La magia surge de tu interior, no de las herramientas, equipo, velas, incienso y demás objetos que utilizas en el proceso. Para hacerla realidad, tienes que ser capaz de ignorar todas las distracciones externas y de alcanzar una estabilidad mental en la que puedas concentrarte y canaliza. Empleamos la meditación para visualizar, en la adivinación y en la magia de los distintos caminos. Todos estos métodos son rutas para llegar hasta el Espíritu que está, a la vez, dentro y fuera de ti. Pero la meditación también te será de utilidad en la vida cotidiana porque te permitirá aclarar la mente, te ayudará a la hora de resolver problemas y a relajarte. A algunas personas no les cuesta nada ponerse a meditar, pero para la mayoría es una habilidad que deben aprender y practicar.
Antes de abordar las maneras en las que puedes desarrollar la meditación deseo aclarar algunos conceptos:
Como ya he dicho antes, en la brujería nos servimos de la meditación de varias formas. Es estupenda para aclararnos la mente y librarnos de la confusión diaria. Hoy en día estamos tan atareados que rara vez tenemos ocasión de desconectar. Todos tenemos preocupaciones que van poniéndonos cada vez más nerviosos y que deberíamos tratar de solventar con tiempo, porque si les damos la espalda, aumentan de tal manera que luego resulta muy difícil librarse de ellas y concentrarse en lo que realmente importa. Me parece absolutamente imposible pasar de un día frenético a un estado de meditación profunda, pero no estaría mal que, de vez en cuando, hicieras cuanto pudieras por distanciarte de los problemas.
PRÁCTICA 1
Hacia el final de uno de tus días más atareados, quizá después del trabajo o de cenar, tómate unos momentos para reflexionar acerca de lo que te ha ocurrido. Haz una lista, física o mental, de las cosas que tienes que hacer para solventar tus asuntos. Yo solía hacerlo cuando regresaba a casa en tren desde el trabajo. Pues bien, éste es el momento de pensar qué facturas debes pagar, qué tarjetas de cumpleaños enviar, etc. Si has tenido algún roce con las personas con las que te relacionas a diario, piensa también si es necesario que le pongas remedio a la cuestión. Convertir esta técnica para «solucionar problemas» en una costumbre puede serte muy útil para evitar que esos conflictos alcancen proporciones desmesuradas. Al terminar este acto de reflexión, enfréntate a los asuntos más acuciantes o déjalo todo a un lado hasta que puedas encargarte de ello.
Si adquieres el hábito de hacer esto todos los días, descubrirás que no sólo vas a poder relajarte y meditar, sino que, en general, te va a facilitar mucho la vida. Pruébalo durante una semana y toma nota de lo que opinas de esta técnica, de si te ayuda a organizar tu vida y aclarar la mente.
Una de las cosas que se dice de los escritores es que ¡siempre se les ocurre una muy buena excusa para no sentarse a escribir! Lo mismo puedo decir, por ejemplo, de las personas que nunca encuentran tiempo para ellas mismas, para relajarse de la manera que más les apetece. Suelen pensar que tienen cosas más urgentes e importantes que deben hacer antes de tomarse un respiro. Imagino, por tanto, que al leer en qué consiste el ejercicio puedes haber pensado que primero terminarás de leerte el capítulo y que luego quizá lo pruebes. La brujería nos enseña que debemos encontrar el momento de hacer las cosas que necesitamos; y no sólo para leer, sino también para poner en práctica aquello sobre lo que hemos leído.
Después de aprender a amortiguar el impacto de la vida diaria, el próximo paso es abordar la más absoluta relajación. El siguiente ejercicio es una técnica que deriva del yoga. Como es muy eficaz, te recomiendo que lo hagas por la noche, en la cama, porque es muy posible que te quedes dormida. Consta de dos partes: la primera es un método de respiración que te servirá en otros muchos ejercicios, puedes realizarla de manera independiente; pero la segunda, la de la relajación muscular, requiere que hagas primero la respiración.
PRÁCTICA 2
Primera Parte — Ejercicio de Respiración
Por lo general, tardarás entre quince y veinte minutos en completar este ejercicio, aunque con la práctica conseguirás el mismo efecto con unas pocas respiraciones.
Busca un momento y un lugar en el que nadie te vaya a molestar, asegúrate de que llevas ropa cómoda, que no te aprieta o pica nada. Túmbate boca arriba en un sitio cálido y agradable, que esté sumido en la penumbra o a oscuras. Tápate con una manta calentita y no cruces ni las piernas ni los brazos. Cierra los ojos y respira profundamente, tomando aire por la nariz y soltándolo por la boca. Hazlo de una forma pausada y equilibrada, llenando completamente tus pulmones. Aspira en tres tiempos, retenlo durante otros tres y espera tres segundos antes de volver a repetir el proceso. Al inhalar el aire, tienes que sentir cómo se van inflando tus pulmones, hasta que el estómago se eleve: es posible que, si no estás acostumbrada, te haga falta ponerte la mano encima de la tripa para darte cuenta. Sigue respirando así hasta que lo sientas como algo natural y cómodo. Imagina que el aire que inhalas es una luz pura y dorada, y que el que exhalas se lleva consigo todas tus preocupaciones. Continúa respirando lentamente, llenándote los pulmones con esta luminiscencia, y siéntela recorriéndote el cuerpo hasta el estómago. A continuación, bajará a las piernas y colmará cada uno de los dedos de tus pies; aspira cuatro veces o más por pierna. Siente cómo arrastra todos los dolores y enfermedades. Descenderá ahora por los brazos, justo hasta las puntas de los dedos. ¿Te das cuenta de cómo aparta todas las distracciones? La luz subirá después por el cuello hasta la cabeza y logrará así que te relajes y que te calmes. Sigue respirando, concentrándote sólo en esto, de forma que te sientas verdaderamente relajada, casi como si flotaras.
Tendrás que repetir el proceso varias veces para sacarle partido a esta técnica, pero merece la pena que perseveres.
Cuando creas que ya has cumplido con éxito el propósito del ejercicio, podrás pasar a la segunda parte de este proceso, o frótate los brazos y piernas para regresar al aquí y ahora.
Segunda Parte — Ejercicio Físico.
Una vez completada la respiración, puedes abordar la relajación física, que consiste en flexionar varios grupos de músculos. Como ya has practicado este ejercicio en un capítulo anterior, no te resultará tan difícil. En algunos casos pueden ser músculos que no estés acostumbrada a mover por sí solos y tal vez te sea de ayuda que practiques con ellos de manera independiente y en una posición en la que puedas ver si se mueven o no.
Sigue tumbada boca arriba y en una postura cálida y cómoda, mueve todos los dedos de uno de los pies y luego del otro, arquea y flexiónalos, y gira y dobla los tobillos. Ahora ve subiendo; tensa y relaja cada grupo muscular, y sacude las articulaciones, una cada vez, hasta que llegues a la cabeza. Llegado este punto, mueve lo que puedas: los ojos, la boca, etc. Estira y arruga toda la cara. Termina estirando todo el cuerpo despacio y con suavidad, y relájate de nuevo. Intenta mantener la respiración lenta y equilibrada que practicaste en la primera parte mientras haces esta segunda.
Al final, comprobarás que no sólo te sientes relajada físicamente, sino que además conocerás mejor tu cuerpo y tendrás la sensación de que flotas. Si éste es el caso, tendrá que volver a conectar con la tierra antes de ponerte de pie y regresar a tus labores cotidianas. Fíjate en cómo te sientes exactamente después de la relajación e intenta conservar en la mente esa sensación, para que puedas evocarla siempre que te encuentres estresada o nerviosa. Tras un poco de práctica verás que no necesitas hacer todo el ejercicio para recuperar la sensación de paz interior. A muchas personas les resulta más fácil aprender a meditar concentrándose en una cosa, en lugar de no hacerlo en nada, y en el transcurso de los años me han enseñado una serie de técnicas que te servirán para practicar la meditación. Posiblemente la que más se utiliza y menciona es la que emplea la llama de una vela.
PRÁCTICA 3
Encuentra un momento en el que nadie te vaya a molestar durante veinte o treinta minutos. Prepara un lugar donde tengas muy pocas o ninguna distracción. Lo más probable es que te sea de mucha ayuda si la habitación está en penumbra y si quemas incienso para relajarte. Pon una vela blanca corriente en un candelabro o peana y enciéndela. Colócala de tal manera que te quede cómodamente frente a los ojos, a unos treinta o cincuenta centímetros de la cara. Puedes, si lo deseas, iniciar el ejercicio haciendo la respiración que ya has practicado antes (Práctica 2, primera parte) o respira profundamente un par de veces para centrarte. En lugar de perder el tiempo intentando dejar la mente en blanco, concéntrate en la llama de la vela. Mírala con atención, con dedicación, examina su tamaño, la forma que tiene y el movimiento que realiza. Estate también atenta al halo de luz que la rodea. Piensa sólo en la llama de esa vela; si empiezas a notar que otros pensamientos intenta interferir en el proceso, concentra tu atención en la llama. Al principio, intenta mantener la concentración durante un tiempo no muy prolongado. Si después de quince o veinte minutos todavía sientes que no has conseguido nada, déjalo y repite el ejercicio otro día.
Practícalo dos o tres veces por semana, hasta que tengas la sensación de desaparecer cuando estás concentrada en la llama. Lo que tiene que ocurrir es que ya no estés pendiente de tener que mirar la llama, porque lo único de lo que eres consciente es de esa vela. Éste es el primer nivel de meditación y debes dominarlo completamente antes de pasar al siguiente. En este punto, quizá prefieras visualizar una llama en lugar de utilizar una real. A algunas personas les resulta, de hecho, mucho más fácil emplear una vela ficticia.
Hay otras técnicas, entre ellas:
Como cada persona es diferente, merece la pena que pruebes todos los métodos para saber cuál es el que mejor te funciona.
En este nivel de meditación tendrás éxito nueve de cada diez veces. Si efectivamente has llegado a este punto, entonces puedes prolongar el tiempo que dediques a la meditación. Verás que mejorar depende sobre todo de la práctica regular. Puede ocurrirte que, cuando estés a punto de conseguirlo, sientas que te caes, como nos sucede a veces al soñar, que nos tropezamos y pegamos un brinco real que nos despierta. Si éste es tu caso, no te preocupes ni lo fuerces; esto se parece mucho a acercarse a un animal nervioso, ¡Cuánto más lo persigues, más corre para alejarse de ti!
En la brujería empleamos también una versión del estado de meditación para practicar la adivinación. Podemos utilizar las cartas del Tarot, las runas, una bola de cristal, un espejo oscuro, etc, y, en cualquiera de los casos, esta habilidad nos permite separar la mente del aquí y ahora, y rechazar todos los pensamientos conscientes y mundanos que nos incapacitarían para hacer nuestras lecturas mágicas. Es un estado muy difícil de describir, pues, por un lado, estás centrada en la persona o el problema que tienes ante ti y, por el otro, eres capaz de bloquear las distracciones que preceden del exterior. Se parece a la capacidad de recibir información de la conciencia interna y externa, al mismo tiempo que se entra y sale de ellas a voluntad. Parece difícil, pero la verdad es que lo hacemos a menudo. Podemos conducir un coche y, sin embargo, estar pensando en otra cosa, o leer un libro mientras oímos la televisión de fondo. Se trata únicamente de controlar la manera en la que empleamos estas dos partes de nuestra mente.
PRÁCTICA 4
Escoge un libro que te parezca fascinante; puede ser uno que ya hayas leído o que sea nuevo, de ficción o real, eso sí, tiene que resultarte realmente absorbente. Léelo hasta que llegues a una parte muy interesante y quédate ahí. Lo siguiente que tendrás que encontrar es un programa de radio o de televisión que consideres que es tan ameno como el libro. Combina la lectura con la escucha, prestando atención primero a uno y luego al otro. Después de practicar un poco verás que eres capaz de seguir el argumento de ambos; aunque no captes los detalles, sí sabrás cuál es la trama.
La capacidad de centrarte en más de una cosa a la vez es algo imprescindible en la vida diaria; en su versión más simple te permite, por ejemplo, cruzar una calle al mismo tiempo que charlas con un amigo. En la brujería te sirve para centrarte en los planos interior y exterior al mismo tiempo, y no sólo en la adivinación, sino también cuando practicas magia y en los ritos y rituales. Es igual de importante que puedas filtrar las distracciones porque, de no hacerlo, interrumpirías la labor mágica cada vez que se te colara en la mente un pensamiento fortuito o cuando oyeras un sonido cualquiera.
Después de la meditación pasamos a la meditación guiada. Existen muchas y muy buenas grabaciones que te ayudarán a sumergirte en ciertos tipos muy específicos de meditación, aunque no es necesario que recurras a ellas, porque podrás utilizar cualquier cuento o historia. Te puede parecer infantil porque es una cosa que muchos no hacen desde la infancia, y al crecer solemos perder la capacidad de meternos completamente en una fábula. No obstante, permitir que una historia te absorba es una de las mejores maneras de practicar la visualización. Sin embargo, a pesar de que los cuentos o los programas de radio pueden ayudarte a aumentar tu pericia, lo que no suelen hacer es conducirte a un estado de auténtica meditación. Por ello conviene que busques la ocasión de recibir una meditación guiada. Si no es posible, siempre puedes utilizar la historia que viene a continuación. Tal vez alguien se presente a leértela, o también te queda la opción de grabarla en una cinta y escucharla.
MEDITACIÓN GUIADA — EL CAMINO PRIMAVERAL.
Empieza haciendo el ejercicio de respiración que te enseñé al principio del capítulo. Luego, todavía tumbada y con los ojos cerrados, escucha esta narración e imagínate que eres el personaje principal.
Es un precioso día primaveral, la temperatura es buena aunque promete hacer más calor, el cielo está azul y el Sol brilla. Sopla una suave brisa que te acaricia la cara y revuelve tu cabello. Caminas descalza sobre los verdes pastos. Ves flores a tu alrededor y, al pasar junto a ellas, su aroma te embriaga. El suelo que pisas es fresco y suave. Unos pocos pájaros sobrevuelan tu cabeza y los puedes oír llamándose los unos a los otros con sus gorjeos. El suelo se va empinando hasta formar una tímida cuesta que desemboca en una arboleda lo bastante frondosa como para impedirte ver qué hay al otro lado.
Es un lugar mágico y atractivo. Los rayos del sol inciden sobre las frías sombras, dispersándolas. Dejas que tus pasos te lleven hasta allí, a los árboles, y compruebas que, entre los ejemplares jóvenes, se yerguen algunos ya mayores. Hay robles y fresnos, avellanos y serbales, tejos y olmos. Ves incluso acebo y un sauce solitario. Todos ellos visten el verde brillante de las nuevas hojas, lo que brinda al bosquezuelo un aura casi sobrenatural. Al acercarte observas que los árboles forman una corona en lo alto de una colina y, frente a tus ojos, adivinas un caminito entre la floresta. Lo sigues y te das cuenta de que, a pesar de que a la sombra se está más fresco, percibes una calidez muy agradable. La suave brisa hace crujir las copas de los árboles, llenando el aire de susurros, y las canciones de los pájaros añaden una nota única a toda la melodía. El aroma que te sobrecoge ahora es el de las plantas del bosque y el de la cálida tierra húmeda. El camino está cubierto con un manto de musgo verde que, al pisarlo con los pies descalzos, te parece suave y mullido. Los helechos te acarician las piernas al pasar, como lo harían los dedos de un amante. Cuando tus ojos ya se han acostumbrado a la penumbra, ves las flores, que son como pequeñas pinceladas de blanco, amarillo y azul. Son los colores de la primavera y también los de la túnica que viste la Diosa como Doncella. Te detienes unos instantes para darle las gracias por las maravillas de esta estación.
Continúas con tu paseo y adviertes que el suelo se inclina ligeramente. Más adelante los árboles comienzan a escasear y ves un claro. Aquí el sol se cuela entre las ramas e ilumina un espacio circular de verde y suave hierba. Al entrar en ese tímido espacio despejado te invaden la paz y la felicidad. Todo está en silencio, incluso el sonido del viento parece haberse desvanecido. En el centro descansa una enorme piedra gris que te llega aproximadamente hasta la cintura. Es evidente que la roca es muy antigua porque el musgo y los líquenes abundan en la superficie. Al acercarte empiezas a oír también el sonido del correr del agua.
Te aproximas a la piedra para verla mejor y adviertes que tiene una serie de marcas entre las que identificas una espiral. Recorres con el dedo el dibujo y, mientras lo haces, percibes que alguien te observa desde el umbral de la arboleda. Levantas la mirada y ves a una joven cierva a escasos metros de distancia. Te observa fijamente, muy quieta y aparentemente sin sentir temor hacia ti, luego se da la vuelta y se pierde entre los árboles.
Rodeas la piedra y descubres que en su base yace una pequeña fuente burbujeante. El agua que mana de ella ha formado una charca no muy grande, que queda recogida y flanqueada por piedras de diversos colores. Te arrodillas y sumerges los dedos; un hormigueo te recorre el cuerpo cuando el agua helada entra en contacto con tu piel. Al hacerlo, presientes que el líquido es especial, de modo que unes las manos formando un cuenco que llenas de ella y te la bebes. A pesar de que está fría, te parece que es lo más maravilloso que has degustado en tu vida. Después de tragarte el agua, sientes cómo te recorre el cuerpo, limpiándolo y purificándolo. Ha eliminado todas las dudas y la ansiedad, las preocupaciones y los problemas, y te ha dejado completamente en paz contigo misma y con el mundo. Vuelves a dar gracias.
Al ponerte de pie, te fijas en que el Sol está en su cénit. Ha transcurrido la mañana y ya es mediodía. Te das cuenta de que otra vez oyes el canto de los pájaros en los árboles e intuyes el movimiento de las criaturas que habitan en la maleza. Adviertes también que los olores de la mañana se han trocado en los de la cálida tarde; ahora son más intensos. Te embriaga el aroma agradable y profundo de la tierra bañada por el sol. Examinas atentamente el claro y procuras grabar en tu memoria el paisaje, los sonidos y los olores, pues estás segura de que te gustará volver a un lugar como ése.
Regresas sobre tus pasos, giras alrededor de la piedra y vuelves al camino que se abre ente los árboles. Subes la cuestecita con la certeza de que eres más joven que cuando llegaste y que rebosas energía. Emerges de la arboleda y repasas con la mirada los prados, cálidos bajo la luz del sol. Ves a las abejas y a otros insectos recoger el néctar de las flores cuando bajas. Al llegar al pie de la colina, cierras los ojos y coges aire tres veces. Cuando lo exhalas por tercera vez, regresas al aquí y ahora. Abre los ojos, siéntate y frótate los brazos y las piernas para terminar de conectar con la tierra.
En ocasiones, durante una meditación guidada, puedes experimentar cosas que no forman parte de la narración. Puedes ver imágenes, oír sonidos u oler aromas, e incluso encontrarte con personas. La mayoría de las veces, basta con que lo pienses detenidamente un rato para saber cuál es el significado de esas señales; pueden estar relacionadas con algo de tu vida cotidiana o con lo que hayas estado pensando últimamente. Pero en otras es posible que no te resulte tan sencillo encontrarles una explicación. En cualquier caso, es una buena idea que tomes nota de tu experiencia tan pronto como te sea posible, sobre todo antes de que te olvides o te pongas a interpretarla. Si crees que entiendes estas visiones, entonces escríbelo también en tu diario. Conviene que lo releas cada cierto tiempo para ver si puedes aportar otros significados nuevos o más profundos. Mucha gente descubre que las cosas que ven y oyen durante las meditaciones guiadas les proporcionan un punto de vista completamente distinto a los problemas o dilemas que les agobian en sus vidas diarias.
Otra forma de utilizar estas historias escritas es leyéndolas varias veces y visualizando la narración con tanto detalle como te sea posible. Cuando hayas memorizado el argumento, haz la respiración y la relajación muscular y luego imagínate que retomas el camino. Sea cual sea el método que empleas, es fundamental que leas muy despacio y respetando siempre los signos de puntuación, porque éstos te marcan el ritmo y le darán el énfasis necesario a tu lectura.
La siguiente técnica de meditación es la experiencia guiada. Se diferencia de la anterior en dos aspectos. En primer lugar por su objetivo: con ella no se pretende sólo relajarse o recuperar la energía personal, sino acceder al subconsciente, buscar de forma activa la ayuda divina o responder a preguntas específicas. En segundo lugar, la narración sufre una o varias paradas en los momentos en los que el inconsciente toma el relevo.
Debido a estas diferencias conviene que tengas en cuenta unas cuantas cosas mientras llevas a cabo la experiencia guiada: si tienes que formular una pregunta concreta, tendrás primero que estructurarla con claridad en tu mente de modo que no resulte ambigua. Si deseas, por ejemplo, saber si debes mudarte o no, en vez de preguntar «¿Debería trasladarme?», lo mejor sería que dijeras «¿En qué me beneficiará mudarme de casa en este momento?». Si lo que buscas es un consejo más general del Dios o de la Diosa, entonces prepárate para recibir una respuesta que quizá no es la que esperas. Así, la contestación a «¿Cómo puedo conseguir más dinero?», ¡pueden respondértela diciéndote que gastes menos! En ocasiones, la réplica te llegará en forma de símbolo, y su significado puede no ser evidente. En este caso te aconsejo que tomes nota de cuál era y de todo aquello que te parezca significativo, que se salga de lo corriente o que no tenga explicación. Tómate algún tiempo para reflexionar si tiene alguna relación con tu vida y con las cosas que están pasando en tu mundo. SI esto no te aporta ninguna información, entonces dedícate a buscarle una razón; a veces no es el símbolo el que nos da la respuesta, sino que te dirige hacia una nueva senda de exploración que tiene una relevancia más profunda. Por ejemplo, una flor concreta, pongamos una rosa amarilla, puede ser importante por su significado intrínseco, es decir, la amistad. En tu vida personal quizá implique que debes recurrir al apoyo de tus amigos. O puede estar sugiriéndote que estudies qué significan y qué propiedades curativas tienen algunas flores o plantas. En cualquier caso, sólo tú sabes qué grado de importancia debes darle a cada símbolo.
En una historia de experiencia guiada te encontrarás con una o varias indicaciones de que esperes, mires alrededor o hagas una pausa. Éstos son los momentos en los que puedes encontrarte con los símbolos o en los que hallarás nuevas explicaciones para las cosas. En los textos señalo estos recesos con la palabra «pausa», y deberías esperar al menos treinta segundo antes de continuar por el camino. Si estás leyéndole a otra persona o quieres grabarlo en una cinta, utiliza un reloj para cronometrar esta interrupción y dedícale al menos dos minutos, porque un descanso en la narración suele parecerle más prolongado a un lector que a un oyente.
Si no ocurre o no aparece algo, no lo fuerces, relájate y concéntrate en tu respiración. Puede que te lleve más de una vez beneficiarte completamente de la experiencia. A veces esto pasa porque te estás esforzando al máximo para estar pendiente de todo o de sacarle significado hasta a los detalles más nimios; por eso debes tranquilizarte y dejarte atrapar por la historia. En otros casos puedes estar tan concentrada en buscar algo tremendamente significativo, que pasas por alto una clave bien sencilla.
Para aclararte cuál es la diferencia entre una meditación y una experiencia guiadas, repetiré la historia del camino primaveral, pero en esta ocasión, dirigida a la práctica de esta segunda técnica.
EXPERIENCIA GUIADA — EL CAMINO PRIMAVERAL.
Una vez más, empieza haciendo el ejercicio de respiración que te enseñé al principio del capítulo. Luego, todavía tumbada y con los ojos cerrados, escucha esta narración e imagínate siendo el personaje principal.
Es un precioso día primaveral, la temperatura es buena aunque promete hacer más calor, el cielo está azul y el Sol brilla. Sopla una suave brisa que te acaricia la cara y revuelve tu cabello. Caminas descalza sobre los verdes pastos. Ves flores a tu alrededor y, al pasar junto a ellas, su aroma te embriaga. El suelo que pisas es fresco y suave. Unos pocos pájaros sobrevuelan tu cabeza y los puedes oír llamándose los unos a los otros con sus gorjeos. El suelo se va empinando hasta formar una tímida cuesta que desemboca en una arboleda lo bastante frondosa como para impedirte ver qué hay al otro lado.
Es un lugar mágico y atractivo. Los rayos del sol inciden sobre las frías sombras, dispersándolas. Dejas que tus pasos te lleven hasta allí, a los árboles, y compruebas que, entre los ejemplares jóvenes, se yerguen algunos ya mayores. Hay robles y fresnos, avellanos y serbales, tejos y olmos. Ves incluso acebo y un sauce solitario. Todos ellos visten el verde brillante de las nuevas hojas, lo que brinda al bosquezuelo un aura casi sobrenatural. Al acercarte observas que los árboles forman una corona en lo alto de una colina y, frente a tus ojos, adivinas un caminito entre la floresta. Lo sigues y te das cuenta de que, a pesar de que a la sombra se está más fresco, percibes una calidez muy agradable. La suave brisa hace crujir las copas de los árboles, llenando el aire de susurros, y las canciones de los pájaros añaden una nota única a toda la melodía. El aroma que te sobrecoge ahora es el de las plantas del bosque y el de la cálida tierra húmeda. El camino está cubierto con un manto de musgo verde que, al pisarlo con los pies descalzos, te parece suave y mullido. Los helechos te acarician las piernas al pasar, como lo harían los dedos de un amante. Cuando tus ojos ya se han acostumbrado a la penumbra, ves las flores, que son como pequeñas pinceladas de blanco, amarillo y azul. Son los colores de la primavera y también los de la túnica que viste la Diosa como Doncella. Te detienes unos instantes para darle las gracias por las maravillas de esta estación.
Continúas con tu paseo y adviertes que el suelo se inclina ligeramente. Más adelante los árboles comienzan a escasear y ves un claro. Aquí el sol se cuela entre las ramas e ilumina un espacio circular de verde y suave hierba. Al entrar en ese tímido espacio despejado te invaden la paz y la felicidad. Todo está en silencio, incluso el sonido del viento parece haberse desvanecido. En el centro descansa una enorme piedra gris que te llega aproximadamente hasta la cintura. Es evidente que la roca es muy antigua porque el musgo y los líquenes abundan en la superficie. Al acercarte empiezas a oír también el sonido del correr del agua.
Te aproximas a la piedra para verla mejor y adviertes que tiene una serie de marcas. Estúdialas con atención porque alguna de ellas va a tener importancia y significado para ti. Recorre con tu dedo el dibujo y observa y aguarda un momento para ver si ocurre algo.
(Pausa)
Rodeas la piedra y descubres que en su base yace una pequeña fuente burbujeante. El agua que mana de ella ha formado una charca no muy grande, que queda recogida y flanqueada por piedras de diversos colores. Te arrodillas y sumerges los dedos; un hormigueo te recorre el cuerpo cuando el agua helada entra en contacto con tu piel. Al hacerlo, presientes que el líquido es especial porque tiene el poder de dar respuesta a tus preguntas y preocupaciones. Sumerge las dos manos en el agua y pide el consejo que anhelas hallar, luego baja la mirada y coge la primera piedra que te llame la atención. Sácala de la charca y examínala; fíjate en su tamaño, en la forma y en el color, pues todos estos detalles tienen un significado que sabrás al cabo del tiempo.
(Pausa)
Une las manos formando un cuenco que llenarás de agua y bébela. A pesar de que está fría, te parece que es lo más maravilloso que has degustado en tu vida. Después de tragártela, sientes cómo te recorre el cuerpo, limpiándolo y purificándolo. Ha eliminado todas las dudas y la ansiedad, las preocupaciones y los problemas, y te ha dejado completamente en paz contigo misma y con el mundo. Vuelves a dar gracias.
Al ponerte de pie, te fijas en que el Sol está en su cénit. Ha transcurrido la mañana y ya es mediodía. Te das cuenta de que otra vez oyes el canto de los pájaros en los árboles e intuyes el movimiento de las criaturas que habitan en la maleza. Adviertes también que los olores de la mañana se han trocado en los de la cálida tarde; ahora son más intensos. Te embriaga el aroma agradable y profundo de la tierra bañada por el sol. Examinas atentamente el claro y procuras grabar en tu memoria el paisaje, los sonidos y los olores, pues estás segura de que te gustará volver a un lugar como ése.
Regresas sobre tus pasos, giras alrededor de la piedra y vuelves al camino que se abre ente los árboles. Subes la cuestecita con la certeza de que eres más joven que cuando llegaste y que rebosas energía. Emerges de la arboleda y repasas con la mirada los prados, cálidos bajo la luz del sol. Ves a las abejas y a otros insectos recoger el néctar de las flores cuando bajas. Al llegar al pie de la colina, cierras los ojos y coges aire tres veces. Cuando lo exhalas por tercera vez, regresas al aquí y ahora. Abre los ojos, siéntate y frótate los brazos y las piernas para terminar de conectar con la tierra.
No me canso de repetir que debes tomar nota de todas tus experiencias tan pronto como te sea posible. Apunta lo que has visto, lo que has oído o sentido, y los significados que creas que tiene todo esto.
A veces se dice que es peligroso salirse del camino cuando hacemos una experiencia guiada. Desde luego, si lo haces, lo más probable es que no cumplas el propósito de tu viaje. Y, además, puede que te encuentres con cosas que hubieras preferido no ver jamás. Esto sólo sucede cando hay algo en tu psique que estás intentando eludir. Si te sientes capaz, te puede beneficiar enfrentarte a ello porque acabará regresando antes o después. No obstante, si te notas realmente incómoda, basta con que abras los ojos, te incorpores y te frotes los brazos y piernas de la misma manera que cuando terminas la experiencia guiada.
Si estás leyéndole la historia a otra persona, te aconsejo que la observes por si adviertes en ella algún síntoma de angustia. En el caso de que veas cualquier cosa que te haga sospechar que lo está pasando mal, debes recordarle que con sólo abrir los ojos podrá regresar al aquí y ahora. No suele ser necesario, sin embargo, detener la historia.
Esto me ocurrió una vez en un grupo de meditación que solía dirigir, y recuerdo que me sorprendí bastante al ver que la mujer no quiso abrir los ojos a pesar de que parecía sentirse muy incómoda. Al final del ejercicio, cuyo argumento había construido en torno a la idea de nadar con delfines, le pregunté cuál había sido el problema. Me respondió que hasta aquel momento le tenía fobia al agua y que no se sentía segura al no hacer pie, pero que había decidido quedarse en el camino con la esperanza de que esto la ayudara a superar sus miedos. La última vez que la vi estaba muy contenta porque había asistido a clases de natación y ya era capaz de nadar perfectamente. Esto demuestra que la meditación y la experiencia guiadas tienen otro uso: ayudarnos a vencer los miedos y las fobias. No obstante, en mi opinión lo mejor es que escribas tú la historia que quieras para que puedas controlar hasta qué punto te enfrentas a tus temores antes de entrar en un estado de meditación. Si pretendes hacerlo tú sola y estás tensa porque no sabes si acabarás metida en una situación difícil, entonces recuérdate tres veces en voz alta lo de abrir los ojos antes de empezar tu viaje.
La experiencia guiada del animal totémico
Muchas brujas creen que todos tenemos una relación especial con una forma animal. No se trata de un ser vivo en el sentido familiar, sino más bien de uno espiritual. Puede ser algo que exista en el mundo real, como un mamífero, un pájaro, un pez, etc. O también una criatura mítica o ficticia. A ésta nos solemos referir con el nombre de «animal totémico». Es posible que lo veas mientras paseas por ahí, en medio de una meditación, en un sueño, en un dibujo o incluso en la televisión. El significado del encuentro puedes interpretarlo tú misma, al igual que con las cosas que ves, oyes o sientes mientras realizas la experiencia guiada. Si, por ejemplo, tu animal es el protagonista de algunas leyendas (como le sucede, por ejemplo, a la urraca), entonces también podrás guiarte por ellas.
Si es posible, realiza este ritual tumbada bajo la luz de la luna llena. ¡No es necesario que sea en el exterior porque no tiene sentido que cojas frío o que te empapes! Si no puedes, sal fuera antes de hacer la experiencia guiada y dedica unos minutos a mirar la Luna y a pedirle en voz baja a la Diosa Madre que te guíe y te brinde su sabiduría. Túmbate boca arriba con los brazos estirados junto al tronco y las piernas extendidas. Ponte cómoda porque cualquier molestia podría influir negativamente en tus pensamientos. Asegúrate de que estarás calentita y, si hace falta, tápate con una manta. Empieza con la respiración y la relajación muscular que ya has practicado en otras ocasiones (las dos partes de la Práctica 2 de este capítulo.
Paseas por el bosque a última hora de la noche, el ambiente es cálido y una brisa muy suave mece las ramas que se hallan muy por encima de tu cabeza. Aunque hay árboles hasta donde te alcanza la vista, están bastante diseminados. La luz de la luna llena se filtra entre la floresta, iluminando tu camino. Sigues una senda que, bajo tus pies descalzos, es suave y mullida. El sendero serpentea de tal manera que no puedes ver adónde te diriges. Mientras caminas puedes oler la fragancia del bosque y el almizcle de la tierra caliente.
La senda se inclina y te conduce a un lugar donde los árboles, cuya corteza está cubierta de musgo, son más viejos y grandes. Algunos de ellos han caído al suelo y yacen entre sus compañeros como gigantes tumbados, que ofrecen cobijo a toda suerte de animalillos e insectos. Miras alrededor y admiras los ejemplares más antiguos de nuestra Tierra. De vez en cuando ves alguna de las criaturas del bosque yendo de acá para allá, en su actividad cotidiana.
Al seguir el sendero hacia abajo entrevés algo más adelante, una cosa que brilla bajo la luz de la luna y sabes que estás próxima a tu destino. Pero a pesar de que quieres llegar cuanto antes, todavía te tomas tu tiempo y caminas despacio para disfrutar de los momentos de paz y de unidad con la tierra. Escuchas el rumor del viento que sopla entre las copas de los árboles y sientes su suave caricia en tu piel. Disfrutas también de la tersura de la arena que te acaricia las plantas de los pies. Disfrutas también de la tersura de la arena que te acaricia las plantas de los pies. Doblas un recodo y llegas a un claro entre los árboles. Ves frente a ti una ligera cuesta verde que lleva a una enorme extensión de agua. La superficie cristalina no describe ni una sola onda y refleja perfectamente las estrellas y la Luna que coronan el cielo nocturno.
Caminas hasta la orilla y contemplas el reflejo de Diana, al tiempo que aspiras varias veces para llenarte los pulmones del cálido oxígeno de la noche. Percibes un movimiento en la orilla contraria y ves una figura al levanta la mirada. Te das cuenta enseguida de que se trata de la Diosa Madre. Resplandece como si tuviera una luz interna, y su túnica, que es de un color azul muy profundo, parece reflejar también las estrellas. En su rostro se adivina la sabiduría de las edades. Te dedica una sonrisa de aliento. En torno a sus pies se arremolina y serpentea una ligera neblina. En ella vislumbras formas que casi se convierten en figuras antes de desaparecer. La Diosa levanta los brazos hacia ti a modo de bendición. Al bajarlos, ves que la neblina se ha hecho más densa y que se aparta para mostrar una criatura que está a tus pies. El animal se acerca a la orilla obedeciendo el silencioso mandato de la mujer. Ahora conviene que te tomes el tiempo que necesites para mirarla con atención, para estudiar todos sus detalles; su tamaño, el color, los ojos y la expresión de su rostro.
(Pausa)
Cuando ya estés segura de que has grabado en tu memoria cada una de sus características, dale las gracias a la Diosa por mostrarte a tu tótem. Ella levanta de nuevo los brazos para bendecirte y, mientras lo hace, la neblina vuelve a concentrarse hasta esconderla a ella y a la criatura.
Ahora deberás desandar tu camino por el bosque. Regresa por donde viniste, caminando despacio y conservando la imagen de tu animal totémico en el corazón. Cuando estés preparada, abre los ojos y frótate los brazos y piernas para regresar al aquí y ahora.
Toma nota de tu experiencia tan pronto como te sea posible, apuntando también todos los detalles que recuerdes. Si te ves capaz, te recomiendo que dibujes tu tótem, porque, incluso aunque tu capacidad artística no te permita pasar del esbozo, te ayudará a evocar esas coas que de otro modo se perderían. Intenta no dar nada por sentado. Así, si por ejemplo has visto un gran pájaro negro que se parecía a un cuervo pero que tenía una mancha blanca en un ala, no asumas de buenas a primeras que se trata de una urraca, porque podría no ser el caso. Puede ser sencillamente un cuervo con una marca y ésta, de hecho, quizá tenga su propio significado.
Si no sabes cuál es la criatura que has visto, el siguiente paso será identificarla. Los mejores recursos los encontrarás en las bibliotecas públicas. Allí podrás ojear muchos libros de fauna natural o de seres mitológicos de modo que no te hará falta gastarte una fortuna. Internet, a pesar de que resulta muy útil para otras cosas, no es el mejor lugar para localizar una imagen que tienes en mente, a menos que ya cuentes con una idea aproximada de lo que estás buscando. Si te tropiezas con un dibujo o con una fotografía de tu tótem, te aconsejo que saques una copia y la guardes en tu diario, o que incluso la cuelgues de la pared.
Hay algo con lo que debes tener mucho cuidado: ver que tu animal totémico es una antigua mascota o la actual. Si bien es posible que pudiera ser tu tótem, conviene que repitas la experiencia guiada en la siguiente luna llena para asegurarte de que no se trata de tu subconsciente intentando advertirte de algo relacionado con ella o tú misma engañándote.
Cuando hayas conseguido identificar al tótem, estate atenta a las apariciones que haga en tu vida. A menudo sus visitas, que realizará oculto bajo una de sus múltiples formas, te indicarán que algo muy especial está a punto de ocurrirte o, por el contrario, que debes estar alerta ante algún peligro inminente. Como siempre, deberás dejar constancia de esto en tu diario porque en ocasiones te llevará cierto tiempo descifrar qué pretende comunicarte. Puede tener relevancia la dirección hacia la que mire o por la que aparezca, así como las veces que lo veas o la expresión de su rostro. Muchas brujas acostumbran a invocar su tótem para que su forma espiritual las acompañe en sus viajes a otros mundos.
A veces el animal totémico no pertenece ni a la fauna real ni tampoco a la mitología. Si éste es tu caso, tendrás que meditar. Puedes escribir tu propia experiencia guiada en la que encontrarte con esa criatura y formularle preguntas acerca de su naturaleza y significado. Siendo ésta la situación, es improbable que vayas a cruzártela en tu vida diaria, pero aprender cosas sobre ella te ayudará a intuir su presencia cuando decida visitarte.
Puedes realizar casi cualquier hechizo a través de la meditación, eso sí, manteniendo la concentración. Es, de hecho, el método al que más recurren las brujas solitarias. Algunos covens también utilizan ésta y la experiencia guiada para lanzar encantamientos, aunque les lleva tiempo y práctica hasta que todos los miembros son capaces de contribuir de forma plena y ordenada. Más adelante hablaré sobre la creación y la función del templo astral, que es un lugar de trabajo que permanece en el plano psíquico y que se emplea en aquellos actos mágicos que se hacen en un estado de meditación.
Para que las dos técnicas se conviertan en herramientas útiles en la magia, tienes que dominar la siguiente etapa: la visualización.