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Barrio de los técnicos

Lootera, Huntress

Región estelar Kerensky, Espacio de los Clanes

19 de febrero de 3056

Trent se levantó el cuello del impermeable al cruzar la puerta de entrada del edificio donde se hospedaba Judith. El barrio de los técnicos de Lootera era mucho menos monumental que el de los guerreros. Carecía de las grandes avenidas y las gigantescas estructuras de mármol y granito. Las calles eran más estrechas y los edificios más antiguos, aunque muy bien conservados. En conjunto, parecía más oscuro, pero también más familiar, más humano y acogedor que el impersonal barrio de los guerreros, y había en él una extraña tranquilidad.

Había recibido un mensaje de Judith que le decía dónde había logrado encontrar un sitio donde pasar la noche. Trent estaba encantado de que se encontraran en la zona de los técnicos y no ante la mirada de los demás guerreros. Ella lo estaba esperando en el pequeño vestíbulo y lo condujo por las escaleras que llevaban a su habitación.

A Trent le sorprendió ver que las espartanas condiciones de su barrio no eran mucho mejores que las de su sirviente. Judith cerró la puerta con llave y se sentó en el borde de la cama, mientras Trent colgaba su empapado impermeable de un gancho de la pared y se sentaba en la única silla del cuarto.

—Debo entender que tus esfuerzos han tenido éxito, Judith.

—Sí, capitán estelar —repuso ella, sacando varios disquetes ópticos del bolsillo de su chaqueta—. Hay pocos datos militares disponibles sobre Huntress, pero he podido conseguir algunos mapas de la ciudad y ciertos detalles topográficos del planeta.

Judith había estado escrutando las bases de datos en busca de información sobre el planeta natal de los Jaguares a través del terminal de su barrio. Aunque los datos eran limitados, habían sido suficientes para mantenerla despierta toda la noche haciendo copias de los archivos y de las notas.

—Huntress sólo tiene un puñado de zonas habitadas —prosiguió— y están relativamente próximas. Pahn y Nuevo Andery son centros agrícolas y sede de unos complejos químicos que, al parecer, realizan una explotación de las selvas en busca de cosas de valor. Myer y Bagera son centros de minería y de proceso. —Como los demás elementos de la sociedad de los Clanes, todo se construía con un fin determinado—. Con tiempo suficiente, deberíamos poder conseguir una imagen bastante precisa de este planeta desde un punto de vista militar.

—¿Cuáles son tus impresiones del lugar, ahora que estamos aquí, Judith?

Judith calló por unos segundos. La pregunta la había pillado desprevenida.

—Hablando claro, estoy decepcionada —contestó tras un instante de reflexión—. Esperaba mucho más. Es el planeta natal de los Jaguares; pero, por lo que he podido averiguar, sólo está defendido por dos Galaxias. El monte Szabo es una poderosa fortaleza, se lo aseguro, pero una posición de defensa estática es una vuelta al estilo del pasado. Y la defensa del planeta la realizan guerreros que el resto del clan considera gastados y envejecidos. Parece ilógico.

—En realidad, no lo es —dijo Trent—. El esfuerzo se ha concentrado en la invasión de la Esfera Interior. Además, no existe ninguna amenaza a los planetas natales. La Esfera Interior no conoce la Ruta del Exodo. Todavía, pensó Trent. Lanzó una mirada inquisitiva a Judith, que ella reconoció de inmediato.

—No hay micrófonos —respondió.

Trent se sintió aliviado. Confiaba en la capacidad de Judith de detectar dispositivos de espionaje. Además, no era probable que investigasen el barrio de los técnicos del planeta natal.

—¿Y las personas que has conocido?

—Satisfechas. Sin embargo, todo parece de menor calibre, comparado incluso con Hyner. Es como si todo el mundo estuviese programado y todo funcionase por sí solo. Nunca había estado en un lugar como éste, donde debería sentirme cómoda y, no obstante, no lo estoy.

—Sólo has pasado un día aquí, Judith.

Af —dijo ella—, pero no deseo permanecer aquí por miedo a aburrirme.

—Espero que no tengamos que quedarnos por mucho tiempo.

—¿Ha visto a su antiguo oficial jefe?

—Sí. Benjamin Howell es ahora comandante galáctico y está a cargo de la defensa de Huntress.

—Impresionante —comentó Judith, escrutando su rostro como si intentara leer sus pensamientos—. ¿Alguna idea sobre cómo podemos volver a ser destinados a la Esfera Interior?

—Tal vez. Howell está implicado en la desviación de mercancías de la Esfera Interior a Huntress.

Judith meneó la cabeza ligeramente.

—Eso no suena muy honorable.

Neg, no es lo que crees. A su juicio, es la única manera de obtener equipos para sus tropas solahma. Los Khanes no equipan las dos Galaxias estacionadas aquí con material suficiente, así que ellos se quedan con todos los equipos viejos que encuentran por aquí y los que han podido improvisar. Éste contrabando no está destinado al provecho personal, sino a asegurarse de que la defensa de Huntress tenga un nivel digno.

—Es irónico. Mientras veníamos hacia aquí, fuimos obligados a destruir una misión del Cuerpo de Exploradores cuyo objetivo es el mismo que el nuestro. Ahora, usted habla como si ese contrabando nos ofreciera la ocasión de regresar a la Esfera Interior… aunque sea una operación destinada a fortalecer la defensa de este lugar.

Trent asintió. Realmente, era una paradoja.

—Lo veré esta noche y espero convencerlo de una cosa. Tengo una idea y creo saber cómo conseguir que el comandante galáctico Howell vea las cosas desde mi punto de vista.

—Buena suerte. La información que hemos reunido sobre la Ruta del Éxodo no tiene ningún valor a menos que podamos salir de aquí y regresar a la Esfera Interior.

—Sí, Judith, así es.

* * *

Trent entró en los aposentos del comandante galáctico Benjamin Howell y vio que la pequeña mesa, que servía como escritorio y como mesa para comer, estaba preparada para una cena de etiqueta. Howell llevaba un uniforme de trabajo. Sonrió al indicar a Trent que tomara asiento. Howell era diferente del que Trent recordaba. Había perdido su contundencia. Tal vez sus fracasos le han arrebatado su espíritu luchador.

—Estoy muy satisfecho de que haya venido a cenar conmigo esta noche —empezó Howell—. Hoy, los miembros del sibko Colmillo Dorado están realizando sus Juicios de Posición para incorporarse a una nueva Galaxia en estado de formación.

Activó el holovisor sobre una pared y dijo:

—Los juicios se transmiten a todos los oficiales. Pensé que le gustaría verlos.

El holovisor se encendió y mostró una pista con cinco OmniMechs colocados en el borde exterior. El juicio no había empezado aún.

Satisfecho porque la imagen era lo bastante clara, Howell se volvió a Trent.

—He ordenado para usted unos platos típicos de Huntress, no la bazofia que suelen preparar los cocineros del comedor. Bistecs de bolton, puerros de los pantanos de Dhuan, huevos de víbora de acero desde las profundidades de las selvas de Shikari. Creo que le resultará agradable.

Trent miró su plato y se alegró de que no fuese la típica pitanza militar que había estado comiendo desde su salida de Hyner.

—Entre guerreros, esta comida es muy apreciada, comandante galáctico.

—No es necesario que mantenga las formalidades, Trent. Llámeme Benjamin.

Trent tomó un bocado del bistec. Tenía un sabor picante a pimienta.

—Le agradezco poder estar con usted —dijo—, pero espero emprender pronto el viaje de regreso.

El tenedor de Benjamin pareció vacilar en su recorrido hacia la boca. Por fin, Howell volvió a dejarlo sobre el plato.

—Es interesante que me mencione esto. Hace casi tres semanas recibí un comunicado del coronel estelar Paul Moon. Me solicita que acepte su traslado a la Galaxia de los Guardias de Hierro. Alega su edad y su carencia de Nombre de Sangre.

A Trent no le sorprendió la noticia y mantuvo la compostura.

—¿Y qué piensa al respecto?

—Cuando regrese a la Esfera Interior, tendrá la edad acostumbrada para ser destinado a una unidad solahma —repuso Howell hablando lentamente, como si no quisiera ofenderlo—. Y debo admitir que tenerlo aquí a usted, un viejo amigo y protegido, resulta bastante tentador. Hay varios proyectos especiales en marcha, operaciones secretas en las selvas que hay al sur. Nuestro programa de reproducción se ha expandido mucho, y tengo varios de los nuevos sibkos asignados a probar estos proyectos confidenciales. Cuando hayan finalizado, la Esfera Interior se enfrentará a un nuevo terror tecnológico y volverá a temer el rugido del Jaguar.

—Nueva tecnología, ¿quiaf? —Afirmativo. Nuestra casta de científicos es notable. Mientras nuestros camaradas de la Esfera Interior han permitido que esos asquerosos librenacidos alcanzaran nuestro grado de desarrollo tecnológico, en Huntress estamos preparando las nuevas armas que nos permitirán reconquistar la Tierra.

Trent quería averiguar más cosas, pero temía excederse o hacer sospechar a Howell. Por ahora, su curiosidad tendría que esperar.

—Se me ha ocurrido algo —dijo entre bocado y bocado—. Creo que puedo serle útil en la Esfera Interior.

Benjamin inclinó la cabeza y arqueó una ceja.

—¿Cómo?

—Necesita armas para sus fuerzas. Como guerrero, puedo conseguir acceso a una amplia variedad de equipos. Tener a una sirviente como tech también podría resultar útil para sus propósitos. Combinado con las operaciones que ya están realizando, tal vez yo sea un elemento muy importante, ¿quiaf? En el holovisor, el juicio empezó y los OmniMechs se arrojaron unos contra otros, disparando sus armas. Uno de los ’Mechs cayó enseguida en una explosión holográfica, y el guerrero saltó con el sistema de eyección al mismo tiempo que su ’Mech quedaba envuelto en llamas. Trent y Howell lanzaban miradas fugaces al holovídeo y luego continuaban con su charla.

—Lo que usted dice es interesante, Trent, pero ¿por qué me hace esta oferta? Mis acciones deben de parecerle en total contradicción con el honor.

Af, pero entiendo su lógica. Me conoce lo suficiente para comprender que sólo quiero luchar y morir en combate honorable. No encontraré eso en Huntress. Si regreso a la Esfera Interior y posteriormente me devuelven aquí, el hecho de que hubiera ayudado a equipar la Galaxia Zeta significaría mucho para mí. Desde mi perspectiva, con este acuerdo sólo puedo salir ganando.

Howell había vuelto la mirada al holovisor y observó por unos momentos cómo se desplomaba un Summoner bajo el efecto de una andanada de un devastador Warhawk.

—No he enviado acuse de recibo ni he aceptado la petición del coronel estelar Moon —manifestó.

—Se lo agradezco —dijo Trent—. Y consideraré un favor personal que me permita regresar a la Esfera Interior. —Trent hizo una pausa y meditó mucho sus palabras antes de añadir—: Cuando usted retiró mi candidatura al Nombre de Sangre Howell, quise matarlo. Pero ahora veo que usted ha sido una víctima de la política como yo, y que mis ansias de venganza estaban mal orientadas.

Ambos callaron de nuevo mientras contemplaban a otro competidor en el juicio, un Mad Dog, que era reducido a fragmentos y destruido por la terrible potencia de fuego del deteriorado Warhawk. Éste retrocedió, poniendo la distancia suficiente entre él y el otro competidor que seguía en pie, un Timber Wolf, para poder disparar sus mortales CPP. El Timber Wolf se encogió bajo el brillante rayo azul del cañón y se desplomó poco a poco, como si estuviera borracho.

—Espectacular, ¿verdad? —comentó Howell, moviendo la cabeza con admiración.

—Podría haberse ganado el rango de capitán estelar con esa victoria —opinó Trent, y leyó el nombre del guerrero que aparecía en el holovisor. Kerndon… Es un hombre al que hay que observar.

Howell tomó un sorbo y dijo:

—Tal vez sea mi oportunidad de compensarlo por el daño que le causé. Lo privé de su Nombre de Sangre, pero no lo privaré de la ocasión de morir como un auténtico guerrero.

»Por sus acciones en Pivot —prosiguió—, una batalla en la que consiguió proteger el emplazamiento de los planetas natales de nuestros enemigos, rechazo la petición del coronel estelar Moon. Regresará a la Esfera Interior con un destino especial. Y, cuando lo haga, «colaborará» en la operación especial que le he revelado.

—No lo decepcionaré, Benjamin —aseguró Trent con un tono de voz sereno que ocultaba sus verdaderos sentimientos.

—Nunca lo ha hecho, Trent —repuso Howell, dejando su vaso sobre la mesa—. La Dhava y la Almirante Andrews terminarán su programa de mantenimiento dentro de unos días. Asumirá el mando de una Trinaría de tropas de reemplazo y sus equipos que deben trasladarse a la Esfera Interior.

—Ésta noche —dijo Trent, levantando su copa en un brindis—, que el Jaguar de Humo ruja a la luna y que nuestros enemigos tiemblen en sus pellejos…