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Centro de Mando Planetario de los Jaguares de Humo

Warrenton, Hyner

Zona de ocupación de los Jaguares de Humo

9 de agosto de 3057

Alguien llamó a la puerta del despacho del coronel estelar Paul Moon, que levantó la mirada de la pantalla de su escritorio.

—Adelante —dijo.

Entró el capitán estelar Oleg Nevversan.

—Capitán estelar… —saludó Moon en tono cordial.

—Señor… —empezó Nevversan, muy nervioso, sin molestarse siquiera en cerrar por completo la puerta.

—¿Qué sucede, capitán estelar?

—Señor, estaba esperando las tropas de reemplazo que debían llegar esta mañana, ¿quiaf?

Af. Utilizaremos dos Estrellas para reactivar la antigua Trinaría de Jez Howell. ¿Se ha retrasado la nave?

Neg. Han llegado al espaciopuerto hace una hora junto con los ’Mechs y los suministros que estábamos esperando.

—Entonces, todo está en orden —manifestó Moon.

Neg, señor. Hay algo que debe saber…

Nevversan fue interrumpido por unos golpes en la puerta, que hicieron que ésta se abriera. Al ver el rostro del hombre que estaba en el umbral, Paul Moon se levantó de la silla, estupefacto.

Trent, vestido con su mejor uniforme de gala, se hallaba en la puerta y saludó mientras Oleg Nevversan se apartaba a un lado. Paul Moon lo miró como si viese un fantasma que regresaba de la tumba. Se quedó con la boca ligeramente abierta durante unos largos e incómodos momentos, mientras Trent se cuadraba ante su oficial jefe.

—El capitán estelar Trent se presenta al servicio, coronel estelar.

¡Neg! —farfulló Moon—. ¿Qué hace usted aquí?

—Es lo que intentaba decirle —dijo el capitán estelar Nevversan en voz baja. Moon le lanzó una mirada furiosa y lo hizo salir de la habitación con un gesto. Nevversan inclinó la cabeza y esta vez cerró bien la puerta.

Trent se permitió una leve sonrisa de satisfacción por la angustia que había creado con su regreso.

—Me presento al servicio, coronel estelar Moon. Tras cumplir con mi obligación como guardia de honor de la capitán estelar Jez, se me asignó el mando de los guerreros que venían como reemplazo.

El rostro de Moon adquirió un brillante tono rojizo y todos los músculos de su cuerpo parecieron tensarse.

—Envié una petición oficial de que lo destinaran a los planetas natales como solahma. No tiene nada que hacer aquí.

—El comandante galáctico Benjamin Howell me informó de su solicitud. Francamente, me sorprende que él no se haya puesto en contacto con usted para advertirle sobre el estado de la petición. En el viaje a Huntress, nuestra nave encontró una fuerza del Cuerpo de Exploradores que intentaba apoderarse de una de nuestras estaciones de GHP en la Ruta del Éxodo. Yo y los demás guerreros que usted consideraba como dignos sólo de ir a la basura recuperamos la estación y, como resultado de ello, impedimos que el enemigo obtuviera datos sobre la Ruta del Éxodo.

—¿Y por eso el comandante ha rechazado mi petición?

—Afirmativo. Dijo que, a pesar de mi edad y carencia de un Nombre de Sangre, todavía tenía mucho que ofrecer a mi clan.

Moon golpeó con su enorme puño el escritorio, que se sacudió con su tremenda fuerza.

—Su regreso es una violación de las tradiciones de nuestro clan. Usted es viejo y, según las normas, debería servir con otros guerreros solahma. Su sitio no es éste, Trent.

—Pido permiso para hablar con libertad, coronel estelar.

Moon lo miró enfurecido.

Af —contestó con los dientes apretados.

—Estoy aquí y usted no puede hacer nada al respecto…, señor. Su petición de traslado ha sido denegada. Hasta que demuestre ser indigno de ostentar un mando, sigo en activo con los Jinetes de las Tormentas. De hecho, por unos informes que he visto durante la maniobra de aproximación, sé que ha anunciado oficialmente el plan de reactivar la unidad de la capitán Jez Howell con las nuevas fuerzas que he traído.

Af —dijo Moon.

—Entonces, como capitán estelar, quiero competir para dirigir la Binaria.

¡Neg! ¡Imposible! —gritó Moon—. No permitiré que gente como usted esté bajo mi mando.

Trent mantenía la calma y la serenidad en sus palabras, como si las hubiera ensayado muchas veces. Era eso lo que parecía sacar de quicio al coronel estelar.

—Coronel estelar Moon, no tiene elección. Tras haber pasado la prueba como capitán estelar, estoy calificado para dirigir una Binaria o una Trinaría. Aunque intente impedírmelo y no reforme la unidad, todavía estoy calificado para dirigir una Estrella.

—Tiene razón —reconoció Moon con una sonrisa perversa—. Tiene ese derecho, pero yo puedo convocar un Juicio de Posición por cualquier puesto de mando que anhele.

—Afirmativo. Y lo ganaré, coronel estelar.

—La arrogancia es impropia de un guerrero —gruñó Moon.

—Usted sabe mucho de eso, ¿quiaf? —repuso Trent.

Moon entornó los ojos y se apoyó sobre la mesa. Su rostro enrojecido brillaba con una fina película de sudor.

—Escúcheme bien, capitán estelar Trent. Las palabras no son victorias. Ya le demostré una vez lo que sucede cuando intenta oponerse a mí. Siga por ese camino y le aseguro que la próxima vez que nos veamos será en un Círculo de Iguales, y lo mataré. Me beberé su sangre y mearé sobre su legado genético antes de volver a verlo bajo mis órdenes.

Trent no dijo nada. Hizo un rápido saludo, dio media vuelta con un movimiento impecable y salió del despacho.

* * *

—¡Trent! —exclamó una voz con entusiasmo cuando éste estaba gozando del calor del sol de otoño. Trent se volvió y vio a Russou, su compañero de sibko y de armas, que corría por el área de desfiles hacia él. Fue a su encuentro y se dieron un apretón de manos en señal de amistad.

Trent sonrió al ver la placa con el nombre de su viejo amigo. Ahora decía «Russou Howell». Muchas cosas han cambiado desde que me fui.

—Había oído hablar de tu regreso —dijo Russou con una sonrisa—. En cierto modo, siempre supe que lo harías.

—Para gran decepción de nuestro oficial jefe —contestó Trent—. Me alegro de verte, Russou.

—Y yo a ti. Huntress… ¿De verdad has viajado hasta los planetas natales y has vuelto? Dime, Trent, ¿cómo es Huntress?

Trent buscó en su mente las palabras que mejor describiesen el planeta natal de los Jaguares de Humo.

—Impresionante y, al mismo tiempo, inhóspito. Llovía casi sin parar. El barrio de los guerreros de Lootera tenía muchos signos de tributo al Jaguar. Estuve en el observatorio del monte Szabo y vi las selvas que se extendían junto a la ciudad. Es un lugar hermoso, pero me pareció pequeño, incluso comparado con Hyner.

»Y tú, viejo amigo —añadió, dando una palmada a Russou en la espalda—, parece que no has estado ocioso en mi ausencia. —Y señaló la placa.

—Dos semanas después de tu marcha gané el Nombre de Sangre de Jez. No fue fácil conseguir la candidatura, pero al final vencí a los otros competidores. Si no hubiese ganado, seguramente el coronel estelar Moon me habría enviado a Huntress para hacerte compañía.

Trent contempló la placa con nostalgia. El Nombre de Sangre de Jez… El mío. Ella le había arrebatado con engaños la oportunidad de ganar el Derecho de Sangre y, a causa de ello, ahora Russou podía reivindicar lo que podría haber sido suyo.

—Felicidades, viejo amigo —fue todo lo que pudo decir.

—Y tú has vuelto a tiempo de competir por un mando. Tu cálculo ha sido, o muy bueno, o muy malo.

—Malo para ambos —repuso Trent, riendo—. El coronel estelar está reformando la Trinaría Beta, ¿quiaf?

—Af.

Trent inspiró hondo al pensar en lo que iba a decir a continuación.

—Habrá un Juicio de Posición por el mando que busco. Tal vez debamos enfrentarnos, viejo amigo.

Russou asintió con la cabeza.

—Sí, hace poco que he ocupado un nuevo puesto de mando, pero yo también deseo el antiguo puesto de Jez. Lucharemos, y estoy seguro de que uno de nosotros se llevará el premio.

—Entonces, lo resolveremos a la manera de los Clanes, en combate.

—Pero recuerda, Trent, que lucharás contra mí, no contra nuestro coronel estelar.

—Si ése fuera el caso, te aseguro que la batalla sería a muerte.

—Él también te odia, Trent. No ha dejado ninguna duda sobre ello desde que te fuiste. Te considera como uno de los culpables de la derrota de Tukayyid. A mí me considera débil sólo porque soy tu amigo.

—Es algo que tendremos que resolver… en su momento.

—Afirmativo —añadió Russou—. Pero, mientras tanto, debemos ir con cuidado, amigo mío. No hay duda de que nuestro coronel estelar está preparando un plan para librarse de ti para siempre.

* * *

—¡Tú! —exclamó una voz detrás de Judith cuando bajaba su bolsa de herramientas.

Ella se volvió y vio al maestro técnico Phillip, que cruzaba el hangar de reparaciones hecho una furia. Su voluminosa figura parecía haberse hinchado de ira al verla.

Judith esperaba esa reacción. Habían pasado casi dos años, pero estaba segura de que Phillip no vería con agrado su retorno. Creía que se había librado de ella para siempre. Además, ella se había presentado en el hangar de ’Mechs en vez de ir primero a su oficina: un sutil insulto pensado para desencadenar su cólera.

No era lo más prudente, pero Judith sabía que tenía que poner fin a sus abusos. El pretexto de su regreso serviría para ello. Además, sólo tenía que vencerlo una vez.

Ella se plantó ante él con los brazos en jarras en gesto desafiante.

—Maestro técnico Phillip, venía a presentarme ante usted —dijo.

Phillip se detuvo frente a ella y echó la mano atrás para darle un puñetazo. Lo había hecho antes, docenas de veces. Los recuerdos de las agresiones que había sufrido alimentaron su ira. Ésta vez no, Phillip. El puño voló hacia su rostro, pero, antes de que lo tocase, Judith levantó el brazo y lo paró. A continuación lo golpeó en el estómago con un rápido movimiento del otro brazo.

Phillip estaba totalmente desprevenido para el golpe de respuesta. Ella nunca había hecho algo así. Phillip se incorporó despacio, aunque no del todo, frotándose el vientre para aliviar el dolor que todavía sentía. Judith estaba preparada para darle otro puñetazo si era necesario, y se anticipó a hablar antes que él dijera nada.

—Usted será el maestro técnico, pero yo soy de su misma casta y no voy a tolerar más agresiones. Esto —tiró del cordón de sirviente, enseñándoselo— ya no le da permiso para golpearme a su antojo. He demostrado mi valía al clan una y otra vez. He estado en nuestro planeta natal, he caminado de noche por las selvas, he visto al Jaguar merodeando. Ahora me tratará como a una igual, o morirá.

—Pagarás por tu insolencia —la amenazó él, irguiéndose.

—Negativo, Phillip. Intentó manipular al coronel estelar para que nos enviara a mí y a mi amo lejos de aquí. Pero hemos vuelto. Y, si vuelve a levantar el puño contra mí, será mejor que me mate; porque, si no lo hace, le quitaré la vida con las manos desnudas. Me ha entendido, ¿quiaf? La sangre afluyó masivamente al gordezuelo rostro del maestro técnico. No dijo nada hasta que ella rugió otra vez:

—¿Quiaf?

Af, Judith. Por ahora, tú ganas. Y así será siempre, Phillip