¡Por una Estonia libre!
No sé qué pensar. Estoy leyendo la carta más reciente de Ingel. La he recibido hoy, y la anterior hace dos días. Ingel escribe que ha estado recordando los sauces de su patria, en particular uno. Al principio me ha hecho sonreír. No estaría mal pensar en eso hasta su próxima carta, pensar en ese sauce. Tal vez al mismo tiempo que ella. Después me he dado cuenta de que algo fallaba. Su carta tiene todo el aspecto de haber sido manoseada y leída varias veces. Entonces, ¿por qué el sobre está más limpio? La última vez que deportaron gente, cuando empezaron a llegar sus cartas ni siquiera tenían sobre. Espero que haya sido alguno de los mensajeros el que metió la carta en el sobre, pero mi corazón ya no lo cree así.
Comparo la letra de las cartas con la letra de la Biblia que tenemos en casa. Ingel anotó el nombre y la fecha de nacimiento de Linda en las hojas interiores. La letra no es la misma. Se le parece, pero no es igual.
Liide me trae una botella de vodka. No quiero ni mirarla.
No me atrevo a romper esas cartas, aunque me gustaría. Liide podría preguntar por ellas, y entonces, ¿qué le diría? ¿Qué podría pedirle si sólo tengo ganas de pegarle?
Hans Pekk,
hijo de Eerik,
campesino de Estonia