XXV

Widukind se encontró con un señor germano que ascendía hacia ellos, como si hubiese visto un fantasma.

—¡He aquí al hijo de Warnakind! ¡Te hemos buscado…!

—Aquí me tienes —respondió el duque a Gunzo. Sus manos parecían heridas, y un reguero de sangre en el antebrazo derecho marcaba el paso tangencial de una flecha insaciable.

—Una brecha, eso es lo que están abriendo, una gran brecha que asciende hacia Grotenburg. No podremos detenernos. ¿Dónde están los thilitios…? ¿Y los damalingios? ¿Por qué los has enviado más abajo…? Nuestra fuerza está dispersa…

Widukind miró a Gunzo, y éste leyó astucia en los ojos del westfalio.

—¿Qué vas a hacer? ¿A qué esperas?

—¿Crees que podríamos enfrentarnos a ellos en campo abierto, ahora, recién llegados…? ¡Claro que no! Hay que luchar en la selva, pero no van a entrar sin protegerse… Reúne a los arqueros.

—¡Es imposible! Nadie sabe dónde está quién…

Widukind se apartó de Gunzo y lo dejó atrás. El señor de Grotenburg persiguió la figura montaraz del enmascarado, su negra silueta que desapareció en la espesura, en busca del frente.

Frodo lo seguía como si fuese su sombra. Rodearon el amplio terreno en el cual se libraban los combates, fuera del alcance de los arqueros francos, que ocasionalmente disparaban sobre los árboles, sin demasiado éxito. Finalmente, subiendo por el camino, grandes contingentes de francos empujaban las balistas, los onagros, las piezas del trabuquete, la munición y varios arietes.

No podían verlo con claridad, pero la profusión de soldados avanzando en paralelo sólo podía tener ese fin: proteger a quienes recurrían a todas sus fuerzas para avanzar con la maquinaria de asedio. Widukind le pidió a Frodo que transmitiese su mensaje, y éste se alejó. Fue él quien distribuyó la orden. Los sajones retrocedían y ascendían, se replegaban ahora más allá del alcance de los batallones de arqueros. La columna de los francos se robusteció y era como si buena parte del ejército ocupase el pie de la loma, salvaguardando su retaguardia, mientras un largo y blindado brazo se arrastrase colina arriba por la línea del camino principal.