TE EMPUJAN.
Siempre te empujan.
Cuidado.
Te empujan tus padres, si los tienes, tus hermanos, si los tienes, la escuela, si vas, los profesores, todos. Te empujan para que tomes decisiones. Nadie te dice ¿puedes?, ¿quieres?, ¿te va bien? Ellos a lo suyo. Todos tenemos un reloj interno, un puto reloj interno que hace tic-tac, o mejor, eso que se ponen los músicos delante cuando aprenden, un… metro… metronosequé… ¡ah, un metrónomo!, sí, vale, gracias. Pues eso. Todos tenemos ese trasto dentro que nos marca el ritmo. Y da la casualidad de que nadie tiene el mismo. No todo el mundo respira exactamente treinta y siete veces por minuto. Pero da igual: te empujan. Y siguen empujándote toda la vida. Te empujan para entrar y salir del metro. Te empujan para que vivas de acuerdo a sus normas. Te empujan para que te mueras pronto y sin hacer mucho ruido.
Siento mi espalda llena de manos.
Y solo tengo dieciséis años.