INCISO 9

UNO MIRA en su interior y ve compartimentos estancos.

Donde guardamos las cosas.

El corazón, un recuerdo, otro, un momento, otro, esa imagen, ese olor, esa voz, ese sueño, ese dolor, ese pensamiento, esa historia, esa chica.

Esa chica.

¿Y por qué ella?

Uno entra en un espacio y ve a treinta y nueve chicas. La mayoría está bien, todas tienen su ángel, las hay morenas, rubias y pelirrojas, delgadas o gordas, altas y bajas, con pecho y sin pecho, riendo o serias, si eres un salido tanto te da cualquiera, si tienes gusto escoges, si estás inseguro rezas para que sea una la que se fije en ti. Así están las cosas hasta que sin más, de pronto, te fijas en la novena por la izquierda. Y no es la más guapa, ni la más sexy, ni la más alta, ni la que tiene menos pecho, ni la que parece brillar con la luz de los dioses.

Pero se te descuelga la barbilla inferior.

Sudas.

Te late el corazón de pronto.

Y sabes que es ella.

Llámalo química, llámalo «amor a primera vista», llámalo como te de la gana.

Es ella.

Feromonas, química…

Y si ella te mira a ti y sonríe… Entonces ya puedes morirte, macho. Morirte de gusto.

Regina.