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Cráter Niederwald, Hyner

Zona de ocupación de los Jaguares de Humo

14 de julio de 3052

La semana pasó como un fogonazo por la mente de Trent. El trabajo de recuperarse físicamente no avanzaba con la rapidez que él esperaba. En varias ocasiones se había desmayado por el excesivo esfuerzo, pero no hacía caso a los medtechs cuando éstos intentaban convencerlo de que se lo tomase con más calma. Trent sabía que no era el momento de reducir su esfuerzo, sino de seguir y seguir más que nunca.

Su sirviente había hecho un buen trabajo preparando su nuevo Timber Wolf, aunque era difícil apreciarlo por su aspecto externo. El Wolf tenía un nuevo blindaje, pero su sirviente no había tenido tiempo de aplicarle un patrón de pintura. Todo lo que podía lucir era una hosca capa de color gris y verde, que a su manera daba un aspecto único al Omni.

Trent estaba complacido con el funcionamiento del ’Mech, sobre todo porque Judith prácticamente no tenía experiencia con la tecnología de los Clanes. Había trabajado duro, enfocando su tarea desde la perspectiva de un guerrero. Más de una vez, había ido a visitarla para mirar sus informes de estado, y la había encontrado sentada en la carlinga, no sólo ejecutando programas de diagnóstico en los sistemas nuevos, sino probándolos de formas que ningún simple técnico podía hacer. Era una ventaja adicional con la que él no había contado, y la respetaba por ello.

Mientras se hallaba junto a la plataforma portátil que se asomaba al cráter Niederwald, vio que la tarea que se presentaba ante él no era nada fácil. Un meteoro había caído en Hyner muchas eras antes de que la humanidad pensara en explorar el espacio. El cráter que se abrió tenía un diámetro de cinco kilómetros, y sus lados y fondo estaban salpicados de rugosos peñascos, rocas y matorrales secos. La competición por el Nombre de Sangre Howell iba a celebrarse en Hyner porque el borde del cráter ofrecía una buena protección al público y su fondo era perfecto para la lucha a corta distancia que era típica de una Gran Contienda.

Blandón Howell, jefe de la Casa de la Sangre de Howell, fue quien seleccionó el lugar. Como líder de la línea Howell, la elección le correspondía sólo a él. Por suerte para Trent, el viaje hasta el cráter fue corto, un tránsito de sólo diez horas a la región ecuatorial donde se encontraba.

El círculo de espectadores formaría el Círculo de Iguales. Cruzar esa línea tras el inicio de la competición significaba el fin de las posibilidades de cada participante. A diferencia de los clanes de Halcones y Lobos, los Jaguares de Humo preferían que sus contiendas tuvieran lugar en emplazamientos donde fuera el combate, y no la salida del campo de batalla, lo que determinara a los vencedores y a los perdedores.

Los demás participantes se encontraban alrededor del borde del cráter. También se había reunido mucho público. La mayoría eran otros guerreros, de los cuales un puñado se encontraban allí porque ya habían sido apadrinados para los próximos juicios por el nombre Howell. Trent vio entre ellos la figura, esbelta como un felino, de Jez. Estaba sola. Los observadores sólo habían venido a evaluar la capacidad de sus potenciales adversarios.

Trent agarró con su mano semiartificial el asa que se encontraba en la pata del Timber Wolf, mientras Judith examinaba una vez más las articulaciones mecánicas de los tobillos y los pies del ’Mech. Trent la había estado observando con admiración en el campo y se sentía satisfecho al ver que se adaptaba tan bien a los Jaguares. El maestro técnico no le había presentado ninguno de los informes sobre reacciones insolentes que eran típicos de los sirvientes de la Esfera Interior. De hecho, Phillip estaba preocupado porque ella se adaptaba demasiado bien.

Trent sólo gruñó cuando Phillip hizo este comentario. Su única idea era que los librenacidos debían de padecer cierto retraso mental por pasar el rato especulando de forma tan ilógica.

Judith se acercó a él mientras guardaba un ordenador de bolsillo en el mono.

—He terminado mi trabajo, capitán estelar —anunció—. No hay nada más que hacer.

Trent asintió. Observó que su dialecto y forma de hablar al estilo de los Clanes habían mejorado. Luego volvió la atención hacia el cráter y los inspectores que estaban saliendo de él; era un indicio de que el combate empezaría pronto.

—Has hecho una buena labor, Judith —reconoció. Podría haber dicho más cosas, pero sabía que era mejor contener los elogios.

—He hecho lo que se me exigió —contestó. No había orgullo en su voz; sólo describía su deber.

—Como sirviente, eso es lo que se espera de ti.

—Ahora va a ir allá abajo y se enfrentará a todos a la vez —dijo, señalando con un gesto la boca abierta del cráter—. Lo he observado toda la semana. Los técnicos que manejan el simulador dicen que sus resultados han sido impresionantes pese a estar recuperándose todavía de la batalla de Tukayyid. ¿Está preparado para esto?

—Sirviente, debes dirigirte a mí como capitán estelar; pero, dado lo mucho que has trabajado esta semana, pasaré por alto tu error. Y, respondiendo a tu pregunta, sí, estoy preparado para conseguir un puesto en la línea de sangre de los Howell. El vencedor de esta Gran Contienda, el único superviviente, obtendrá la plaza de acceso abierto para la competición oficial por el Nombre de Sangre. Luego, a través de rondas sucesivas de juicios de combate, surgirá un vencedor, el destinado a ostentar el Nombre de Sangre Howell.

Judith, siguiendo la mirada de Trent, contempló el cráter.

—Es algo semejante a los combates abiertos en Solaris VII. Supongo que la clave del triunfo radica en sobrevivir más que en causar daños, al menos al principio de la lucha.

Trent hizo una mueca de asco cuando la oyó hablar de Solaris, pero sólo el lado izquierdo de su cara registró su expresión. La piel sintética de la parte derecha intentó torcerse con la izquierda, pero era mucho más rígida, como una máscara de escayola.

—Vuestro Mundo de los Juegos, ese Solaris VII, dejará de existir cuando los Clanes terminen la liberación de la Esfera Interior. Compararlo con la gloria y el honor de la Gran Contienda implica ridiculizar nuestras tradiciones. Aprenderás todo esto con el paso del tiempo, sirviente.

»No obstante —añadió Trent—, tienes razón al afirmar que la supervivencia es el elemento clave de la Contienda. Realicé muchas simulaciones a lo largo de la semana pasada, tratando de encontrar la mejor manera de sobrevivir al combate. Para mí, sucumbir a la tentación de luchar como el Jaguar significaría una muerte rápida.

—¿Qué quiere decir? —preguntó Judith—. ¿Qué significa «luchar como el Jaguar»?

Trent la miró, levantó la vista hacia su ’Mech, y luego contempló de nuevo la vasta extensión del cráter antes de responder.

—Desde mi primer día en el sibko, he sido educado para combatir con el corazón del Jaguar: atacar rápido, luchar con fuerza y matar deprisa. Es el estilo del guerrero Jaguar, el que tenemos durante los juicios y los combates. El Recuerdo nos dice que tenemos tres puntos fuertes: «El salto del jaguar, que derriba al enemigo; las garras del jaguar, que desgarran el corazón de la víctima; y la sed del jaguar de la caliente sangre de su enemigo».

»Sin embargo, en Tukayyid aprendí una verdad que tardaré mucho en olvidar. El estilo del guerrero Jaguar debe incluir también la astucia del animal que nos da nombre. El Jaguar, además de un fiero luchador, es un cazador. No siempre se abalanza rápido y furioso sobre sus víctimas, sino que evalúa a su enemigo y planifica la táctica que le dará la victoria. Ésta será la clave de mi victoria.

Judith asintió y lo miró largo rato, como si descubriera algo que no había visto antes. Trent recogió su neurocasco y empezó a subir a la carlinga del Timber Wolf. Mientras lo hacía, no pudo oír a Judith, que le deseaba suerte.

Trent empezó la competición unos cien metros por debajo del borde del cráter donde se hallaban los espectadores. Había oído el anuncio oficial de la ceremonia de apertura a través de los auriculares, pero había estado ocupado comprobando todos los sistemas de su renovado Timber Wolf una y otra vez. El reactor de fusión ronroneaba detrás y debajo de él mientras examinaba a sus oponentes más próximos, a la espera del fogonazo de la pantalla secundaria que indicaría el inicio de la competición. Cerca de él había un Hankyu en cuclillas, cuyas armas y sistemas de puntería y rastreo estaban concentradas en el grupo de ’Mechs situado junto al fondo del cráter.

A su izquierda se hallaba un Cauldron-Born. Éste pesado OmniMech le preocupaba más. Los sensores le indicaron que tenía una configuración de Clase A, con un mortífero cañón automático Ultra y dos láseres pesados de alcance ampliado. Y, a diferencia del Hankyu, el Cauldron-Born parecía estar explorándolo también a él.

Apareció la señal de color rojo brillante en la pantalla que indicaba el inicio de la Contienda. Trent creyó notar que se le paraba el corazón por unos instantes cuando la vio. Tensó sus músculos y giró su retículo de mira hacia el Cauldron-Born, que ya había empezado a correr hacia él. Los otros treinta y un ’Mechs que tomaban parte en la competición bajaron corriendo al fondo del cráter, haciendo vibrar el suelo con un retumbar constante.

Trent recordó de manera fugaz su última batalla en Tukayyid y el ruido de los misiles explotando a su alrededor. Un sudor frío le recorrió el cuerpo, y apartó aquel recuerdo de su mente. No, esta vez será distinto. Con su brazo casi artificial y su mano empuñando la palanca de mando, asintió para sus adentros con una determinación más fuerte que nunca. Tiene que ser distinto

Disparó sus misiles de largo alcance en el mismo instante en que el sistema de puntería centró el blanco. Cruzaron el campo abierto del cráter, sembrado de rocas y matojos secos, e impactaron en el pecho del robusto Cauldron-Born justo cuando el guerrero frenaba el ’Mech y se preparaba para disparar. Las cabezas explosivas emitieron un ruido seco, pero Trent no prestó atención, porque ya estaba retrocediendo por la ladera para que su Timber Wolf fuera un blanco difícil. No dejó que nada rompiera su concentración, ni los brillantes fogonazos de disparos de CPP ni las explosiones de los misiles en medio de la nube que se levantaba en el fondo del cráter.

El piloto del Cauldron-Born disparó sus dos láseres de alcance ampliado y un láser medio. Los brillantes rayos rojos atravesaron las volutas de humo blanco que se elevaban allí donde lo habían alcanzado los misiles de Trent y abrieron surcos en la ladera de la colina. Los dos láseres pesados fallaron, pero el medio acertó de lleno y golpeó a la izquierda de la carlinga de Trent como una espada. Trent oyó el horrible ruido del blindaje al fundirse y saltar por los aires. El súbito aumento de temperatura le indicó que el disparo había dado muy cerca de la carlinga. Su piel sintética pareció reaccionar al aumento de calor, y notó como si un millar de arañas se pasearan por su brazo y por su rostro.

Trent observó la pantalla secundaria y la conmutó al modo táctico para ver la situación de los otros ’Mechs. La mayor parte de los combates se estaban librando más abajo, en las entrañas del cráter. El Hankyu estaba bajando para unirse a la refriega, al menos por ahora. Trent siguió retrocediendo, manteniendo la distancia entre él y el Cauldron-Born. Si Trent dejaba que el otro ’Mech se acercara en exceso, estaría a merced de su cañón automático Ultra. Y no tenía pensado permitirle eso.

Disparó otra andanada de misiles, esta vez combinada con los láseres. Trent apuntó bajo, con la esperanza de causar la mayoría de los daños en las patas del Mech, que se estaba acercando a él. Un láser falló, pero el otro dio encima de la rodilla derecha del Cauldron, la que estaba más alta en la ladera del cráter. El Cauldron disparó su cañón automático cuando los misiles daban en el blanco. Detrás de él se vio un fogonazo entre los otros competidores: era la señal de que un reactor de fusión había alcanzado el estado crítico.

Las dos primeras salvas del cañón automático pasaron silbando a la derecha de Trent, muy cerca de la carlinga. Empezó a girar el torso del Timber Wolf mientras el resto de los disparos empezaban a impactar en el centro y en la parte derecha de éste. El cañón automático Ultra era un arma mortífera, y era evidente que el piloto del Cauldron-Born tenía una puntería excelente. Los disparos sacudieron y conmovieron el Timber Wolf como si hubiera quedado atrapado en un huracán. Todo el ’Mech se tambaleó bajo el tremendo impacto de la descarga. Trent inclinó la máquina en la dirección de los disparos para que su gigantesca máquina de guerra no cayera al suelo.

La dirección de los proyectiles cambió de forma repentina, y uno de ellos acertó en el enorme afuste de misiles del hombro, mientras los otros daban en la pared del cráter o aun más arriba. Trent se volvió y estaba preparando otra andanada, cuando vio por qué habían cesado los disparos. El Cauldron-Born había tropezado con la pata izquierda en el borde del cráter y había perdido el equilibrio, por lo que su disparo había salido muy desviado. La concentración de fuego de misiles que le había lanzado Trent contra las patas había bastado para que el piloto perdiese el equilibrio. El ’Mech cayó con un fuerte estrépito al fondo del cráter en medio de una lluvia de piedras, polvo y fragmentos de blindaje.

Al mirar la pantalla táctica, Trent vio que otro ’Mech se aproximaba desde abajo o, más bien, estaba saltando hacia arriba. El blindaje del Timber Wolf había sufrido daños importantes durante el anterior ataque, pero él seguía estando en la zona superior del terreno. Al centrar el sistema de puntería en el ’Mech que se acercaba, vio que era el Hankyu, que salía de la batalla que se libraba abajo y estaba a punto de aterrizar junto a él a una distancia casi de quemarropa.

El Hankyu, un ’Mech de treinta toneladas, no era una grave amenaza para Trent, pero la corta distancia prácticamente dejaba inutilizados sus misiles. Trent retrocedió ascendiendo por la pared del cráter, luchando por mantener erguido el Timber Wolf a pesar de la inclinación del terreno. Un parpadeo de los sensores internos le indicó que había un problema en el accionador de la cadera izquierda. La luz parpadeó y volvió a apagarse. La pata parecía responder con cierta lentitud. ¿Cómo podía estar dañada tan pronto? El ’Mech no había sufrido ataques en aquella zona.

El Hankyu aterrizó unos setenta metros más abajo y disparó contra Trent una ráfaga de misiles de corto alcance y rayos de su láser pequeño. La mitad de los proyectiles dieron en las rocas a unos diez metros de distancia, mientras que los otros llovieron sobre sus patas y explotaron como fuegos artificiales. El Timber Wolf se sacudió como si se hubiera desencadenado un terremoto. El láser y el lanzallamas también le acertaron en el centro y en el lado izquierdo del torso. La temperatura de la carlinga subió bruscamente a causa de los impactos, y Trent empezó a sudar de forma abundante.

Giró las ametralladoras siguiendo las indicaciones de los circuitos de localización de blancos de la palanca de mando y bajó el punto de mira hasta colocarlo justo en la cabeza del Hankyu, que se distinguía perfectamente entre los afustes de misiles de los hombros. Trent disparó las armas en una ráfaga continua. Las balas, capaces de perforar un blindaje, y las trazadoras de brillante color anaranjado, dieron de lleno en la carlinga. En condiciones normales, las ametralladoras eran casi inútiles, pero a esta corta distancia eran perfectas.

Trent dejó de ascender por la ladera del cráter y activó el láser tras haberlo recargado. Lo situó en la misma posición de disparo, mientras el Hankyu se tambaleaba por los impactos directos que había sufrido en la carlinga. Trent volvió a disparar cuando el Hankyu lanzaba otra brutal andanada de misiles de corto alcance. Su único láser de pulsación de tamaño medio acertó exactamente en el lugar alcanzado por los disparos de las ametralladoras y penetró por la escotilla de visión con un chorro de luz de color rubí. La carlinga pareció resistir, al menos por un segundo, hasta que hizo implosión. Trent vio la explosión y el fuego en el mismo instante en que los MCA caían sobre su Timber Wolf.

La pantalla de daños le indicó que ningún misil había causado daños graves, pero habían salpicado todo el ’Mech, impactando en brazos, torso y patas. Trent vio que el piloto del accionador de la cadera adquiría un brillo rojo y constante en el dibujo del contorno de su ’Mech. Consternado, se mordió el labio inferior. La pérdida del accionador de la cadera significaba que caminar, que ya era bastante complicado en aquella ladera tan empinada, iba a ser aun más difícil. Miró al Hankyu justo a tiempo de ver que se inclinaba hacia atrás, con la carlinga envuelta en llamas y desprendiendo humo de color negro y verde. No había ningún indicio de que el piloto hubiera saltado, y Trent supo que su disparo había dado en el blanco.

Al mirar su monitor secundario, vio que seguía estando operativo aunque se hallaba bastante deteriorado por la batalla. Cuatro toberas estaban inutilizadas en uno de sus afustes de misiles, pero el blindaje, maltrecho casi por todas partes, no presentaba todavía ninguna grieta. Salvo el accionador dañado, continuaba siendo un combatiente formidable.

Los sensores de corto alcance le indicaron que la batalla seguía desatada en el fondo del cráter. Más de la mitad de los participantes ya estaban fuera de combate o habían muerto. Excelente. Su posición, en la zona exterior de la batalla, era muy buena. No se ganaba la Gran Contienda metiéndose en aquel caos de fuego y muerte.

En uno de los lados, un Nova se elevó sobre sus retropropulsores de salto y aterrizó más o menos a su misma altura en la ladera del cráter. El piloto del Nova también debía de pensar que mantenerse en la zona alta era la clave. Trent examinó las distintas lecturas de su ordenador de combate hasta que vio que el otro ’Mech llevaba su configuración primaria: una docena de láseres medios de alcance ampliado y los correspondientes radiadores para poder soportarlos. Acercarse demasiado era un suicidio.

Trent apuntó hacia arriba, a los peñascos y rocas situados por encima del Nova, que estaba avanzando hacia él. La formación rocosa era infranqueable, pero podía utilizarse como arma. Cuando estaba a punto de disparar, el Nova llegó al límite de su alcance de tiro y abrió fuego con todas sus armas.

En el aire brillaron las luces láser rojas en dirección a Trent. Las patas y los afustes de armas del Timber Wolf vibraban mientras el blindaje se resquebrajaba bajo el impacto. Trent tuvo que luchar con los controles mientras el ’Mech se tambaleaba. Uno de los rayos láser impactó en un lado de la carlinga y un haz palpitante de energía nerviosa brilló entre sus ojos, alimentado a través del neurocasco. Trent cerró los ojos, abrumado por el dolor y tratando de superar la sensación de vértigo y náuseas que era habitual con aquella clase de impactos. Observó cómo se desactivaba el sistema de comunicaciones, dejando un tenue olor a ozono en el aire.

Su andanada de treinta y seis cabezas explosivas de largo alcance despegó, no en busca del Nova, sino de la pared de roca que tenía encima. Acertar a piedras inmóviles era mucho más sencillo que apuntar a un enemigo que se movía y disparaba contra uno. Todo el conjunto de rocas explotó entre una nube de humo y polvo antes de que el otro piloto pudiese reaccionar. El desprendimiento de rocas bajó hacia el Nova y lo embistió de lleno. Las piernas del ’Mech perdieron contacto con el suelo del cráter mientras la parte superior parecía seguir en el mismo sitio. El piloto se esforzó por mantener el equilibrio, pero fue inútil. El Nova se desplomó, pero sólo resbaló unos metros antes de detenerse, dejando un rastro de fragmentos de blindaje destrozados sobre las rocas y el polvo. De forma casi inmediata, el guerrero del Nova empezó a enderezar el ’Mech.

Trent decidió retroceder más para salir del radio de alcance dé las armas del Nova, por si acaso éste conseguía recuperarse. Sin embargo, cuando intentó dar un paso, el accionador de la cadera se bloqueó y quedó inmovilizado. El Timber Wolf sufrió una sacudida mientras una nueva oleada de calor invadía la carlinga. ¡Stravag! Volvió a intentarlo, aplicando más potencia a los músculos de miómero de las patas del BattleMech. Pero la cadera no se movía, y la increíble sacudida que sufrió la máquina casi le hizo perder el equilibrio.

Era incapaz de mover el ’Mech. Si quería ganar, debería hacerlo desde aquel sitio.

Apuntó nuevamente al Nova, al mismo tiempo que éste volvía a ponerse de pie. Ésta vez disparó una intensa ráfaga de fuego láser y su propia serie de misiles. Los rayos láser fueron los primeros en dar en el blanco, impactando en la pata izquierda del Nova, la que más había sufrido el golpe de la caída, muy cerca de la cadera. Cuando los rayos penetraron en la máquina, el verde líquido refrigerante de su interior salpicó e hirvió sobre las brillantes rocas marrones como si fuese sangre. Los misiles se repartieron por todo el cuerpo del Nova, levantando volutas de humo blanco allí donde las placas del blindaje saltaban destrozadas.

El Nova no cayó, sino que se quedó inmóvil tras recuperar la verticalidad. Éste hecho indicó a Trent que le había causado daños considerables, o el ’Mech era incapaz de moverse a causa de un calentamiento general debido a haber disparado todas sus armas; probablemente, se trataba de ambas cosas. De nuevo intentó mover el Timber Wolf, pero la cadera seguía paralizada. El Nova esperó unos momentos sin disparar para enfriarse; luego apuntó con cuidado con el brazo derecho y descargó otra salva de seis rayos láser. Trent apartó la mirada mientras media docena de lanzas rojas de energía láser cruzaban el aire e impactaban en su OmniMech.

Notó que los dos radiadores se averiaban antes de que este hecho quedase reflejado en el indicador de daños de su pantalla. El Timber Wolf emitió un gemido metálico, cuando los afustes de las armas cayeron y saltaron de la articulación del codo derecho. La repentina pérdida de peso obligó a Trent a esforzarse por mantener la verticalidad, porque se inclinaba a un lado. Dos rayos láser acertaron en los pies del Mech; esto sólo complicó las cosas, pero la pericia de Trent prevaleció.

El Nova se estaba calentando de forma excesiva y se disponía a recargar sus láseres cuando Trent abrió fuego con los que le quedaban a él. Los brillantes rayos cortaron como si fueran afilados cuchillos el costado izquierdo del ’Mech, que ya estaba gravemente dañado. Algunas de las fibras de los músculos de miómero saltaron por los aires, privando de fuerza de apoyo a la pata del Nova, que se desplomó de forma definitiva.

De pronto, antes de que Trent pudiera consultar su pantalla táctica, el Timber Wolf se vio sacudido a causa de un ataque por la retaguardia. Todo el ’Mech se inclinó hacia adelante y el suelo se acercó demasiado, mientras Trent luchaba por mantener el equilibrio. Los daños no eran precisamente leves. El blindaje de la parte trasera del ’Mech ya era débil, pero el proyectil había penetrado mucho y había afectado al compartimiento del reactor de fusión. A consecuencia de ello, la temperatura en el interior de la carlinga había subido cinco agobiantes grados. Trent giró el torso y vio el causante del ataque: un Mad Dog que estaba montando unos amenazadores rifles Gauss. Es uno de los últimos, por no decir el último superviviente de la batalla de allá abajo. Eso hace que este guerrero sea aun más peligroso.

El Mad Dog disponía de dos de aquellos rifles mortíferos, pero sólo había usado uno. Trent no esperó a que centrara su sistema de puntería sobre él, sino que apuntó obedeciendo a su instinto y disparó todas sus armas. La mitad de los misiles y los láseres fallaron, pero los restantes bastaron para destrozar el ya deteriorado Mad Dog y demostrarle a su piloto que la cosa iba en serio. Trent consultó sus sensores y sonrió con aire triunfal: el Mad Dog y él eran los últimos que se mantenían en pie. El Mad Dog había salido victorioso del combate que se había librado hasta entonces en el fondo del cráter. Trent sabía que sólo tenía que derrotar a este enemigo y el camino hacia un Nombre de Sangre sería suyo. Pensó apresuradamente en los posibles movimientos que podía realizar con su paralizado ’Mech.

Activó el reactor de fusión a la máxima potencia y avanzó con la pata en buen estado, en un valiente esfuerzo de sacar al Timber Wolf del lugar donde había quedado. Se oyó un fuerte gemido más abajo a causa del esfuerzo aplicado a la estructura interna del OmniMech. De súbito, el Mad Dog disparó otro cartucho del rifle Gauss, que brilló en el sistema de puntería y rastreo de Trent por una fracción de segundo antes de que chocara con su ’Mech. El disparo acertó en el torso del Timber Wolf como una bala de mosquete supersónica, se hundió en el corazón del ’Mech y chocó contra el reactor de fusión y su recubrimiento. Los controles de seguridad automáticos se dispararon y desactivaron el motor antes de que Trent pudiese reaccionar. Las luces de las pantallas perdieron intensidad y sólo quedaron encendidos los pilotos de emergencia. Notó que el ’Mech se tambaleaba un poco, se inclinaba y caía sobre la ladera.

Todo había terminado. A Trent no le cabía ninguna duda. No habría más Juicios de Nombre de Sangre para él. Había luchado y perdido. Aulló de ira y frustración, y golpeó la consola con los puños. Pero los gritos y los golpes no le iban a servir de nada. Nada podía ayudarlo, pero a Trent no le importaba: su ira era todo lo que le quedaba.

* * *

Judith llegó junto al caído Timber Wolf y, al ver el rostro de Trent, comprendió que estaba más que enojado: estaba ciego de ira. Había salido de la carlinga y se encontraba de pie junto a la destrozada máquina de guerra que ella había compuesto con piezas sueltas. Judith llevaba consigo un equipo portátil de reparaciones y otro de medicinas; pero, por la expresión de los ojos de Trent cuando se volvió hacia ella, comprendió que él no estaba interesado en ninguna de las dos cosas.

Antes de que ella pudiese decir nada, él abrió fuego con sus palabras:

—¡Rata librenacida! El accionador de la cadera izquierda falló durante el combate. De no haber sido por eso, podría haber vencido. Lo que has hecho me ha costado muy caro, ¡y pagarás por tu error!

Judith se sorprendió por sus palabras, pero inspiró hondo y preparó con cuidado su respuesta.

—Le aseguro, capitán estelar, que no dejé de comprobar ese sistema. ¿Tal vez sufrió daños?

¡Neg! No recibí ningún impacto en esa zona —replicó con desprecio. Judith pensó que, si hubiese estado más cerca, la habría golpeado simplemente para descargar parte de la ira que hervía en sus venas. Su destrozado rostro, dominado por la cólera, parecía casi demoníaco.

Con cuidado, se aproximó al OmniMech caído y trepó por la pata para llegar hasta el accionador de la cadera. El análisis de Trent era correcto. Con el controlador de acceso, abrió la placa externa del blindaje para examinar el accionador. Trent, que seguía furioso en el suelo, la observaba en silencio.

El espacio de acceso era estrecho y oscuro, pero una lámpara portátil que llevaba le permitió mirar en el interior del ’Mech. Al levantar la envoltura aislante, vio que el propio accionador estaba fundido. En lugar de haber dos piezas individuales, éstas se habían recalentado hasta tal punto que se habían fundido en una sola, que desprendía tanto calor que Judith podía notarlo sin tocar siquiera el metal. Funcionaba muy bien tanto antes como después de mis reparaciones. Miró más al fondo del panel de acceso y vio el problema de inmediato: la entrada del canal de líquido refrigerante, que pasaba junto al accionador con el fin de mantener fría la cadera, estaba fundida. No había ninguna brecha del exterior, lo que indicaba que se trataba de un fallo interno. Era un sistema tan a prueba de fallos que su mantenimiento era prácticamente inexistente. Alargó la mano hasta el tubo y vio que estaba cortado y cerrado.

Imposible. Se acercó más y vio que el tubo mostraba señales de haber sido quemado. Una sustancia pegajosa lo cubría en los lados que estaban cortados. Tocó la sustancia y la identificó de inmediato. ¡Vaselina! Comprendió enseguida lo que había sucedido. Después de que el maestro técnico Phillip trabajase en el Timber Wolf, ella había dedicado tiempo a repasar con cuidado sus acciones, inspeccionando y diagnosticando todos los sistemas que le había visto tocar. Pura y simplemente, no confiaba en él. Phillip había pasado de ser un sapo despótico y despreciativo, a un hombre dispuesto a todo para ayudarla. A pesar de sus esfuerzos, Phillip había conseguido realizar el sabotaje.

—Capitán estelar, suba, por favor —dijo.

—¿Por qué? —replicó Trent, aún furioso.

—Debe ver esto, señor. Luego se lo explicaré.

Trent tardó cinco minutos en llegar junto a ella y verlo.

—¿Qué significa esto, Judith? ¿Has saboteado mi ’Mech?

—Negativo, señor —respondió Judith, que sintió que aquella insinuación la hacía enrojecer—. Pero, en cierto modo, es culpa mía. El maestro técnico Phillip era la única persona, aparte de mí, que tenía acceso a esta área. Es él quien debe de haber hecho esto.

—¿Hecho qué?

—Éste montón de gelatina probablemente envolvía algún tipo de ácido. Durante una prueba normal de resistencia, el Timber Wolf nunca se recalentaba tanto como aquí, durante la Gran Contienda. Por eso pasó mi prueba. Sabía que él preparaba algo, pero no adiviné que pudiera tratarse de esto.

Trent hizo una pausa para asimilar lo que le estaba diciendo. Las implicaciones eran sorprendentes.

—Quieres decir que nuestro maestro técnico saboteó mi ’Mech de forma deliberada para esta competición, ¿quiaf?

—Sí, eh… afirmativo, señor —contestó Judith—. Era la única persona que tenía el acceso necesario para colocar este dispositivo. También es uno de los pocos que poseen los conocimientos suficientes.

Trent cruzó su brazo natural con el artificial y apartó la mirada para reflexionar.

—Es imposible verificar si dices la verdad —dijo—. El sabotaje sería investigado por el maestro técnico; en este caso, la misma persona a la que acusas de este acto.

—Insisto en que este daño no es una consecuencia del combate, capitán estelar, no importa lo que el maestro técnico diga en su informe.

Judith extrajo el cable del líquido refrigerante para que él pudiese verlo.

Trent sopesó sus palabras y se preguntó si podía fiarse de ella. Judith era nueva entre los Jaguares de Humo… y, además, una sirviente de la Esfera Interior. Era posible que estuviera mintiendo, ¿quiaf? Escrutó su rostro y recordó las escasas veces que había hablado con ella. Lo que sugería era inconcebible, pero Trent era consciente de que, para ella, sabotear su ’Mech sería un suicidio. Por lo que había visto de ella en el campo de batalla, Trent sabía que, si buscaba la muerte, la podría haber encontrado allí con facilidad.

—El maestro técnico… ¿a quién pertenecen los ’Mechs de los que es personalmente responsable, Judith? —le preguntó.

Judith hizo un esfuerzo por recordar antes de responder.

—Está a cargo de la armadura del coronel estelar. Y el ’Mech que cuida pertenece a alguien llamado Jez.

Por supuesto. Era todo lo que Trent necesitaba oír. Tal vez era imposible demostrar la traición, pero estaba seguro de que Jez, de algún modo, había maquinado todo esto. Furioso, golpeó la placa ferrofibrosa del blindaje del caído Timber Wolf con su puño semiartificial. El sonido se expandió por el cráter vacío, resonando como una campana de muertos, y se apagó de forma gradual en el crepúsculo.