Aunque George R. R. Martin sea desde hace más de treinta años uno de los escritores más importantes en diversos géneros y haya ganado premios Hugo, premios Nébula y premios World Fantasy, es ahora cuando puede decirse, sin asomo de duda, que ha llegado a lo más alto.
La señal inequívoca de ello es que, hace poco, la frase «¡El nuevo George R. R. Martin!» sirvió para promocionar el libro de otro autor. Cuando un escritor tiene tanto éxito y sus libros se venden tanto que los editores incitan a comprar el libro de otro autor diciendo que es como los suyos, es que es un Escritor Importante, con mayúsculas, y el hecho ya no admite discusión.
Si no me creen, piensen en los nombres de otros autores que se invocan después de decir «El nuevo…» para vender libros: J. R. R. Tolkien, Robert E. Howard, H. P. Lovecraft, Stephen King, J. K. Rowling… Es una lista abrumadora por lo selecta, pero nadie discutirá que George Martin, quien se ha convertido en uno de los autores modernos de fantasía más vendidos y asimismo más aclamados por la crítica gracias a su saga épica Canción de hielo y fuego, está en ella por derecho propio. Aunque si se lo hubieran dicho al joven George, al principiante entusiasta e inédito, seguro que no se lo habría creído; ni siquiera se habría permitido soñar que pudiera suceder nada parecido.
Otra cosa que el joven George no se habría creído (y esto es algo que seguramente no saben sus millares de admiradores y que la presente recopilación quiere poner de manifiesto) es que llegaría a destacar no en uno, sino en varios géneros. Ha tenido una trayectoria más que digna como escritor de ciencia ficción, de terror y de fantasía; como guionista y productor de televisión, y como creador, coordinador y compilador de la serie de antologías originales ‘Wild Cards’, que ya ha sacado el vigésimo primer volumen y va camino del vigésimo segundo. Muchos profesionales se darían por satisfechos e incluso alardearían si consiguieran lo que ha conseguido Martin en cualquiera de estos campos.
Pero Martin, el muy codicioso, no. ¡Él tenía que destacar en todos!
George R. R. Martin nació en Bayonne (Nueva Jersey), vendió su primer cuento en 1971 y no tardó en convertirse en colaborador habitual del Analog de Ben Bova con relatos tan vividos, cautivadores y emotivos como «Cuando llega la brumabaja», «Y siete veces digo: al hombre no matarás», «Esa otra clase de soledad», «Tormentas de Refugio del Viento» (escrito a cuatro manos con Lisa Tuttle, y más tarde ampliado y convertido en la novela Refugio del Viento), «Desobediencia» y muchos más, aunque en aquella época también escribió para Amazing, Fantastic, Galaxy, Orbity otras publicaciones. Gracias a una historia que escribió para Analog la espectacular novela corta «Una canción para Lya», ganó su primer premio Hugo en 1974.
A finales de la década de los setenta ya era el escritor de ciencia ficción más influyente y estaba escribiendo sus mejores obras de este género (algunas de las cuales fueron las mejores obras del género de aquel periodo): relatos como el famoso «Los reyes de la arena», que quizá sea su cuento más conocido y con el que ganó el Hugo y el Nébula en 1980; «El camino de la cruz y el dragón», que le valió el Hugo también en 1980 (aquello lo convirtió en el primer autor que recibió dos Hugos por obras de ficción el mismo año); «Hieles de tierra»; «La ciudad de piedra»; «Starlady», y otros. Estos relatos se recopilaron en el volumen titulado Los reyes de la arena, una de las compilaciones más impresionantes de aquella época. Para entonces ya apenas publicaba en Analog, aunque más adelante, en los años ochenta, esta revista (dirigida entonces por Stanley Schmidt) publicaría una larga serie de cuentos sobre las desternillantes aventuras interestelares de Haviland Tuf, que más tarde se recogerían en el libro Los viajes de Tuf, así como unas cuantas obras sueltas de gran fuerza literaria, como la novela corta «Nómadas nocturnos». Pero la mayoría de sus trabajos de finales de los setenta y principios de los ochenta se publicarían en Omni, la revista que mejor pagaba la ciencia ficción en la época, el eslabón más alto de la cadena trófica de los relatos cortos. (A finales de los setenta publicó también la memorable Muerte de la luz, su única novela de ciencia ficción escrita en solitario).
En la primera mitad de los ochenta, la carrera de Martin empezó a tomar otros derroteros que lo alejarían del camino que se había trazado en los setenta. El género del terror estaba consolidándose ya como una categoría editorial independiente y vivía una época de esplendor, y dos de las novelas más originales y singulares de aquel periodo son suyas: en 1982 escribió Sueño del Fevre, una inteligente historia de suspense ambientada en un entorno histórico magistralmente descrito, que aún hoy sigue siendo una de las mejores novelas modernas de vampiros, y en 1983, la larga y ambiciosa The Armageddon Rag, «apocalipsis de terror y rock’n’roll». Aunque muchos sigan considerándola un clásico de culto, The Armageddon Rag fue un desastre comercial y casi puso punto final a su carrera como novelista de terror. De todas formas, durante un tiempo siguió publicando relatos de este género, y más adelante ganaría el premio Bram Stoker por el cuento «El hombre con forma de pera» y el World Fantasy por la novela corta sobre licántropos «Tráfico de piel». (Aunque el terror de Martin casi siempre se centrara en lo sobrenatural, en aquel periodo también escribió interesantes híbridos de terror y ciencia ficción, como las mencionadas «Los reyes de la arena» y «Nómadas nocturnos», dos de las mejores historias de este tipo jamás escritas, ambas perfectamente clasificables como ciencia ficción y como terror).
Pero el gran auge del terror de los ochenta empezó a decaer; las librerías fueron vaciando las estanterías que habían llenado pocos años antes con novelas de aquel género, y los editores empezaron a cerrar los sellos dedicados a él. Probablemente todo aquello afianzara la decisión de Martin de apartarse del terror. En realidad, poco a poco se apartó de la palabra impresa en general y se trasladó al mundo de la televisión. A mediados de los ochenta trabajó como guionista en la nueva etapa de la serie La dimensión desconocida, y más adelante, pasó a formar parte del equipo de producción de la popularísima serie de fantasía La bella y la bestia.
Su gran éxito como escritor y guionista en el mundo televisivo hizo que apenas tuviera contacto con el mundo literario en la segunda mitad de los ochenta (aunque en 1985 ganara otro Nébula por el relato «Retratos de sus hijos») ni durante buena parte de los noventa, excepto como editor de ‘Wild Cards’, la serie ambientada en un universo compartido y que llegó a los quince volúmenes antes de interrumpirse a finales de la década (ha resurgido con el nuevo siglo tras una pausa de siete años, de modo que, en el momento en que escribo estas líneas, ‘Wild Cards’ vuelve a estar en activo). Para entonces, decepcionado con el mundo de la televisión, después de que su serie Puertas no llegara a ver la luz, Martin volvió al mundo literario con la novela de fantasía Juego de tronos, publicada en 1996 con tanto éxito que se convirtió en uno de los títulos de género más vendidos del año.
El resto, como suele decirse, es historia. Historia de cariz fantástico, pero historia.
¿Qué hace que Martin cautive a lectores de tantos ámbitos diferentes? ¿Qué cualidades tiene su obra que los atrapa, sea cual sea la historia que decida contar?
Para empezar, ha sido siempre un escritor profundamente romántico. En sus obras no hay ni rastro del minimalismo árido ni de los juegos fríos e irónicos de la posmodernidad que tanto gustan a muchos escritores y críticos actuales. No, en su lugar encontramos historias con una estructura argumental sólida, llenas de conflictos emocionales, contadas con destreza por un narrador nato; historias que atrapan desde la primera hasta la última página. Encontramos aventuras, acción, conflictos, historias de amor y sentimientos muy intensos: amores obsesivos y trágicos, odios sombríos y eternos, deseo insaciable, devoción al deber hasta en las puertas de la muerte, explosiones inesperadas de delicioso humor… Y algo que hoy día escasea incluso en la ciencia ficción y la fantasía (no digamos ya en la narrativa general): el gusto por la aventura en sí, por lo raro y lo pintoresco, por plantas y animales inauditos, por escenarios exóticos, por tierras desconocidas, por costumbres extrañas y habitantes aún más extraños. Y todo ello, conducido por el ansia insaciable de ver qué hay más allá de aquella colina o qué nos espera en el siguiente mundo.
Resulta obvio que Martin es heredero directo de la tradición de la vieja Planet Stories. Sus influencias más evidentes proceden de Jack Vanee y Leigh Brackett, aunque también se reconocen en su obra rasgos de escritores como Poul Anderson y Roger Zelazny. Pese a su largo paso por Analog, la ciencia y la tecnología no tienen un papel importante en sus escritos; por el contrario, el énfasis se encuentra en el colorido, la aventura, el exotismo y las historias de amor. En su abarrotado universo, las razas alienígenas y las sociedades humanas han evolucionado siguiendo rumbos extraños, aisladas unas de otras, y la tensión dramática suele provenir de la incapacidad de una cultura para comprender los valores, la psicología y las motivaciones de otra.
Colorismo es quizá el concepto que mejor describe los mundos de Martin, y el lector que se deje llevar por él conocerá algunos de los lugares más fascinantes de la fantasía y la ciencia ficción contemporáneas: asistirá a una brumabaja en el Castillo Nube de Tinieblas, recorrerá las interminables llanuras de hierba del mar dothraki, caminará por el frío laberinto de la ciudad de piedra, navegará por los aterradores y mortíferos océanos de Namor o presenciará el ocaso en los Lagos Altos de Kabaraijian…
Pero el motivo fundamental de que tantos lectores se sientan tan atraídos por las obras de Martin son los personajes. Ha creado una galería de personajes maravillosamente vividos (a veces conmovedores, a veces grotescos, a veces conmovedores y grotescos) que casi ningún escritor ha conseguido igualar, una galería tan rica y variada que recuerda la de Dickens: Damien Har Veris, el confuso y atormentado inquisidor de la Orden Militante de los Caballeros de Jesucristo, en «El camino de la cruz y el dragón», y su superior, el Gran Inquisidor Torgathon Nueve-Klarüs Tün, inmenso, acuático y de cuatro brazos; Shawn, la desesperada superviviente que huye de lobos de hielo y vampiros por un paisaje desolado en un invierno eterno hacia un peligro más extraño y sutil en «Hieles de tierra»; Tyrion Lannister, el enano maquiavélico que decide el destino de naciones enteras en Choque de reyes; Simón Kress, el jugador obsesivo y despiadado de «Los reyes de la arena»; el fantasma melancólico de «Recordando a Melody»; el inolvidable, grotesco y horripilante hombre con forma de pera del relato del mismo título; Lya y Robb, los enamorados telépatas sin futuro de «Una canción para Lya»; Haviland Tuf, el neurótico y astuto ingeniero ecológico albino que posee en sus manos el poder de un dios en la serie de Los viajes de Tuf; Daenerys de la Tormenta, hija de reyes y khaleesi a su pesar de un khalasar dothraki, dispuesta a afrontar su destino como la futura Madre de Dragones, y muchísimos más.
Martin quiere a todos sus personajes, incluso a los escuderos y a los villanos, y ese cariño hace que nosotros los queramos también.
Cuando un escritor domina este truco de magia, ya no necesita más. Precisamente este truco es el que le permite formar parte de la lista de autores que gozan de su propio «El nuevo…». Y eso es lo que hace que, elija el género que elija, la gente lo lea… y quiera volver a leerlo.
Gardner Dozois