La forma de escribir los nombres de lugares ha sido una tarea que siempre se ha desempeñado con la incertidumbre. Si tenemos en cuenta que estos nombres han variado mucho en la propia Alemania de hoy, tratar de traducir los originales —o aquellos que más se asemejan a lo que podríamos deducir como «originales»— al castellano deja un gran margen de libertad en la interpretación, ante el cual ningún traductor podía quedar impasible. Pues hay nombres que son registrados no de una forma, sino de varias, tanto en las crónicas de la época como en compilaciones posteriores, y que carecen de criterio estandarizado para una traducción al castellano. Uno de los criterios unificadores ha sido el sugerido por la obra Regesta Historiae Westfaliae, del Dr. Heinrich August Erhard; otro, inevitable, el de Widukind de Corvey en su Res Gestae Saxonicae. A pesar de ello, muchos de los nombres citados por la crónica de Angus eran desconocidos hasta esta fecha y su significado permanecerá siéndolo, a no ser que se descubran fuentes antiguas que enumeren con detalle la topografía del centro de Europa durante el siglo VIII. Los mapas de aquella época son, desgraciadamente, muy escasos.