Un día, si es que no he de andar huyendo
siempre en exilio, me verás sentado
junto a tu huesa, hermano mío, gimiendo
tu fin injustamente anticipado…
Tu fin que fue mi fin, oh hermano, siendo
tú mi mejor amigo, esquife dado
al náufrago por Dios en golfo horrendo,
tutor preciso al huérfano sagrado.
No temí la tormenta por tu abrigo,
y ella me azota aún tozudamente,
después que dio al través antes contigo,
cuando estaba en sazón tu noble mente.
Médico y guarda mío, estoy doliente:
mírame desde el cielo, mi sapiente
menor hermano, mi mejor amigo.
El autor.
Manresa, 1948.