Interludio

—¿Sí?, dígame.

—Hola, Diego. ¿Qué tal? ¿Cómo estás?

—¡Hola, Ruth! Pues nada, aquí en casa. Aunque estoy a punto de salir. Hoy me toca trabajo de calle.

—Bueno, pues no te entretengo. ¿Está Juan por ahí?

—Sí, espera, que por aquí hay un cacho… Te lo paso. Nos vemos, ¿vale? Un besito.

—Un beso, ciao.

—Hola, Ruth.

—Hola, cielo. ¿Qué tal?

—Yo bien, ¿y tú?

—Bueno, bien…

—No, en serio, Ruth.

—En serio, Juan. Estoy bien, no te preocupes.

—¿Te ha llamado?

—Sí pero no le he cogido el teléfono.

—Oye, a lo mejor tiene una explicación a lo del otro día.

—Me parece muy bien pero yo no quiero escucharla. Llámame radical, si quieres, pero me pareció muy fuerte.

—No, si fuerte fue. Pero oye, un mal día lo tenemos todos.

—Pero no todos nos liamos a bofetadas con la peña y menos con la persona con la que salimos.

—No, si ya… Joder, Ruth, lo siento. Elena parecía una tía muy maja.

—No, si maja era pero tenía una faceta que no va conmigo. Seguro que habrá alguna a la que le dé morbo pero no a mí. De todas formas, no te preocupes, ya te dije que tú no tenías la culpa.

—Ya, pero fui yo quien te animó a conocerla.

—Y yo quien la llamó. Y cuando decidí irme a la cama con ella no te vi cerca apuntándome con ninguna pistola. De todas formas, no pasa nada, ya estoy buscando sustituía.

—No, si ya sé que tú no te puedes estar un momento quieta.

—De hecho he quedado mañana con una posible candidata…

—A ver, sorpréndeme…

—¡No te rías, coño! ¿Qué quieres? Ayer estaba aburrida en casa, me metí en el chat y me puse a hablar con una tía. Es sueca, está aquí con una Erasmus y si la foto le hace justicia, la verdad es que no está nada mal.

—¿Rubia?

—Sí, rubia, claro, es sueca.

—Hay suecas morenas.

—Pues yo no conozco a ninguna.

—¿Y cómo se llama?

—Rebecca. Con dos ces.

—Mmmm, me gusta el nombre. A ver si esta es un poco mejor.

—Ya veremos. Pero, estando de Erasmus no creo que vaya a quedarse mucho tiempo en Madrid. Vamos, ideal para un rollito.

—¡Cómo eres! ¿Y si la chica se queda prendada de ti?

—¡No fastidies, Juan! Además, por lo que hablamos no creo que tenga más intención que la de conocer chicas y pasarlo bien.

—Pues nada, ya me contarás qué tal…

—No te hagas ilusiones, Juanito, que a veces pareces mi madre.

—No me hago ilusiones pero sigo pensando que una relación en condiciones te haría relajarte.

—Tú lo has dicho, una relación en condiciones. Pero como eso, de momento, parece difícil de conseguir, tendré que matar el tiempo de algún modo. Y mientras tanto voy tanteando al personal.

—En fin…

—En fin nada. A ver, ¿qué planes tenéis para el próximo fin de semana? Porque lo del viernes no se puede considerar como esa juerga que teníamos pendiente tú y yo.

—Yo no tengo ningún plan pero me parece que a Diego le toca trabajar todo el fin de semana.

—Pero él acaba a eso de las tres, ¿no? La mejor hora para ir a rematar la noche a una discoteca.

—Sí, creo que sí, pero cuando acaba está hecho polvo, no sé si le apetecerá mucho meterse en otro sitio que no sea la cama.

—De todas formas, tenedlo en cuenta. Y a lo mejor, con un poco de suerte el sábado os puedo presentar a la sueca. O a otra que me encuentre por el camino…

—Bueno, pues entonces hablamos para el sábado. Ya te diré qué pasa con Diego. Aunque si para el sábado estás con la sueca, yo no me lo pierdo.

—Si es que en el fondo tienes alma de maruja, Juan.

—Y tú eres un hetero escondido en el cuerpo de una lesbiana, no te jode.

—Mmmm, puede que tengas razón, me haré una investigación astral a ver si en alguna de mis anteriores vidas fui algún gigoló insaciable…

—Casanova, por lo menos… Cualquier otro se quedará corto a tu lado.

—¡Qué exagerado eres!

—Lo que tú digas… Bueno, te dejo, que va a empezar C.S.I.

—Pues nada, coméntale a Diego lo del sábado y ya me diréis qué hacemos al final.

—Vale, venga, un besito, cielo. Sé buena.

—Nooo, seré mala, es más divertido… Venga, un beso.

—Adiós.

—Adiós.