13
Braddock Pike
Hyner
Zona de ocupación de los Jagtiares de Humo
1 de febrero de 3055
La carretera conocida como Braddock Pike y que se extendía de norte a sur era perfecta para la estrategia que había concebido Trent. Tenía muchas curvas cerradas que corrían entre las colinas. También era estrecha, pues había sido construida varios siglos atrás para el tráfico de aerocoches a través de la campiña de Hyner. El terreno contiguo estaba rodeado de árboles y había varios despeñaderos, por lo que los ’Mechs de la unidad de Trent tenían que avanzar despacio en sentido paralelo a la carretera y sin ser vistos. Estaban a unos doce kilómetros de la planta de metano. Cuando aparecieran los Matagatos, él estaría preparado.
El hecho de que Jez hubiese reemplazado a Styx en la misión no formaba parte del plan original, pero a Trent le sorprendió tanto que ella respaldase la propuesta, que aceptó el cambio sin hacer el menor comentario. A Trent no le preocupaban sus motivaciones. Todo lo que sabía era que, si esta misión acababa con éxito, no sería necesario seguir destruyendo las ciudades y los pueblos de Hyner.
El convoy se componía de una caravana de transportes de municiones J-27, unos vehículos que habían sido el pilar fundamental del transporte de suministros en la Esfera Interior durante siglos. Los que ahora recorrían la carretera, trazando las curvas entre los árboles, estaban vacíos. Su único propósito era el de servir de anzuelo para los bandidos. Trent había averiguado que los Jaguares habían tomado estos vehículos como isorla cuando la Legión de Arkab cayó bajo el avance de los Jaguares de Humo en Hyner varios años atrás. Ahora, estas máquinas servirían para tender una trampa a sus antiguos dueños, cuyos últimos guerreros se habían convertido en un grupo de resistencia con el nombre de Matagatos Cinco.
Trent y sus hombres habían estado esperando pacientemente durante una hora por lo menos, pero Trent no perdía la paciencia. Estaba seguro de que la presa picaría el anzuelo. Entonces, los vio: cuatro ’Mechs. Al frente de ellos iba el mismo Warhammer que había intentado matarlos a Russou y a él. Detrás iban un Crusader, un Grand Dragón y un Grasshopper. Trent puso en marcha su Timber Wolf y salió de su escondrijo.
El piloto del Warhammer comprendió de repente lo que estaba pasando y giró para enfrentarse al Timber Wolf en el momento en que Trent salía al descubierto, cruzándose en el camino del convoy. Los otros tres BattleMechs que seguían al Warhammer aminoraron su marcha; al parecer, se habían dado cuenta de que habían caído en una trampa muy bien preparada.
Cuando Trent situaba el retículo del punto de mira sobre la silueta del Warhammer, resaltada por el ordenador, vio un fuerte fogonazo. Los brillantes rayos emitidos por los CPP gemelos del ’Mech enemigo, como un estruendoso arco de energía eléctrica, fundieron el blindaje de su torso dejando sólo volutas de negro humo allí donde la protección había desaparecido. El impacto fue terrible, y el ’Mech de Trent se tambaleó un poco, perdiendo la definición del blanco del sistema de puntería. A pesar de que el ataque había sido mortífero, Trent realineó con frialdad el retículo de puntería en el Warhammer. Esperó con paciencia los milisegundos que el ordenador de combate necesitaba para volver a definir el blanco.
Hizo dos disparos. El primero fue de los láseres medios y pesados. Los rayos escariara cruzaron el aire y uno de los medios falló, pero el otro y los pesados dieron en el blanco. Destruyeron las placas de blindaje mientras el Warhammer seguía avanzando. El ’Mech se tambaleó por el impacto, y en ese momento recibió el segundo disparo de Trent, que terminó el trabajo.
Era una andanada de misiles de largo alcance disparados desde los afustes del Timber Wolf. Los proyectiles, cuarenta en total, dieron en su mayoría en la mitad superior del torso del Warhammer. Las cabezas explotaron casi al mismo tiempo, con resultados espectaculares. El Warhammer dejó de avanzar y otra sección de su blindaje quedó destruida.
La estructura interna del BattleMech, que había quedado al descubierto a consecuencia de los impactos de los láseres, estaba a merced de las cabezas explosivas de los misiles. Fueron los últimos en ser disparados, apenas unos milisegundos después del resto de la andanada. Dieron en el interior del ’Mech y la estructura y los músculos de miómero resultaron destrozados por la metralla y la onda expansiva de las explosiones. Trent observó cómo el piloto bandido perdía el control de su BattleMech. La parte superior del torso se inclinó hacia atrás, como si quisiera detener la marcha, pero las patas siguieron avanzando. El Warhammer perdió el equilibrio y cayó hacia atrás, con aquella especie de muñones que eran sus CPP apuntando al cielo.
—Lior y Ansel, empezad vuestro ataque —dijo Trent al ver que el Warhammer intentaba usar las armas de sus brazos para incorporarse. Lior y Ansel se separaron y corrieron hasta situarse a la retaguardia de las fuerzas guerrilleras, cortándoles una posible retirada. El voluminoso Crusader de los Matagatos lanzó una terrible andanada de misiles de corto alcance contra el Mad Dog de Ansel y acertó al ’Mech en su pata derecha.
El Warhammer, que no podía moverse ni incorporarse, se retorció cuando Trent se aproximó a él. Activó una transmisión láser de banda reducida enfocada directamente a su enemigo a través de un canal abierto para que pudiese oírlo.
—Tus fuerzas y tú estáis atrapados y derrotados. Rendios y os garantizo que nuestra justicia será rápida.
El mensaje de respuesta no le sorprendió.
—Por Alá, nunca tendrás mi alma, gato del infierno.
Ayúdame a incorporarme y lucharemos cara a cara, guerrero contra guerrero, como debe ser.
Trent examinó el ’Mech caído.
—Imposible —dijo—. Sois bandidos. Tratarte como guerrero sería un insulto a mi clan. Si sales, te aseguro que encontrarás tu destino.
El Warhammer rodó lo suficiente para poder disparar sus misiles de corto alcance. Sólo uno dio en el blanco al acertar en el hombro derecho del Timber Wolf, mientras que los otros volaron por encima de él. Trent centró el punto de mira en el torso ya deteriorado del Warhammer. Podía ver la protección del reactor de fusión y el contenedor del giróscopo envuelto en una masa de refrigerante pegajoso y de color verde amarillento, que estaba hirviendo de calor. Era sencillo inmovilizar a su enemigo y volver al fragor del combate entre los otros ’Mechs.
Trent oyó el chasquido de unas armas en su neurocasco y, de pronto, vio la sombra de otro BattleMech que se acercaba al Warhammer. Era un Warhawk con el dibujo característico del jaguar moteado que sólo podía pertenecer al OmniMech de Jez.
Su acción le asombró aun más que su repentina aparición. Jez levantó la enorme pata del Warhawk y la bajó sobre la carlinga del Warhammer. La fuerza de su ’Mech de 85 toneladas contra el otro ’Mech causó un impacto que sacudió incluso al Timber Wolf de Trent. No sólo aplastó la cabina del piloto, sino que el gigantesco pie del ’Mech la atravesó por completo con un tremendo ruido y una serie de chispazos.
Trent quedó estupefacto. Miró ferozmente al Warhawk mientras Jez levantaba el pie de los pedazos aplastados de blindaje.
—Has violado el código de honor entre los guerreros, Jez —dijo—. Me correspondía a mí quitarle la vida.
—Neg —contestó ella con voz despiadada—. Son bandidos a los que hay que tratar como a la más baja de las castas. No puedes perder honor frente a uno de ellos.
Trent sintió una oleada de cólera y una comezón de calor en la piel sintética de su rostro. Jez tenía razón, pero eso no arreglaba las cosas. Ella admite el texto literal del código de honor, pero no su propósito.
Trent dio media vuelta con su Timber Wolf y echó a correr hacia el lugar donde se seguía librando la batalla. El Crusader estaba bailando su danza de la muerte, retorciéndose y a punto de caer bajo las saetas de los láseres del Mad Dog de Ansel. Salía humo de su pecho y torso mientras se producían explosiones en sus depósitos de municiones, que se esparcían como un cáncer de fuego por el interior del cuerpo del ’Mech. Las articulaciones del hombro y la cadera empezaron a arder de pronto, y el ’Mech se desplomó en un montón de chatarra.
El Hellbringer de Laurel lanzaba una serie de mortíferas patadas al Grand Dragón, que ya había caído. La pantalla secundaria de Trent le indicó el estado del ’Mech, y su entrenada mirada le permitió comprender que la lucha había terminado incluso antes de que él los hubiera visto. Las enloquecidas patadas de Laurel le recordaron a una persona pateando a su enemigo caído para asegurarse de que estaba muerto.
Sólo Lior seguía luchando con el último ’Mech guerrillero, que intentaba desesperadamente salir de la trampa. Trent se acercó mientras el otro ’Mech, un Grasshopper, se elevaba en un corto salto y, al hacerlo, prendía fuego a varias ramas de los árboles cercanos. Lior no se movió y se tomó su tiempo para disparar. Una ráfaga de proyectiles de uranio reducido y una andanada del rifle Gauss volaron hacia el Grasshopper y le acertaron en las patas.
El ’Mech bandido osciló a consecuencia de los impactos, y los retropropulsores de las patas se averiaron al ser destruido el último fragmento del blindaje. El ’Mech cayó al suelo como una roca, y unas ráfagas de cañón automático acabaron de destrozarlo mientras se desplomaba. Trent lo perdió de vista entre los árboles, pero vio que un enorme roble caía bajo su peso. Los sensores completaron el análisis cuando Lior disparó al corazón del ’Mech enemigo y destruyó su reactor de fusión. Una nube de humo blanco se elevó sobre las copas de los árboles.
—Se acabó —anunció Trent a su unidad, a Jez y a sí mismo. Ya no morirían más inocentes. Ahora podía terminar aquella política desvergonzada y desmesurada de arrasar poblaciones.
—Af —contestó Jez a través del mismo canal de comunicaciones—. Envía un comunicado al puesto de mando de la guarnición para transmitir el informe de la batalla y esperar nuevas órdenes.
* * *
Jez condujo a Trent y a los demás guerreros de su Estrella a través del área de desfiles del puesto de Mando Planetario de Hyner. Se dirigían hacia la enorme e impresionante figura del coronel estelar Paul Moon, que estaba pasando revista a varias Estrellas que marchaban en formación.
Moon iba vestido con su uniforme de gala gris y, como siempre, el traje apenas parecía capaz de contener su poderosa musculatura. La ingeniería genética que había engendrado a Paul Moon dándole este formidable tamaño lo había hecho, no sólo fuerte, sino también rápido. Se volvió hacia el grupo de guerreros y los miró a todos, uno a uno, a los ojos. Excepto a Trent.
—He recibido su mensaje, capitán estelar Jez. La felicito, aunque hay poco honor en una victoria sobre bandidos. Su plan fue impecable, pero cabía esperar algo así de alguien de su línea de sangre. ¡Su plan! Trent quedó perplejo al comprender que Jez lo había presentado como propio.
—Gracias, coronel estelar —dijo ella, inclinando un poco la cabeza.
—Gracias a usted. Es obvio que las ciudades que rodean esa planta de metano abandonada han estado dando ayuda e información a esos guerrilleros. Le concedo el honor de seleccionar cuál de ellas arrasaremos para dar una lección a quienes ayuden a nuestros enemigos. La elección es suya.
Trent quedó pasmado por estas palabras. Habían destruido a Matagatos Cinco. ¿Qué sentido tenía continuar con las expediciones de castigo? La destrucción parecía más insensata que nunca.
—Señor —empezó, consciente de que debía elegir sus palabras con mucho cuidado—, pido permiso para hablar con libertad, coronel estelar.
Paul Moon se volvió despacio hacia Trent y lo contempló como si observara una repugnante criatura alienígena.
—Adelante, capitán estelar —dijo.
—Señor, esta acción, la destrucción de otra población, es innecesaria. Ya hemos destruido a la guerrilla. ¿Qué mérito puede haber en esta nueva acción?
—No le corresponde a usted decirme qué tiene mérito y qué no lo tiene —replicó Moon, cruzándose de brazos en lo que Trent reconocía como un típico gesto de autoridad—. Destruiremos una de esas poblaciones y transmitiremos un holovídeo a las otras ciudades del planeta para que todos los habitantes de Hyner sepan el precio de cruzarse en el camino del Jaguar.
Trent inspiró hondo. Ya no podía seguir callando. Debía hacer algo, aunque tuviera que pagarlo con su propia vida. La hora de esperar había pasado.
—Lo desafío a un Juicio de Agravio, coronel estelar.
—¿En serio? —repuso Moon.
—Af. Ésta orden viola nuestro código de honor, tal como lo estableció Nicholas Kerensky, el fundador de los Clanes.
Moon rio por lo bajo.
—¿Debo recordarle, capitán estelar, que se trata de una orden militar? Sus opiniones no me interesan, y enfrentarme a usted en combate no representa un reto mayor para mí que aplastar un insecto con el pie. Pero usted es una maldición para nuestro clan. Que usted diga ser un guerrero Jaguar sólo avergüenza al resto de nosotros. No hay ningún honor en luchar con usted, pero le prometo que lo encontraré en borrarlo como si fuese una simple mancha.
—Muy bien —dijo Trent, sintiendo la sangre en sus oídos mientras su cuerpo se preparaba para el combate—. Supongo que desea lucha no aumentada, ¿quiaf?
—Af —confirmó Moon, sonriendo—. Y estos guerreros formarán nuestro Círculo de Iguales.
Hizo una seña con la cabeza a Jez y a los demás, que rodearon de inmediato a ambos hombres. Moon se desabrochó el cuello del uniforme y la camisa, y flexionó los músculos para prepararse.
—Sabe que lo mataré, Trent —susurró Paul Moon mientras adoptaba una postura de combate.
—Pero yo no lo mataré a usted, coronel estelar, aunque tuviese la oportunidad —repuso Trent, bajando su centro de gravedad.
—Ésa es su debilidad —replicó Moon.
—Neg. Éa muerte es una piadosa liberación para un guerrero. Dejarlo vivo y derrotado le causaría más daño que un golpe mortal. Sobre todo si quien lo vence soy yo, a quien usted considera un fracasado sin Nombre de Sangre.
—Basta de palabrería —dijo Moon, y se abalanzó sobre Trent, extendiendo sus enormes brazos para evitar que lo esquivase hacia cualquier lado.
Trent retrocedió, y Moon cayó de rodillas a pocos centímetros de él y trazó un arco con un brazo hacia las piernas de Trent como si fuese una guadaña. Pilló a Trent a mitad de su movimiento y lo derribó sobre la hierba del terreno.
Pero Trent sabía que debía seguir moviéndose. Un titubeo, y el enorme guerrero caería sobre él. Antes de tocar el suelo, ya había empezado a girar para alejarse. Se puso en pie al mismo tiempo que Moon, aún de rodillas, lanzaba su enorme puño hacia él. El golpe impactó como un ariete en el lado izquierdo de su cara, le rompió un diente y lo arrojó hacia atrás. Trent sintió un fuerte zumbido en los oídos cuando se volvió hacia el borde del Círculo de Iguales. Vio los rostros de Lior y Laurel, los dos guerreros que estaban bajo su mando, que observaban la escena sin emoción.
Estaba ya demasiado aturdido para ser más ágil que Paul Moon. El Elemental lo agarró por detrás y lo rodeó con sus brazos de oso. Era como intentar luchar con una víbora de acero arcadiana. Moon apretaba los brazos intentando extraerle la vida. A Trent le dolían las costillas, y oyó un chasquido cuando se rompió una de ellas. También se estaba quedando sin aire en los pulmones. Si quería hacer algo, debía hacerlo ya.
Con sus últimas fuerzas, consiguió doblarse por la cintura y alargó el brazo entre las piernas hasta llegar al tobillo de Moon con su mano diestra, la que estaba reforzada con músculos de miómero. Antes de que Moon pudiese reaccionar, Trent se irguió de nuevo manteniendo sujeto el tobillo.
Moon cayó hacia atrás, y Trent quedó sobre él. Su peso dejó sin aire en los pulmones al Elemental por unos momentos y lo dejó libre. El brazo izquierdo le dolía por el terrorífico abrazo de Moon, pero iba a seguir luchando hasta el final.
Cuando Moon se incorporó de nuevo, Trent no esperó al puñetazo que se avecinaba, sino que cerró el puño derecho y golpeó el rostro de Moon con toda la fuerza que pudo aplicar a su brazo artificialmente reforzado. Con este golpe se fracturó un nudillo, pero también le rompió la nariz a Moon, que empezó a derramar sangre por ambas fosas nasales. Sin embargo, no parecía importarle. Se la lamió con su lengua de bóvido y lanzó su propio puñetazo a Trent.
Por muy ágil que fuese, Trent jamás habría podido esquivar aquel golpe. El impacto le hizo girar la cabeza, y su cuerpo se alzó ligeramente del suelo y trastabilló hacia atrás. Sintió algo detrás de él, algo que detuvo por unos momentos su caída antes de que su espalda chocara contra el frío césped. Trent sabía que había perdido y estaba listo para morir. Espero que acabe conmigo deprisa. Por lo menos he servido a Nicholas Kerensky como creía justo.
Sintió que lo levantaban en vilo por el cuello de la camisa, y luego notó el cálido aliento de Moon en su rostro.
—Con mi último golpe ha roto el Círculo de Iguales. Todavía tengo el derecho de matarlo. Pero, como usted dijo antes, tal vez pueda hacerlo sufrir como usted habría hecho conmigo.
»Puedo hacerle más daño —agregó Moon con voz ronca mientras recuperaba el aliento— dejándolo vivir con la vergüenza de su fracaso.
Trent abrió su ojo regenerado y vio que Moon lo observaba como un toro enfurecido antes de volver a arrojarlo al suelo con violencia.
—Éste juicio ha terminado. Capitán estelar Jez, diga qué ciudad va a ser arrasada —dijo Moon, utilizando la manga del uniforme para enjugarse la sangre del rostro.
Jez miró a Trent y sonrió.
—Chinn morirá bajo las garras del Jaguar, coronel estelar —respondió. Parecía complacida.
—Bien. Comience la operaciones hoy mismo.
Trent contempló el frío cielo de Hyner. No había logrado vencer a Moon, y ahora la muerte de los habitantes de Chinn también recaería sobre sus hombros.