XIV

Hacia la medianoche, cuando los invitados comenzaron a bastarse por sí solos, y Geralt y Yennefer, libres del ceremonial, pudieron mirarse tranquilamente a los ojos, las puertas se abrieron con un estampido y entró en la sala el bandolero Vissing, conocido comúnmente por el pseudónimo de Paf-Paf. Paf-Paf medía unos dos metros, tenía una barba hasta la cintura y la nariz de la forma y el color de un boniato. El bandolero llevaba a un hombro su famosa maza Pajita y al otro un enorme saco.

Geralt y Yennefer conocían a Paf-Paf desde hacía mucho tiempo.

Sin embargo, ninguno de ellos había pensado en invitarlo. Se trataba evidentemente de obra de Jaskier.

—Bienvenido, Vissing —dijo la hechicera con una sonrisa—. Muchas gracias por acordarte de nosotros. Toma asiento.

El bandolero hizo una distinguida reverencia, apoyándose en Pajita.

—Muchos años de felicidad y un montón de críos —anunció con fuerte voz—. Eso es lo que sus deseo, amigos. ¡Cien años de felicidad, qué coño digo, doscientos, joder, doscientos! Ah, cuán contento estoy, Geralt y vos, doña Yennefer. Me daba a mí siempre que sus ibais a acabar casando, y eso aun cuando andabais to el día de gresca y sus ladrabais lo mismito, lo mismito que, mejorando lo presente, los perros. La puta, pero qué digo yo…

—Bienvenido, bienvenido, Vissing —dijo el brujo mientras servía vino en la jarra más grande que había por los alrededores—. Bebe a nuestra salud. ¿De dónde vienes? Corría el rumor que estabas en la trena.

—Y he salido. —Paf-Paf bebió con gusto, dio un hondo suspiro—. He salido por, joder, cómo coño lo llaman, ah, sí, caución. Y aquí, amigos, hay un regalillo para vusotros. Tomar.

—¿Qué es? —murmuró Geralt, mirando el gran saco en el que algo se movía.

—Lo agarré por el camino —dijo Paf-Paf—. Lo pesqué en el güerto ese, ande está la moza esa en pelotas, toa de piedra labrá. Sabéis, esa que está toa cagá de palomas…

—¿Qué hay en ese saco?

—Un diablo, por así decirlo. Lo agarré pa vosotros, como regalo. ¿Tenéis aquí una casa de fieras, no? Pues lo disecáis y lo llenáis de paja, y así se asombrarán vuestros güéspedes. Vaya un ganao listo, el tal diablo, ya sus digo. Va y dice que se llama Schuttenbach.