—¿¡Que no te acostaste con ella!?
—No, Juan, ¿qué pasa?
—¡Una semana con una tía guapa de aburrir, según tu propia descripción, en una isla que es lo más parecido al paraíso y no haces nada!
—Pues no.
—Cariño, tú has cogido alguna fiebre tropical, esto no es normal. ¿Qué te pasa?
—Nada, de verdad. Si me caía muy bien y me parecía una tía de puta madre…
—¿Entonces?
—Pues mira, primero, no me apetece una relación a distancia…
—¡Como si a ti te supusiera algún problema cogerte un puente aéreo los fines de semana!
—No, no me supone ningún problema pero es que no me apetece… Segundo, es una tía que tiene las ideas muy claras, sabe lo que quiere y seguro que es de las que luego me hace polvo. Y tercero y más importante, quiero estar sola una larga temporada.
—Ruth, de verdad que no puedo creer lo que estoy oyendo. Llevo años oyéndote despotricar de las tías con las que sales, llamarlas crías, inseguras, reprimidas y cuando encuentras a una mujer en condiciones también le pones pegas. ¡Y encima me vienes con que lo que pasa es que quieres estar sola! ¡Vamos, eso no te lo crees ni tú!
—No, yo sí me lo creo, el que no lo hace eres tú.
—Mira, me parece que estás muerta de miedo, Ruth. Y ya deberías empezar a darte cuenta de que no todas las tías son unas crías…
—Si ya lo sé…
—… ni que todas se van a comportar contigo como Olga. Olga ya quedó atrás, ella ha rehecho su vida y tú la tuya y esta tía parece ser la horma de tu zapato, ¿por qué no le das una oportunidad? Porque tienes su teléfono, ¿verdad?
—Pues no.
—Pero es amiga de Eric y Daniel, ¿no? Pues llámales y pídeles su teléfono y la llamas. Tú vas mucho a Barcelona, la próxima vez que vayas, le pegas un toque y quedas con ella para tomar algo. Y cuando la conozcas más entonces dime con más argumentos que no te conviene…
—Eres duro de mollera, Juanito. ¡Qué te he dicho que no! Mira, ha sido una bonita semana de vacaciones con una tía interesante. No ha pasado nada entre nosotras y así quiero que se queden las cosas…
—Pero ¿cómo se puede ser tan ceporra en esta vida, Dios mío?
—Mis años de entrenamiento me ha costado, corazón… Bueno, hablando de otro tema. ¿Qué tal le va a Diego con la búsqueda de curro?
—¡Anda, coño, que tú aún no lo sabes!
—¿Que no sé el qué?
—Es que como has estado missing in combat últimamente… Pues nada, que ya tiene un nuevo curro.
—¿Ah, sí? ¿De qué?
—Lo mismo. De trabajador social en una ONG.
—Veo que no ha escarmentado…
—Tranqui, que esta tiene buena pinta. Es una asociación que trabaja con drogodependientes y chavales marginados en San Blas. Tiene un buen horario, no tiene que trabajar de noche y le pagan bastante más. Y desde el primer momento hemos comprobado que le han dado de alta en la seguridad social…
—Toda precaución es poca…
—Claro, tía, después de todo lo que pasó como para arriesgarse a que le tomen el pelo una segunda vez… En fin, ¿te vienes mañana a comer a casa? Voy a hacer un arroz negro que te vas a chupar los dedos…
—Mmmm, suena bien, te llamo a mediodía y me dices a qué hora queréis que vaya, ¿vale?
—A la que quieras, corazón, ya lo sabes.
—Pues entonces mañana nos vemos.
—Oye, tendrás fotos de Menorca con la tía esa, ¿no?
—Sí, claro, ¿por qué?
—Para que te las traigas y pueda darte un pescozón en condiciones si es verdad que es tan guapa como dices…
—En ese caso me pensaré esta noche si te las enseño o no, que últimamente tengo la cabeza bastante sensible…
—Tráetelas, anda, melón.
—Que sí, pesado. Venga, un besito para ti y otro para Diego.
—Adiós, cielo.