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Estación GHP de los Jaguares de Humo

Pivot Prime, nebulosa de Caliban

Ruta del Exodo

30 de enero de 3056

—Jaguares de Humo, aquí el capitán Bryant Foster de los Merodeadores de Meredith. Hemos derrotado a las fuerzas que defendían el generador de hiperpulsación y lo reclamamos en nombre de ComStar. Retirad vuestras fuerzas de inmediato y no tendrá que morir nadie más.

Trent se arrellanó en la carlinga del Marauder II y examinó la situación. Pivot era un planeta desierto y desolado, hecho de rocas y polvo. Su única vida vegetal consistía en musgos y liquenes, y su grupo levantaba al avanzar una nube de polvo que se elevaba casi cien metros. Habían estado en el planeta un día entero tras desembarcar del Dhava. Seis BattleMechs contra un mínimo de diez mercenarios contratados por ComStar.

Los mercenarios habían hecho un buen trabajo. Habían atacado las instalaciones del generador de hiperpulsación desde dos lugares distintos a la vez. Los defensores, todos ellos guerreros solahma, habían hecho un esfuerzo heroico pero inútil con sus lamentables ’Mechs de segunda fila y sus armaduras con varias generaciones de antigüedad. Ahora eran los Merodeadores de Meredith quienes ocupaban el pequeño enclave. El problema que afrontaban era que, de pronto, se habían convertido en defensores y eran las fuerzas de Trent las que atacaban.

Trent había revisado la situación desde el punto de vista táctico y sabía que sería difícil ocupar la base, porque tenían inferioridad numérica. La simulación por ordenador indicaba un porcentaje de éxito menor del cuarenta y cinco por ciento. Sin embargo, Trent estaba evaluando varias cosas que ni siquiera los ordenadores de combate de los Clanes podían calcular. El tiempo era un elemento clave de la victoria. Con esta idea, pulsó el teclado de la consola y visualizó la imagen de un reloj digital en la pantalla secundaria. El reloj descontaba poco a poco los minutos que faltaban hasta el comienzo de la batalla.

Trent hizo una señal a su pequeña unidad de que se detuviera en lo alto de la última estribación antes de llegar a las instalaciones del GHR, Lucas, que conducía el Hatamoto-Chi, estaba a su derecha, mientras que a su izquierda iba Deleon con su Komodo isorla, que levantó una nube de polvo al detenerse. En el extremo derecho se encontraban los demás solahma bajo su mando: la siempre arrogante Krista con su oscuro Gallowglas, Gerónimo con su Daikyu y el increíblemente frágil y ligero Venom de Winchester, que carecía de pintura en las áreas en que le habían reemplazado el blindaje. Trent los inspeccionó y miró el cronómetro de la pantalla.

—Todos conocen el plan y los riesgos que ello entraña —dijo—. Sé que algunos de ustedes piensan que es la ocasión de morir con honor en combate. Recuerden que lo más importante es la victoria. Tanto si viven como si mueren, sus códex reflejarán el honor con el que han luchado para proteger a nuestro clan de sus enemigos. —Miró otra vez el reloj y ordenó—: ¡Jaguares, al ataque!

Todos echaron a correr al mismo tiempo. Las instalaciones estaban frente a ellos. Los cinco edificios que componían el enclave, rodeados por un muro de piedra hexagonal de un triste color grisáceo, parecían impenetrables hasta que Trent descubrió los orificios abiertos por los Merodeadores para entrar. Dentro de la base, los BattleMechs de la unidad mercenaria se parapetaban tras los muros, que les llegaban hasta la cintura, preparándose para resistir el asalto.

Trent disparó sus CPP al mayor de los ’Mechs mientras los restantes Jaguares corrían hacia las instalaciones disparando sus armas. Los brillantes rayos azules acertaron en un Atlas de los Merodeadores; le dieron en la parte superior del pecho, justo debajo de su cabeza semejante a una calavera. Las placas del blindaje saltaron despedidas en todas direcciones por efecto de los rayos. Dos minutos, pensó Trent mientras bajaba por la ladera de la estribación. Frente a él, el rechoncho Komodo de Deleon se detuvo y abrió fuego con sus diez láseres medios contra un esquelético Quickdraw. Los rayos escarlata rebasaron el muro defensivo y amputaron el brazo derecho al Quickdraw, pero no antes de que el mercenario lanzase una andanada de misiles que pareció tragarse al Komodo e hizo llover sobre Trent terrones de arena y escombros.

El Gallowglas y el Daikyu volcaron su potencia destructora en el muro defensivo; la andanada lo reventó en su mayor parte y arrojó escombros a un pequeño Sentinel de los mercenarios. Trent levantó el punto de mira al tiempo que el Atlas, recuperado del ataque, le devolvía el favor. Un proyectil del rifle Gauss dio en la pata derecha del ’Mech con tanta fuerza que casi le hizo perder el equilibrio, pero Trent forzó los controles del Marauder II y consiguió mantenerlo erguido… justo a tiempo de recibir una oleada de misiles y rayos láser.

La pantalla secundaría mostró indicadores amarillos en toda la parte superior del torso y hombros, los lugares en que el blindaje había quedado gravemente deteriorado. Trent apuntó a la vez con los CPP y el cañón automático LB-X al mismo blanco, y disparó cuando oyó el tono de fijación de la puntería a través de los altavoces del neurocasco. Los daños se concentraron en el lado izquierdo del temible Atlas; columnas de humo salían de los orificios perforados por los CPP de Trent. Tragó saliva al ver que el nivel de calor en la carlinga subía de forma desmesurada por unos instantes. Estaba pilotando un ’Mech de la Esfera Interior, no de los Clanes, por lo que era mucho más sensible al peligro de sobrecalentamiento.

El Atlas volvió a disparar con el rifle Gauss. El proyectil retorció y resquebrajó el blindaje, y abrió una brecha en el muslo del ’Mech. Desde la carlinga, Trent vio que un Thunderbolt lanzaba una ráfaga mortífera contra el Venom de Winchester. El ’Mech ligero se tambaleó unos instantes y se desplomó; sus patas cedieron bajo el peso de las piezas no dañadas del Mech. Al caer se produjo una pequeña explosión, y Trent comprendió que el piloto había muerto. Lucas se plantó junto al Venom caído con su Hatamoto-Chi y vengó a Winchester disparando todas sus armas. El piloto del Thunderbolt perdió el equilibrio de su máquina bajo el impacto y cayó. El ’Mech desapareció tras el muro.

Una oleada de misiles sacudió el Marauder II mientras Trent intentaba localizar el Atlas entre el humo y el polvo. Los misiles impactaron en su torso, y lograron arrancar placas de blindaje y averiar uno de los radiadores. Un minuto, pensó mientras lanzaba una mirada al cronómetro de la pantalla secundaria. El Atlas se acercó al muro defensivo y, de pronto, atravesó la nube de humo. Trent atacó al mismo tiempo que el MechWarrior mercenario, y sus disparos se cruzaron en menos de un latido del corazón. Ésta vez el Atlas falló, y el proyectil Gauss fue a dar en el risco que estaba junto a Trent, en el que abrió un cráter. Sin embargo, los láseres y misiles del Mech enemigo dieron en el blanco e hicieron que los disparos de CPP de Trent salieran desviados.

Éste giró el Marauder II para apreciar los daños que había causado. La carlinga en forma de calavera del Atlas estaba bastante quemada, y una larga grieta negra se extendía en diagonal sobre su superficie. Vio que el Komodo de Deleon y el Hatamoto-Chi de Lucas avanzaban hacia el agujero abierto en el muro, disparando a ciegas contra los defensores del otro lado, que estaban concentrando todo su fuego en los Jaguares de Humo. El Komodo se estremeció bajo un chorro continuo de fuego de cañón automático y rayos láser. Su blindaje se hizo pedazos y desapareció como si se evaporase en el aire. Se produjo una explosión, y el ’Mech fue destruido.

Trent se concentró en su propio enemigo. Su Marauder II sólo llevaba una carga más del cañón automático, y Trent sabía que era mejor utilizar la munición que arriesgarse a que explotase en el interior del ’Mech. Activó el arma y lanzó una larga ráfaga del cañón automático contra la sección del muro que protegía a su enemigo y luego al torso del propio Atlas. Mantuvo el sistema de puntería firme y centrado mientras los disparos del cañón automático penetraban en las entrañas del Atlas, destruyendo fibras de miómero y el escudo de protección del reactor.

El Atlas se tambaleó, pero alcanzó a lanzar otro proyectil del rifle Gauss hacia la pata derecha del Marauder, que sufrió una violenta sacudida a causa del impacto. Trent lanzó una mirada al monitor secundario y sonrió en el interior del neurocasco al ver lo que indicaba el reloj digital. Ahora…

De pronto, en el otro lado de las instalaciones sonó un estrépito ensordecedor que penetró incluso en los BattleMechs, pese a estar hechos a prueba de sonidos. La Nave de Descenso Dhava, que volaba bajo y a gran velocidad, cruzó la estación GHP a sólo una docena de metros de la antena de transmisión. Las torretas se precipitaron sobre los defensores. Las puertas de los ’Mechs se abrieron, y los navales Elementales del comandante estelar Alien saltaron al exterior, con los propulsores de las piernas encendidos para amortiguar el descenso. Se precipitaron sobre los BattleMechs de los mercenarios, disparando sus misiles de corto alcance sobre la marcha, y se agarraron a los ’Mechs. La Dhava se alejó, pero, en medio dé la confusión, Trent y el resto de su unidad pudieron correr hacia el orificio abierto en el muro y entrar en las instalaciones. El repentino caos los había favorecido… tal como Trent había planeado.

A partir de aquel momento, la batalla estaba decidida y no había nadie en Pivot Prime que no fuera consciente de ello. El combate duró otros cinco minutos, durante los cuales los mercenarios, presas del pánico, intentaban reagruparse y huir. El Atlas con el que Trent se había enfrentado con tanta virulencia intentó abalanzarse sobre él, pero Trent también cargó contra el mercenario y lo embistió con tanta fuerza y destreza que el Atlas, o lo que quedaba de él, cayó al suelo con el giróscopo tan averiado que el ’Mech fue incapaz de incorporarse.

El Daikyu de Gerónimo se había quedado sin municiones pero seguía luchando, enzarzado en una lucha con el Thunderbolt, que se había vuelto a levantar. El último ataque del mercenario, un mortífero puñetazo, atravesó la carlinga del Daikyu y levantó una grasicnta nube de humo al mismo tiempo que Gerónimo moría, aplastado por el impacto. Al fallecer Gerónimo, Trent declaró el Thunderbolt como su adversario y abrió fuego con ambos CPR Hubo un fogonazo del láser pesado, un brillante rayo de color esmeralda penetró en el Marauder II, y luego no hubo nada más que un silencio mortal. El Thunderbolt se desplomó, con el pecho abierto en canal y derramando el verde líquido refrigerante sobre el caliente y retorcido blindaje. El Daikyu, todavía incrustado en el puño del ’Mech mercenario, cayó también.

* * *

Trent contempló los escombros de lo que había sido el escenario de la batalla una hora antes y se frotó el cogote para aliviar la tensión. Todavía se elevaban columnas de humo de los BattleMechs caídos, y los técnicos y medtechs de las instalaciones iban de un lado a otro, cuidando a los heridos o examinando los daños causados. Judith estaba entre ellos, analizando los terribles desperfectos sufridos por el Marauder II.

El comandante estelar Alien se encontraba al lado de Trent, cuando los medtechs se llevaron los restos carbonizados de Deleon en una camilla. Trent vio una extraña expresión de serenidad en la carne quemada que había sido una cara pocos minutos antes. El Elemental le apoyó una mano sobre el hombro.

—Su plan estaba bien concebido, capitán estelar —dijo.

—Y bien ejecutado —contestó Trent, haciendo un gesto a su compañero. Los que murieron, lo hicieron con honor: Deleon, Gerónimo, Winchester, y los demás que no se recuperarán de sus heridas.

—Gracias por darme la ocasión de volver a luchar en una verdadera batalla —agregó Alien—. Éstos placeres son raros para mí.

Trent iba a decirle a Alien que no cabían los agradecimientos entre guerreros, cuando los medtechs pasaron con otra camilla. Ésta vez llevaban a un hombre vestido con un mono blanco y con la insignia de ComStar en la manga. El herido estaba empapado de sangre y casi tan pálido como su uniforme, pero de algún modo había conservado el conocimiento. Judith llegó junto a Trent y contempló al hombre de la camilla, que clavó su mirada en ella.

—Te conozco, Judith…, Judith Faber… —dijo, intentando tocada.

—Capiscol Purdon —dijo ella en voz baja. Trent vio su expresión de dolor, mientras los recuerdos de su vida antes de su llegada a los Clanes pasaban por su mente—. Ahora sólo soy Judith. Soy una sirviente de los Jaguares de Humo.

Era obvio que oír su antiguo apellido la había conmovido. El hombre de la camilla tosió con intenso dolor y dijo:

—Entonces, es cierto lo que se dice. Algunos decían que habías desaparecido en combate, pero otros aseguraban que habías cambiado de bando. Que te habías vuelto contra nosotros. ¡Eres una traidora! —exclamó, y tosió con tanta fuerza que se convulsionó todo su cuerpo.

Neg —contestó ella—. Ahora formo parte del clan de los Jaguares de Humo.

—No, eres peor que una traidora —prosiguió el herido con voz más débil que parecía desfallecer por momentos—. No sólo te has vuelto contra ComStar, sino… contra toda la Esfera Interior.

Trent hizo una seña para que se llevaran la camilla, pero el hombre siguió mirando ferozmente a Judith mientras los medtechs se alejaban.

—No eres una traidora, Judith —dijo el comandante estelar Alien con firmeza al ver su expresión de dolor.

Neg —repuso ella, mirando a Trent—. No soy una traidora.

Trent asintió, entendiendo el significado oculto de sus palabras. Tampoco él era un traidor. Aún no.