XIX

Los periódicos de la costa oeste aparecieron primero. Luego los de la mañana. Más tarde los de la capital y los diferentes periódicos locales. Al final llegaron las revistas semanales y el canal de la televisión regional.

Y quedaron divididos en dos.

El primer grupo estaba de acuerdo con el Tæring Martes: éramos unos agitadores ingobernables y debían encerrarnos en un correccional. El segundo grupo empezó a murmurar, para sorpresa nuestra, sobre arte y sentido de la vida, mientras que el último se inclinaba más bien hacia el mismo lado que los primeros. El debate a favor y en contra no tardó en coger un ritmo atropellado.

¡A favor! ¡En contra! ¡A favor por en contra!

No entendíamos la intensidad de la furia y las palabras tanto de los «a favor» como de los «en contra». Y gentes de todo el país, pero mayormente de la capital, aunque nunca antes hubieran mostrado interés alguno por Tæring y sus alrededores, iniciaron una peregrinación hasta aquí. Un hecho consumado fue que la furia y las palabras a favor y en contra hacían crecer la importancia del montón de significado. Pero lo que era más importante aún: con toda esa prensa y las visitas de los críticos de arte, de una pila de gente refinada y de unas cuantas personas corrientes, la policía se vio obligada a abrir la serrería y permitir las visitas de las doce a las dieciséis horas cada día.

Ahora le resultaba fácil a Pierre Anthon acudir a ver el montón de significado.

Con lo que no habíamos contado era con que Pierre Anthon no quería.

—Nada importa, y no vale la pena preocuparse por nada. Ni tampoco por vuestro montón de cachivaches —eso fue todo lo que dijo.

Hiciéramos lo que hiciéramos no lo sacábamos de sus trece. Cada vez que intentábamos seducirlo o amenazarlo para que se acercara, la respuesta era una y siempre la misma: ¡No!

Nos decepcionó muchísimo.

Sí, tanto que casi nos arrebata el coraje, porque su actitud lo desposeía todo de significado: Oscarito y la inocencia y Cenicienta y el dedo de Jan-Johan y el pequeño Emil y la Dannebrog y el pelo azul de Rikke-Ursula y todo lo demás allí en el montón de significado. Y no servía de nada que más y más personas pensaran que el montón significaba algo, ni que ya no se nos mirara con malos ojos, ni nuestros padres ni los profesores ni la policía.

Lo intentamos una y otra vez.

Algunas veces en grupos y otras veces toda la clase (exceptuando el piadoso Kai que se había condenado a sí mismo a ayudar en misa y a mantener arresto domiciliario cuatro días más que nosotros). No había nada que hacer. Ni siquiera sirvió de nada que la prensa sueca, luego la noruega y la de los demás países nórdicos junto a la mayoría de la prensa europea y más tarde de la norteamericana, y finalmente de la prensa de todo el mundo, vinieran a Tæring y nos convirtieran en algo.

Y algo era igual a alguien.

¡A pesar de lo que Pierre Anthon dijera!

Había sido emocionante que el Tæring Martes escribiera sobre nosotros. Fantástico que la prensa nacional llegara y entre ellos empezaran a pelearse y discutir sobre el montón de significado, pero fue del todo increíble y de significado extremo cuando apareció prensa de todo el mundo. Normalmente enero en Tæring no era un mes de festejos. Ese año enero no acababa.

Enero.

Enero.

Enero.

Enero.

Y en febrero continuó siendo enero, incluida la cuaresma; hasta el 1 de marzo fue enero.

Nos fotografiaron por delante, por detrás y de lado, tanto desde un ángulo inferior oblicuo como desde uno superior. Los fotógrafos nos perseguían para obtener la mejor sonrisa, la más inteligente de las arrugas, de la frente, el gesto más magnífico. Los periodistas llamaban de día y de noche a nuestra puerta, y los canales de televisión de todos los países habidos y por haber situaban sus cámaras afuera de la escuela y nos filmaban cuando entrábamos o salíamos. Incluso Jan-Johan estaba satisfecho y levantaba valiente el muñón vendado mostrándolo a todos los fotógrafos para que la falta del dedo índice pudiera ser inmortalizada aquí y allá.

Pero más que nada, periodistas y fotógrafos acudían masivamente a la serrería en desuso para halar la propia perspectiva del fenómeno.

El montón de significado empezaba a ser del dominio público.

Todo el mundo estaba impresionado. Todos a excepción de Pierre Anthon.