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Nave de Descenso Dhava de los Jaguares de Humo
Acoplada a la Nave de Salto Almirante Andrews Punto de salto nadir, Hyner
Zona de ocupación de los Jaguares de Humo
21 de abril de 3055
Trent entró flotando en la esclusa de aire del anillo de acoplamiento, usando los asideros de la pared para mantener el equilibrio ante la carencia de peso bajo gravedad cero. La Nave de Descenso Dhava acababa de acoplarse a uno de los anillos de la columna vertebral de un kilómetro de longitud de la Nave de Salto. Él se hallaba en el único pasadizo con esclusas entre las dos naves. Observó la sección de los anillos de acoplamiento que podía ver. Su tecnología, relativamente sencilla, era todo lo que mantenía unidos ambos vehículos, todo lo que impedía que él y el resto de los pasajeros de la Nave de Descenso fuesen arrojados al vasto espacio exterior y a la muerte. Judith y él habían decidido que la esclusa o el propio casco eran los lugares óptimos para medir la emisión de neutrinos de la Nave de Salto. Buscó con la mirada un lugar para colocar el dispositivo donde no despertara sospechas… cuando llegase el momento.
Un pequeño ojo de buey reforzado permitió ver a Trent la nave en toda su longitud. Había otras dos Naves de Descenso, de clase Union como la Dhava, acopladas a lo largo de la larga columna vertebral de la Nave de Salto, que era de clase Odyssey. Un anillo estaba vacío, pero Trent no dudaba que otra nave lo ocuparía tarde o temprano. Regresar a los planetas natales no era ninguna trivialidad, y el clan jamás permitiría el derroche de enviar una Nave de Salto a Huntress sin ir totalmente cargada.
Notó una mano sobre su hombro. Se volvió y vio a Judith que flotaba junto a él sobre la cubierta.
—Vamos a saltar pronto, capitán estelar —le advirtió.
—Sí, acabo de oír el aviso de diez minutos previo al salto •—contestó él—. Supongo que has encontrado tu alojamiento, ¿quiaf?
—Af. —Judith arqueó las cejas y mostró una sonrisa levemente burlona——. Y es casi tan lujoso como el cuartel de Warrenton.
De súbito, otra figura apareció en la esclusa. Era un Elemental, un hombre gigantesco de cabello trigueño que llevaba recogido en una cola de caballo que le colgaba por la parte posterior de su cuello, grueso como un tronco de árbol. En el reducido espacio de la esclusa, aquella figura parecía aun más enorme de lo normal, casi como si quisiera ocupar el espacio de Trent.
—Supongo que es el capitán estelar Trent, ¿quiaf? —dijo el Elemental.
—Af —contestó Trent. Judith, a su lado, observaba al impresionante guerrero—. Soy Trent, de la línea sanguínea Howell.
—Yo soy el comandante estelar Alien, de la línea sanguínea Moon —repuso el otro hombre con indiferencia—. El capitán de la Nave de Salto me ha informado que ya estaban a bordo. Como oficial de seguridad, he revisado sus archivos mientras viajaban desde la superficie de Hyner. Usted ha servido en los Jinetes de las Tormentas, ¿quiaf? Moon, consanguíneo de mi antiguo oficial en jefe, el hombre que me envió aquí para que me pudriese como solahma, pensó Trent.
—He servido a las órdenes del coronel estelar Paul Moon de los Jinetes de las Tormentas. Ustedes dos son consanguíneos, ¿quiaf? —dijo. Había decidido ser cauteloso con lo que le decía a ese hombre.
—Afirmativo —contestó Alien—. Para ser más precisos, estábamos en el mismo sibko.
Alien parecía reservado, como si también estuviera evaluando las reacciones de Trent.
—Entonces es su camarada y amigo, ¿quiaf? —aventuró Trent con osadía.
Alien lanzó una carcajada, un rugido que le salía del vientre y expresaba su enorme diversión.
—Negativo, coronel estelar Trent —respondió—. Desprecio al coronel estelar Paul Moon.
Con un repentino y rápido movimiento, se levantó la manga izquierda y enseñó una larga cicatriz que se extendía de la muñeca hasta el codo. Era profunda y resultaba evidente que había desgarrado el músculo.
—Un guerrero no llora por lo que ha perdido, pero le diré una cosa sobre Paul Moon: me enfrenté a él en un Juicio de Posición por el rango de capitán estelar; aparentó que estaba herido y luego me atacó cuando estaba desprevenido. Aquello casi me costó el brazo y, en definitiva, fue el motivo de que ahora sirva en un Nave de Salto como guerrero naval y no como un verdadero guerrero en el campo de batalla.
Trent soltó una risa breve y carente de alegría.
—Entonces, no le agradará saber que está bien.
—Librenacido… —masculló Alien mientras volvía a cubrirse el brazo con la manga—. Y, si usted está a bordo de esta nave, sólo puedo suponer que lo ha molestado de algún modo.
—Sí, es algo que usted y yo tenemos en común.
—En efecto —repuso Alien, y alargó la mano a Trent.
Trent estrechó la enorme mano del Elemental y señaló con un movimiento de cabeza a Judith.
—Ésta es mi sirviente, Judith —elijo.
Alien también le dio la mano.
—¿De qué clan es ella, capitán estelar? ¿Gatos Nova, o tal vez Tiburones de Diamante?
Evidentemente era una broma. Ambos clanes eran antiguos rivales de los Jaguares de Humo. Como oficial de seguridad, Alien debía de haber examinado también el archivo de Judith, al igual que el de Trent. De pronto, Trent comprendió que ningún elemento de aquella charla era casual: aquel hombre estaba haciendo su trabajo.
—Ninguno de ellos. Su sangre proviene de la Esfera Interior. Fue MechWarrior de los ComGuardias, pero la vencí en combate honorable. En señal de admiración por su capacidad, la tomé como isorla en Tukayyid —dijo Trent con orgullo, tanto por sí mismo como por Judith.
Alien arqueó una ceja al mirarla y luego se volvió de nuevo hacia Trent.
—¿Luchó en Tukayyid e hizo una sirviente ComGuardia? No es poca cosa, ¿quiaf?
—En efecto —asintió Trent, con un orgullo que había sentido en contadas ocasiones desde que había llegado a Hyner meses atrás.
—Vas a recibir un regalo que sobrepasa toda descripción, sirviente —dijo el comandante estelar Alien a Judith—. Vas a viajar al espacio de los Clanes. ¿Cuántos de tus antepasados pueden afirmar lo mismo? ¿Uno o dos, como máximo? Vas a seguir los pasos de los más grandes, los primeros que hicieron el viaje desde la Esfera Interior hace varios siglos. Visitarás el planeta natal de nuestro clan. Es un gran honor.
—Sí, comandante estelar —contestó Judith, haciendo una leve inclinación de cabeza.
—Tener una sirviente de la Esfera Interior es una rareza que no había visto antes, capitán estelar Trent.
Trent asintió y mostró su torcida sonrisa.
—Es algo que me ha granjeado las burlas de muchos guerreros —confesó—. Me convirtió en un paria, pero tal vez fue también una ventaja. Al menos, me impidió participar en política, un juego que parece despertar mucho interés entre los débiles.
No podía evitar pensar en Jez y Paul Moon, y en la forma en que él había utilizado sus juegos ambiciosos y egoístas para poner en marcha su propio plan de huida.
Alien se echó a reír otra vez.
—Ahora sé por qué le caía mal a Paul Moon. Habla como un guerrero fiel al estilo de vida de nuestro clan. —Hizo un gesto al pasadizo que conducía a la Nave de Salto y añadió—: Como oficial jefe de seguridad de la Almirante Andrews, lo invito a acompañarme al puente. Tenemos mu-cho en común, capitán estelar Trent. Espero que me cuente historias interesantes sobre usted y Paul Moon. También deseo fervientemente oír sus experiencias en Tukayyid… no las versiones de quienes desean enterrar esa batalla en el pasado, sino la de un guerrero que luchó allí y sobrevivió para contar su historia.
Trent miró a Judith, quien asintió de forma casi imperceptible. Nadie más podría haber entendido la leve sonrisa de satisfacción de la mujer.
* * *
Más tarde, después de que la nave hubo realizado el salto y tanto Judith como él se hubieron retirado a sus aposentos, Trent leyó las impresiones de los registros de los otros oficiales de los Jaguares de Humo que estaban a bordo de una de las dos Naves de Descenso acopladas, o que debían llegar con la tercera. Eran una docena en total, todos con órdenes de presentarse en Huntress destinados a la Galaxia Zeta, llamada Guardias de Hierro.
Trent sabía que era el último destino de aquellos guerreros. También estaba seguro de que unas órdenes que lo asignaban a él a los Guardias de Hierro llegarían a Huntress. Solahma. Aquélla palabra era como una maldición para un guerrero de los Clanes. Si un guerrero no moría en glorioso combate ni alcanzaba un Nombre de Sangre a cierta edad, era considerado prácticamente como inútil. Ésos guerreros eran devueltos a Huntress, el planeta natal de los Jaguares de Humo, donde eran relegados al «cubo de la basura»: una unidad solahma. La mayoría eran destinados a diversas tareas alejadas del campo de batalla, aunque todavía tenían la oportunidad, si eran afortunados, de que su unidad emprendiera una misión suicida que les daría una última ocasión de morir con honor. Al fin y al cabo, aquélla era la única muerte digna de un guerrero: en el campo de batalla.
La unidad que Trent conducía a Huntress recibiría la misión de proteger el planeta natal, pero aquello era un engaño. ¿Qué amenaza podía existir, si los Clanes más belicosos seguían concentrados en la invasión de la Esfera Interior? Por otra parte, seguramente no había nadie en Huntress que temiera un ataque de las fuerzas de la Esfera Interior. Trent era, con toda probabilidad, el único Jaguar de Humo que sabía que, de pronto, un ataque por parte de la Esfera Interior se había convertido en una posibilidad real. No se hacía ilusiones sobre el uso que se haría con los datos sobre la Ruta del Éxodo que Judith y él pretendían reunir y entregar a sus contactos de la Esfera Interior.
Tal vez les iba a hacer un favor a los guerreros solahma del espacio de los Clanes. Todo lo que podían esperar era pudrirse lentamente y privados de gloria. Si él lograba proporcionar a la Esfera Interior los medios de atacar los planetas natales, algunos guerreros solahma de Huntress todavía podían tener la oportunidad de luchar y morir con honor. Podían pasar años, pero la posibilidad era real.
Y, si fracasaba, Trent afrontaría un destino similar, peor que la muerte: ser destinado a una unidad solahma. Paul Moon habría vencido. Por lo general, las unidades solahma sólo podían disponer de ’Mechs de segunda fila, si tenían alguno. A veces eran enviados a combatir contra BattleMechs con cuchillos y pistolas.
No era así como debían morir los guerreros.
No era así como Trent pensaba acabar.
La edad no tenía nada que ver con la habilidad o la destreza de un guerrero. Sabía que al menos uno de los guerreros con los que viajaba era un auténtico dezgra: un hombre que había caído en desgracia y perdido el honor por haber intentado ocultar una violación del ritual de envites de un Juicio de Combate. Los otros, como Trent, eran sólo guerreros de edad madura, algunos de los cuales habían estado en Tukayyid.
Podía imaginarse su amargura y resentimiento, y cómo se aferraban a la esperanza de que el destino les proporcionase el medio de probar su valía por última vez. Fueran lo que fuesen ellos, sus pensamientos o sus sentimientos, este grupo de guerreros estaban, por el momento, bajo su mando. Si todo iba bien, Trent tendría otra oportunidad, aunque ellos no. Pero no podía despreciarlos. Como guerreros, se merecían su respeto y forjaría con ellos una especie de unidad. Viajaremos juntos durante casi un año y, cuando lleguemos a Huntress, demostraremos a los otros guerreros Jaguares que solahma sólo es una palabra. Tendremos la espalda erguida y la cabeza alta cuando pisemos de nuevo nuestro planeta natal.
Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando alguien llamó con suavidad a la puerta de su camarote. Trent se levantó y la abrió. Era Judith, que estaba flotando en el pasillo. Le hizo una seña para que entrase y cerró la puerta con cuidado mientras ella se desplazaba al interior de la habitación y se agarraba a una silla para detenerse.
—Creía que ya estarías durmiendo —dijo él.
—Quería darle las gracias por lo que hizo antes —contestó ella.
—¿Darme las gracias?
—Sí, por haberme alabado ante el comandante estelar Alien. Me hizo recordar el orgullo que sentía cuando era guerrera. Y me convenció de que estamos haciendo lo correcto.
—Sólo dije la verdad —replicó.
—Éste comandante estelar parece un buen hombre —comentó ella—. Su compañía ayudará a que este viaje parezca más corto.
—Sí, y su amistad puede permitirme acceder a la Almirante Andrews.
El comandante estelar Alien les había enseñado la Nave de Salto, lo cual ya había sido una gran ayuda para sus planes. Una ayuda que nunca le podrían agradecer.
Trent se encogió levemente de hombros.
—Falta mucho camino hasta Huntress, Judith. Pueden pasar muchas cosas hasta que lleguemos. Muchas cosas pueden ir mal.