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Consumo los días que quedan para ir al apartamento viendo películas y dándome paseos por la urbanización. De nuevo me asaltan los ruidos procedentes del mundo no laboral, o sea, de los jardines contiguos, de los tocadiscos lejanos, de las puertas que se abren y se cierran, de las persianas, de las alfombras que se sacuden, también del chalet pareado al mío que de nuevo se hace presente con los secos y espaciados ladridos de Ulises. No he vuelto a pisar el Apolo, así que me quedo sin cobrar lo que me corresponde, pero en estas circunstancias es mejor así. No le guardo rencor a mi jefe. Ha sido instrumento de la contundencia de la realidad, nada más, como si me hubiera caído por un terraplén. Y es increíble comprobar que la carne, que sirve para imaginar, sea tan real. La asistenta vuelve a sacarme a empujones de la cama por las mañanas. A ella no le dan pena mis heridas. La primera vez que me ve se ríe y dice que se alegra, que pensaba que yo no tenía sangre en las venas.

Me imagino que el otro no se habrá ido de rositas, dice.

Y para no decepcionarla asiento.

A mí puedes decírmelo. Tu madre te ve como un niño, pero yo te veo como un hombre, y un hombre no puede aguantar ciertas cosas.

Claro, digo yo.

Así que si eres un hombre y te pegas como un hombre, tienes que vivir como lo que eres, trabajar, ganar dinero, tener novia, ayudar a tu madre. No ser una carga para ella.

Se va a casar con un gilipollas, digo.

Ya lo sé. Pero ¿qué va a hacer la pobre?

Podría seguir como está.

Todo el mundo necesita un cambio, aunque no sea para mejor. A veces lo peor es no cambiar. Uno necesita saber que le espera alguna novedad.

Creo que mi madre sólo sueña con una buena casa, con muebles y mantelerías de todos los colores.

Mejor. Una casa la decepcionará menos que un príncipe azul.

Pero soñar con una persona es más humano ¿no?

¿Y para qué quiere tu madre ser más humana de lo que es? Bastante esclavizadas estamos ya por ser humanas a secas.

Lo de príncipe azul no lo había oído desde que era pequeño. Príncipe azul. Se me queda en la mente mientras compro por el Híper y algún conocido me pregunta qué me ha ocurrido, aunque estoy seguro de que de alguna manera ya se habrá enterado el autobusero que nos conoce a mi madre y a mí y que habrá dado la correspondiente información a todo el mundo. Ya sé que en la urbanización no hay secretos y que también sabrán que me tiraba a Sonia y que mi madre está en un error al pensar que me atacaron en el parking del Apolo. ¿Por qué príncipe azul y no príncipe amarillo o príncipe blanco? Príncipe negro. Un príncipe negro sería un buen príncipe, menos blando que el azul, más misterioso, más dudoso. Si una princesa tuviera que elegir entre un príncipe negro y otro azul, elegiría al negro, porque el negro vendría de la noche, de las sombras, de lo desconocido, en tanto que el azul vendría de la mañana, de la evidencia, de lo fácil. ¿Por cuál optaría Yu? Por el negro sin la menor duda. Así que no puedo ser azul. Sería un gran error pretender ser su príncipe azul, ahora que sé que los príncipes azules están abocados al fracaso.

Con la cicatriz en la cara y un suéter negro sobre pantalones negros procuro llegar tarde a la cita con Yu. Abro la puerta, y ella da unos pasos hacia mí. Me mira asombrada, más bien maravillada. No dice nada. Retrocede para verme mejor, entonces le entrego una caja y le digo: Desnúdate.

Se desnuda despacio ante el tío de la cicatriz, que en ningún momento sonríe, que sólo la contempla sin el menor pudor ni disimulo ante su excitación. Creo que también la excita a ella. Cuando ya no tiene nada encima, extraigo de la caja un pijama chino de seda negra con un dragón bordado en el pecho. Se lo pongo y luego le recojo el pelo y le digo que quiero verla siempre así. Ella dice:

Tus fantasías me dan miedo, son muy obscenas.

Me levanto del sofá, voy hacia ella con la intención de atraparle la lengua entre sus deliciosos dientes y la abrazo por la espalda para a continuación girarle un poco la cabeza y morderle la boca. La lengua mágicamente suave de Yu también pasa a mi boca. Acaricio la seda del pijama y la beso hasta que me pide que la lleve a la cama.

De no haber conocido a Wei Ping, probablemente Yu no hubiera tenido la trascendencia que tiene. Puede que todo se hubiese reducido entre nosotros a un hola y adiós la primera vez que nos encontramos en el apartamento. Sin embargo, son cosas que ocurren, de un gusano sale una mariposa, y de Wei Ping ha salido Yu.