Ephraim CABOT
SIMEÓN
PETER
EBEN
ABBIE Putnam.
Una muchacha
Dos agricultores.
Un violinista.
Un sheriff.
Otras gentes de las granjas vecinas.
Toda la acción se desarrolla en 1850 en la granja Cabot, de Nueva Inglaterra, o en sus alrededores inmediatos. El extremo Sur de la casa mira a una cerca de piedra, en cuyo centro hay una puerta de madera que da a la carretera. La casa está en buenas condiciones, pero necesitada de pintura. Sus muros son de un gris mortecino, el verde de las persianas está descolorido. A cada lado del edificio hay dos enormes olmos, que inclinan sus colgantes ramas sobre el tejado. Parecen protegerlo y, al propio tiempo, dominarlo. Hay en su aspecto una siniestra maternidad, una abrumadora y celosa preocupación. El íntimo contacto con la vida del hombre de la casa les ha dado una aterradora humanidad. Gravitan angustiosamente sobre la casa. Parecen mujeres agotadas que descansasen sus fláccidos pechos, sus manos y su cabello sobre el tejado, y, cuando llueve, sus lágrimas caen goteando monótonamente y se pudren en las tejas.
Hay un sendero que va desde la puerta de la cerca, rodeando la esquina derecha de la casa, hasta la puerta principal de la misma. En este lado hay un angosto porche. La pared terminal que mira hacia nosotros tiene dos ventanas en su piso superior y otras dos más grandes en la planta baja. Las de arriba son las de los dormitorios del padre y de los hermanos. En la planta baja, a la izquierda, está la cocina; a la derecha, el recibimiento, cuyas cortinas se hallan siempre corridas.