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El Universo es de Dios. Es una sola cosa, una totalidad frente a la cual todas sus separaciones pueden ser identificadas. La efímera vida, incluso aquella auto-consciente y razonadora que nosotros llamamos vida sensitiva, detenta tan sólo un derecho hereditario de custodia de una porción pequeñísima de la totalidad.

Comentarios de la C.T.E. (Comisión de Traductores Ecuménicos)

Halleck usó el código de las manos para transmitir el mensaje mientras hablaba en voz alta de otras cosas. No le gustaba la pequeña antesala que los sacerdotes le habían asignado para su informe, sabiendo cómo debía estar atiborrada de dispositivos de espía. Dejemos que intenten decodificar las imperceptibles señales de las manos, pensó.

Los Atreides habían usado esos medios de comunicación durante siglos sin que nadie llegase a captarlo nunca.

Afuera era de noche, pero la estancia no tenía ventanas, dependiendo de la luz emitida por cuatro globos situados en lo alto de los cuatro ángulos.

—Muchos de los que hemos cogido eran hombres de Alia —hizo notar Halleck con las manos, mientras observaba el rostro de Jessica y decía en voz alta que los interrogatorios todavía continuaban.

—Tú ya lo anticipaste —replicó Jessica con dedos inquietos. Hizo una inclinación de cabeza y dijo en voz alta—: Espero un informe completo cuando te consideres satisfecho de los resultados, Gurney.

—Por supuesto, mi Dama —dijo él, y sus dedos continuaron—: Hay otra cosa, bastante inquietante. Bajo la acción de drogas profundas, algunos de nuestros cautivos han hablado de Jacurutu y, apenas pronunciar el nombre, han muerto.

—¿Un bloqueo cardíaco condicionado? —preguntaron los dedos de Jessica. Y dijo en voz alta—: ¿Has dejado en libertad a alguno de los cautivos?

—Unos pocos, mi Dama… los más obviamente inocuos. —Y sus dedos añadieron—: Sospechamos un bloqueo cardíaco, pero no estamos seguros todavía. Las autopsias aún no se han completado. He pensado que desearíais saber lo antes posible todo lo referente a Jacurutu y he venido inmediatamente.

—Mi Duque y yo hemos pensado siempre que Jacurutu era una leyenda interesante, basada probablemente en un hecho real —dijeron los dedos de Jessica, ignorando la habitual punzada de dolor que la atravesaba cada vez que hablaba de su hacía tanto tiempo perdido amor.

—¿Tenéis órdenes para mí? —preguntó Halleck en voz alta.

Jessica respondió de igual modo diciéndole que regresara al campo de aterrizaje e informara cuando poseyera información positiva. Pero sus dedos formaron otro mensaje:

—Entra de nuevo en contacto con tus amigos entre los contrabandistas. Si Jacurutu existe, debe sobrevivir vendiendo especia. No hay otro mercado para ellos excepto los contrabandistas.

Halleck inclinó brevemente su cabeza, mientras sus dedos decían:

—Estoy siguiendo ya esta pista, mi Dama. —Y como no podía ignorar el adiestramiento de toda una vida, añadió—: Sed muy cuidadosa en este lugar. Alia es vuestra enemiga, y la mayor parte de los sacerdotes la siguen.

—Javid no —respondieron los dedos de Jessica—. Odia a los Atreides. Dudo que nadie que no sea un adepto lo detecte, pero estoy positivamente segura de ello. Conspira, y no lo sabe.

—Asignaré una guardia adicional a vuestra persona —dijo Halleck en voz alta, ignorando el destello de desagrado que brilló en los ojos de Jessica—. Hay peligros, estoy seguro. ¿Pasaréis aquí la noche?

—Iremos más tarde al Sietch Tabr —dijo ella, y vaciló, a punto de decirle que no le enviara más guardias, pero se detuvo. El instinto de Gurney no había fallado nunca. Más de un Atreides había aprendido aquello, para su placer o su dolor—. Tengo otra entrevista… con el Maestro de Novicios esta vez —dijo—. Es la última, y después me sentiré muy feliz de irme de este lugar.