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Nave de Descenso Dhava Huntress

Región estelar Kerensky, Espacio de los Clanes

19 de febrero de 3056

Trent miró a través del ojo de buey de la Nave de Descenso Dhava a la Región estelar globular que ocultaba los planetas natales de los Clanes. Vio el reflejo parpadeante de la estación de recarga de la que habían partido varios días atrás. Sabía que la Almirante Andrews estaba acoplada a ella. Por lo que le había dicho el comandante estelar Alien, la nave debía permanecer allí un mes para ser revisada antes de iniciar el viaje de retorno a la Esfera Interior.

Era un regreso que Trent estaba decidido a realizar. Bajó la mirada y vio un planeta verde y azul que parecía crecer de tamaño a medida que la Dhava aceleraba para aterrizar al cabo de pocas horas. Eluntress, el planeta natal de los Jaguares de Humo. Tras casi un año de viaje, durante el cual Judith y él habían reunido datos en cada salto y en cada estrella del camino, por fin habían llegado al espacio de los Clanes. Ahora sólo quedaba volver a la Esfera Interior con aquellos valiosísimos datos.

La suave velocidad de rotación de la Nave de Descenso, que proporcionaba una cierta gravedad, le bastó para poder tomar asiento en la pequeña sala de observación. Judith también estaba sentada, contemplando en silencio la misma imagen del planeta natal de los Jaguares. La puerta se abrió, y la gigantesca figura del comandante estelar Alien llenó todo el vano. Tuvo que inclinar la cabeza para poder atravesarlo y entrar.

—Bienvenidos a Huntress —dijo con orgullo—. Una vista magnífica, ¿verdad?

Trent asintió con la cabeza.

—Es la primera vez que vengo aquí. Vi que el ordenador de la nave no contiene ningún mapa del planeta.

—Los protocolos de seguridad prohíben que cualquiera de nuestras naves tenga mapas de un planeta de los Clanes —explicó Alien.

—Una precaución inteligente —comentó Judith—. Si alguien de la Esfera Interior obtuviera datos sobre el espacio de los Clanes, podrían utilizarlo para atacar nuestros planetas natales —concluyó, hablando en su tono más leal.

Af —asintió Alien——. Y el riesgo es real. Durante una parte de nuestro viaje, sospeché que entre nosotros había un espía, o por lo menos un asesino.

¡Neg! —exclamó Trent, con el corazón palpitante—. ¿Un espía entre nosotros?

Af —continuó Alien—. Un tech llamado Miles fue asesinado en el núcleo de la unidad de salto. Podría haber sido un accidente o un crimen. Lo he investigado, pero la única persona con la que habló que hemos podido comprobar fue usted, capitán estelar.

—¿Yo? Imposible. Ni siquiera sabía que había un tech llamado Miles. Pero recuerdo que usted mencionó el incidente justo antes de la acción en Pivot Prime.

—Sí, se trataba de esto. Es posible que Miles no muriese de forma natural, pero está claro que usted no tuvo nada que ver en ello. Apostaría mi vida —dijo Alien—. A lo largo de nuestro viaje, he llegado a conocerlo y a respetarlo, capitán estelar. Usted es un hombre honorable.

—Entonces, ¿fue un asesinato? —se apresuró a intervenir Judith.

—Lo he calificado como un accidente —contestó Alien, encogiéndose de hombros—. Si fue un crimen, lo más probable es que lo matase alguien de su propia casta. No im-porra lo riguroso que sea el sistema de seguridad: a veces, los miembros de las castas inferiores pierden el control. Su muerte ha sido un derroche de recursos, pero en definitiva sólo era un tech librenacido.

La Dhava giró, permitiendo que se viera el planeta. Alien se volvió hacia la imagen de Huntress que aparecía en los ventanales.

—Miren, desde aquí ya pueden verse las verdes aguas del lago Osis —comentó, señalando el continente de mayor extensión.

—Cuéntenos más cosas sobre Huntress, comandante estelar —pidió Trent, aliviado porque no era sospechoso de la muerte del tech Miles. También le complació que Judith se mordiera la lengua al oír el comentario despectivo sobre los techs, recordando cuál era su situación en el clan.

—El continente más grande es donde vive nuestro pueblo. Se llama Jaguar Prime. El otro continente, más pequeño, es Abismal. Tiene un nombre muy adecuado, porque en su mayor parte es un desierto desolado donde sólo hay una pequeña base de entrenamiento.

»Aterrizaremos en la capital, Lootera —prosiguió—. Alguien me dijo que en hindú quiere decir «depredador». Un nombre espléndido, ¿quiaf? Lootera se encuentra en la costa oriental, en la desembocadura del río Shikari Negro al mar Dhundh. Es una ciudad magnífica, un homenaje a los sufrimientos y sacrificios que permitieron que nuestro pueblo sobreviviera y prosperara. Junto a la ciudad se alza el monte Szabo. Ésta montaña puede verse desde cualquier punto de la ciudad. Es muy impresionante, un símbolo del dominio del Jaguar de Humo sobre Huntress.

Trent asintió con la cabeza. Había oído hablar del monte Szabo. En la ladera del afilado pico que se elevaba sobre Lootera habían esculpido un jaguar lanzándose al ataque, el símbolo del clan de los Jaguares de Humo. La imagen, perfilada y labrada con láser en una pared a casi doscientos metros de altura, estaba iluminada de noche y era visible justo por debajo de la línea de las nubes. Trent había oído hablar mucho de que era una vista impresionante.

—El depósito genético está en Lootera, ¿verdad? —Hacía meses que Trent no había tenido que pensar en Jez ni en su legado genético. Había apartado todo el asunto de su mente de forma deliberada, pero ya no era posible seguir así.

—Sí —contestó Alien—. Nunca he estado allí, pero he contemplado a menudo el edificio con admiración. Está en la falda del monte Szabo. Es una pirámide con una llama eterna. Si van al barrio de los guerreros, es difícil no verla.

—Tenemos mucho que hacer —dijo Trent, incorporándose y mirando a Judith—. Debo preparar a los guerreros para la llegada. He de presentarlos al comandante de la guarnición.

Pensar en Jez agitó recuerdos de fuego y cárne quemada. Salió de la sala. Había llegado el momento de prepararse para el aterrizaje en el planeta natal de los Jaguares de Humo.

* * *

Trent había ordenado que su unidad se reuniera en el hangar de ’Mechs de la nave. A su alrededor se hallaban los guerreros solahma restantes, ataviados con sus mejores galas. Los BattleMechs permanecían quietos y en silencio en sus respectivos espacios, quemados y muy deteriorados tras la lucha contra los mercenarios, como recuerdo de la batalla que habían librado en Pivot. Estaban sujetos y apenas se movían mientras la Nave de Descenso descendía hacia la superficie de Huntress.

Al frente de la hilera se hallaba Krista, que tenía una cicatriz a lo largo de la mejilla desde la batalla de Pivot. Había sobrevivido, al igual que Lucas, aunque la supervivencia de éste había sido incierta durante dos largos días bajo los cuidados de los medtechs. Un paso más atrás se hallaban Marcus y los otros que no habían pasado la prueba para pilotar los ’Mechs. Trent estaba orgulloso de su pequeña unidad y vio que el entrenamiento al que los había sometido y su acción en Pivot les había devuelto parte de su orgullo y confianza.

—¡Fir… mes! —ladró. Sus guerreros obedecieron.

Colocándose al frente de la formación, Trent emprendió la marcha con la misma precisión que había aprendido en el sibko, y los condujo a la puerta de descarga y a la superficie de Huntress.

El ambiente era de bochorno, lleno de humedad y olores desconocidos. En el área asfaltada, los techs estaban atareados bajando el cargamento de la Dhava. No parecieron fijarse en Trent ni en el puñado de guerreros que bajaban por la rampa. La ciudad de Lootera se extendía a lo lejos, pero lo que Trent vio fue decepcionante.

Lo único que parecía destacar era el pico del monte Szabo, al norte. En la ladera estaba la enorme escultura del Jaguar de Humo que se cernía sobre la ciudad. Es gris y amenazador. Esperaba mucho más, después de haber oído hablar tanto de este lugar.

Había un pequeño grupo de guerreros a cierta distancia, hablando entre ellos, y apenas prestaron atención a la Nave de Descenso ni a Trent y su pequeño grupo. Trent marchó hacia ellos, con la espalda erguida como una vara y la cabeza muy alta. Se detuvo a menos de cinco metros de los tres oficiales y se puso firmes. Esperó mientras el brillante sol ardía sobre ellos y hacía sudar su verdadera piel en el lado izquierdo de su cara. Por fin, los oficiales se volvieron hacia él. Al ver a uno de ellos, un profundo fuego de cólera se encendió en las entrañas de Trent.

Sin embargo, no dejó traslucir nada de esto cuando dio un paso adelante con gesto marcial y dijo:

—Se presenta el capitán estelar Trent, Galaxia Delta, Tercero de Caballeros de los Jaguares. Mis órdenes son entregar el mando de estos guerreros de la Nave de Descenso Dhava.

El comandante galáctico Benjamín Howell se adelantó y mostró una amplia sonrisa al ver a Trent.

—Yo, comandante galáctico Benjamin Howell de la Galaxia Zeta, acepto a estos guerreros bajo mi mando. Hace varios días nos transmitieron la noticia de su batalla en Pivot, cuando se dirigían hacia aquí. Los guerreros que se han distinguido al servicio de nuestro clan son bienvenidos en la Galaxia Zeta, a cargo de la defensa de Huntress.

Howell hizo un gesto a uno de los oficiales, que ocupó el lugar de Trent al frente del grupo y se los llevó.

—Me alegra volver a verlo, Trent de la línea Howell —dijo Benjamin Howell.

Trent no dijo nada. Mantuvo apretados sus deformes labios y entornó los ojos mientras contenía su ira. Éste era el hombre que con sus engaños lo había privado del derecho de optar a un Nombre de Sangre, todo en nombre de la ambición y de pequeñas disputas políticas. Era el hombre que había concedido el Nombre de Sangre a Jez, el que Trent creía que estaba destinado para él. Si Trent había llegado a cuestionarse todo lo que los Jaguares de Humo representaban, había sido a causa de las cosas que Benjamin había hecho o dejado de hacer.

—Está amargado y enojado —añadió Howell—. Lo comprendo. Venga a mi oficina y hablaremos. En el pasado fuimos amigos, Trent. No hay razón de que no podamos volver a serlo.

—¿Es una orden, comandante galáctico? —preguntó Trent con frialdad.

—Si es lo que necesita para hacerlo, sí, lo es —contestó Howell, con una sonrisa sin alegría.

Howell dio media vuelta y se alejó, y Trent comprendió que no le gustaba Huntress. No le gustaba en absoluto.