5
Efectos negativos del pensamiento positivo

Visualizad un saltador de altura en un estadio abarrotado de público instantes antes de intentar superar su mejor marca personal. Escuchad las palabras que se repiten dentro de su mente: «¡Venga!, ¡venga!, ¡yo puedo hacerlo!», «¡Soy el mejor!», «¡Estoy preparado! ¡Éste es mi momento!» Quién sabe cómo, pero estos mensajes harán que sus músculos y su coordinación respondan mejor que si piensa: «¡Uff! Qué alto está estooooo…», o «A ver, sé racional, si nunca has superado esta altura, ¿qué te hace pensar que vas a hacerlo ahora? Tú tranquilo, inténtalo, pero mejor no te hagas muchas ilusiones». Si fueras su entrenador, sin duda le gritarías mensajes positivos del primer estilo.

Ahora imaginemos un adolescente cuyo sueño es ser futbolista profesional y está dispuesto a entrenar lo que haga falta, e incluso sacrificar sus estudios si es necesario. Pero resulta que es un poco patata. ¿Le animaríais diciéndole que es el mejor, que querer es poder, y que algún día ganará un mundial con la selección española? Es obvio que no le pondríais el listón tan alto.

Pongamos un ejemplo intermedio, y que puede ser extrapolado a nuestras ambiciones profesionales, la búsqueda de pareja, conseguir un mejor aspecto físico, o cualquiera de los retos a los que nos enfrentamos en nuestra vida cotidiana: vuestro hijo va a jugar un partido de tenis contra un rival que es mucho mejor que él. Sus posibilidades de ganar son mínimas, pero sin duda existen. ¿Qué le decís? ¿Hacéis caso de los psicólogos defensores del «poder del pensamiento positivo», y le espoleáis diciéndole que puede ganar, que él es tan bueno como su contrincante, que va a conseguirlo, o cualquier otro mensaje positivo que aumente su estado de ánimo? En serio, ¿qué haríais? ¿Pensáis que ésta es la mejor estrategia para mejorar su confianza?

Según una investigación reciente de científicos canadienses, depende. ¿Y de qué depende?, ¿del color con que se mire? ¡No! Del nivel de autoestima de vuestro hijo. A las personas con autoestima alta el pensamiento positivo les refuerza y, efectivamente, sí provoca un efecto favorable. Pero en las que tienen baja autoestima, ocurre lo contrario de lo que aseguran la mayoría de los libros de autoayuda: el pensamiento positivo puede hacer más mal que bien.

El experimento que sustenta esta hipótesis fue publicado por unos investigadores canadienses bajo el título: «Positive self-statements: power for some, peril for others»[8]. Los psicólogos autores del estudio tomaron un amplio grupo de voluntarios y les pasaron un test llamado Rosenberg, que se utiliza de manera estándar para medir el grado de autoestima de cada individuo. De todos los voluntarios, seleccionaron para el estudio a los que puntuaron dentro del tercio más alto de la escala de autoestima, y a los que estaban en el tercio más bajo. Quedaron 68 personas, entre hombres y mujeres, con autoestima muy alta, o muy baja. A continuación les pidieron que estuvieran varios minutos escribiendo en un papel las reflexiones y sentimientos que se les pasaran por la cabeza. A la mitad de todos ellos —tanto los de autoestima alta como baja— les solicitaron que, cada vez que oyeran una campanilla, se concentraran y repitieran para sí mismos con convicción: «Soy una persona encantadora». Una vez terminada esta parte del experimento, y con el objetivo de medir su estado de ánimo, a todos les hicieron una serie de preguntas del tipo «valora de 1 a 35 cuál es la posibilidad de que alguien de treinta años tenga una relación romántica feliz».

Los resultados dan que pensar: dentro del grupo con autoestima alta, aquéllos que habían repetido varias veces el mensaje positivo «Soy una persona encantadora» puntuaron de media 31, por 25 los que no habían repetido la frase. Su estado de ánimo mejoró. Sin embargo, en las personas con autoestima baja, los que se veían forzados a autoanimarse puntuaron 10 en el indicador de estado de ánimo, por 17 los que no tuvieron que repetir algo que en el fondo no pensaban La frase tuvo un efecto negativo.

La conclusión general es que el pensamiento positivo no tiene por qué resultar positivo para todo el mundo. Si bien a algunos les ayuda, a otros puede crearles cierto tipo de conflicto, de sensación de autoengaño, de resistencia, de comparación odiosa con un ideal que saben que no pueden alcanzar, y reforzar la percepción negativa sobre uno mismo.

Es decir, si tu hijo sabe bien que su rival es muchísimo mejor tenista que él, decirle «¡Ánimo, que vas a ganar! ¡Tú eres más bueno que él!», en algunos casos puede motivarle, pero en otros ser contraproducente. Es mejor dejarle jugar tranquilo y sin presión.

Y lo mismo ocurre en muchos aspectos de nuestras vidas. Las librerías —especialmente en Estados Unidos— están repletas de libros de autoayuda que pretenden instaurar un pensamiento positivo en tu mente para hacerte creer lo que no eres. Si tu personalidad es la de un winner, «ganador», emprendedor, seguro de ti mismo, convencido de que the sky is the limit, «en el cielo está el límite», y ansioso de conseguir la felicidad siendo el number one, «número uno», o ganando millones de dólares al año, de acuerdo, en tal caso cómprate uno de esos libros que te ayudarán a sacar lo mejor de ti y llegar un poquito más lejos. Pero debes conocerte bien a ti mismo, porque si tu autoestima está por los suelos por el motivo que sea, el típico libro de autoayuda diciéndote lo maravilloso que en realidad eres, las metas profesionales que puedes conseguir, cómo ser más exitoso a la hora de ligar, o que de ti depende tener la silueta de tal actriz fabulosa, ten cuidado porque quizá te perjudique.