Observé horrorizado cómo aquellas manos sin cuerpo tocaban y tocaban sin parar.

Todos los profesores eran calvos e iban vestidos del mismo modo, con un traje de color gris. No dejaban de sonreír y balancear la cabeza, cerrando y abriendo los ojos al compás de aquel macabro concierto.

¡Manos! ¡Manos vivientes!

Estaba aturdido, no podía creer lo que veía. De pronto, el profesor Tetrikus irrumpió en la sala. Se abalanzó sobre mí intentando agarrarme por las piernas. No sé cómo, pero logré esquivarle.

Soltó un chillido y cayó de bruces. Su cuerpo se deslizó sobre el suelo resbaladizo. Estaba rojo de ira.

Aproveché para alejarme a toda prisa de aquella sala endemoniada y corrí hacia la puerta.

Sin embargo, el profesor era más ágil de lo que yo imaginaba. A los pocos segundos, ya se había puesto en pie y corría hacia mí.

Me bloqueó el paso. Intenté dar media vuelta para escapar de él, pero perdí el equilibrio y caí.

Me sentí atrapado en un torbellino de notas. Levanté la vista: las manos seguían aporreando los teclados.

Desesperado, intenté ponerme en pie.

Demasiado tarde.

Me topé de lleno con su cara. Sonreía victorioso.