6

6

Centro de Mando Planetario de los Jaguares de Humo

Warrenton, Hyner

Zona de ocupación de los Jaguares de Humo

20 de julio de 3052

El coronel estelar Paul Moon oyó que llamaban a la puerta y apagó la pantalla que tenía montada sobre el escritorio.

—Adelante —dijo.

Un hombre entró en el despacho. Paul Moon abrió un poco los ojos al ver aquel rostro deforme y cubierto de cicatrices, obviamente a causa de graves quemaduras. A pesar de la capa de piel sintética que llevaba, el rostro parecía hecho de goma. La mirada de aquel hombre le pareció a Moon ligeramente inquietante. Tenía sólo un ojo natural, y otro rodeado por un círculo de circuitos y aparatos tecnológicos. Al contemplar aquella cara extraña, casi inhumana, Paul Moon se preguntó cuánto quedaba de hombre en aquella figura que estaba plantada ante él.

—El capitán estelar Trent se presenta para el servicio, señor —dijo Trent en tono marcial y poniéndose firmes ante su nuevo superior. Iba ataviado con su uniforme de paseo gris, que incluía los cordones negros y escarlata en honor a aquella ocasión.

Por unos momentos, Paul Moon no dijo nada. Luego se incorporó en toda su altura de dos metros y setenta y cinco centímetros, y lanzó una mirada feroz al guerrero tullido y deforme que tenía ante él. Ésta imagen desfigurada podría ser una señal de gran orgullo en muchos guerreros, pero en éste sólo es un recuerdo de sus decepcionantes fracasos.

—Así que usted es el capitán estelar Trent. He leído su ficha, y quiero que sepa que no pedí que lo enviaran al Núcleo estelar de los Jinetes de las Tormentas. Con toda la reorganización y cambio de destinos que se han producido desde la batalla de Tukayyid, me he visto obligado a aceptarlo.

—No le entiendo, coronel estelar. ¿Existe alguna razón por la que no desee que esté bajo su mando?

—Sí —dijo Paul Moon con su voz grave—. Reflexione sobre esto, capitán estelar. Me ha sido destinado un guerrero que casi ha pasado su mejor edad, un guerrero sin Nombre de Sangre. Un guerrero que ha perdido su BattleMech en sus dos últimos combates. Un guerrero que, frente a un enemigo sin experiencia de combate, no supo preservar el honor de los Jaguares de Humo en la batalla más importante que ha librado jamás nuestro clan. Ya puede imaginarse mi falta de entusiasmo por tener un guerrero así en mis filas.

La piel natural de Trent enrojeció ligeramente.

—Pido permiso para hablar con libertad, coronel estelar.

—Prosiga, capitán estelar —dijo Paul Moon, asintiendo con un leve movimiento de cabeza.

—Ha malinterpretado mi códex, señor. Hay hechos que usted desconoce y que no están reflejados en las grabaciones.

—¿Por ejemplo?

—En Tukayyid luché con honor. Fui vencido en combate al enfrentarme a una fuerza abrumadoramente superior. De no haber sido por mis acciones, la capitán estelar Jez estaría muerta.

Moon hizo un esfuerzo por controlar su ira.

—Las mentiras son inadecuadas para los oficiales que están bajo mi mando, Trent —replicó—. He leído el informe de sus acciones. La verdad es que fue Jez quien lo salvó a usted. Si lanza otra acusación contra un oficial de su categoría, me enfrentaré a usted en un Círculo de Iguales. Algo que preferirá que no suceda, se lo aseguro.

—No estoy mintiendo, coronel estelar.

—No puede presentar ninguna prueba, ¿quiaf? Se produjo una larga e incómoda pausa.

—Neg.

—Sólo es su palabra —dijo Moon, sin poder disimular su sarcasmo.

—Mi palabra como guerrero debería ser suficiente, coronel estelar. ¿Cómo podría un auténtico guerrero Jaguar inventar tales falsedades? —replicó, con la voz alterada por la rabia—. Y, en cuanto a la Gran Contienda, también sucedió algo. Mi sirviente y yo inspeccionamos el ’Mech después del Juicio por el Nombre de Sangre Howell, hace unos días. Encontramos señales de manipulación, señor… De sabotaje.

Sus palabras quedaron suspendidas en el aire durante cinco segundos mientras Paul Moon lo miraba fijamente.

—¿Sabotaje? Neg. ¿Quién podría haberlo realizado? Tal vez fue su sirviente librenacida, ¿quiaf? Si no se hubiera apresurado tanto a adoptar a esa escoria librenacida en nuestro clan, tal vez no tendría que rebajarse a alegar que hubo trampas.

—Encontramos pruebas, señor. Sólo pudo haber sido otro técnico, el maestro técnico Phillip, que tenía acceso a mi accionador.

Moon meneó la cabeza sobre su cuello recio como el tronco de un árbol.

—Negativo, capitán estelar. Está hablando de mi tech personal. ¿Por qué iba a realizar un acto semejante? ¿Con qué finalidad? No obtendría ningún beneficio de ese sabotaje.

—Eso no lo sé —contestó Trent—. Lo que sé, señor, es que hay pruebas de sabotaje y que los únicos individuos con la capacidad de llevarlo a cabo eran el maestro técnico Phillip y mi sirviente. Semejante acto, como mínimo, debería invalidar la Gran Contienda.

Moon se cruzó de brazos y miró fijamente al oficial.

—Se está agarrando a un clavo ardiendo con la esperanza de tener otra oportunidad de conseguir un Nombre de Sangre. No tomaré parte en eso.

—Pero, señor…

—Ésta conversación ha terminado, capitán estelar. Y usted me parece despreciable por ocultar su fracaso como guerrero tras todas esas excusas. Si un fallo mecánico fue la causa de su derrota en la Contienda y en el intento de alcan-zar un Nombre de Sangre, es un lance de la suerte y el otro guerrero venció con justicia.

—Coronel estelar Moon…

—¡Fin de la discusión, Trent! —lo interrumpió Moon con una voz que pareció sacudir la habitación y todo lo que había en ella—. No me presione más.

—Exijo un Juicio de Rechazo sobre su decisión, coronel estelar —repuso Trent.

A Moon le complació, aunque sólo por un segundo. Más no por una razón que pudiese agradar a Trent. Moon saboreó la idea de aplastar a Trent con las manos desnudas. Pero tenía una misión más importante, una orden de mayor relevancia que debía cumplir. Éste era el estilo de los Jaguares de Humo.

—Denegado, Trent —respondió—. En primer lugar, si me enfrentase a usted en un Círculo de Iguales, lo aplastaría. Usted representa la razón de que nuestro clan no esté hoy en la Tierra como vencedor de la invasión. Y, que yo sepa, ninguna decisión de una Gran Contienda ha sido jamás invalidada en la historia de nuestro clan. Si me derrotara, sólo conseguiría llevar el caso ante el Gran Consejo, que jamás anularía una elección ganada en un campo de batalla. Y, desde luego, no por una alegación basada en la palabra de un sirviente librenacido y un guerrero fracasado.

—Me está negando mi futuro, coronel estelar —dijo Trent.

Moon tuvo la impresión de que Trent había abandonado su actitud desafiante.

Neg —contestó, cruzándose de brazos—. Estoy evitando que siga poniendo a prueba las tradiciones y los ritos de nuestro clan.

Trent lo miró con sus inquietantes ojos mientras Moon seguía imprecándolo.

—No entiende todavía cómo me ha insultado, ¿quiaf? No es sólo por Tukayyid. Además ha reclamado a uno de ellos como isorla. La ha traído a nuestro bando. Se ha llevado consigo a una guerrera que fue mejor que usted y la ha traído aquí como su sirviente.

—No estaba en mi ánimo insultar a nadie, coronel estelar. El rendimiento de Judith en la batalla fue encomiable. Al reclamarla, honré a nuestro clan.

Neg. Ella sólo lo convierte a usted en más repugnante de lo que ya era. Ella pende sobre su cuello como un albatros. Por lo que sabemos, esa Judith jamás volverá a luchar como una guerrera. Y, como uno de mis oficiales, debería saber que la mera presencia de esa mujer es un oprobio para usted ante los demás Jaguares de Humo. Si yo estuviera en su lugar, la mataría en lugar de mantenerla a su lado como un recuerdo de sus fracasos pasados.

Trent no respondió. Moon meneó la cabeza disgustado ante su silencio.

Activó la pantalla del escritorio y observó la pantalla por unos momentos.

—Voy a darle el mando de una Estrella, Trent —dijo—. Ahora ya sabe que lo hago sólo porque ostenta un rango que me exige adoptar esta decisión. Estará al mando de la Estrella Atacante Beta, a las órdenes de la capitán estelar Jez de la Binaria Beta. Planeo aumentar el nivel de la unidad a Trinaría si disponemos de recursos suficientes.

—Señor, soy capitán estelar —dijo Trent—. Para alguien de mi rango, lo acostumbrado es tener el mando de una unidad Binaria o Trinaria.

En las filas de los Jaguares de Humo, como en el resto de los Clanes, un oficial estelar solía estar al mando de una Estrella compuesta de cinco BattleMechs, mientras que un capitán estelar mandaba dos o tres Estrellas, es decir, una Binaria o una Trinaría.

Moon no hizo ningún esfuerzo por disimular su regocijo ante la humillación que sentía Trent.

—Mientras usted se recuperaba de sus heridas, la capitán estelar Jez competía por ese cargo y lo ganaba en un Juicio. Por los informes que he leído, también ha entrado en la última ronda del Juicio del Nombre de Sangre, lo que será un mérito adicional para nuestro Núcleo estelar. —Moon volvió a saborear la reacción de Trent, que esta vez fue de asombro—. ¿Hay algún problema, capitán estelar?

—Yo no fui incluido en ese Juicio —respondió Trent con los dientes apretados.

—Tiene el derecho de cuestionar la decisión del Juicio, pero acabará enfrentándose a la vez a ella y al otro oficial que compite por el puesto. Y, aunque los venciera a ambos, entonces yo lo desafiaría a usted. Como sabe, no puede desafiar a la capitán estelar Jez hasta que ella vuelva. Y, si entonces ella ya ha ganado un Nombre de Sangre, necesitará la aprobación de un Khan para desafiarla o para convencerla de que acepte su débil súplica. Aunque de algún modo consiguiera sortear todas estas dificultades, seguiría estando bajo mi mando. No le quepa la menor duda de que le haría la vida insoportable mientras yo estuviera al mando del Núcleo estelar. Pero, claro, la decisión es suya, capitán estelar. —Moon estaba ansioso de poner fin a aquella desagradable visita—. Así pues, ¿representa algún problema que la capitán estelar Jez sea su superior?

—Negativo, coronel estelar.

—Bien. —Moon bajó la mirada hacia la pantalla—. Los detalles de la configuración de su unidad le serán enviados a sus archivos de mando. Espero que los lea y prepare la unidad a fin de tenerla lista para el combate dentro de una semana. ¿Está capacitado para llevar a cabo esta orden, capitán estelar?

—No le fallaré, coronel estelar —contestó Trent, haciendo un saludo marcial.

—Usted ya me ha fallado, Trent…, a mí y a todos los demás guerreros de nuestro clan —replicó Moon, sin apartar la mirada de la pantalla—. Puede irse.

* * *

Judith se hospedaba en una vieja casa llena de literas que, al parecer, había servido como alojamiento para militares en una época pasada, probablemente para la milicia planetaria. Las restantes instalaciones de los Jaguares de Humo eran de reciente construcción, mientras que esta estructura, próxima al muro exterior, representaba un retorno a una era anterior a la de los Clanes.

La mayor parte del edificio se utilizaba como almacén. Las antiguas literas habían sido desmontadas y apiladas contra la pared, salvo la de Judith, que se encontraba en un rincón. Él resto de la sala estaba lleno de cajones de embalaje. Los guerreros de los Jaguares de Humo y los demás técnicos del Núcleo estelar dormían en las nuevas instalaciones. Sin embargo, éste era el lugar designado por Phillip para ella: un almacén antiguo y frío. Todo el tiempo libre que había tenido cuando no se hallaba atareada en el hangar de reparaciones, lo había empleado sólo para reparar la letrina, que tenía varios siglos de antigüedad.

Judith pensaba que su alojamiento era adecuado, dada su posición entre los Jaguares de Humo. Era una sirviente. Hasta ahora, no había encontrado a ningún otro de su tipo, lo que también era un dato sobre su situación. La habían puesto allí sola, aislada; no formaba parte de los demás, pero se mantenía relacionada con ellos. Era algo simbólico y, en cierto modo, justo. A ella jamás se le ocurrió quejarse, lo cual habría sido impropio en una sociedad como la de los Clanes. Se limitó a adaptarse.

El agudo frío de la noche invernal había empezado a imponerse. Judith sacó las sábanas de un pequeño cajón que había encontrado en otra parte del viejo almacén. Iba a ser otra fría noche, pero ella estaba agradecida de que, por lo menos, todavía funcionaban unas pocas unidades de calefacción. Se estaba haciendo la cama cuando oyó el golpeteo de unas pisadas en el suelo de madera, al otro lado de la puerta.

Nadie había acudido allí desde que la habían destinado a aquel lugar. Pocas personas, salvo Trent y el maestro técnico Phillip, habían hablado con ella. Cuando se volvió poco a poco hacia la entrada, que tenía la puerta abierta, vio que se aproximaba una figura envuelta en sombras. Sintió una punzada de miedo, pero su adiestramiento la puso en guardia de inmediato y miró a su alrededor en busca de algo que pudiera servir como arma.

Entonces reconoció a la persona que estaba en el umbral: el capitán estelar Trent. Su rostro destrozado era el mismo, pero no era el mismo guerrero de unos días atrás, después de la Gran Contienda. Había un aire meditabundo, de derrota, alrededor de aquel hombre que era su propietario, algo que ella no había visto antes. Se puso firmes.

—Capitán estelar, me sorprende verlo por aquí.

Trent arrojó una bolsa al suelo en el espacio que los separaba. En su rostro cubierto de cicatrices había una mueca, pero ella notó su cansancio.

—Son las botas de mi uniforme de paseo —dijo—. Límpialas y sácales brillo para mañana por la mañana. Voy a hablar con mi nueva unidad y deseo que me vean con mis mejores galas.

Judith se inclinó y recogió la bolsa.

—Sí, capitán estelar.

Había aprendido que las tareas domésticas formaban parte de sus obligaciones como sirviente; no obstante, Trent no abusaba como Phillip de su situación, ni era tan despreciativo como muchos de los otros guerreros. Al principio, ella lo había despreciado, pero ahora veía algo más en él: un espíritu complejo, quizás un misterio. Entre sus muchas habilidades y talentos, a Judith le gustaba lo complejo, fuesen rompecabezas o personas.

Trent no hizo ningún ademán de marcharse, sino que se quedó mirando el casi espartano alojamiento de Judith.

—Tus habitaciones son totalmente privadas —dijo, y se rio un poco—. Una de las ventajas de ser una sirviente de los Jaguares.

Af —contestó ella, procurando hablar en el dialecto de los Clanes—. No he conocido todavía a ningún otro sirviente, y este edificio ya me va bien.

—No es probable que conozcas a muchos sirvientes a lo largo de tu vida —respondió Trent—, al menos ninguno de la Esfera Interior como tú. El clan de los Jaguares de Humo raras veces toma sirvientes. Muchos de entre nosotros creen que eso podría diluir nuestras líneas genéticas, mientras que otros no aprueban que haya guerreros librenacidos de la Esfera Interior entre nosotros. Nuestro nuevo oficial jefe me lo subrayó antes, cuando nos reunimos.

—Sin embargo, usted me tomó como sirviente.

—Yo soy «diferente», Judith. Algo que a nuestro nuevo oficial jefe le encanta comentar. Te vi luchar contra Jez y vi que tenías el corazón del Jaguar latiendo en tu pecho. Luchaste como yo: con osadía. Quedé impresionado. Reclamarte como sirviente fue un acto espontáneo de admiración. Si tuviera la oportunidad, volvería a hacerlo.

Judith lo miró sorprendida.

—No lo entiendo —dijo—. Usted sólo es unos años mayor que yo. Todavía le quedan muchos años en la carlinga.

Trent negó con la cabeza.

—Ahora eres de los Clanes, Judith. He oído relatos de guerreros de la Esfera Interior que seguían luchando incluso tras alcanzar los quinientos años, pero ése no es el estilo de los Clanes. El combate corresponde a la nueva generación de guerreros. A los treinta años de edad, un guerrero está en la cumbre. No tardará en descender y ser reemplazado por otro guerrero más avanzado, nuevo y más joven, con una dotación genética superior. Es el estilo del Jaguar, un estilo que tendrás que aprender.

Trent dijo estas palabras con voz sombría, como si las recitara de memoria sin creer ya en ellas.

Ella lo observó con atención y se fijó en que parecía más cansado ahora, como si las penas del día estuvieran abrumándolo. Decía las palabras que ella esperaba, pero la fuerza que había detrás de ellas parecía debilitada, como si dudase de su justicia. Quiso preguntarle qué les pasaba a los guerreros de más edad pero, dado su estado de ánimo, pensó que sólo empeoraría las cosas.

—Ha mencionado a nuestro nuevo oficial jefe. Supongo que le presentó las pruebas de la manipulación, ¿quiaf?

—Afirmativo —respondió Trent en tono amargo—. El coronel estelar Moon se ha preocupado muy poco por mí o por cualquier evidencia que tú hubieses podido encontrar. Se ha negado a hacer caso de mis protestas y me ha asegurado que ni él ni el Consejo anularían los resultados de una prueba de combate. Y… —Trent hizo una breve pausa— tiene razón. Fui un estúpido por pensar lo contrario.

—Entonces, ¿la cuestión ha sido simplemente descartada?

—Sí, Judith. No obstante, tengo un nuevo mando: una Estrella de guerreros que encabezaré y a los que prepararé. —Al decir esto, pareció erguirse—. Ahora somos miembros de la unidad Atacante Beta, Judith. Me ayudarás a preparar los ’Mechs para la batalla.

Ella asintió con la cabeza.

—Y tal vez podamos dar un par de lecciones a nuestro nuevo coronel estelar, ¿quiaf? Trent esbozó una sonrisa.

—Me gustaría mucho poder hacerlo, Judith.

En silencio, desenvainó su cuchillo de combate de una pequeña vaina que llevaba en el cinto. Ella parpadeó al verlo y se preguntó qué era lo que planeaba.

—Alarga la muñeca —le ordenó. Judith lo hizo, como si sus palabras la hubiesen hipnotizado.

Trent cortó uno de los tres cordones que le rodeaban la muñeca.

—No hemos hablado antes de esto —explicó—, pero cada uno de los tres cordones de servidumbre que llevas te liga a mí, tu superior. El primer cordón es el de la integridad. Lo he cortado porque me has demostrado que eres honorable.

»El cordón central es el de la fidelidad —añadió—. Me has demostrado tu lealtad, pero ésta no se ha puesto a prueba. Cuando suceda esto, también lo cortaré.

»El último es el del poder. Como eres una librenacida de la Esfera Interior, nunca te concederé el derecho de poder cortarlo. Mis pares entre los Jaguares jamás te permitirían servir como guerrera. No obstante, si alguna vez me demuestras tu capacidad de combate, y esto lo juro, también cortaré este cordón… aunque todo el clan se alce contra mí.

Judith se miró la muñeca y luego a Trent, asintió en silencio al ritual que acababa de presenciar. Tiene el potencial que yo debía buscar. Sólo el tiempo me dirá si yo puedo corromperlo, o si él y los Jaguares me corromperán a mí