21

El tejido del universo está conectado por hilos de pensamiento y una maraña de alianzas. Otros quizá puedan atisbar una parte del diseño, pero solo nosotros podemos descifrarlo en su totalidad. Y podemos utilizar esa información para formar una red mortífera con la que atrapar a nuestros enemigos.

KHRONE, mensaje secreto a la miríada de Danzarines Rostro

Un comunicado insistente atrapó a Khrone en la red de taquiones cuando la nave de la Cofradía partió de Tleilax, donde había comprobado en secreto los progresos que hacía el nuevo ghola en su tanque axlotl.

Su lacayo Uxtal había conseguido implantar un embrión creado a partir de las células ocultas en el cuerpo calcinado del maestro tleilaxu. Vaya, después de todo no era del todo incompetente. El niño misterioso estaba desarrollándose. Y si su identidad era la que Khrone sospechaba, las posibilidades eran interesantes.

Un año atrás, Khrone había dejado a Uxtal en Bandalong con instrucciones muy estrictas, y el investigador, aterrado, había obedecido en todo. Con una imprimación mental de los conocimientos de Uxtal, aquel trabajo podía haberlo hecho cualquier Danzarín Rostro, pero aquel hombre trabajaba con un desespero que ningún Danzarín Rostro podría igualar. Ah, el predecible instinto de supervivencia de los humanos… Era tan fácil utilizarlo en su contra…

Mientras el carguero de la Cofradía se desplazaba hacia el lado nocturno de Tleilax, a través de las pantallas panorámicas veía las cicatrices negras de las ciudades que habían sido borradas del mapa. Solo unas pocas luces que brillaban débilmente señalaban poblaciones que luchaban por sobrevivir. En algún lugar, allá abajo, habían tenido su origen las más grandes obras de los tleilax, incluso las versiones primitivas de los Danzarines Rostro, miles de años atrás. Aunque, comparadas con la obra maestra que eran Khrone y sus compañeros, aquellos híbridos que cambiaban de forma eran poco más que pinturas rupestres.

Los Danzarines Rostro habían suplantado a la tripulación de la nave, tras matar y reemplazar a un puñado de hombres de la Cofradía, y solo dejaron al navegante, que seguía en su tanque, ajeno a todo. Khrone no estaba seguro de que un Danzarín Rostro pudiera imprimar y sustituir a la figura mutada de un navegante. Era un experimento que consideraría más adelante. Entretanto, nadie sabría que había ido a Tleilax a observar.

Nadie excepto los lejanos controladores que vigilaban a los Danzarines Rostro en todo momento.

En aquel instante, mientras caminaba por un pasillo de la nave, sus pasos vacilaron. Las paredes de metal pulido se emborronaron y perdieron nitidez. El entorno que veía se ladeó. De pronto, la realidad de la nave se desvaneció, y Khrone quedó suspendido en un frío vacío, sin ninguna superficie visible bajo los pies. Las líneas centelleantes y coloridas de la red de taquiones lo envolvieron, las conexiones se extendían por todas partes a través del universo.

Khrone se quedó inmóvil, y miró a su alrededor con los ojos muy abiertos. Prefirió no hablar.

Ante él distinguió una imagen afilada como el cristal de las figuras que las dos entidades decidieron que viera: una pareja de ancianos, tranquila y amable. En realidad, eran cualquier cosa menos amables e inofensivos. Los dos tenían ojos brillantes, pelo blanco, y una piel arrugada que irradiaba calidez y una imagen de salud. Llevaban ropas cómodas: el anciano, una camisa roja a cuadros, y ella un mono de jardín. Pero, aunque había adoptado las formas de un cuerpo femenino, no había nada femenino en ella. En la visión que atrapó a Khrone, los ancianos estaban entre árboles frutales en flor, tan cargados de pétalos blancos y abejas que Khrone podía olerlas y oírlas.

No entendía por qué insistían en mostrar aquella fachada, pero desde luego no era por él. A él no le importaba su aspecto, no le impresionaba.

A pesar de su cara de abuelo, las palabras del hombre fueron bruscas.

—Estamos empezando a impacientarnos contigo. La no-nave se nos escapó de Casa Capitular. La vimos un instante hace un año, pero volvió a escapar. Nosotros seguimos buscando, pero prometiste que tus Danzarines Rostro la encontrarían.

—La encontraremos. —Khrone ya no sentía la nave a su alrededor. El aire tenía el aroma dulce de las flores—. Los fugitivos no nos podrán esquivar para siempre. Los tendréis, os lo aseguro.

—No podemos esperar tanto. Después de tantos milenios, el tiempo se nos echa encima.

—Vamos, vamos, Daniel —le reprendió la anciana—. Te concentras demasiado en el objetivo. ¿Qué has aprendido mientras perseguíamos la no-nave? ¿Acaso el viaje en sí no nos ha brindado numerosas recompensas?

El anciano la miró con gesto hosco.

—Eso no viene al caso. Siempre me ha preocupado la poca fiabilidad de tus mascotas de distracción. A veces sienten la necesidad de convertirse en mártires. ¿No es así, Mártir mía? —Y lo dijo con un profundo sarcasmo.

La anciana rió entre dientes como si el hombre estuviera bromeando.

—Sabes muy bien que prefiero que me llames Marty. Es un nombre más humano, más personal.

Se volvió hacia los árboles floridos que tenía a su espalda y alzó su mano marrón para coger un portygul de una redondez perfecta.

El resto de flores desaparecieron y de pronto el árbol estaba cargado de fruta madura, lista para cogerla.

Khrone hervía por dentro, perdido en aquel mundo extraño e ilusorio. No le gustaba que sus supuestos amos pudieran presentarse de forma tan inesperada, estuviera donde estuviese. La miríada de Danzarines Rostro era una red muy extendida, estaban por todas partes, y atraparían la no-nave. Él mismo deseaba controlar aquella nave perdida y sus valiosos pasajeros tanto como el anciano y la anciana. Tenía sus propios planes, aunque aquellos dos no sospechaban nada. Y el ghola que estaba desarrollando en Tleilax podía ser una pieza clave de su plan.

El anciano se ajustó el sombrero de paja sobre la cabeza y se inclinó hacia Khrone, aunque su imagen venía de un lugar imposiblemente lejano.

—Nuestras detalladas proyecciones nos han dado la respuesta que buscábamos. No hay error posible. Kralizec pronto caerá sobre nosotros, y para vencer necesitamos al kwisatz haderach, el ser sobrehumano criado por las Bene Gesserit. De acuerdo con las predicciones, la no-nave es la clave. Él está, o estará, a bordo.

—¿No es asombroso que unos simples humanos llegaran a la misma conclusión que nosotros hace miles de años con sus profecías y sus escritos? —La anciana se sentó en un banco y se puso a pelar el portygul. Un jugo dulzón le chorreaba entre los dedos.

Sin dejarse impresionar, el anciano agitó su mano callosa.

—Escribieron tantas profecías que era imposible que se equivocaran en todas. Sabemos que cuando consigamos la no-nave, tendremos el kwisatz haderach. Eso está demostrado.

—Ha sido predicho, Daniel, pero no está demostrado. —La mujer le ofreció una parte de la fruta, pero el anciano la rechazó.

—Una cosa está demostrada cuando no hay duda. Y yo no tengo ninguna duda.

A Khrone no le hizo falta fingir seguridad.

—Mis Danzarines Rostro encontrarán la no-nave.

—Confiamos en tus capacidades, querido Khrone —dijo la anciana­—. Pero han pasado casi cuatro años, y queremos algo más que palabras. —Sonrió dulcemente, como si fuera a extender la mano y darle una palmadita en la mejilla—. No olvides tus obligaciones.

De pronto, las líneas multicolores de fuerza que rodeaban a Khrone se pusieron incandescentes. A través de todos los nervios de su cuerpo, penetrando cada músculo, cada hueso, sintió una terrible agonía, un dolor indescriptible que iba más allá de sus células y su cerebro. Con su control intrínseco de Danzarín Rostro trató de bloquear sus receptores, pero no había escapatoria. La agonía continuó, y sin embargo la voz de la anciana seguía sonando con una claridad excepcional en el fondo de su mente:

—Podemos prolongar esto diez millones de años si queremos.

De pronto el dolor había desaparecido. Y el anciano estiró el brazo para coger la mitad de la fruta que la mujer le ofrecía. Desgarró un gajo y dijo:

—No nos des un motivo para hacerlo.

Y el mundo ilusorio vaciló. El jardín bucólico desapareció y también la brillante red de líneas, y quedaron únicamente los pasillos de paredes metálicas de la nave. Khrone se había desplomado, pero no había nadie cerca. Se puso en pie, sacudiéndose. El dolor punzante seguía allí, como un eco celular que llegaba desde las imágenes grabadas en el fondo de sus ojos. Respiró hondo varias veces para recuperar la fuerza, apoyándose en la indignación que sentía.

Durante aquellos momentos de dolor, sus facciones habían pasado por numerosos disfraces y finalmente volvió a su rostro inexpresivo de Danzarín Rostro. Cuando recuperó la compostura, con inquina Khrone formó una réplica exacta del rostro del anciano. Pero con eso no tenía bastante. Lleno de rabia, dejó al descubierto los dientes, que transformó en piezas marrones y decrépitas. El rostro arrugado se volvió decrépito. La piel colgaba, y se volvió amarillenta antes de separarse finalmente del músculo. Unas vengativas manchas cubrieron su carne y el rostro se convirtió en una masa de llagas, los ojos estaban blanquecinos y ciegos.

Si al menos pudiera proyectar aquel estado… ¡era exactamente lo que aquel cabrón se merecía!

Khrone volvió a reafirmarse y recuperó su aspecto normal, aunque la ira seguía bullendo en su interior. Su sonrisa regresó gradualmente.

Aquellos que se consideraban los amos de los Danzarines Rostro habían sido engañados de nuevo, igual que los maestros tleilaxu originales, y sus sucesores, los tleilaxu perdidos. Aún sacudiéndose, Khrone caminó por el pasillo, riendo entre dientes. Volvía a tener el aspecto de un miembro normal y corriente de la tripulación. Desde luego, nadie comprendía el arte del engaño mejor que él.

Soy el practicante más dotado, pensó.