La magia está indisolublemente ligada a la brujería en los sutiles hechizos que realizamos y que nos ayudan en nuestra vida cotidiana, y también en aquellos más ambiciosos cuyo destinatario es la Tierra. La mayoría de las brujas no podrían vivir sin practicarla y a ella le deben el camino que han escogido. Pero, a pesar de que sabemos que la magia existe, en ocasiones los conjuros no salen como esperamos.
Para entender por qué sucede esto, tenemos que abordar algunos de los principios básicos de la magia. Aunque solemos decir, con razón y orgullo, que en la brujería no hay largas listas de prohibiciones, existen, sin embargo, una serie de normas o de reglas que gobiernan su uso. No se parecen, por ejemplo, a las leyes que instituyen un país y que sirven, sobre todo, para frenar los impulsos de los individuos antisociales, sino más bien a las de la naturaleza. Son pautas que, si no se observan, convertirán la magia en algo poco fiable y menos práctico. Estoy convencida de que estarás familiarizada con algunas de ellas, no obstante, las repetiré como he venido haciendo con otras muchas cosas en este tratado mágico. Al igual que vas adquiriendo talentos que mejoran tu brujería, también adquieres una percepción y una comprensión mayores, y, si te tomas algo de tiempo para revisar algunas de las cosas que aprendiste en los primeros días, descubrirás seguramente que la experiencia que tienes ahora sobre ellas es mucho más profunda.
La Rede Wicca: quizá el principio más citado en la brujería sea «Haz lo que quieras, mientras no dañes a nadie». A primera vista, lo que nos quiere decir es que la magia no debe utilizarse para perjudicar a la gente. Tiene sin embargo, un segundo significado que es igual de importante: es tu voluntad la que la hace funcionar. Estoy hablando, por supuesto, de la auténtica, y no de un deseo simplón o de una idea frívola. El fragmento «… mientras no hagas daños a nadie» es bastante controvertido, en parte porque es casi imposible que nadie resulte perjudicado en el proceso. En cualquier caso, la versión con la que todos solemos estar de acuerdo es la de no dañar deliberadamente, o evitar hacerlo teniendo en cuenta todas las posibles consecuencias de nuestros actos. Yo, por supuesto, no puedo responder por ti, pero me sentiría muy culpable si mi magia le causara mal a alguien. Algunas versiones de la Rede añaden lo siguiente «… a menos que sea en defensa propia, y siempre tendrá presente la Ley de Tres». Es evidente que la Rede no puede evitar que yo utilice la magia defensiva para protegerme yo o a otros, ¡como tampoco lamentaría que un ladrón se hiciera daño al intentar escalar mi hermoso y espinoso arbusto!
Ley de Tres: «Cada una de tus acciones, sea buena o mala, te será devuelta por triplicado». Una anciana muy respetada en la brujería me comentó una vez que no estaba de acuerdo con este principio porque dudaba de que las brujas fueran escogidas con algún propósito divino. Yo creo que la Ley de Tres no se refiere específicamente a las brujas o a su magia, y lo interpreto de esta manera: «Siembra y recogerás». O, dicho de otro modo: si haces el bien, te ocurrirán cosas buenas. Durante una época trabajé en una tienda donde teníamos una caja en la que recogíamos donaciones; por desgracia, la gente no colaboraba demasiado. Un buen día decidí grapar una copia de la Ley de Tres junto a la caja y, al poco, los clientes empezaron a hacer donaciones sistemáticamente, a pesar de que la mayoría ni siquiera pertenecía al mundillo de la brujería. Es evidente, por tanto, que su significado nos aparece a todos certero a pesar de nuestras creencias. Estoy casi convencida de que estar ley la hemos importado del misticismo oriental, aunque es innecesaria si ya sigues los principios de la Rede.
Reglas mágicas o del mago[2]: «Saber, desear, arriesgar y guardar silencio».
- Saber: Significa, básicamente, que necesitas reunir conocimientos para poder practicar la magia; no solo sabiduría técnica que te permita crear hechizos, sino también la seguridad de que funcionará. Si tienes dudas, éstas influirán negativamente en tu trabajo, impidiendo que los resultados sean eficaces. La magia surge si quien la practica cree en ella, a pesar de que los que están a su alrededor pueden no hacerlo. Sin embargo, esta incredulidad también supone un obstáculo para ella.
- Desear: Significa que debes quererlo realmente (como se especifica en la Rede); debes anhelarlo con cada fibra de tu ser. Y, como ocurre en el caso anterior, si te sientes insegura, no hagas nada, porque tus vacilaciones interferirán en la magia.
- Arriesgar: Tienes que hacerlo; aunque a veces te he dicho que los hechizos se ponen en marcha cuando los planteas, ¡no surtirán efecto si no los llevas a cabo!
- Guardar Silencio: Debes mantener en secreto lo que haces. Este aspecto suele confundir a muchas personas porque, al fin y al cabo, si trabajas en grupo, todos los presentes saben que conjuras. Quizá la mejor manera de explicarte lo que significa es poniéndote un ejemplo: cuando estás furiosa o muy triste, tus sentimientos son extremadamente fuertes, pero después de contárselo a un amigo íntimo, empiezas a sentirte mejor y estas emociones pierden intensidad. La energía mágica se disipa de una manera parecida. Cuantas más personas sepan lo que pretendes hacer, más dudas aparecerán y producirán una energía independiente que puede influir sobre el resultado o diluir la energía de tu hechizo. Esto explica por qué, cuando se trabaja en grupo, todos tienen que estar de acuerdo. E, incluso en este caso, al terminar es mejor no decir nada.
Otros factores pueden influir en la magia:
A pesar de seguir todos estos consejos, nuestros hechizos quizá no funcionen como esperamos. La razón más común suele ser la falta de previsión. Si no planeas todo el proceso cuidadosamente, tampoco conseguirás lo que deseas. A menudo cuentan una historia apócrifa en la que una persona practicó la magia con la intención de conseguir oro y lo que obtuvo a cambio fueron unas flores doradas, un pez dorado y una pequeña moneda. Puede ocurrir también que el resultado que buscábamos se trunque y acabe transformándose en una cadena de acontecimientos totalmente impensados. Éstas son sólo unas cuantas razones por las que debes recordar que es fundamental que planifiques lo que vas a hacer.
De modo que, cuando creas que tienes una buena razón para hacer un hechizo, reflexiona antes de ponerte mano a la obra. Estoy de acuerdo en que algunos asuntos son urgentes, pero son los menos habituales. Al escribir esto me cuesta imaginar algún ejemplo al que no le beneficiarán diez minutos de meditación. Pero si llega el momento en el que tienes dudas, hazte una pregunta: ¿qué sería lo peor que podría ocurrir si me paro a pensar?
Existen, sin embargo, una serie de pasos bastante definidos que te pueden ayudar en este sentido:
Cuando tengas planeado llevar a cabo un encantamiento, empieza por pensar detenidamente en el problema y en sus causas. Muy pocas cosas en esta vida son tan inminentes como creemos, así que intenta mirarlo desde distintos ángulos. Esto es esencial cuando el conflicto es de pareja, porque, en esta situación, es casi imposible que puedas contar con las dos versiones. Si prestas atención al origen de la complicación, podrás idear un hechizo que se adapte perfectamente a la ocasión. Por ejemplo: el problema puede ser que una persona se gasta todo su sueldo a principios de mes porque tiene una autoestima muy baja y, para remediar su inseguridad, suele ir de compras. En este caso, en lugar de hacer un hechizo para que le aumenten el sueldo o la asciendan en el trabajo, la solución más simple es ayudarle a recuperar la seguridad en sí misma.
PRÁCTICA 1
Mira un programa de televisión en el que se hable de las dificultades de la gente (las telenovelas son el mejor ejemplo). Escoge al personaje más conflictivo y comprueba si puedes identificar cuál es la raíz de todos sus problemas. Inténtalo después de uno o dos episodios y repítelo tras haber visto unos cuantos más.
Por cierto, he escogido la televisión en lugar de la vida real porque estos individuos son pura ficción y, por lo tanto, sus pesquisas son blancas o negras; mucho menos complejas que las de una persona corriente. Pero, si no la ves, puedes hacer lo mismo con el personaje de un libro, aunque te resultará más complicado.
De esto sacarás en conclusión que un problema concreto suele ser el síntoma de un asunto mucho más profundo y que, a largo plazo, resulta más útil ocuparse directamente de la raíz que distraerse con los indicios. Es posible que leyendo los libros de hechizos hayas pensado que existe una solución específica para cada molestia o problema que nos sale al paso en nuestra vida diaria, pero éstos derivan de otros asuntos que siguen aflorando periódicamente. Te recomiendo que no intentes psicoanalizar a otras personas a menos que estés cualificada, ni tampoco atreverte a tratar sus conflictos. Una cosa es tener la impresión de que un problema tiene una raíz mucho más profunda y otra bien distinta es obligar a ese individuo a que se enfrente a ello. Puede parecerte una contradicción, pero todo depende en realidad de la seriedad de la cuestión. Por ejemplo: la pasión de una persona por ir de compras puede ser el síntoma de una inseguridad subyacente y está bien abordar el asunto intentando que se sienta mejor consigo misma, en lugar de, por ejemplo, hacer lo posible por que le suban el sueldo. No es, sin embargo, una buena idea andar hurgando en la psique de alguien para saber qué le falta, a menos que nos lo pida expresamente. Además de pensar en cuáles son las causas de un problema, podemos utilizar también nuestra capacidad de meditación y de adivinación para identificarlas.
PRÁCTICA 2
Haz lo mismo que en el ejercicio anterior pero, en esta ocasión, medita acerca del problema en cuestión. Cuando termines, toma nota de las impresiones que hayas tenido. En segundo lugar, utiliza el método de adivinación que más te guste y comprueba si te sirve para obtener más información de las causas.
En este punto debes recordar que no todas las dificultades de la vida se resuelven mejor con una mediación mágica. Supongamos que la pareja de tu mejor amigo ha roto la relación y que él está destrozado. Ésta ocasión merece, más que un hechizo, que vayas a su casa con una caja de pañuelos y una buena botella de vino. La pena, de hecho, es una emoción que debe seguir un curso natural. Seguramente te parezca duro, pero incluso en los peores momentos de aflicción, las cosas deben seguir un proceso que no ha de quedar interrumpido por un placebo externo. No obstante, y aunque el problema principal no va a mejorar gracias a la magia, existen otros asuntos en los que sí puedes intervenir. Sigamos con el ejemplo de la tristeza; pese a que debes dejar que la pena vaya desapareciendo poco a poco, lo que sí puedes hacer es conseguir que esa persona duerma mucho y bien, o que cuente con la fuerza necesaria para continuar con su vida. Pondré otro caso: si estoy teniendo dificultades para escribir un libro (¡como me suele ocurrir a menudo!), un hechizo para conjugar las palabras «adecuadas» no es la mejor opción. No puedes escribir mágicamente por mí. Pero un poco de ayuda en las tareas y distracciones rutinarias me descargaría lo bastante como para dedicar el resto de mi tiempo a la creatividad. Y también me serviría un conjuro que me trajera inspiración y concentración.
Hay una ocasión particular en la que nunca debes hacer magia, y es para vengarte. Aunque te hagan mucho daño o se lo hayan causado a alguien a quien quieras mucho, no debes crear un hechizo de venganza y tampoco practicar tus ejercicios mágicos cuando la idea revolotee por tu mente. Ese viejo dicho que reza que la venganza es un plato que se sirve frío, es verdad. Existen, además, maneras mejores de asegurarse de que una persona recibe lo que se merece, pero ya hablaré de esto más adelante.
De modo que el siguiente paso es que decidas si debes hacer o no magia, y si la respuesta es afirmativa, de qué tipo. Esto se divide en otras dos preguntas: ¿qué pasará si no haces nada? Y ¿qué sucederá si conjuras un hechizo concreto? Para responder a la primera puedes utilizar la adivinación y la meditación. Para la segunda tendrás que saber qué tipo de encantamiento deseas usar.
PRÁCTICA 3
Piensa otra vez si los problemas de ese personaje de televisión que escogiste para los demás ejercicios se solucionarían con el empleo de la magia. ¿Sería mejor crear un hechizo dirigido a la raíz del asunto o piensas que mejorando otros aspectos de su vida podría superar esa mala racha? Es posible que, tras un periodo de reflexión, se te ocurran una serie de conjuros. Como esto es sólo un ejercicio, intenta seguir una de estas tres opciones: no hacer nada; lanzar un encantamiento que influya directamente sobre la raíz del problema, u otro diferente que perfeccione la capacidad del individuo para solucionar sus propios conflictos. Lleva a cabo una meditación y una adivinación para cada una de las tres posibilidades y averigua cuáles serían los desenlaces potenciales de los distintos cursos de acción. Descansa después del primero, del segundo y del tercero. Tómate un café o algo así para aclararte la mente antes de pasar al siguiente.
Cuando se trata de buscar hechizos que puedas aplicar a personas reales, tal vez acabes con más o con menos opciones que en el ejercicio. En algunos casos la solución te parecerá obvia, mientras que en otros quizá te tengas que arriesgar y elegir una entre distintas posibilidades. Recuerda que debes apuntar en tu diario todas tus experiencias. Me doy cuenta de lo mucho que te insisto en que lo hagas, pero te sorprendería comprobar lo útil que puede llegar a ser que, al tiempo que tu magia progresa, puedas consultar cosas que ya hiciste.
El proceso que te lleva a decidir qué hacer puede parecerte largo y lo es, desde luego, al principio. No obstante, y tras un poco de práctica, los pasos se convierten en una solución lógica que tardarás poco en concluir. Debes recordar, de cualquier modo, que la magia no es una solución rápida, de hecho, cuanto más tiempo dedicas a planear y a pensar lo que vas a hacer, más posibilidades tienes de que el hechizo que hagas dé como resultado lo que esperabas. En el siguiente capítulo abordaré algunas de las técnicas que puedes emplear para hacer encantamientos. Pero, antes de pasar a eso, me gustaría explicarte un par de cosas acerca de la magia.
La Ley del Tres (que ya he mencionado anteriormente) es posible que se refiera también a otro aspecto de la práctica mágica: lanzar hechizos de tres en tres. Para comprenderlo, debes recordar que la brujería no sólo tiene que ver con la magia, sino que es un camino espiritual en sí mismo. A menudo nos referimos a ella como un credo basado en la naturaleza, que nos recuerda que formamos parte de los ciclos de las estaciones y de la Tierra y que buscamos el equilibrio en nuestras vidas y en las relaciones que tenemos con el mundo que nos rodea. Así que no es de extrañar que nuestra magia deba reflejar esto; cuando trabajamos hacemos un conjuro para nosotros mismos, otro para alguien y un tercero para la naturaleza y/o la Tierra, que nos aporta el equilibrio con el planeta en el que vivimos.
Este hechizo de tres puede no ser la opción más práctica en cada ocasión, sobre todo si tienes muchos asuntos pendientes. No obstante, es algo que deberías llevar a cabo por lo menos una vez al mes, quizá durante los ritos Esbat. Hacer un hechizo para la Tierra refuerza nuestra relación con la naturaleza y así le devolvemos una parte de lo que nos ha proporcionado. Éste tiene que beneficiarla de alguna manera; bien protegiendo una especie en vías de extinción, salvaguardando el ecosistema o incluso convenciendo a los conductores para que tengan cuidado de no atropellar a los animales en la carretera. Creando un hechizo para otro nos aseguramos de que nuestra magia no se convierta en algo egocéntrico. Esto sucede a menudo en momentos de estrés. Y hacer encantamiento para ti previene el problema contrario: el de olvidarte de emplear la magia en tu propio beneficio. Muchas brujas jamás llevan a cabo esta última posibilidad. Ya he perdido la cuenta de las ocasiones en las que alguien ha acudido a mí para que le ayudara y, al preguntarle qué encantamientos había hecho, me respondiera que ninguno.
PRÁCTICA 4
Prepárate para el próximo ritual de luna llena trabajando en tres hechizos que harás siguiendo la técnica que ya te he explicado antes. Como sé que a veces la inspiración te puede fallar, incluyo a continuación unas cuantas ideas:
Para ti: Aumentar la capacidad psíquica. Encontrar a un amigo o a un mentor mágico. Tener más paciencia con los que te rodean.
Para alguien que conozcas: curar una lesión física. Incrementar la seguridad en sí mismo. Conseguirle más tiempo para que se relaje.
Para la naturaleza y la tierra: preservar el ecosistema de una especie en peligro de extinción (que habite en tu zona o de ámbito internacional). Proteger a unos animales concretos; en el lugar donde vivo, por ejemplo, atropellan a muchas liebres porque éstas se dedican a bailar en las carreteras en las noches de luna llena. Que la cosecha sea buena.
Piensa en el problema, en las causas subyacentes, en si la magia podría solventarlo, en el tipo de hechizo que haría falta, en los resultados potenciales, en los efectos colaterales, etc. Toma algunas notas antes de ponerte manos a la obra, de forma que más adelante puedas compararlas con lo que realmente ocurrió después del intento.
En ocasiones nos preparamos para uno o varios hechizos concretos y, sin embargo, durante el proceso nos sale al paso algo muchísimo más urgente. Si te llega a suceder esto, sustituye lo más importante e imperioso por aquello que pueda esperar, pero, en cualquier caso, no dejes de pensar en todos los factores. A la mayoría nos recurre que llega un momento en el que tenemos mucho que hacer y bastantes encantamientos que nos exigen que les dediquemos atención. En estas situaciones es mejor que nos ocupemos primero de lo más perentorio, en lugar de intentar hacerlo todo a la vez. Tus recursos mágicos internos son finitos y la energía es limitada. Supongo que te darás cuenta de que después de un fuerte ejercicio físico y mental estás muy cansada. Si tratas de hacer muchas cosas al mismo tiempo, no podrás invertir la energía suficiente en ninguna de ellas. Si realmente tienes que ocuparte de un buen número de cosas a la vez, lo que te recomiendo que hagas es priorizar. No te encargues de más de tres al día y durante no más del mismo número de días consecutivos. Cuando tengas la sensación de no estar dando lo mejor de ti, deja lo que estés haciendo y sigue veinticuatro horas después. Recuerda que lo que pretendes es que tu magia sea eficaz, y no temas pedir ayuda a otras brujas, a las que conoces ya o a través de una buena página de Internet.
Cuanto mayor es el hechizo, más cantidad de magia se requiere para hacerlo efectivo. El encantamiento que yo hice para proteger a las liebres de mi localidad estará un tiempo activo. No obstante, su hubiera querido que cuidara de todas las liebres, lo habría tenido que repetir de forma regular o pedirle a otros que me ayudaran. Ahora bien, si quisiera ir un paso más allá y defender la vida salvaje del planeta entero, tendría pocas posibilidades de éxito, aunque los hechizos que llevara a cabo en esa dirección tendrían un efecto positivo. Sé que te puede parecer desalentador, pero tienes que verlo desde este punto de vista: ¡el mundo sería un lugar aterrador si un solo hechizo de una bruja bastara para cambiarlo todo! En términos generales, tu magia será más eficaz en aquellas cosas que estén cerca de ti, tanto geográfica como emocionalmente. De ahí que te vaya a salir mejor un conjuro que hagas para tu tía, aunque viva en otro país, que si lo haces para un extraño. No obstante, si ese desconocido está próximo a ti o cuentas con algo que te vincule fuertemente a él, digamos una fotografía suya y cierta información personal (la fecha de nacimiento, etc), te será más fácil ayudarle. En la magia hay cosas bastante frustrantes, por ejemplo, no saber si los hechizos están funcionando o no. Pero eso no significa que no merezca la pena intentarlo. Quizá no sepa exactamente a qué liebres estoy protegiendo, pero de lo que sí estoy segura es de que estaré salvando unas cuantas.
RITUAL MÁGICO DE TRES
Coge los hechizos que hayas preparado en la Práctica 4 y, una vez segura de que cuentas con todas las herramientas necesarias, traza el Espacio Sagrado de la manera que sueles hacerlo.
Empieza con el encantamiento que mayores emociones te despierte, puesto que éste es, sin duda, al que otorgas más importancia. Una vez hecho, podrás dedicar más atención a los siguientes. Al hacer una secuencia de conjuros, que pueden no estar relacionados los unos con los otros, necesitarás descansar entre cada uno y reunir energía independiente para ellos. De modo que la serie debería ser la siguiente: reunir energía, hechizo, descanso, reunir energía, hechizo, descanso, reunir energía, hechizo, descanso. Si consagras o bendices objetos, como un talismán o un amuleto, te aconsejo que tengas a mano algún tipo de tela en la que envolverlos y que los dejes en un lateral del altar antes de pasar al siguiente encantamiento. Las velas, por ejemplo, las puedes colocar en la parte de atrás, dejando así el centro para continuar con el siguiente hechizo.
Cuando hayas terminado los tres, recógelo todo, guarda las velas y otros utensilios con cuidado y anota en tu diario la experiencia.
He mencionado brevemente los talismanes y amuletos, pero hay muchísimas maneras de canalizar la magia, algunas de las cuales explicaré en el próximo capítulo.