Yo vivo en el olimpo que soñaron los dioses. Yo vivo en el puerto que soñaron los fenicios. Vivo en la tierra prometida a los judíos. En el país de los niños perdidos. Vivo en la Ciudad Ficción, una isla cosida al mar por los filamentos de las fantasías de todos los hombres…
Esta historia podría haber comenzado así.
Sin embargo este no será el comienzo ni tampoco terminará como debiera hacerlo. Por eso solo quiero pedirte algo personal. Solo te pido una oportunidad.
Se trata de una apuesta a una sola mano.
Si la gano yo, si logro convencerte a tiempo, no leerás una página concreta de este libro.
Pero déjame jugar todas mis cartas y con mis reglas. Antes quiero que escuches lo que tengo que decir en mi favor. No pierdo nada por volver a intentarlo, es imprescindible soñar, porque cuando sueñas quizás tus sueños también te sueñen a ti, con la esperanza de hacerte realidad algún día.