Canción del corazón corajudo

A uno, si le cortan la pata, andar puede pata de palo;

si le sacan un ojo, no queda ciego;

si le estorba la diestra mano, con un gancho ya no es tan malo:

se la corta y se la echa al fuego…

Pero hay una cosa que si la tragas, estallas y ardes,

y bien lo sabe el que esto escribe

en versos como los Jargotes que inventó Paco Luis Bernárdez:

el que no resuella no vive.

Cuanto más quieren que me muera, menos quiero yo morir;

no me da por darles el gusto.

Morir cuando es hora, pues fina por fin la cuerda del vivir;

morir porque Dios quiere, es justo;

pero morir porque le hago sombra sin querer a un pavo, morir por el hecho que hay sol,

morir porque tengo otra alzada —Dios la hizo— que un enano esclavo,

eso tiene más de un bemol.

Fui a pedir a mi madre un pan, y enseguida me dio una piedra,

una víbora y un escorpión;

fui a buscar la casa mi padre, peregrino que nada arredra

y en la puerta encontré un dragón;

me enfermé en el medio del desierto de Sahara, y era la enfermera y el médico yo;

sentí bajo un molle que arreo se enmollecía mi mollera…

pero entonces dije: ¡NO!

Un sacerdote no hái permitir haga la Iglesia una cochinada

a nadie, ni siquiera a él.

(No soy digno de haberlo sido; pero ya hecho, la sagrada sotana se me ha vuelto piel).

Un sacerdote no hái permitir que la Iglesia sea violada en su belleza y su recato;

y si para cubrir un barro tu sangre misma es requisada, eso está dentro del contrato.

Y después, que uno es argentino ¿qué va a hacer? Uno es argentino,

nacido entre La Plata y el Chaco.

Es uno como Dios lo ha hecho, y aun peor, porque yo imagino

que uno no es flamenco-polaco.

Nadie puede volver a nacer, no cambia uno su natura, si Dios no lo mata y suscita;

y si no es posible añadir ni un palmo solo a la estatura, mucho menos hacerle quita.

La autoridad puede matarnos, si ella quiere; ella viene de Dios;

pero no imponer el suicidio.

A un Gran Visir nunca hay que irle con poesías así inter nos

como hacía Virgilio a Ovidio.

Pero nadie puede imponerme que yo me suicide a mí mismo,

y menos mentira o cohecho.

Yo me confieso pecador, mas no puedo ni ante un abismo confesar lo que yo no he hecho.

Envío

¡Oh Gran Visir! ¿Quedará mucho dentro de una centuria y media

de vos y yo? Quedará poco.

Ya estoy viendo la parte cómica de toda esta tragicomedia,

Y QUE YA NO ME VUELVO LOCO.