—¿Has sido tú quien ha invitado a Triss Merigold?
—No. —El brujo meneó la cabeza, contento del hecho de que la mutación de sus capilares le imposibilitaba ruborizarse—. Yo no. Sospecho que fue Jaskier, aunque todos ellos afirman que se enteraron de la boda por los cristales mágicos.
—¡No quiero que Triss esté en mi boda!
—¿Por qué? Pero si es tu amiga.
—¡No me tomes por tonta, brujo! ¡Todo el mundo sabe que te has acostado con ella!
—¡Mentira!
Los ojos violetas de Yennefer se encogieron peligrosamente.
—¡Verdad!
—¡Mentira!
—¡Verdad!
—Está bien. —Él se dio la vuelta con rabia—. Es verdad. ¿Y cuál es el problema?
La hechicera guardó silencio por un instante, jugueteando con la estrella de obsidiana que llevaba sujeta en negro terciopelo.
—Nada —dijo por fin—. Pero quería que lo reconocieras. No intentes nunca mentirme, Geralt, nunca.