En la mitad de la vida,
tan-tan, una campanada:
—¿Quién es? —Soy tu prometida
la Muerte… —¡Oh, pálida Amada!
¿Tan pronto? ¡No tengo nada!
¡No me gusta dese modo!
—Ajuar, arras y arracada,
la novia corre con todo.
—Soñé un dios de pedrería,
y salí estatua de lodo…
—¡Entrégate! La hora es mía,
y es el último acomodo.
—Con el Placer, la Alegría
ganar quise negociante.
¡Perdí!… y con la sangre mía
merco el Gozo fulgurante.
—Dios Padre quiera los huamos
de tu limo hacer diamante.
—Madre del Valle, los ramos
mirra y azahar fragante.
La luna por los retamos
vierte su livor cruel.
Yo y la Muerte nos besamos.
Y la luna era de miel.