9
Baker Canyon, montañas Sierra Desolada
Hyner
Zona de ocupación de los Jaguares de Humo
14 de noviembre de 3054
Saber que uno se dirige a una trampa no siempre quiere decir que puede librarse de ella. Quiere decir que uno sabe algo que el enemigo no sabe que uno sabe. Trent reflexionó sobre esta verdad mientras avanzaba despacio con su Timber Wolf al frente de su Estrella Atacante Beta. Unos doscientos metros más atrás se hallaba Russou con las fuerzas de la Estrella Barrido Charlie. Entre ellos estaba la capitán estelar Jez, deseosa de enviar las dos Estrellas bajo el mando de Trent y Russou al combate.
El terreno iba a ser difícil de recorrer. Trent lo sabía gracias a su estudio de los mapas de Baker Canyon, que el informe señalaba como el emplazamiento de la base de Matagatos Cinco. El área estaba situada en la falda de las montañas Sierra Desolada y consistía en grupos de árboles macizos, como de cedro, laderas escarpadas, numerosos pasos sin salida y profundos desfiladeros.
Las formaciones rocosas que se elevaban hacia el cielo blanco y azul de Hyner beneficiaban a quien ya ocupaba el territorio. Había lugares más que suficientes para ocultar BattleMechs y fuerzas convencionales.
El cañón tenía casi un kilómetro y medio de ancho, con una estrecha abertura de apenas trescientos metros de amplitud. Las antiguas minas desde donde se suponía que operaba la guerrilla estaban en el otro extremo del cañón. El resto del terreno estaba despejado, interrumpido sólo por montones de tierra extraída de las abandonadas minas. Las paredes superiores de Baker Canyon también representaban una amenaza. Era posible apostar tropas e incluso BattleMechs como si fuesen caballeros en los parapetos de un castillo, a cada lado y a lo largo del extremo norte del cañón. Desde aquella altura, una fuerza enemiga podía arrojar una lluvia de muerte y destrucción manteniéndose bastante a cubierto entre las formaciones rocosas y los peñascos que salpicaban los riscos. Con tanto terreno y tantos escondrijos, iba a ser difícil cubrir el suelo y la cumbre del cañón al mismo tiempo. Sin embargo, tras examinar las exploraciones de reconocimiento y los mapas topográficos, Trent creyó saber lo que podía hacer el enemigo.
Por dos veces, había intentado convencer a Jez de que no enviara sus fuerzas y las de Russou al interior del cañón. La había apremiado a utilizar las fuerzas de Russou para asegurar las zonas elevadas y el perímetro antes de avanzar hacia las minas. Pero ella se mantuvo en sus trece. Decía que las minas eran la clave y, aunque todo fuese una trampa, el enemigo atacaría desde allí.
No hubo forma de convencerla de lo contrario, y Trent sabía que eso era porque se negaba a ver a aquellos Matagatos como otra cosa más que bandidos. Aquél era su primer error. Era importante recordar que eran también MechWarriors. Fuesen librenacidos de la Esfera Interior o no, habían sobrevivido hasta entonces a la ocupación de los Jaguares de Hyner, lo que los convertía en enemigos dignos de ser tenidos en cuenta. Lo bueno era que Russou estaba de acuerdo con la opinión de Trent de que era preciso realizar la operación con gran cuidado y precaución. Juntos, habían elaborado un plan que les permitiría responder a posibles problemas si se trataba, en efecto, de una trampa.
El altavoz montado en el interior del neurocasco de Trent se activó, rompiendo su concentración.
—Jez a Mando de Ataque. El objetivo se encuentra delante. Atacante Beta, ocupe ese punto. Barrido Charlie lo seguirá.
Las órdenes eran claras. Si era una trampa, iba a ser la Estrella de Trent la que abriese el paso hacia su interior. Soy de los Clanes. Mi deber consiste en obedecer, no importa lo que piense de las órdenes.
—Afirmativo, capitán estelar Jez. Atacante Beta, sigan mi marca en orden de combate Tango.
Trent ya les había hecho practicar el orden de despliegue sin consultar a Jez. Teniendo en cuenta los modelos y las configuraciones de los ’Mechs que estaban bajo su mando, su plan ofrecía la mejor oportunidad si los túneles estaban infestados de Matagatos o si los bandidos aparecían en los riscos que los rodeaban.
Trent iría en cabeza con su Timber Wolf. Sus mortíferos afustes de misiles le proporcionaban la capacidad de alcanzar los altos riscos si el enemigo aparecía allí. Los Mech Warriors Styx y Laurel, con su Summonery Hellbringer respectivamente, debían seguirlo. Si tenía que ocupar una posición para defenderse de un ataque desde arriba, el Summoner tendría una importancia vital, ya que sus retropropulsores le permitían realizar un corto vuelo hasta lo alto de las paredes del cañón. Por último, los MechWarriors Ansel con su Mad Dog y Lior con su Cauldron-Born entrarían de forma demoledora. Ambos OmniMechs eran buenos combatiendo a corta distancia si la trampa estaba en las minas, sobre todo el bajo Cauldron-Born.
Se levantó una nube de humo cuando Trent cruzó con el Timber Wolf la entrada de Baker Canyon. Avanzaba despacio, mientras sus sensores de corto alcance examinaban los peñascos y las rocas que cubrían el suelo del cañón. Los montones de tierra eran más difíciles de explorar al estar llenos de restos radiactivos y metálicos que confundían a los sensores. Aquello era algo que Trent no había planeado.
—Laurel, ve despacio y colócate a mi izquierda. Styx, ve por la derecha. El resto, entrad despacio y no perdáis de vista los riscos.
Trent seguía pensando que la mayor amenaza era el terreno alto que rodeaba el cañón, a pesar del enmascaramiento que producían los montones de tierra.
Estaba a punto de establecer contacto con Russou, cuando la firme voz de Jez resonó a través de los altavoces del neurocasco.
—Trent, has reducido la marcha —dijo—. Yo no he dado esa orden. Avanza y acabemos con esto de una vez.
Trent se mordió el labio para no decir algo que después pudiese lamentar.
—Sí, capitán estelar —dijo. Su pantalla táctica indicaba que ella se había adelantado a las fuerzas de Russou y se acercaba con rapidez a la posición de su unidad.
Aceleró la marcha del Timber Wolf y se concentró en sus sensores delanteros. Laurel y Styx también avanzaron, siguiendo el borde exterior del fondo del cañón mientras Trent iba por el centro. Mientras su Estrella avanzaba con cautela, Russou, obviamente azuzado por Jez, se dirigía a la entrada del cañón.
Trent, manteniendo una marcha lenta y cautelosa, pilotaba el Timber Wolf entre rocas extraídas y abandonadas. Entonces vio la entrada de la mina. Era enorme; era obvio que estaba hecha para permitir el descenso de Miner Mechs por el interior de la montaña. El agujero parecía engullir la luz del día. Podrían estar allá abajo con cualquier cantidad de BattleMechs. Es un escondrijo perfecto, o…
De súbito, se produjo una explosión a lo lejos. Trent exploró el área, pero sólo vio una nube de humo en lo alto de los riscos del éste, cerca de donde se hallaban Styx y Jez con sus ’Mechs. Habia mucho polvo en el aire y una figura borrosa que descendía hacia los dos OmniMechs.
Se oyó un fuerte estrépito cuando un enorme peñasco cayó sobre el Warhawk de Jez, seguido por el desagradable chirrido del blindaje ferrofibroso y de acero de ferrotitanio. Al Warhawk se le doblaron las patas y quedaron aplastadas; el torso chocó contra el suelo con una fuerza increíble.
—Atacante Beta, concentraos en los riscos —rugió Trent mientras dos explosiones más sacudían su Timber Wolf.
Una avalancha de rocas y escombros descendió a su izquierda, donde Laurel esperaba con su Hellbringer. Ella retrocedió un paso, pero no consiguió evitar que varias toneladas de escombros dañaran el blindaje de una de las patas y casi derribasen su ’Mech.
—Capto la presencia de numerosos BattleMechs que se acercan desde el sur —dijo la voz de Russou a través de la línea de comunicación.
Trent enfocó los escáners en el fondo del cañón. Las claras imágenes rojas que aparecían en la pantalla secundaria indicaban lecturas de resonancia magnética, del tipo generado por los reactores de fusión que alimentaban de energía a los poderosos BattleMechs.
—Confirmo dos encima de nosotros, en la cresta que se alza sobre el fondo del cañón. Hay probablemente algunos más que no hemos visto aún.
Mientras hablaba, Trent giró el torso del Timber Wolf hacia uno de los enemigos no identificados. El ordenador de combate mostró una imagen: un Catapult. Reaccionó de inmediato. Marcó al enemigo como suyo y emitió una señal a los demás Jaguares mientras abría fuego con ambos afustes de misiles de largo alcance.
El aullido de los proyectiles reverberó en las paredes del cañón mientras volaban hacia el Catapult, que estaba parcialmente agazapado y se colocaba en posición para abrir fuego. Tres de ellos fallaron, y se limitaron a levantar nubes de escombros y crear pequeñas avalanchas en el extremo más alejado de Baker Canyon, pero los restantes dieron en el blanco. De los agujeros abiertos en el blindaje del Catapult se elevaron volutas de humo gris y negro.
Styx marcó como blanco al otro ’Mech, y Trent se situó detrás de los montones de piedra excavada para evitar un disparo del Mech emboscado que acababa de atacar. La voz de Jez restalló a través de los altavoces:
—Aquí la capitán estelar Jez a todas las unidades: retrocedan a la mina. Allí podremos estar a cubierto.
Trent miró el mapa y la ubicación de los ’Mechs enemigos. Estaban desplazándose para cortar la retirada de los Jaguares y poder atacarlos en campo abierto. La orden de Jez parecía acertada, pero sólo de forma aparente. Trent sabía que quien tiende una emboscada no debe dar tregua a su enemigo. El túnel de la mina proporcionaba esa tregua. Si yo fuera el enemigo, habría llenado la mina de explosivos.
—No obedezcáis esa orden —exclamó Trent.
Mientras hablaba, otra explosión sacudió la ladera cerca de la abertura donde estaban alineadas las fuerzas de Russou. Ésta vez, cuatro enormes peñascos se desprendieron de su eterno sostén y cayeron sobre un Nova de la unidad de Russou. El rechoncho OmniMech no tenía ninguna posibilidad y las rocas lo aplastaron. Una lanza de ’Mechs de los Matagatos que se iba acercando a ellos empezó a disparar a través de la entrada del cañón y alcanzaron a dos ’Mechs más del grupo de Russou. Éstos se tambalearon hacia atrás a consecuencia del impacto y contestaron con sus propias andanadas de muerte y destrucción. Ráfagas de cañón automático de uranio reducido, láseres y misiles volaron hacia el sur, donde se hallaba el enemigo. Los ’Mechs de los Matagatos se acercaban por la retaguardia e intentaban empujar a los Jaguares al interior del cañón.
—¿Cómo te atreves? —exclamó Jez.
—Comandante estelar Russou, ya estamos metidos en una trampa y creo que en la mina hay también una trampa de explosivos —rugió Trent sobre la voz de Jez—. Como oficial que tiene el mando, te ordeno que ataques para salir de este cañón. Elementos de la Estrella Atacante Beta, retroceded y cubrid a los otros como sea necesario.
—Quien tiene el mando soy yo, Trent —lo interrumpió Jez con la voz alterada por la ira.
—Comandante estelar Russou, la capitán estelar Jez ha sido herida y está incapacitada. Obedece mis órdenes.
Se produjo una pausa mientras Russou reflexionaba.
—Sí, capitán estelarTrent —dijo por fin.
Las fuerzas de Russou empezaron a disparar mientras los ’Mechs de Trent se acercaban a ellos. El Timber Wolf de Trent salió de su escondrijo mientras una lluvia de misiles caía a su alrededor. Dos cabezas explosivas acertaron en el afuste izquierdo, arrancando fragmentos de blindaje, que chocaron contra la escotilla de la carlinga como las enormes gotas de lluvia de una tormenta de verano. El Catapult todavía estaba activo y tenía que liquidarlo.
Volvió a apuntar hacia él con sus misiles; el sonido del sistema de selección de blanco resonó en sus oídos con meridiana claridad. Cuando iba a disparar, el ’Mech de los Matagatos se puso detrás de una roca, lo que anuló la selección de disparo. Podríamos sentarnos aquí y pasarnos todo el día intercambiando disparos. Trent miró la cima del risco donde se ocultaba el Catapult. Los sofisticados sensores de su OmniMech estaban diseñados para localizar las fuerzas enemigas, no para examinar pequeñas extensiones de terreno. Tenía que fiarse de su instinto y de su sentido táctico.
Mientras su unidad entraba en la abertura del cañón junto con las fuerzas de Russou, otra ráfaga de disparos asaeteó la entrada y causó daños en varios ’Mechs de los Jaguares. La Estrella de Russou empezó a avanzar hacia el sur, seguido por los restos de la de Trent. Sólo él seguía en el cañón; no contaba a Jez, cuyo ’Mech estaba averiado y paralizado cerca de donde él se encontraba.
Trent examinó la pantalla táctica para ver si el Catapult se había movido. Las lecturas de su reactor de fusión indicaban que seguía escondido tras el peñasco. Muy bien, pensó.
El Timber Wolf de Trent salió al descubierto con una maniobra imprevista y, apuntó a la base de la roca. Con fría precisión, activó los dos afustes de misiles de largo alcance colocados sobre los hombros del ’Mech con el mismo circuito de selección de blanco. El sistema le permitía disparar ambas armas con el mismo botón de disparo. Se oyó un sonido metálico en el Mech cuando la siguiente carga de misiles entró en los tubos de disparo. Trent conocía los ruidos y las sensaciones sin necesidad de comprobar el estado de las armas. Con el pulgar, disparó los cuarenta misiles a la vez.
Trent sabía que los misiles fallaban a veces contra ’Mechs en movimiento. Pero era imposible fallar contra una roca inmóvil. Las cabezas explosivas estallaron y levantaron una gigantesca nube de polvo, pero Trent no miró la imagen física. Estaba concentrado en su sistema de rastreo y selección de blanco. Cuando el peñasco saltó de su punto de apoyo y rodó por la pared del cañón hacia el suelo, enfocó el sistema de disparo hacia el Catapult, que ahora había quedado al descubierto. Sin titubear, y antes de que el asombrado Matagatos pudiera reaccionar, abrió fuego con sus láseres de potencia media y alta a través de la nube de polvo y partículas.
Los rayos escarlatas incidieron en el lado derecho del Catapult, muy cerca del punto en que la carlinga se unía al torso. El ordenador de combate de Trent mostró la precisión del disparo mientras una oleada de calor invadía la carlinga.
El blindaje saltó por los aires y el BattleMech guerrillero se retorció bajo el impacto y las explosiones. Mientras el sistema de misiles se preparaba para otra andanada, Trent pensó que el ’Mech enemigo se precipitaría al fondo del cañón a causa de los daños sufridos. Sin embargo, se convirtió de pronto en una bola de fuego al incendiarse los depósitos internos de municiones. Todo el costado derecho del Catapult saltó por los aires como una erupción volcánica. La nube de polvo del impacto anterior fue engullida por el humo negro y las llamas.
Trent levantó la cabeza y vio cómo el ’Mech dejaba de girar y se precipitaba por la pared de roca. De forma casi mecánica, conmutó la visualización a los sensores y vio que el otro ’Mech que estaba en el risco había desaparecido. Todo lo que queda es Jez y las consecuencias de mis actos.
Con el rostro rojo de ira, la capitán estelar Jez Howell estaba plantada en medio del polvo del suelo del cañón, que revoloteaba alrededor de ella. Su ’Mech se encontraba a escasos metros de distancia y, detrás de Trent, Russou y su fuerza vigilaban el área. Tres Matagatos habían sido totalmente destruidos. Los dos restantes habían huido y se hallaban ya fuera del alcance de los sensores. Hemos ganado la batalla, pero no del todo.
Trent estaba de pie frente a su Timber Wolf, con los brazos cruzados, listo para la serie de imprecaciones que sabía que se avecinaban. Jez no lo defraudó.
—Has desafiado mis órdenes directas y explícitas —le espetó. Sacó el eomunicador portátil y lo activó.
—Afirmativo, capitán estelar. Tu BattleMech estaba dañado y tú estabas incapacitada. Cumplí con mi deber como oficial al servicio del Jaguar.
—Todavía podía dar órdenes —replicó.
—Temía que estuvieras herida, quizás inconsciente —contestó Trent, con una apariencia deliberada de calma.
—Mientes —dijo ella.
—Neg —contestó Trent.
—Capitán estelar Trent —sonó una voz grave a través del comunicador portátil que sostenía Jez. Trent reconoció aquella voz y la ira que la sostenía.
—Sí, coronel estelar.
—Sus acciones mostraron falta de valor. Sus decisiones han permitido escapar al enemigo. Sus fracasos serán anotados en su códex ahora y para siempre.
Trent habló casi sin pensar:
—Mis acciones salvaron a todo el grupo —replicó—. Si hubiéramos seguido con el plan de la capitán estelar Jez Howell, nos habríamos metido en una trampa explosiva y ahora estaríamos muertos. Uno de mis guerreros ya ha inspeccionado la mina donde ella nos había mandado entrar. Había una trampa con tambores de petrociclina. Si nos hubiéramos resguardado allí, habríamos desaparecido todos.
—Sus hallazgos no son relevantes, capitán estelar —contestó la voz incorpórea del coronel estelar Paul Moon—. La cuestión es que ha asumido el mando sin justificación y haciendo caso omiso de forma evidente a las órdenes de un superior. Su códex reflejará su acto de insubordinación.
—Neg, coronel estelar —contestó Trent. Ésta vez, no…—. Invoco el derecho de rechazo contra la versión de los hechos de la capitán estelar Jez. Si gano, mi códex permanecerá impoluto.
Miró con fiereza a Jez, que le respondió con una sonrisa.
—Acepto este desafío —contestó ella—. Elijo una lucha no aumentada y el momento es ahora.
—Capitán estelar Jez, —dijo la voz de Moon—, este «guerrero» no tiene Nombre de Sangre. No tiene por qué enfrentarse a él.
—Neg. Es mío y su sangre manará hoy. Quiere que esto me cause la muerte. Trent se quitó la correa donde llevaba las armas y la arrojó a un lado junto con el comunicador. Russou y los demás guerreros se reunieron a su alrededor, formando un Círculo de Iguales.
Las reglas de estos juicios eran sencillas. El que moría, quedaba herido o era expulsado del perímetro del círculo, perdía. El comandante estelar Russou miró a Trent y asintió con la cabeza despacio. Trent entendió aquel mensaje sin palabras. La venceré en nombre ele los dos, amigo mío.
Jez adoptó una postura de combate, encorvada y lista para atacar. Trent la había visto hacer lo mismo antes y, por unos momentos, se vio en Londerholm con los miembros de su sibko, muchos años atrás. Aquél día la había vencido, pero todo había cambiado. Ya no eran iguales. Ella tal vez fuese su superior, pero Trent no se sentía inferior a ella; se sentía más allá de ella. Apretó el puño derecho, y los músculos artificiales de su brazo se tensaron alrededor de su brazo reforzado.
Jez saltó, tal como él sabía que haría. Se apartó a la izquierda al ver que se abalanzaba sobre él. Ella alargó las uñas como una posesa hacia su brazo derecho, esperando desgarrarle la carne, pero sólo consiguió arañar su piel sintética. Trent giró mientras pasaba a su lado, levantó el brazo trazando un arco y lo bajó con rapidez; ella cayó al suelo e intentó rodar para alejarse.
Dejándose caer de rodillas sobre sus riñones, Trent la dejó sin aliento y la clavó al suelo de bruces bajo su cuerpo. Levantó el brazo derecho y la golpeó bajo la oreja derecha con violencia. Los músculos artificiales de miómero de su brazo postizo se movieron a una velocidad tremenda, y con tanta fuerza que estaba seguro de que ella debió de sufrir algún daño interno en el oído. Jez perdió el conocimiento, y su cuerpo quedó inerte bajo el suyo.
Trent la volvió cara arriba y, sin dudarlo, le dio un puñetazo en la cara, preguntándose si estaba fingiendo. Se le dobló la nariz y manó un chorro de sangre en el lugar donde la había golpeado. La golpeó dos veces más con toda la fuerza de su furia, y saltaron pequeñas chispas de sus implantes nerviosos. Le asestó estos puñetazos para dejarle una marca, para desfigurarla.
Contempló el cuerpo de Jez. Trent sabía que ella lo habría matado si hubiera tenido la ocasión. Él podía hacer lo mismo si lo deseaba. Ella estaba inerme en sus manos. La tentación era grande, pero Trent se contuvo. Perder ante mí, y ante la mirada de los demás, será peor que su muerte.
Trent se apartó de ella, se incorporó y miró a su alrededor. Los guerreros de su unidad y de la de Russou lo observaban en silencio. Podía oír las palpitaciones de su corazón y jadeaba como resultado de la emisión de adrenalina. Fue hacia el lugar donde Jez había arrojado el comunicador y lo recogió.
—Coronel estelar Moon, soy el comandante estelar Trent. Mi códex permanece tal como estaba, impecable.
Tiró el comunicador sobre el cuerpo de Jez y regresó hacia su ’Mech.