16
Planta de metano abandonada
Tierras pantanosas al oeste de Warrenton, Hyner
Zona de ocupación de los Jaguares de Humo
5 de abril de 3055
Una lluvia de impactos de metralla repiqueteó contra el Timber Wolf de Trent cuando destruyó lo que quedaba del Orion mercenario, que estaba hundido hasta las rodillas en las negras aguas del pantano. El ’Mech había perdido casi todo su blindaje y las llamas le lamían el torso, escupiendo humo hacia el cielo. Los láseres de Trent incidieron en el área de la que salían las llamas, dañando aun más la estructura interna del Orion.
El piloto intentó retroceder con la esperanza de escapar del Timber Wolf que se encontraba en la orilla, pero este movimiento le hizo perder el poco equilibrio que tenía. Cayó hacia adelante en las negras aguas, en medio de una nube de vapor. Cuando la ciénaga envolvió el ’Mech, se oyó un fuerte retumbar en el fondo, seguido de enormes burbujas que subían hasta la superficie.
Trent giró el torso del Timber Wolf y comprobó los sensores de corto alcance de su pantalla secundaria. Los sensores le revelaron la amarga realidad. El batallón de fuerzas mercenarias había sido rodeado de manera casi inmediata, pero había combatido duro para romper el cerco. Delante de él había un estanque rodeado de una densa espesura, y más allá estaban los restos de su unidad. Lior había sido derribado por el Orion que Trent acababa de destruir, y Laurel había tenido que saltar desde la última vez que había consultado la pantalla. No tenía datos de lo que le había ocurrido a Styx, pero supuso que el joven guerrero había encontrado su destino o estaba a punto de hacerlo. Las señales de las otras dos Binarias implicadas en el combate eran, en el mejor de los casos, intermitentes, pero la batalla no iba como esperaban los Jaguares.
El Mad Dog de Ansel se encontraba en el límite de los sensores de Trent y de las señales que podía recibir. Su Omni estaba casi destruido. Trent quería ordenar a Ansel que se retirase, pero sabía que no lo haría. No era ésa su naturaleza. Las probabilidades de victoria se mantenían igualadas de forma persistente y, aunque los enemigos eran mercenarios, se comportaban bien en combate.
En aquel momento, Trent vio que un Guillotine de color castaño oscuro salía del otro lado de la ciénaga. Su piloto colocó el retículo del punto de mira y abrió fuego con los láseres medios. Uno de los rayos cayó al agua del pantano y la hizo hervir. Los otros tres desgarraron el blindaje del pecho del Timber Wolf. Trent se mantuvo firme y disparó ambos afustes de misiles de largo alcance mientras el Guillotine respondía con sus propios misiles de corto alcance.
Las dos oleadas de misiles se cruzaron en el aire y alcanzaron sus respectivos blancos. El Timber Wolf se encogió bajo el ataque, y las explosiones destrozaron parte del blindaje de sus patas. Trent no vio cómo sus misiles impactaban en el enemigo, pero avanzó para ser un blanco más difícil. Al girar el torso, vio que el Guillotine había activado sus propulsores de salto.
La pantalla de daños mostraba las diversas brechas abiertas en su blindaje con un amenazador color rojo. Casi todo el resto del blindaje frontal estaba delineado en amarillo, indicando varios grados de daños poco importantes. Observó cómo el Guillotine se elevaba en el aire y trazaba un arco hacia su ’Mech impulsado por las brillantes llamaradas de sus propulsores. Si este mercenario creía que iba a tomar el mando de la batalla, estaba muy equivocado.
Trent se metió en una espesa arboleda, impidiendo casi por completo al Guillotine aterrizar a corta distancia. Vio la silueta del ’Mech, que descendía justo a la entrada de la arboleda, en el límite de la ciénaga donde se hallaba Trent.
Volvió a disparar sus láseres pesados y sus misiles de corto alcance contra él, pero esta vez los árboles le dieron la protección suficiente para que los proyectiles no lo alcanzaran. Sin embargo, el rayo de luz brillante y continua del láser se clavó en su afuste del lado derecho como una espada. El blindaje saltó en pedazos y se derramó líquido refrigerante verde por el costado. Por primera vez desde el inicio de la lucha, la temperatura aumentó en la carlinga, haciendo que a Trent le dolieran los pulmones al respirar.
Giró para apuntar los láseres mientras otro ’Mech se situaba entre él y el mercenario. Lo reconoció al instante: era un Warhawk, al que le faltaba un afuste y casi todo su blindaje. Como si fuese un gigante despellejado, todo lo que quedaba del ’Mech eran sus fibras de miómero semejantes a músculos y los restos del blindaje y los sensores. Jez. Aquí, ahora, y viva.
—Capitán estelar, ese blanco es mío —dijo Frent en tono firme mientras intentaba sortearla.
—Anzuelo de surat —contestó ella en medio de una oleada de estática que indicó a Trent lo graves que eran los daños que había sufrido la mujer. Al piloto del Guillotine no le importaba ni el honor ni la tradición de los Clanes. Vio el Warhawk y abrió fuego con una mortífera descarga de sus láseres medios.
El Warhawk de Jez vibró como si sufriera un infarto. Grandes llamaradas y vibrantes fogonazos iluminaron el crepúsculo mientras Trent buscaba un lugar desde el que pudiera disparar. Se situó al lado de Jez y abrió fuego con todas sus armas. Los rayos carmesí y pulsaciones de la luz láser impactaron en el Guillotine como un muro de muerte roja. El lado derecho del torso del ’Mech mercenario reventó con un brillante fogonazo amarillo y anaranjado al explotar el depósito de misiles de corto alcance. A pesar del equipo celular de almacenamiento de municiones, que estaba pensado para mitigar el efecto de una explosión interna, la explosión destrozó los órganos internos de la máquina.
El Guillotine perdió la estabilidad y dio un vacilante paso adelante. Trent también avanzó un paso, con lo que quedó más cerca del Guillotine que de la máquina de Jez. Su enemigo se irguió lo justo para lanzar un disparo de fuego de su láser medio que impactó en la carlinga. Trent no había previsto este movimiento y se tambaleó cuando varios sistemas de control de la carlinga se averiaron y llenaron la cabina de olor a ozono y un tenue rastro de humo que le hizo evocar la batalla de Tukayyid, en la que Jez también había estado próxima. Apartó de su mente el recuerdo de aquella batalla casi fatídica, empujándolo hasta las profundidades de su conciencia. No era el momento de los recuerdos, sino de la fuerza.
Jez intentó levantar la única arma que le quedaba, un CPP, pero el piloto del Guillotine corrió el riesgo de recalentar su máquina disparando su láser pesado contra ella. Unas llamaradas lamieron el costado y el pecho del Warhawk, rodearon la carlinga, y quemaron la pintura hasta dejarla totalmente ennegrecida. El repentino impacto hizo que Jez apuntara muy bajo, y el disparo del CPP se sumergió en el lodo del pantano; los vibrantes arcos de energía azulada chocaron con el agua, y unas volutas de humo se elevaron al cielo.
Trent sólo observó el ataque, pues estaba concentrado en su propia ofensiva. Dirigió todos los láseres pesados hacia el mismo blanco y los disparó con un movimiento de su dedo índice, apuntando directamente a la carlinga del ’Mech enemigo. El blindaje que quedaba en aquella zona explotó, y el Guillotine retrocedió varios pasos. Hubo una serie de explosiones secundarias cuando la escotilla estalló hacia afuera. El ’Mech mercenario se quedó paralizado al instante y se desplomó inerte en las profundas aguas de la ciénaga.
Trent no titubeó y abrió enseguida un canal de comunicación con Jez.
—Debemos ir al sur —dijo—. Así podremos cortar la retirada de los supervivientes a sus Naves de Descenso.
—Neg —contestó Jez—. Sus supervivientes, si hay alguno, están fuera de mis sensores. Nunca podremos llegar a tiempo de cortarles el paso.
Trent miró las lecturas de sus sensores de corto alcance y vio que estaban solos. Conmutó a los de largo alcance, sobre todo para confirmar lo que Jez había dicho, pero no vio ningún indicio de presencia, fuese ésta amiga o enemiga.
—Los otros están fuera del radio de las comunicaciones o de los sensores.
Se produjo un silencio, seguido de la risa cruel de Jez.
—Neg. Están muertos o agonizando. —Hizo una pausa, obviamente para sopesar la situación—. Esto es culpa tuya, Trent. Tu arrogancia nos empujó a hacer un envite demasiado bajo.
Trent sintió que sus músculos se tensaban al oír aquellas palabras.
—No puedo creer lo que oigo, Jez. Me echas la culpa a mí porque te equivocaste al no enviar las fuerzas suficientes para derrotar a este enemigo, ¿quiaf? Los guerreros no buscan excusas.
La risa volvió a resonar.
—Tienes razón, pero los guerreros Jaguares también saben que la supervivencia no depende sólo de la batalla, sino también de sus consecuencias. Ése ha sido siempre tu punto débil. Nunca comprendiste la importancia de la política. Al final, siempre ha sido tu perdición.
—Hacer maniobras políticas ha sido siempre una actividad indigna de guerreros.
—Vuelves a hablar como un tonto, Trent. ¿No lo entiendes? Debes aceptar la culpa por este fracaso. Igual que fuiste el culpable de la batalla de Tukayyid. Eso es la política, Trent.
—No me hables de Tukayyid, Jez. Allí te salvé la vida. Un error que no volveré a cometer —sentenció Trent, lanzando una mirada feroz al OmniMech de Jez, que se encontraba a escasos metros de distancia. Su ira aumentaba con cada palabra que pronunciaba ella.
—En realidad, ya has perdido —replicó la mujer—. Podrías haberme dejado morir aquí, pero no lo has hecho. No te equivoques, Trent. Ya he preparado una explicación adecuada de este fracaso: tú.
Trent podía sentir los latidos de su corazón retumbando en sus oídos mientras recordaba cómo había falseado ella la verdad sobre la catástrofe de Tukayyid. Ahora lo estaba amenazando con hacer lo mismo.
—Negativo. Estoy más allá de tus mentiras, Jez.
—Estás tan ciego que no ves la realidad de tu destino, ¿quineg? Tienes mi misma edad, pero estás en un puesto inferior. Ambos tenemos treinta y tres años y casi hemos rebasado la edad ideal de los biennacidos.
»La diferencia entre nosotros es que yo tengo un Nombre de Sangre y el rango correspondiente —continuó—. Eso, me da la oportunidad de seguir sirviendo como guerrera, mientras que tú estás destinado al montón de la basura.
Trent se mordió su deforme labio inferior y masculló:
—Yo podría tener un Nombre de Sangre, pero una maldita babosa me quitó ese derecho con sus trampas… y tú lo sabes.
—¡Ah, sí, tu Nombre de Sangre! Nunca te había contado cómo tu buen amigo Benjamin Howell me propuso en tu lugar, ¿verdad?
—¡Tú me robaste mi candidatura! —exclamó Trent. Las palabras de Jez lo habían pillado desprevenido.
—Sí, en efecto. Benjamin Howell había perdido el favor del Khan Osis. Por eso, para recompensar mis acciones en Tukayyid, me otorgaron a mí, una Cruzada intransigente de la línea Howell, lo que estaba destinado a ti. Eso debe de carcomerte las entrañas, ¿quiaf, Trent?
Él no respondió. Jez se echó a reír.
—Debiste exigir un Juicio de Agravio, Trent. Pero eres un desgraciado. Te encoges de miedo como un librenacido y dejas que los acontecimientos te empujen como el viento. ¡Qué lástima que también fracasaras en la Gran Contienda!
—Tú también estuviste detrás de eso, ¿verdad, Jez? Nunca pude demostrarlo. Hasta ahora.
—No me importa lo que pienses, ni tú ni esa puta de tu sirviente. Supongo que fue ella quien descubrió los indicios de mi pequeña sorpresa, ¿quiaf?
—Ella no es el problema, Jez, sino tú.
—Te equivocas, Trent. Tengo el Nombre de Sangre que pensabas que sería tuyo. Tengo el mando que debía ser tuyo. Tengo una reputación excelente, mientras que tú eres la vergüenza del clan. Lo conseguiste cuando decidiste desafiar al coronel estelar Moon por esos desgraciados librenacidos de Chinn. Desde ese momento, todos los oficiales Jaguares pudieron ver que no tienes el corazón del Jaguar de Humo.
—No está bien enviar a verdaderos guerreros a asesinar inocentes, aunque sean librenacidos.
Una vez más, Jez rio por lo bajo.
—¿De verdad crees que fue un acto aislado del coronel estelar, o que el Khan Osis no estaba informado? Nuestros líderes sabían lo que estábamos haciendo; es más, era lo que esperaban que hiciéramos. Ni siquiera tú puedes ser tan ingenuo.
Trent la escuchaba con desolación. Todo mi clan está contra mí. Toda la verdad ha sido deformada para adaptarse a los planes de Jez y Paul Moon. Era como una enfermedad, un mal que corroía la fuerza del clan. Iba más allá del honor y de la justicia de los Clanes. Lo que estaba en juego no era sólo la vida de un guerrero, sino una manera de entender la vida, el cumplimiento de la visión que Nicholas Kerensky había tenido para su pueblo.
No podía evitar pensar en Judith, en sus palabras de que había otra solución, que podía elegir. En el Castillo Brian, ella le había hablado de otras posibilidades, otras maneras de conseguir el honor. Sabía que debía convertir este momento en una victoria, o estaba condenado.
La decisión era fácil; tanto, que Trent se preguntó si en realidad la había tomado varias semanas atrás y sólo necesitaba este impulso para ponerla en práctica. Giró el Timber Wolf para encarar a los restos del Warhawk de Jez y miró hacia la carlinga, que sólo se encontraba a una docena de metros de distancia.
—Un Círculo de Iguales, ¿quiaf?
—Tú y yo no somos iguales —se mofó Jez— ni jamás lo seremos. Soy una guerrera con Nombre de Sangre. No tengo la obligación de aceptar tus patéticas demandas de justicia.
—Tienes razón como siempre, Jez —dijo Trent mientras centraba el punto de mira en la carlinga del Warhawk.
Sin titubear, disparó todos sus láseres en una ráfaga mortal. La escotilla del Warhawk pareció doblarse y una milésima de segundo más tarde hizo implosión hacia el interior. Los láseres acribillaron todo el interior de la carlinga. Trent sabía que quedarían muy pocos restos del cadáver de Jez por recuperar. El Warhawk escupía humo a través del orificio que había sido la carlinga; entonces, se inclinó hacia adelante como si le hiciera una reverencia a Trent. Af, Jez, no somos iguales. Yo estoy vivo, y tú no.
Miró al Warhawk largo rato. Luego conmutó el sistema de comunicaciones al canal de los técnicos.
—Capitán estelar Trent llamando al Mando Técnico. Pónganme en contacto de inmediato con la tech Judith.
Trent inspiró hondo. El siguiente paso que iba a dar lo colocaría en un camino del que no había vuelta atrás.
—Te necesito aquí —le dijo—. Trae un equipo electrónico portátil y placas y chips de repuesto.
—Haré que vaya un equipo de técnicos enseguida.
—Neg. Vendrás sola. —Trent le indicó con su tono de voz que el asunto era grave—. Hay mucho trabajo que hacer.