vieja víbora brillaban al sol, como si hubiese bebido mucho, y dijo, con una sonrisa de mula: «¡No os larguéis antes que yo regrese!»
PETER:
¿Estaría enterado de que pensábamos marcharnos a California?
SIMEÓN:
Quizá. Yo no contesté, y él dijo, con un aire bastante raro, como de enfermo: «He oído cacarear a las gallinas y cantar a los gallos durante todo el maldito día. He estado escuchando el mugido de las vacas y el pataleo de todos los bichos, y ya no puedo seguir aguantando esto. Estamos en primavera, y me siento condenado, —dijo—. Condenado como un viejo y pelado nogal que sólo sirve para ser quemado», dijo. Y entonces, seguramente, me leyó en los ojos un poco de esperanza, porque agregó, muy animado y con tono maligno: «Pero que no se te ocurra la estúpida idea de que estoy muerto. ¡He jurado vivir cien años, y lo haré, aunque sólo sea para fastidiar a tu pecadora codicia! Y ahora me voy en busca del mensaje de Dios para mí esta primavera, como hacían los profetas. Y tú, vuélvete a tu arado», dijo. Y se alejó cantando un salmo. Creí que estaba borracho… ¡De no ser así, le habría detenido!
EBEN (despectivamente):
¡No, no lo hubieras hecho! Le tienes miedo. ¡Es más fuerte… por dentro… que vosotros dos juntos!
PETER (sardónicamente):
¿Y tú?… ¿Eres acaso Sansón?
EBEN:
Me estoy volviendo más fuerte. Siento crecer eso en mí…, crecer cada vez más…, ¡hasta que termine por estallar!… (Se levanta y se pone la chaqueta y un sombrero. Ellos le miran, y gradualmente en sus rostros se dibujan sonrisas cada vez más burlonas. Eben rehuye sus miradas tímidamente.) Voy a darme una vuelta… camino arriba.
PETER:
¿Al pueblo?
SIMEÓN:
¿A ver a Minnie?
EBEN (desafiante):
¡Sí!
PETER (zumbón):
¡La ramera!
SIMEÓN:
La lujuria… ¡Eso es lo que está creciendo en ti!
EBEN:
¡Pues es guapa!
PETER:
¡Lo ha sido durante veinte años!
SIMEÓN:
Una nueva capa de colorete convierte en una zorra a una de cuarenta.
EBEN:
¡Minnie no tiene cuarenta años!
PETER:
Si no los tiene, poco le falta.
EBEN (con desesperación):
¿Qué sabéis vosotros de…?
PETER:
Todo lo que hay que saber… Sim la conoció primero…, y luego, yo…
SIMEÓN:
¡Y papá también podría decirte algo! ¡Él estuvo antes!
EBEN:
¿Queréis decir con eso que él…?
SIMEÓN (con una sonrisa burlona):
¡Sí!… ¡Somos sus herederos en todo!
EBEN (con vehemencia):
¡Con más motivo! ¡Peor aún! ¡Esto reventará pronto! (Con tono violento.) ¡A ella le daré un puñetazo en la cara! (Abre con violencia la puerta del foro.)
SIMEÓN (guiñándole el ojo a Peter y arrastrando las palabras):
Puede ser… Pero la noche es tibia…, agradable… ¡Cuando llegues allí, quizá le des un beso, en vez de un puñetazo!
PETER:
¡Claro que lo hará!
(Ambos ríen groseramente. Eben se precipita afuera y cierra dando un portazo, luego hace lo mismo con la puerta principal, dobla la esquina de la casa y se detiene junto a la cerca, contemplando el cielo.)
SIMEÓN (siguiéndole con la mirada):
Igual que su padre.
PETER:
¡Su viva imagen!
SIMEÓN:
¡De tal palo, tal astilla!
PETER:
Sí. (Pausa. Con anhelo.) Quizá dentro de un año estemos en California.
SIMEÓN:
Sí. (Pausa. Ambos bostezan.) Vamos a acostarnos.
(Apaga de un soplo la vela. Salen por el foro. Eben tiende los brazos hacia el cielo y dice con tono rebelde.)
EBEN:
Bueno… Ahí está una estrella, y en alguna parte está él, y aquí estoy yo, y ahí está Min, camino arriba…, todo en la misma noche. Y si la beso…, ¿qué? Min es como la noche: es suave y tibia; sus ojos saben parpadear como una estrella, su boca es tibia, sus brazos son tibios, huele como un tibio campo recién arado, es hermosa… ¡Sí! ¡Por Dios Todopoderoso que es hermosa, y me importan un cuerno los pecados que haya cometido antes o con quién los haya cometido! ¡Mi pecado es tan hermoso como el de cualquiera de ellos!
(Se aleja a grandes pasos camino abajo, hacia la izquierda.)
(Telón.)