Sitúate ahora en un futuro no tan lejano: tienes secuenciado tu genoma, y sabes que una mutación concreta te da altas posibilidades de sufrir un tipo de cáncer determinado. Consciente de ello, haces controles regulares y sigues unas normas específicas de prevención. Si algún día descubres que tus células empiezan a dividirse y crecer incontroladas, el médico sabrá qué tratamiento se adecua mejor a tu perfil genético y te ofrece mayores opciones de curación Todo «correcto». Pero entonces llega el momento en que deseas tener un hijo; ¿qué haces?, ¿te la juegas y dejas su destino al azar, o coges un puñado de espermatozoides de tu pareja, fecundas con ellos unos cuantos de tus óvulos, esperas a que empiecen a multiplicarse hasta formar una pelotita de células, sacas una de estas células, miras su ADN, e implantas en tu útero un par de los embriones que no tengan la mutación genética que predispone al cáncer? De hecho, en enfermedades que dependen de un único gen defectuoso y la enfermedad está un ciento por ciento garantizada, como la de Huntington, este diagnóstico preimplantacional lleva realizándose desde hace más de una década. Y tiene todo el sentido del mundo; si todos los portadores de Huntington optaran por la fecundación in vitro acompañada del diagnóstico preimplantacional, y no se produjeran embarazos no deseados, con el tiempo esta enfermedad podría desaparecer de los hospitales. Quedaría erradicada. Siempre habrá embarazos no previstos de personas con la enfermedad de Huntington, cuyos efectos no se manifiestan hasta bien entrada la vida adulta y permiten dejar antes descendencia sin problema, pero sin duda la prevalencia en la población de esta patología irá decreciendo con el tiempo.
Pero regresemos a tu caso futurista, donde tu mutación no garantiza que vayas a sufrir un cáncer, sólo aumenta la posibilidad. ¿También aquí es ética la selección de embriones? No hace falta que lo pienses mucho; no es una situación futurista en absoluto. En 2009 se aprobó en España la ley que permite hacerlo en portadores del gen BRCA 1 y 2, fuertemente asociados al cáncer de mama y al de ovarios. Deja de lado los porcentajes. Ya da igual si el riesgo de cáncer de pecho que evitas es un 80 por ciento, o un 60 por ciento; el camino queda libre para que el diagnóstico preimplantacional se extienda hasta límites que, sin llegar a ellos, te recordarán a la película Gattaca. Por mucho estupor que pueda generar, cuando sepas las carencias de tu genoma, no querrás transmitirlas a tus hijos. ¿Hay algún inconveniente en ello? Eso es lo que abordaron en Harvard el científico Douglas Melton y el filósofo Michael Sandel en una sesión de bioética repleta de jóvenes estudiantes.
Lo primero que se hizo fue pasar la famosa escena de Gattaca donde un médico muestra a una pareja imágenes de sus embriones, les dice que ya ha eliminado varias enfermedades, la miopía y la calvicie, y les pregunta qué sexo, color de ojos, o tono de piel prefieren. Ante las muestras de perplejidad de los padres, insiste: «No lo olviden, este hijo es como ustedes; simplemente lleva lo mejor de ustedes».
Lo segundo fue la pregunta directísima que Sandel le hizo a Melton: «¿Cuán cerca estamos de esta situación?». La respuesta tampoco se anduvo con rodeos: «En el color de ojos, por ejemplo, hay como mínimo siete genes implicados. Esto lo hace complicado. Además, no despierta ningún interés, por lo que no lo veo cercano ni necesario. En el caso de las enfermedades es diferente. Sí que tiene sentido evitar genes que predispongan a ciertas patologías. Y no será complicado hacerlo».
Sandel continuó: «¿Qué opinión te merece un escenario como el de la película? ¿Te sientes receloso, estimulado, cauto?» Douglas volvió a ser contundente: «Si nos centramos sólo en las enfermedades, me parece algo tremendamente excitante. Debemos trabajar en esa dirección».
Este último punto condujo a un apasionante debate, que tarde o temprano mantendrás con familiares o amigos. Las voces más favorables a la selección genética opinan que cuando sea posible corregir deficiencias en una etapa embrionaria, no sólo será permisible hacerlo, sino que los padres estarán obligados moralmente a proveer a sus futuros hijos con la mejor salud posible. Argumentan que no hay una diferencia sustancial entre las medidas que ahora tomamos para mejorar la salud y la educación de los hijos después de haber nacido, y las que genéticamente podremos tomar en el futuro antes de su nacimiento. Para los que están en contra, estas tecnologías representan una amenaza a la igualdad, a la posible falta de libertad, a actitudes de dominio por parte de los padres, y enseguida se menciona una de las palabras más odiadas: eugenesia. La eugenesia, entendida como las medias encaminadas al perfeccionamiento de la especie humana, ha conllevado a lo largo de la historia normas estrictas de apareamiento, esterilizaciones e incluso exterminios. Esta eugenesia coactiva genera repudio. Pero aquí estamos frente a una eugenesia liberal de características totalmente diferentes; ¿hay motivos para oponerse a los esfuerzos voluntarios para mejorar la dotación genética de los futuros seres humanos?
Sí, los hay. Pero no te esfuerces; cuando sea posible, muchos padres que puedan pagarlo lo harán, por el simple motivo de querer ofrecer el mejor futuro posible a sus hijos.
Pero ¿superaremos la línea de la enfermedad hasta adentrarnos en una cosmética genética? Douglas Melton mostró la fotografía de un toro cuyo tejido muscular crecía de manera desmesurada debido a una mutación específica en la pareja de genes que regulan la miostatina (un factor de crecimiento). Luego una imagen con las piernas exageradamente desarrolladas de Mr. Universe Junior, un niño con esas mismas mutaciones y cuya madre es una sprinter profesional Según Melton, algunos culturistas podrían poseer dichas mutaciones sin saberlo. Y si se quisiera, no sería imposible reproducirlas de manera «artificial». Es sólo un ejemplo, pero pone de manifiesto que a medida que avancemos en la interpretación del contenido de nuestro genoma, encontraremos formas de mejorarlo. Las líneas entre terapia y mejora, entre salud y cosmética, son a veces difusas. Los científicos están convencidos de que su obligación es investigar para poder aplicar la manipulación genética a la prevención de enfermedades. Pero otros sin duda aprovecharán este conocimiento para ir más lejos y llevarnos a una nueva eugenesia, que podría conducirnos a una sociedad injusta, llena de desigualdades, y con un mermado sentido de la responsabilidad y la humildad, o a un mundo en el que nuestros descendientes serán más sanos, inteligentes, bellos, éticos y felices. O ambas cosas a la vez El debate social será imprescindible.