Estos cuadritos al cromo,
lector, tan coloreados,
son mis soldados de plomo
con que juego a los soldados.
Porque el cansancio no mine
mis secas filosofías,
yo, lector, tengo mi cine
para los lluviosos días.
Tomo una filosofícula
y unos fantoches de péndola,
y me ruedo mi película,
viéndola a la vez y haciéndola.
Y aunque mi profesoral
crédito mengüe con eso,
¡qué quieres!… padezco el mal
de ser de carne y de hueso.
Quien canta, su mal espanta;
yo canto en ese motivo;
el abad, si canta, yanta:
yo de lo que escribo, vivo.
Porque ya el aire no sopla
que antaño halagos y estragos
soplaba por esta copla
de por allá por mis pagos.
«Nunca hay cosecha sin siembra,
ni se puede arar sin buey;
cosecha, pero no siembra,
el cura, porque es su ley».
Los hay, y algunos he visto,
que lo que no dan, cosechan.
Yo soy de los otros, ¡Cristo!,
que siembran y no cosechan.
Pero piden la edición.
Dicen que hace bien. Por ende,
que me valga la intención,
y a ti, que te coma el Duende.
¡Rima maldita! Perdón.
No quise ofender. Por tanto,
que me valga la intención
y a ti te haga Dios un santo.