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Centro de Mando Planetario de los Jaguares de Humo
Warrenton, Hyner
Zona de ocupación de los Jaguares de Humo
23 de abril de 3058
Trent entró en la sala de reuniones con todos los demás oficiales del Núcleo estelar Tercero de Caballeros de los Jaguares, pero también podría haber estado solo. Gente como Oleg Nevversan y Ramón Showers le lanzaban miradas hostiles, pero hizo todo lo posible por no hacerles caso. Sólo la capitán estelar Nanci, de la Binaria de Elementales, parecía dispuesta a relacionarse con él. Plantada a su lado, lo hacía parecer un enano a causa de su enorme masa muscular, y no parecían importarle las miradas de los otros oficiales. Ella, como yo, carece de Nombre de Sangre. A sus ojos, es algo que tenemos en común.
Trent levantó la mirada hacia ella con los brazos cruzados en actitud relajada, pero obstinada.
—¿Sabes por qué nos han convocado, Nanci? —le preguntó.
—Afirmativo —contestó ella con una voz tan grave que sonó casi masculina—. Por lo menos, eso creo. Corren rumores de que la comandante galáctica Hang Mehta está aquí acompañada del comandante en jefe del Núcleo estelar Decimonoveno de Atacantes.
—Una incursión, ¿quiaf? —Sólo cabe suponer que los coroneles estelares Paul Moon y Thilla Showers han estado envidando para realizar alguna misión. Y, como la sesión de envites tiene lugar aquí, lo lógico es que el ataque sea contra el Condominio Draconis.
A Trent le pareció lógico, ya que Hyner se encontraba cerca de la frontera con el Condominio Draconis.
Reprimió una sonrisa. Una incursión en el Condominio le daría la oportunidad de quedarse en la Esfera Interior y pasar la información que habían reunido.
—Espero que tengas razón —dijo—. Me encantaría tener una oportunidad de ir al combate con mi unidad.
—Sólo podrás hacerlo si la han envidado. Aunque no tienes nada que temer, Trent.
—¿Qué quieres decir?
Nanci se encogió levemente de hombros y bajó el tono para que no la oyeran los otros oficiales.
—Todos los presentes en esta sala conocemos el desprecio que el coronel estelar Moon siente hacia ti.
—Af —contestó Trent en voz baja—. Supongo que no piensa incluirme en el envite de esta batalla.
—Neg. Le he oído hablar abiertamente de ti. Paul Moon quiere asegurarse de que tu unidad esté incluida en el envite en cualquier caso. Creo que sus intenciones respecto a ti son muy claras.
Trent comprendió. A no haber podido librarse de él enviándolo a un triste destino en Huntress, Moon se aseguraría de que muriese en combate. Trent no se hacía ilusiones. Aunque alcanzara el éxito y tuviera una muerte gloriosa, Moon encontraría la manera de empañar su buen nombre. Ocurriera lo que ocurriese, no habría honor para él.
Antes de que pudieran seguir su conversación, se abrió la puerta del otro extremo y entraron dos figuras. Trent reconoció al coronel estelar Paul Moon. La otra era una guerrera más baja, que ostentaba el rango de comandante galáctica. Tenía que ser Hang Mehta, la oficial jefe de Moon. Aunque era mucho más pequeña, iba un paso por delante del enorme Elemental y la rígida expresión de su rostro la identificaba fácilmente como la oficial de rango superior. Todos los oficiales presentes en la sala se pusieron firmes mientras los recién llegados se dirigían a la parte delantera.
—Tercera de Caballeros de los Jaguares, Jinetes de las Tormentas del Jaguar de Humo —rugió la comandante galáctica Mehta en tono ceremonial—, vais a volver a derramar sangre en nombre de nuestro clan y demostrar que no estamos tan heridos como creen nuestros enemigos. Los Lobos intentaron realizar una incursión para restaurar su honor, y el Khan Lincoln Osis ha decretado que la Galaxia Delta demuestre a nuestros compatriotas y a los bárbaros que estamos muy lejos de sentirnos débiles.
—Seyla —aprobaron de forma solemne los Jaguares.
—Nuestro objetivo es el planeta fronterizo del Condominio llamado Maldonado, que está situado a un salto de aquí. Tiene varias bases militares. Éste ataque dejará conmocionadas a las fuerzas allí desplegadas y demostrará al Condominio y a los otros Clanes que el Jaguar de Humo todavía puede cazar y destruir.
Mehta levantó la mirada hacia el coronel, que se encontraba cerca de ella.
—El coronel estelar Moon ha ganado la puja para atacar Maldonado —añadió—. Bajo su mando, atacarán con una furia que hará resonar su eco entre las estrellas.
—Seyla —respondieron todos de nuevo.
Moon se situó al lado de su superior y dijo:
—Jinetes de las Tormentas, mi envite ha sido tan osado como el fuego que arde en vuestros corazones. —Miró al capitán estelar Oleg Nevversan y añadió—: Trinaría Asalto, ustedes darán cuenta de nuestros enemigos. —Señaló a Ramón Showers y agregó—: Supernova Atacante, harán huir a nuestros enemigos aullando de terror. —Por último se volvió hacia Trent y su voz bajó una octava—. Y la Trinaría Atacante Beta penetrará en el valle de la muerte para matar a quienes se opongan a nosotros. Dos Naves de Descenso se están preparando. Partirán dentro de tres días. «Cabalgaron hacia el valle de la muerte…», recordó Trent. Eran las palabras de un antiguo poema que había leído muchos años antes. Buscó los ojos del coronel estelar Paul Moon, que le lanzó una mirada gélida.
* * *
Trent se sentó en la carlinga de su Cauldron-Born y se ajustó el asiento de nuevo en la que pareció la enésima vez desde su regreso. Echaba en falta su Timber Wolf, que había sido asignado a otro guerrero a su partida de Hyner. Le habían dado a cambio uno de los ’Mechs de reemplazo que había traído de Huntress. Aunque había pasado con éxito la prueba para disponer de un ’Mech de clase más ligera, optó por el Cauldron-Born. Trent todavía tenía problemas para acostumbrarse a que la postura de aquel ‘Mech era más baja que la del Timber Wolf.
Judith trepó hasta la abertura de la escotilla de la carlinga y se deslizó en el estrecho espacio que había detrás de la silla de mando. Las carlingas de los BattleMechs, a menos que fuesen modificadas, estaban diseñadas para albergar a un solo MechWarrior. Podían viajar dos si era necesario, pero el espacio disponible quedaba muy reducido. Judith cerró la escotilla.
—Recibí tu mensaje… de que teníamos que hablar.
—Af —dijo Trent, colocando el neurocasco en la consola de comunicaciones que estaba a su derecha—. Nuestra unidad va a ser enviada a una misión en Maldonado, en el Condominio Draconis.
—Excelente —aprobó Judith—. Esto tenía que llegar.
—Sí, pero tendrás que avisar de algún modo a ComStar. Partiremos dentro de tres días y ya hay una Nave de Salto cargada que nos está esperando. Deberíamos llegar al sistema Maldonado el siete de mayo. Aterrizaremos en el planeta diecisiete días después.
—No es mucho tiempo.
—No controlo la tabla de horarios, así que decidir la hora de llegada no está en nuestras manos. Pero ¿quién sabe cuándo se volverá a presentar una oportunidad semejante? Hay que golpear cuando el hierro todavía está al rojo.
—De acuerdo —asintió Judith—. Sólo espero que quien supervise el tráfico de mensajes en ComStar reconozca los códigos que utilizo. Son antiguos…, muy antiguos.
Trent apoyó una mano sobre su hombro y le dijo:
—Hemos esperado mucho este momento, Judith. Tal vez el final esté ya a la vista. En tal caso, estamos a punto de enmendar muchos males.
El capitán estelar Oleg Nevversan se inclinó sobre la mesa de proyección holográfica, situada en el corazón del centro de mando, y examinó el terreno en el que iban a aterrizar. Era un cañón largo y serpenteante, de casi un kilómetro de profundidad, pero con colinas redondeadas y cubiertas de hierba en las tierras bajas que se extendían a ambos lados de un río. Las colinas se prolongaban una cierta distancia a lo largo de las riberas, antes de elevarse bruscamente para formar las paredes del cañón. Las laderas de roca eran tan empinadas que era imposible que nadie pudiera entrar en el cañón salvo si seguía las carreteras construidas a tal efecto. La base estaba bien situada para su defensa. Defensa… Algo de lo que se burlan los Jaguares.
—Con mi Trinaría y la Supernova Atacante descendiendo sobre la vertiente occidental del río Shenandoah, y la Trinaría de Trent en el otro lado, estaremos en mala posición para proporcionarle apoyo cuando nos enfrentemos al enemigo.
—Afirmativo —dijo el coronel estelar Paul Moon, señalando la pared rocosa del lado norte, que sobresalía en un área en que los informes colocaban un complejo militar—. La Trinaría de Trent será la primera en enfrentarse a ellos, y los sacará de sus posiciones. No obstante, la profundidad del río le impedirá a usted cruzar cuando Trent lo necesite. Tendrá que vadear el río tres kilómetros al norte de la base. Cuando llegue allí, será demasiado tarde para Trent y su unidad.
Oleg miró el ancho río, que aparecía de un brillante color verde en la proyección.
—Trent no es ningún estúpido, coronel estelar. Ha demostrado, como mínimo, ser muy bueno con la táctica. Cuando vea el mapa de la región, se dará cuenta del problema de forma casi inmediata.
Moon asintió y pulsó varios botones montados en el borde de la mesa. La imagen holográfica del río redujo su anchura a apenas doce metros, más que suficiente para permitir que un BattleMech lo cruzara.
—Por desgracia, ha habido un error —explicó Moon—. La copia que tiene Trent de los planes tácticos de esta operación fue elaborada a partir de un modelo del río en verano, pero nosotros llegaremos a Maldonado al principio de la primavera. Durante los meses de verano, el río es una estrecha corriente que puede atravesarse con facilidad. Sin embargo, cuando ustedes lleguen allí, el deshielo habrá convertido ese riachuelo en un río caudaloso y turbulento que ningún BattleMech podría cruzar.
—Las probabilidades de que sobreviva son, en el mejor de los casos, reducidas —dijo Nevversan.
—Af —confirmó Moon, aparentando estar preocupado por ello—. Y, si de algún modo consigue sobrevivir hasta su llegada, deberá hacer uso de su buen criterio para asegurarse de que no salga vivo de Maldonado. ¿Me ha entendido, capitán estelar?
—Afirmativo —contestó Nevversan, mientras se formaban gotas de sudor en su frente. Acababa de darse cuenta de lo lejos que el coronel estelar Moon estaba dispuesto a llegar—. Por lo que ha dicho, coronel estelar, supongo que usted no participará en la misión, ¿quiaf? —Correcto. Según las órdenes oficiales, usted estará a cargo de toda la operación.
Oleg Nevversan entendió las implicaciones. Negación razonable. Hiciera lo que hiciese en Maldonado, obedeciendo las órdenes de Moon o haciendo caso omiso de ellas, la culpa recaería sobre él, nunca sobre el coronel estelar. Era una sensación inquietante.
—Entendido, coronel estelar.
—Muy bien —dijo Moon, apagando la visualización holográfica—. Ésta reunión nunca ha tenido lugar.