DISTORSIÓN
En las Islas Lejanas era de noche, y el nuevo moratón que floreció en el cielo no resultaría visible hasta el amanecer. No era como los demás. De hecho, no tardó en engullir a los otros, que desaparecieron en su oscura dispersión. Abarcaba de un horizonte a otro, más intenso que el añil, casi tan negro como el cielo nocturno. Aquel cardenal era algo más que color. Era una deformación, una succión. Era concavidad y distorsión. Eidolon, la de los ojos danzarines había dicho que el cielo estaba cansado y dolorido. Había minimizado la cuestión.
El cielo se estaba cayendo. Los cazadores de tormentas no necesitaban ver cómo se ennegrecía. Lo sintieron.
Y empezaron a chillar.