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Una vez el plan está creado, cobra vida propia. El solo hecho de concebir y construir un plan lleva consigo el sello de la inevitabilidad.

BASHAR MILES TEG, informe sumarial tras la victoria en Cerbol

Cuando estaba de ánimo combativo, Garimi podía ser tan obstinada como la más endurecida Bene Gesserit. Sheeana dejó que la hermana, con su rostro sobrio, permaneciera ante la asamblea y criticara el proyecto de los gholas históricos, con la esperanza de que perdiera fuelle antes de terminar. Por desgracia, muchas de las hermanas que ocupaban los asientos de detrás musitaban y asentían, completamente de acuerdo con los puntos que mencionaba.

Y así damos origen a más facciones, pensó Sheeana suspirando por dentro.

En la cámara de reuniones más grande de la no-nave, más de un centenar de hermanas refugiadas seguían con aquel debate aparentemente interminable sobre lo acertado de crear gholas con las células misteriosas de Scytale. Parecía imposible llegar a un compromiso. Dado que habían abandonado Casa Capitular para conservar su pureza Bene Gesserit, Sheeana insistía en mantenerse abierta al debate, pero aquello ya duraba más de un mes. No quería tener que forzar una votación con semejante disensión. Todavía no.

En otro tiempo, todas estuvimos unidas por una causa común…

—Propones este plan imperfecto como si no tuviéramos elección —­dijo Garimi desde la primera fila—. Incluso la más inculta de las acólitas sabe que tenemos tantas opciones como nosotras queramos.

Las palabras de Duncan Idaho penetraron limpiamente en medio de aquel breve silencio, aunque nadie había pedido su opinión.

—Yo no he dicho que no tuviéramos elección. Simplemente, creo que esta podría ser nuestra mejor opción. —Él y Teg estaban sentados junto a Sheeana. ¿Quién conocía mejor los peligros, dificultades y ventajas de los gholas que ellos dos? ¿Quién comprendía a aquellas figuras históricas mejor que el propio Duncan?

—El maestro tleilaxu —siguió diciendo Duncan— nos ofrece un medio para fortalecernos con las figuras clave de un arsenal de expertos y líderes del pasado. Poco sabemos del Enemigo al que hemos de enfrentarnos, y sería una necedad rechazar cualquier posible ventaja.

—¿Ventaja? Estas figuras históricas son un auténtico rosario de vergüenza para las Bene Gesserit —dijo Garimi—. Dama Jessica, Paul Muad’Dib… y, el peor de todos, Leto II, el Tirano.

La voz de Garimi sonaba cada vez más aguda. Una de sus compañeras, Stuka, añadió con firmeza:

—¿Acaso has olvidado tu adiestramiento Bene Gesserit, Duncan Idaho? Tu razonamiento no es lógico. Todos los gholas de los que hablamos son reliquias del pasado, sacadas directamente de la leyenda. ¿Qué relevancia pueden tener en la crisis que nos ocupa?

—Lo que les falte en relevancia, lo tienen en perspectiva —señaló Teg—. Solo por toda la historia que esas células llevan consigo basta para marear a eruditos y académicos. Sin duda, entre tantos genios y héroes encontraremos conocimientos útiles para cualquier situación a la que nos enfrentemos. El hecho de que los tleilaxu se esforzaran tanto por conseguir y conservar estas células durante siglos ya nos dice lo especiales que deben de ser.

La reverenda madre Calissa expresó una preocupación válida. No había dado ninguna indicación en relación al sentido de su voto.

—Me preocupa que los tleilaxu hayan manipulado la información genética de alguna forma… igual que hicieron con Duncan. Scytale ya cuenta con que estaremos impresionadas. ¿Y si todo esto no es más que un plan? ¿Por qué quiere realmente que vuelvan esos gholas?

Duncan paseó la mirada por la concurrencia.

—El maestro tleilaxu está en una posición vulnerable, por tanto debe asegurarse de que los gholas que probemos sean perfectos. De otro modo, no conseguirá lo que quiere de nosotros. No confío en él, pero sí en su desesperación. Scytale hará lo que sea por conseguir lo que necesita. Se está muriendo, y necesita desesperadamente un ghola de sí mismo. Y debemos utilizar esto en nuestro provecho. En esta peligrosa situación en que nos hallamos, no debemos dejar que el miedo guíe nuestros pasos.

—¿Qué pasos? —espetó Garimi con desdén mirando a su alrededor—. Nos limitamos a deambular por el espacio, sin un rumbo fijo, huyendo de un enemigo invisible que solo Duncan Idaho puede ver. Para la mayoría de las que estamos aquí la verdadera amenaza estaba en las rameras de la Dispersión. Se adueñaron de nuestra Hermandad y nos exiliamos para salvar a las Bene Gesserit. Hemos de encontrar un lugar donde podamos establecer una nueva Casa Capitular, un nuevo orden que nos permita hacernos fuertes. Por eso hemos empezado a engendrar hijos y a ampliar con cautela nuestras filas.

—Forzando con ello los recursos limitados del Ítaca —apuntó Sheeana.

Garimi y muchas de sus partidarias profirieron sonidos de disgusto.

—La no-nave tiene recursos suficientes para mantener diez veces este pasaje durante un siglo. Para preservar la Hermandad tenemos que incrementar nuestro número y aportar sangre nueva al grupo en preparación para colonizar un planeta.

Sheeana sonrió con astucia.

—Razón de más para introducir los gholas.

Garimi levantó los ojos al techo con disgusto. A su espalda, Stuka exclamó:

—Los gholas serán abominaciones no humanas.

Sheeana ya esperaba que alguien dijera aquello.

—Es curioso lo supersticiosas y conservadoras que sois algunas. ¡Como campesinas iletradas! Aún no he oído ningún argumento racional de vuestras bocas.

Garimi se volvió a mirar a sus seguidoras, tan serias como ella, y eso pareció darle fuerzas.

—¿Argumento racional? Me opongo a esta propuesta porque es claramente peligrosa. Se trata de personas que conocemos por la historia. Les conocemos, sabemos de lo que son capaces. ¿Tendremos la osadía de soltar otro kwisatz haderach sobre el universo? Ya cometimos ese error una vez. Y tendríamos que haber aprendido.

Cuando Duncan Idaho habló, solo tenía sus convicciones, carecía de la habilidad Bene Gesserit de recurrir a la Voz o de manipular sutilmente.

—Paul Atreides fue un buen hombre, pero la Hermandad y otras fuerzas le arrojaron en una dirección peligrosa. Su hijo, tan denostado, era bravo y bueno, hasta que permitió que el gusano del desierto lo dominara. Yo conocí a Thufir Hawat, Gurney Halleck, Stilgar, el duque Leto e incluso a Leto II. Esta vez podemos protegerles de los errores que cometieron en el pasado y dejar que alcancen su potencial. ¡Que nos ayuden!

En medio del griterío, Garimi levantó la voz más que las demás.

—Gracias a las Otras Memorias, sabemos lo que los Atreides hicieron tan bien como tú, Duncan Idaho. ¡Oh, cuántas crueldades se cometieron en nombre de Muad’Dib, cuántos billones murieron en su yihad! El Imperio Corrino, que había pervivido durante miles de años, cayó. Pero ni siquiera los desastres del emperador Muad’Dib fueron bastante. Luego llegó su hijo, el Tirano, y con él vinieron miles de años de terror. ¿Es que no hemos aprendido nada?

Sheeana levantó la voz, y utilizó un tono de mando suficiente para hacer callar a las otras Bene Gesserit.

—Por supuesto que hemos aprendido. Hasta hoy, estaba convencida de que habíamos aprendido a ser cautas. Y sin embargo veo que la historia solo nos ha enseñado a tener un miedo irrazonable. ¿Desecharíais nuestra mejor baza solo porque quizá alguien puede resultar herido? Tenemos enemigos que nos perjudicarán si pueden. Siempre existe un riesgo, pero el ingenio de nuestros bancos de células al menos nos da una posibilidad.

Trató de calcular cuántas pasajeras estaban de parte de Garimi. Cuando las tuvo identificadas y catalogadas en su mente, no hubo sorpresas: todas eran tradicionalistas, ultraconservadoras entre las conservadoras. De momento, eran una minoría, pero eso podía cambiar. Aquel debate debía finalizar antes de que causara males mayores.

Incluso cuando el proyecto se iniciara en serio, cada niño-ghola necesitaría un período de gestación completo y luego habría que criarlo y educarlo, atentos siempre a la posibilidad de despertar sus recuerdos internos. Llevaría años. En los próximos diez, quince años, ¿cuántas veces volaría la no-nave de cabeza a una crisis? ¿Y si mañana topaban con el misterioso Enemigo? ¿Y si quedaban atrapados en la red reluciente que Duncan decía que les seguía, que siempre les buscaba?

Los planes a largo plazo eran lo que mejor se les daba en la Hermandad.

Finalmente, Sheeana frunció la boca en un mohín de determinación y mantuvo su posición. No tenía intención de perder aquella batalla, pero el debate ya había terminado, tanto si a Garimi le gustaba como si no.

—Basta de discutir y discutir lo mismo. Convoco una votación. Ahora.

Y aprobó la moción. Por los pelos.