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Un simple jugador no tendría que dar por sentado que puede influir en las reglas del juego.

BASHAR MILES TEG, lecciones de estrategia

¡Ras!

Las hojas de la podadora se movían, y cortaron varias ramas para modificar la forma de las plantas.

—¿Ves cómo la vida se empeña en salirse de sus fronteras definidas? —Molesto, el anciano avanzó metódicamente junto al arbusto que había en el lado del césped, podando los tallos y hojas que sobresalían, cualquier cosa que lo apartara de la perfección geométrica—. Los setos díscolos son tan irritantes…

Y atacó las zonas más altas con un insistente sonido de las tijeras. Cuando acabó, su superficie estaba totalmente plana, lisa, tal como exigían sus especificaciones.

La anciana estaba echada en su tumbona, con una expresión divertida en la cara. Levantó su vaso de limonada.

—Yo lo que veo es a alguien que insiste en imponer un orden en lugar de aceptar la realidad. Lo aleatorio también tiene su valor.

Dio otro sorbito y pensó en activar mentalmente un grupo de aspersores para mojar al anciano y hacer así una demostración de lo impredecible. Pero ese tipo de broma, aunque divertida, solo serviría para provocar tirantez. Así que se limitó a contemplar el trabajo innecesario de su compañero.

—En lugar de volverte loco apegándote a una serie de normas ¿por qué no cambiar las normas? Tienes el poder para hacerlo.

Él la miró furioso.

—¿Estás sugiriendo que estoy loco?

—Solo era una figura retórica. Hace tiempo que te recuperaste del daño que hubieras podido sufrir.

—Me provocas, Marty. —El pequeño destello de peligro pasó y el anciano volvió a concentrarse en sus tijeras con renovado vigor. De nuevo atacó los setos, dándoles forma, moldeando, y no quedó satisfecho hasta que cada hoja estuvo en el sitio que él quería.

La anciana dejó su vaso y se acercó a los lechos de flores, donde una profusión de tulipanes y lirios daban pinceladas de color.

—Yo prefiero sorprenderme… saborear lo inesperado. Hace la vida mucho más interesante. —Frunciendo el ceño, se inclinó para examinar una planta espinosa que se estaba extendiendo entre sus flores—. Aunque hay límites, por supuesto. —Y la arrancó con un tirón rencoroso.

—Teniendo en cuenta que aún no tenemos la no-nave bajo nuestro control, te veo muy tranquila. ¡Cada vez que consiguen escapar me enfurezco más! Kralizec se nos echa encima.

—Esta vez ha estado muy cerca. —La mujer avanzó entre su jardín de flores, sonriendo. A su espalda, las flores que se estaban marchitando de pronto se animaron, cuajadas de un nuevo color. El cielo era de un azul perfecto.

—No parece que te preocupe el daño que nos han hecho. Invertí una gran cantidad de esfuerzo para crear y arrojar la última red de taquiones. Adorables zarcillos que se extendieran muy lejos… —Sus labios se crisparon en una mueca—. Y ahora está rota, enmarañada, deshilachada.

—Oh, pero puedes rehacerla con un pensamiento. —La mujer agitó una mano bronceada—. Estás molesto porque las cosas no han salido como querías. ¿No se te había ocurrido que la reciente huida de la no-nave es una prueba más de la proyección profética? Sin duda significa que la persona a la que esperas (lo que los humanos conocen como el kwisatz haderach) está realmente a bordo. ¿Cómo, si no, pudieron escapar? ¿No crees que podría ser la demostración tangible de la proyección?

—Siempre hemos sabido que estaba a bordo. Por eso debemos capturar la no-nave.

La anciana rió.

—Hemos «predicho» que está a bordo, Daniel. No es lo mismo. Siglos y siglos de proyecciones matemáticas nos han llevado a la conclusión de que la persona que necesitamos estaría allí.

El anciano clavó sus afiladas tijeras en la hierba como si fuera un enemigo.

La proyección matemática era tan sofisticada y compleja que era prácticamente como una profecía. Los dos sabían muy bien que necesitaban al kwisatz haderach para ganar la inminente batalla-tifón. En otro tiempo habrían considerado la profecía como poco más que una leyenda de gentes supersticiosas y primitivas. Pero, con aquellas proyecciones analíticas tan imposiblemente detalladas, junto con milenios de profecías humanas misteriosamente exactas, la pareja de ancianos sabía que para lograr la victoria necesitaban tener aquella carta en su poder, un cañón humano.

—Hace tiempo, otros descubrieron lo absurdo de intentar controlar a un kwisatz haderach. —La mujer dejó lo que hacía con las malas hierbas y se incorporó. Se llevó la mano a la rabadilla, como si tuviera algún dolor muscular, aunque no era más que un gesto afectado—. Casi los destruyó, y tuvieron que pasar mil quinientos años lamentándose por lo que había sucedido.

—Eran débiles. —El anciano cogió un vaso medio lleno de limonada de la mesa de jardín donde lo había dejado y se lo bebió de un trago.

Ella fue a su lado y, a través de un hueco con bordes perfectos del seto, miró hacia las extravagantes y complejas torres y los edificios interconectados de la lejana ciudad que rodeaba su perfecto santuario. Le tocó el codo.

—Si me prometes que no te enfurruñarás, te ayudaré a reparar la red. De verdad, debes aceptar que es normal que los planes se desbaraten.

—Entonces tendremos que hacer mejores planes.

Aun así, los dos se concentraron y una vez más empezaron a entrelazar las delicadas hebras por el tejido del universo, reconstruyeron la red de taquiones y la arrojaron al exterior a una gran velocidad, cubriendo distancias imposibles en un abrir y cerrar de ojos.

—Seguiremos intentando atrapar la nave —dijo la anciana—, pero será mejor que concentremos nuestros esfuerzos en el plan alternativo de Khrone. Gracias a lo que ha descubierto en Caladan, tenemos una segunda oportunidad para lograr la victoria. Tendríamos que trabajar en las dos alternativas. Sabemos que Paul Atreides fue un kwisatz haderach, y que el ghola del chico ya ha nacido, gracias a la previsión de Khrone…

—Una previsión puramente accidental, estoy seguro.

—Sea como fuere, también tiene al barón Harkonnen, que será una pieza clave para volver al nuevo Paul hacia nuestros propósitos. Por tanto, incluso si no capturamos la no-nave, tendremos garantizado a un kwisatz haderach. De una forma o de otra, nosotros ganamos. Me aseguraré de que Khrone no nos falla. He enviado observadores especiales.

El anciano era poderoso y rígido, pero a veces también era un ingenuo. No recelaba lo bastante de los demás. En cambio ella sabía que debía vigilar a los secuaces que tenía repartidos por el Imperio Antiguo. A veces los Danzarines Rostro se preciaban demasiado de sí mismos.

Y ella dejaba de buena gana que cada uno desempeñara su papel, tanto si se trataba del anciano, los Danzarines Rostro, los pasajeros de la no-nave, o las hordas de víctimas que había de por medio en el Imperio Antiguo.

De momento le divertía, pero todo es mudable. El universo es así.