Para el ojo del que ama, incluso una abominación puede ser un hermoso bebé.
MISSIONARIA PROTECTIVA, adaptado del Libro de Azhar
Durante meses, bajo la mirada severa y atenta de las Honoradas Matres, Uxtal se dedicó a controlar la evolución del tanque axlotl a la vez que supervisaba el funcionamiento de los laboratorios de dolor. Aquel esfuerzo continuo por satisfacer a los que le controlaban le agotaba.
Khrone había ido a visitarle en dos ocasiones en el último medio año (que él supiera, aunque un Danzarín Rostro podía pasar inadvertido si quería). En sus míseros alojamientos, el investigador tleilaxu perdido llevaba su propio calendario, y cada día que tachaba era una pequeña victoria para él, como si la supervivencia fuera una cuestión de puntos.
Entretanto, también había empezado a producir el sustituto de la melange en cantidades suficientes para que las rameras lo vieran como un personaje importante. Por desgracia, sus éxitos se debían más a sus repetidos intentos que a una verdadera capacidad por su parte. A pesar de la incertidumbre y de las pifias, que ocultaba a toda prisa, Uxtal había descubierto un método de producción lo bastante eficaz. Y, aunque tenía defectos, por el momento era suficiente para que las rameras le mantuvieran con vida.
Y entretanto, el bebé-ghola seguía desarrollándose.
Cuando llegó el momento, Uxtal tomó muestras del feto masculino para realizar análisis y comparó el ADN con los registros genéticos que Khrone le había proporcionado. Aún no sabía qué planes tenían los Danzarines Rostro para el bebé; es más, estaba convencido de que no tenían ningún plan, más allá de la curiosidad.
En un primer momento, Uxtal logró aislar la línea genética general, luego fue reduciendo el espectro, a un planeta de origen, un linaje… y luego a una familia concreta. Finalmente, sus investigaciones le permitieron remontarse a un personaje histórico concreto. Los resultados le sorprendieron y a punto estuvo de borrarlos antes de que nadie los viera. Pero seguramente le observaban, y si le descubrían tratando de ocultar información, las Honoradas Matres serían muy duras con él.
Así que, en vez de eso, se entregó a un torbellino de preguntas. ¿Por qué habían conservado los viejos maestros tleilaxu aquellas células en particular? ¿Qué propósito podían ver en ellas? ¿Qué otras células destacables había en la cápsula de nulentropía destruida? Era una pena que las Honoradas Matres hubieran destruido los cuerpos, incinerándolos o echándoselos a los sligs.
Khrone volvería pronto. Y entonces quizá los Danzarines Rostro se llevarían a su bebé-ghola y Uxtal sería libre. O le matarían y acabarían con el asunto de una vez…
Tras un período de gestación cuidadosamente controlado, el momento de decantar al bebé era inminente. Más que inminente. Ahora Uxtal pasaba la mayor parte del día en la sala axlotl, asustado y fascinado a la vez. Se inclinaba sobre el tanque femenino hinchado y comprobaba el ritmo cardíaco del bebé, sus movimientos. Con frecuencia daba patadas, como si detestara la célula carnosa que lo contenía. No era tan raro, pero no dejaba de asustar.
Cuando llegó el día, Uxtal llamó a sus ayudantes.
—Si el bebé no nace sano, os enviaré al ala de torturas… —De pronto dio un respingo, porque recordó sus otros deberes, y corrió a la nueva sección del laboratorio, dejando a sus perplejos ayudantes junto al tanque.
Allí, entre gritos y gemidos, con el débil sonido de fondo del chorrito de sustancias químicas precursor del sustituto de la especia, encontró a Hellica, que le esperaba con impaciencia. Durante un rato, la mujer se había distraído observando el proceso de «recolección» de la especia, pero al ver a Uxtal, se acercó a él con movimientos sinuosos.
Él apartó la vista, y habló farfullando.
—L-lo siento, Madre Superiora. El ghola está a punto de nacer y me he distraído. Tendría que haber abandonado mis otras responsabilidades en cuanto habéis llegado. —Y rezó en silencio para que no le matara allí mismo. Los Danzarines Rostro se iban a enfadar mucho si le mataba antes de que pudiera decantar al bebé, ¿no es cierto?
Cuando vio que los ojos de Hellica relampagueaban peligrosamente, estuvo por salir corriendo.
—Me parece que no acabas de comprender cuál es tu sitio en este nuevo orden, hombrecito. Es hora de que te esclavice… antes de que nazca el ghola. Necesito confiar en ti. No volverás a perder de vista tus prioridades.
De pronto Uxtal fue plenamente consciente del volumen de sus pechos y sus movimientos bajo las mallas ceñidas. Sus miradas se encontraron, pero no sintió ningún impulso sexual.
—En cuanto pases a depender de mis placeres —siguió diciendo ella mientras le masajeaba el rostro suavemente con los dedos—, tendré tu dedicación completa a mi proyecto. Y cuando el ghola ya no esté no tendrás excusa.
Uxtal sintió que el pulso se le aceleraba. ¿Qué pasaría cuando descubriera lo que Khrone le había hecho?
Oyeron un grito que venía del laboratorio, seguido de unos berridos de bebé. A Uxtal el corazón se le subió a la garganta.
—¡El bebé ha nacido! ¿Cómo han podido hacerlo sin mí? —Trató de apartarse. Le aterraba que sus ayudantes hubieran demostrado que podían hacer solos el trabajo. No podía permitir que nadie creyera que su presencia era innecesaria—. Por favor, Madre Superiora, dejad que vaya a comprobar que los necios de mis ayudantes no han hecho nada mal.
Por suerte, Hellica parecía tan interesada como él. El tleilaxu se escabulló y corrió al tanque axlotl, ahora vacío. Con una sonrisa cohibida y confusa, uno de los ayudantes levantó al bebé aparentemente sano por un pie. La Madre Superiora se acercó, con la capa ondeando a su espalda.
Uxtal le arrebató el bebé a su ayudante, aunque todo aquel proceso le resultaba repugnante. Si dejaba que le pasara algo al bebé, Khrone le mataría… y lentamente.
Le mostró el bebé a Hellica.
—Mirad, Madre Superiora. Como veis, esta distracción desaparecerá pronto, porque los Danzarines Rostro se llevarán al bebé. Mi trabajo para ellos ha terminado. Ahora podré dedicar buena parte de mi tiempo y mis energías a crear la especia naranja que tanto deseáis. A menos… a menos que queráis devolverme mi libertad. —Y arqueó las cejas con expresión suplicante.
Ella aspiró con desdén y volvió a la parte nueva del edificio, donde los gritos resonaban por los pasillos.
Uxtal miró al bebé, maravillándose por su buena suerte. Por una milagrosa alineación numérica, había conseguido el éxito. Khrone no se quejaría, no le castigaría. Pero un estremecimiento le recorrió la columna. ¿Y si los Danzarines Rostro insistían en que restaurara también los recuerdos del ghola? ¡Cuántos años de trabajo!
Sin embargo, en aquellos momentos, mientras contemplaba al recién nacido, tan sencillo, tan inocente, tan «normal», se sintió confuso. Había revisado los archivos históricos, y no acertaba a imaginar cuál podía ser el destino de aquel ghola o qué haría Khrone con él. Seguramente formaba parte de un plan cósmico, pero solo podría entenderlo si encontraba los números que apuntaban hacia la verdad.
Sostuvo al bebé-ghola ante él, miró su rostro diminuto y meneó la cabeza.
—Bienvenido, barón Vladimir Harkonnen.