Yo no te veo, pero Tú me ves,
Padre Invisible, estar en tu presencia
pensando en nada y tonto como tres,
nervioso y bruto es mi más alta ciencia.
Y presentar, no con mucha altivez,
del Teratólogum de la conciencia,
piezas de mi nativa estupidez,
locuacidad que tu temor silencia.
Antes ha de olvidar, oh Primer Padre,
la casadita al bebe que levanta
y que en grito y dolor la selló madre[12],
que Tú a la pobre vida que no canta
y que, quebrada y fea ante tu faz,
te da cuenta de un mundo que no aguanta.
Y te dice que ya no puede más.