A menudo me preguntan cómo se pueden desarrollar los poderes psíquicos o el sexto sentido, a pesar de que muy pocas personas utilizan al máximo los cinco básicos. Cuando hablo de los sentidos me estoy refiriendo a la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. Es a través de éstos que percibimos e interactuamos no sólo con el mundo, sino también con todos aquellos que nos rodean. Y si aprendes a sacarles el mejor partido también podrás desarrollar tu sexto sentido.
El sexto sentido es el que nos permite predecir los acontecimientos, acciones y reacciones de las personas y también presagiar lo que podría ocurrir. No obstante, muchas de estas cosas podríamos saberlas si utilizáramos nuestros cinco sentidos por completo. Las brujas y los hombres y mujeres sabios son personas que han pasado toda su vida en pequeñas comunidades, por lo que conocen al detalle las costumbres de sus vecinos, tanto en su conjunto como individualmente. Están, asimismo, muy ligados a la tierra, a las plantas, al ganado, a los animales salvajes y a la manera en la que unos y otros interactúan con los demás. Saben en qué lugares crecen las plantas y cómo pronosticar el clima a partir de su desarrollo. Conocen muy bien las relaciones entre los distintos individuos y sus familias, y son capaces de predecir cómo se comportarán éstos en diversas situaciones. Pero esta habilidad no es producto de la magia, sino de muchos años de estar observando atentamente a las personas y la naturaleza. Este mismo comportamiento lo tienen nuestros padres o parejas, que pueden decirnos dónde hemos puesto algo que no encontramos y no porque lo hayan buscado, sino porque están acostumbrados a observar su entorno y las experiencias que han acumulado de su familia les garantizan saber que no tienen que demostrar físicamente. Otro ejemplo más común sucede cuando estamos seguros de que alguien está escuchando nuestra conversación a pesar de que nos esté dando la espalda. Hay muchas cosas en la vida que sabemos sin un porqué, y éstas constituyen los mejores ejemplos de cómo utilizamos nuestros cinco sentidos sin siquiera darnos cuenta de ello. Intenta recordar alguno de esos momentos en los que sabías, sin una razón aparente, que algo no encajaba y que tenías razón. Si trabajas en ello, desarrollarás al máximo tus sentidos y, a partir de ahí, aprenderás también a utilizar el sexto.
Como especie empleamos nuestros sentidos de una manera preferente y concreta. La vista es, sin duda, el sentido más importante para los seres humanos. El siguiente en la jerarquía es el oído, seguido por el tacto, el olfato y el gusto. Existe, sin embargo, un debate acerca de cuál de los dos últimos es más importante, en mi opinión, es poco probable que alguien se sienta tentado a probar algo que huela mal, mientras que si estamos dispuestos a oler algo que sabemos a ciencia cierta que sabe a rayos, por ejemplo, un perfume. El olfato, además, es uno de los sentidos más evocadores; el aroma del pan recién horneado o el de las hojas quemándose pueden transportarnos a otro lugar y hacernos recordar muchísimas situaciones.
Por eso las personas con disfunciones sensoriales rinden al máximo con el resto de sus sentidos, así compensan en la balanza su carencia. Y a veces ocurre que lo acaban haciendo de maneras completamente inesperadas. Todos sabemos que una persona ciega se sirve del tacto —mediante un bastón en la mayoría de las ocasiones— para moverse por la calle, pero muchas también son capaces de percibir los colores a través de las puntas de los dedos. Lo que ocurre es que los interpretan como cambios de temperatura. En un estado menos permanente, cuando tenemos la nariz taponada por un catarro, podemos detectar olores por la boca, eso sí, siempre de una manera más sutil.
Al desarrollar tus sentidos también mejorarás la habilidad para visualizar, que resulta primordial a la hora de formular hechizos.
A lo largo de este capítulo hablare de cada uno de los sentidos, comprobarás lo que te parecería el mundo si no los tuvieras e intentarás sacarles el máximo provecho. Luego pasarás a realizar algunos ejercicios relacionados con el sexto sentido. Intenta hacerlos con mucha atención porque, aunque creas que ya sabes la mayoría de las cosas, lo más probable es que acabes sorprendiéndote de las habilidades extra que irás aprendiendo.
La visualización es una de las capacidades más esenciales para la práctica de la magia. Para lograr que ésta sea exacta y refinada, lo primero que tienes que entrenar son tus sentidos, porque las imágenes que visualizas deben ser muy completas.
VISTA
Como ya he dicho, para los humanos la vista es el sentido principal. Para otros mamíferos suele ser o bien el oído o el olfato, o los dos a la vez. Es impresionante la cantidad de personas que cruzan una carretera o se planta delante de un coche en marcha que pueden oír, aunque no ver. En una ocasión, una buena amiga mía era incapaz de encontrar una tienda de animales que estaba justo a su espalda, ¡a pesar del gorjeo de los pájaros enjaulados y del intenso olor a ratones y arena! Esto ocurre en parte porque nuestras mentes están repletas de una gran cantidad de cosas que no están relacionadas directamente con los sentidos, como por ejemplo las listas de la compra, los compromisos que tenemos que atender, los recuerdos de nuestros amigos y seres queridos, etc.
PRÁCTICA 1
Con suerte, nunca tendrás que enfrentarte al mundo sin, por ejemplo, el sentido de la vista. No obstante, conviene que experimentes la sensación durante un breve período. Es más: en algunas circunstancias, poder pasar sin él podría serte de muchísima utilidad. Por eso te recomiendo que intentes caminar por tu casa con los ojos cerrados. Nunca se sabe cuándo habrá un apagón prolongado y, de haber un incendio, esta práctica podría salvarte la vida. Si puedes, consigue que un amigo o un miembro de tu familia te vigile mientras haces el ejercicio, más que nada para evitar que te hagas daño. Si no es posible, no se te ocurra andar bajando escaleras o acercarte a escalones.
En primer lugar, y sin prepararte mirando previamente la ruta a seguir, cierra los ojos y muévete desde donde acostumbras a sentarte hasta la puerta de tu habitación. Camina despacio, con las manos tanteando por delante, dando pasos pequeños y sin levantar mucho los pies del suelo para no tropezar. Estate muy pendiente de cómo te sientes y trata de recordar para más tarde cuánto te puede estar preocupando la posibilidad de chocar contra algún mueble. Repite luego el ejercicio, pero hazlo estudiando previamente la ruta que vayas a seguir.
Una vez hecho esto, prueba con un trayecto más largo, yendo, por ejemplo, desde el dormitorio hasta el cuarto de baño o, si te atreves, desde la cama hasta la entrada principal de la casa. Pero, en esta ocasión, párate cada poco tiempo para hacer uso del resto de los sentidos. Escucha con atención ¿Qué oyes? ¿Acaso el tictac de un reloj, el crujido del parqué o de la puerta? ¿Tal vez el zumbido de un aparato eléctrico? ¿Percibes alguna corriente o el aire caliente que desprende una estufa? Utiliza también el olfato porque cada habitación suele desprender un aroma diferente: el baño puede oler a jabón, la cocina a comida, etc. Lo más probable es que el lugar donde duerme tu mascota huela a ella. En la mayoría de los hogares encontramos multitud de pistas que hacen innecesario que usemos los ojos para saber dónde estamos.
PRÁCTICA 2
Para ampliar la información que obtienes de la vista, intenta lo siguiente: busca un lugar donde puedas sentarte tranquilamente y, sin atraer una atención no deseada, observa a las personas, preferiblemente a las que no conozcas. Una cristalera en una cafetería que esté delante de una calle concurrida es el sitio perfecto, aunque también puedes mirar por la ventana de tu oficina a la hora de comer.
Mientras estés sentada mira atentamente a los que pasan. A ver si puedes adivinar qué están haciendo. Observa cómo caminan: ¿crees que tienen prisa o que están dando un paseo? ¿Lo hacen moviendo los brazos, tienen las manos metidas en los bolsillos o sujetan con fuerza un bolso, una cartera o un maletín? Contempla la expresión de sus rostros: ¿parece nerviosos, felices, frustrados, decididos? ¿Miran a los ojos de aquellos con los que se cruzan, o los esquivan? Si ves a dos o más personas caminando juntas intenta adivinar qué relación tienen entre sí: ¿son amigos, pareja, familiares, compañeros de trabajo? ¿Cómo se tratan? ¿Lo hacen con igualdad o es uno el que domina al resto?
Si eres capaz de observar y de llegar rápidamente a una conclusión, entonces también podrás probar a hacer este ejercicio en ambientes más sociales, lo que te permitirá comparar lo que ves con lo que oyes. En cualquier caso, ten cuidado de que no resulte evidente que estás observando a la gente. Si consigues superar con éxito todos los ejercicios anteriores, llegarás a interpretar con facilidad el lenguaje corporal y sabrás cuándo una persona no te está diciendo lo que realmente piensa o siente y, de hecho, hasta sabrás cuáles son sus verdaderos sentimientos.
PRÁCTICA 3
No debes limitarte sólo a observar a las personas. Asómate todos los días por la ventana y echa un vistazo al mundo que te rodea. Mira el cielo, los árboles, las plantas y los animales. Tómate unos momentos para darte cuenta de lo que ocurre realmente. ¿En qué dirección sopla el viento? ¿Qué tipo de nubes hay en el cielo? ¿Hay pájaros volando o se mantienen cerca del suelo? Comprueba si éstos y otros detalles te sirven para predecir qué clima tendrás ese día.
PRÁCTICA 4
Hay un juego muy antiguo que se practica a menudo en las fiestas y que entrena la capacidad de observación. La primera vez que jugué a él me dijeron que se llamaba el Juego de Kim, pero me consta que tiene muchos otros nombres. Coge una bandeja y deposita en ella entre diez y doce objetos distintos. Tápalos con un paño. Aparta el trapo durante u minuto exacto antes de volver a cubrirlos, y luego deja que la persona con la que estés jugando enumere los objetos. Se puede hacer de forma simple para que jueguen los niños; con elementos fáciles de reconocer como unas tijeras, una cuchara, etc, o más complejo par adultos, incorporando cosas como una tira de papel de periódico con unas pocas palabras inconexas o un trozo de algún aparato eléctrico que quizá tengan que describir. También puedes aumentar el tiempo entre que se ven los objetos y se intenta recordar cuáles son. Si juegas a menudo a este juego, descubrirás que tu capacidad mental para observar y para luego recordar esos detalles visuales mejora muchísimo.
Si tienes pensado hacer sola este ejercicio, lo que puedes hacer es coger un periódico o revista que tenga muchas fotografías o imágenes de diversos tipos. Ábrelo por una página al azar y examina una fotografía durante un minuto exacto. Ciérralo y escribe inmediatamente todo lo que recuerdes de ella. Es mejor que lo escribas porque si no, ¡no lo recordarás! Compara el resultado con la fotografía que miraste. Está claro que algunas imágenes sirven mejor a este propósito que otras; algunas pueden ser demasiado simples y otras las habrás visto muchísimas veces. Es curioso, sin embargo, comprobar lo poco que a veces se recuerda de, por ejemplo, un anuncio que hemos visto cientos de veces.
OÍDO
Aunque en el segundo ejercicio abordé parcialmente cómo te sentirías si no contaras con el oído, ¡una pérdida completa de audición es una cosa bien distinta! Existe, de hecho, una gran diferencia entre las personas que nacen sordas y las que se quedan así más adelante en sus vidas. Ambos casos representan una gran discapacidad que muchas personas pueden y acaban superando. Para nosotros oír es importante, pero no lo es tanto como para animales como los perros. Nuestras mascotas tienen un oído extremadamente agudo, ¡lo que deja de ser una ventaja cuando se ponen a ladrar al oír la motocicleta del cartero mucho antes de que éste aparque frente a nuestra casa! Pero el oído no es la única manera en la que detectamos el sonido. Beethoven seguía componiendo mucho después de haberse quedado sordo y esto era así porque podía sentir las vibraciones en el piano y en el suelo. Los murciélagos, por ejemplo, no oyen, sino que detectan el movimiento mediante una especie de sónar. Éste es un detalle importante sobre el que volveré más adelante: el sonido es, como le ocurre a la esencia de este mundo, una cuestión de vibraciones. Para nuestros ancestros el oído era mucho más importante de lo que lo es ahora para nosotros. Esto era así porque utilizaban el sentido no sólo para buscar a sus presas, sino para advertir el acecho de los depredadores. Y, desde luego, era también un aspecto fundamental de su magia. Se sabe que un gran número de lugares sagrados, especialmente aquellos situados en el interior de algunas cuevas, contaban con unos efectos de sonido muy poco comunes. En estos emplazamientos los ecos son extremadamente singulares. Pero volvamos a tus ejercicios sensoriales en el aquí y ahora…
PRÁCTICA 5
Resulta relativamente sencillo experimentar el mundo sin contar con una buena audición. Para llevar a cabo este ejercicio tendrás que comprar un par de tapones para los oídos en una farmacia. No conseguirán bloquear todo el sonido, así que deberás colocarte encima unas orejeras o auriculares. Esto debería bastar para reducir tu audición hasta un punto en el que oigas poco o nada. Pasa una tarde en casa haciendo todo lo que sueles hacer normalmente, aunque si vas a ver la televisión o a escuchar la radio, ajusta el volumen antes de ponerte los tapones y las orejeras. Si no convives con personas comprensivas, trata entonces de hacer este ejercicio por la noche, cuando estés sola. Asegúrate de que haces cosas que harías normalmente como, por ejemplo, darte un baño (¡no te duches!), mira la televisión (sobre todo tu programa favorito), haz la cena, etc. Si quieres, puedes pedirle a un amigo que te ayude comportándose con absoluta normalidad y que se asegure de que no haces ninguna trampa en este pequeño examen. Haz el ejercicio durante al menos dos horas.
Cuando hayas terminado, piensa y toma nota de cómo te sentías: presta especial atención a cómo has utilizado el resto de los sentidos. ¿Has percibido, por ejemplo, que alguien se te acercaba por la espalda? ¿Te ha parecido que cocinar era más difícil porque no estabas segura de cuándo empezaba el aceite a chisporrotear? Trata de recordar de qué manera has confiado más en tus otro cuatro sentidos; ¿tenías la sensación de que el olfato se te había afinado?
Hoy en día, nuestra capacidad para advertir el sonido está muy comprometida por el hecho de que vivimos en un mundo extremadamente ruidos, y casi todo está provocado por el ser humano. Pero, incluso si no oyeras la televisión, la radio u otros aparatos por el estilo, siempre te quedaría el zumbido de la nevera, el sonido del ventilador del ordenador o el del calentador de agua, el tictac de un reloj… Y aunque apagaras todos los electrodomésticos, seguirías escuchando otros sonidos. En una ciudad o en un pueblo de gran tamaño siempre oirás el tráfico, y si vives en el campo, como es mi caso, escucharás el murmullo de los coches en una carretera lejana o el vuelo de algún avión. Es evidente que el mundo nunca se queda en silencio; siempre estará presente el sonido de la naturaleza, pero para la mayoría de nosotros estos ruidos han pasado a un segundo plano. Por eso, y para sacarle el máximo partido al oído, conviene que aprendas a devolverlo a su lugar inicial.
PRÁCTICA 6
Para empezar tendrás que aprender a identificar los sonidos que escuchas de fondo en tu vida diaria. Busca un momento en el que puedas estar a solas en tu habitación y apaga todos los electrodomésticos, como la televisión, la radio, el equipo de música, etc. Túmbate y cierra los ojos. Escucha atentamente los sonidos que te rodean. Intenta identificarlos y situarlos en sus respectivas habitaciones. Fíjate en las diferencias que hay de una a otra. Dedica por lo menos media hora a esta tarea, pues cuanto más tiempo escuches más oirás.
Repite ahora el ejercicio en el exterior, en el jardín o, si puedes, en algún lugar alejado de los sonidos de la vida moderna. Mientras escuchas, trata de visualizar la escena que te rodea. Si puedes oír el viento silbar ente los árboles, ¿dónde se encuentran? ¿A qué distancia? ¿Cómo son de altos? ¿Están todos en flor o les están empezando a salir las hojas? ¿Puedes oír los pájaros y otros animales? Cuando creas que la imagen mental que tienes es tan completa como podría ser, abre los ojos y comprueba en qué has acertado.
PRÁCTICA 7
Otra manera de mejorar el sentido del oído es sintonizando tu programa de televisión favorito, pero, en lugar de verlo, limitarte a escucharlo con los ojos cerrados. La televisión es más adecuada para este propósito que la radio porque ésta es un medio concebido para ser escuchado, mientras que la televisión es muy visual, de modo que tendrás que esforzarte mucho más para sustituir la vista por el oído. Trata de visualizar todas las escenas, al tiempo que escuchas el programa. Intenta ubicar las cosas en su lugar: los escenarios, los figurantes, los protagonistas, etc. Puedes abrir los ojos de cuando en cuando para comprobar lo parecida que es tu imagen mental con la de la pantalla del televisor, pero trata de no hacerlo mucho. Si practicas este ejercicio de manera regular, muy pronto serás capaz de visualizar escenas enteras con cierta precisión. Cuando tengas la sensación de que has desarrollado casi al máximo esta habilidad con tu programa preferido, quizá te apetezca probar con otro que no veas habitualmente.
Recuerda que con todos estos ejercicios lo que pretendo es que mejores tus sentidos para que estés más alerta de aquello que te rodea en la vida diaria, además de para perfeccionar tu habilidad para visualizar. La mayoría de las personas se acaban dando cuenta de que son más conscientes de lo que ocurre a su alrededor y que gracias a estos ejercicios acaban por saber en cada momento quién está cerca de ellas. Esto lo puedes demostrar pidiéndole a un buen amigo que se acerque silenciosamente a ti mientras llevas a cabo alguna actividad y que compruebe cuánto puede aproximarse antes de que adviertas su presencia.
GUSTO Y OLFATO
Los sentidos del gusto y del olfato están estrechamente relacionados; ésta es la razón de que la comida te sepa distinta cuando tienes la nariz taponada por un catarro. Si vives con gatos puede que te hayas dado cuenta de que cuando uno de estos animales olfatea algo que le interesa, abre también la boca para detectar mejor el olor. A esto se le llama «signo de Flehmen», y lo que están haciendo es inhalar a través de la nariz y de la boca al mismo tiempo para saborear las moléculas que perciben en el aire. A los seres humanos nos cuesta hacerlo, pero podemos aprender. Eso sí, te recomiendo que no lo hagas en público hasta que domines la técnica porque ¡la gente va a pensar que eres un poco rara! Éste es un método muy útil para saber de qué calidad es un vino antes de probarlo.
El sabor y el olor son sentidos que también están muy ligados a los recuerdos. El aroma a salitre, a pan recién horneado o a cuero nuevo son sólo unos pocos ejemplos de esos olores capaces de devolvernos a un momento específico de nuestra vida. Ocurre también al saborear ciertos tipos de comida, que pueden hacernos recordar anécdotas de nuestra infancia y otras ocasiones especiales.
PRÁCTICA 8
Es muy fácil aislar el gusto del olfato; basta con que te tapes la nariz cuando estés comiendo. Si además puedes ponerte una de esas pinzas que utilizan los nadadores, entonces tendrás las manos libres mientras realizas los ejercicios.
Prepara una serie de alimentos en lo que incluyas sabores dulces, salados, amargos y agrios. Si no estás segura de cuál es la diferencia entre los dos últimos; cómete un trozo de la cáscara amarilla del limón y otro de la blanca, ¡y así dejarás de tener dudas al respecto! Tápate la nariz como puedas y empieza a probar pequeñas cantidades de cada una de las cosas en las distintas zonas de tu lengua, es decir, primero saborea con el centro, después con los laterales, con la punta y finalmente con la parte de atrás. Bebe un sorbo de agua cada vez que cambies de sabor, para limpiarte el paladar. Trata de darte cuenta de las diferencias, de lo fuerte o débil que es el regusto. Puedes probar varios tipos de un mismo aliento, por ejemplo, distintos panes o aceites de oliva e incluso variaciones de una planta, como la menta o la hierbabuena. Cuando hayas saboreado dos o tres sustancias sin el olfato, vuelve a probarlas sin taparte la nariz y comprueba cuáles son las diferencias.
Si te ves capaz, come tu comida preferida sin utilizar el olfato. Quizá te parezca muy sosa, pero debes perseverar y no ceder a la tentación de agregarle otros ingredientes que aumenten su sabor.
Te recomiendo, eso sí, que diversifiques y no intentes completar el experimento en un solo día, pues al final te quedarías con el paladar entumecido.
Hoy en día, la gente come muchos alimentos procesados que contienen niveles muy altos de sal, azúcar, edulcorantes artificiales y otros ingredientes que no sólo interfieren en nuestro sentido natural del gusto, sino que además pueden hacernos enfermar. Incluso aunque te fijes mucho en los alimentos que compras, no te servirá de mucho porque los que advierten en la etiqueta que son bajos en sal, tienen un nivel de potasio muy alto (que no es sino una variación del mismo mineral), y los que aseguran que no tienen grasas o azucares, cuentan con unas dosis muy elevadas de edulcorantes artificiales o llevan sal.
Y es que, al igual que les ocurre al resto de nuestros sentidos, en la era moderna nos bombardean continuamente con tal cantidad de sabores y olores artificiales que al final perdemos sensibilidad. El aire que respiramos sabe y huele a contaminación, en casa tenemos tantos productos químicos de limpieza que solemos utilizar otros ambientadores también artificiales para que huela bien. Cuando voy a una ciudad, me doy cuenta perfectamente de que el aire no es el mismo, su olor y sabor me sugieren elementos químicos y eso afecta a mis sentidos del gusto y del olfato. Es más: en las ciudades y pueblos grandes, las personas tienen más tendencia a echarse colonias y perfumes, lo que también influye en cómo se las trata. Hace años, en mi juventud, era una costumbre habitual que las mujeres se echaran unas gotitas de colonia de hombre antes de acudir a una entrevista de trabajo. Creían que esto haría pensar a sus entrevistadores que eran más fuertes y menos vulnerables.
Probablemente mejorarás tu sentido del olfato si pasas algún tiempo en un lugar en el que no haya contaminación. En vez de enmascarar los olores, intenta eliminarlos. Durante una o dos semanas evita los limpiadores químicos, los ambientadores y otras sustancias con olor; el agua con jabón te servirá para dejar la casa perfectamente limpia. Además, los detergentes ecológicos no suelen tener olor o son muy suaves. Utiliza jabón neutro para hacer la colada en lugar del habitual. Guarda todo el incienso, las velas aromáticas y cosas por el estilo. Usa jabones, champús y otros cosméticos sin olor, y reduce al mínimo todas las fragancias personales que sueles emplear. Evita los ambientadores artificiales y los productos cuyo objetivo sea el de hacer que tu casa huela «bien». Cómprate un par de macetas con plantas como el romero, el tomillo y la lavanda, que brindarán a tu hogar una fragancia sutil sin ese olor tan persistente y enfermizo de los productos químicos que intenta imitarlos. Si tienes niños o animales, echa un poco de bicarbonato sódico en las alfombras y en los suelos antes de pasar la aspiradora, porque les quitará el olor. Abre todas las ventanas y deja que las corrientes de aire entren y salgan de tu hogar durante unos minutos cada día; si vives en una ciudad, hazlo en momentos en los que el tráfico sea menos denso o cuando veas que sopla una buena brisa. Cuando hayas logrado eliminar todos esos aromas de tu casa tendrás la oportunidad de ejercitar mejor el sentido del olfato.
PRÁCTICA 9
Hazte con un surtido de hierbas, especias e incluso flores. Te será mucho más fácil si consigues que un amigo te ayude con esto, pues no sabrás de antemano lo que utilizará. Véndate o cierra los ojos y huele cada una de ellas para adivinar qué son. Inténtalo primero oliendo sólo por la nariz y luego también inhalando por la boca. Trata de advertir las diferencias entre las dos técnicas.
Recuerda que debes tomar nota de tus pensamientos y emociones, y practicar varias veces el mismo ejercicio porque así acabarás estando más alerta y aprenderás a relacionar unos hechos con otros aparentemente inconexos. Descubrirás también que estás creando una especie de almacén de experiencias que más adelante te serán de muchísima utilidad.
TACTO
Por lo general, las personas somos muy táctiles; basta con que veas cómo se agarra un bebé al dedo de una persona para darte cuenta de lo importante que es el contacto. Pero esto también les ocurre a otros animales; la relación física con otros seres vivos es algo esencial, incluso aunque sean de especies distintas. Ésta es una de las razones que explica por qué el contacto con un gato o un perro mejora la calidad de vida y acelera la recuperación de un enfermo. Y si vives con animales, sobre todo con mamíferos, te harás dado cuenta de que ellos también buscan ese vínculo físico, entre ellos y con nosotros, especialmente cuando se sienten inseguros o nerviosos. Y esto podría ser porque perciben que se avecina una tormenta o porque hay mucha agitación en tu hogar.
EL sentido del tacto, sin embargo, no sólo se percibe a través de las manos. Sentimos con toda nuestra piel y ésta puede influir sobre nuestros cambios de ánimo y en las emociones. Todos sabemos lo incómodos que nos sentimos cuando tenemos mucho frío o claro, o lo mal que nos encontramos si tenemos la ropa empapada tras un chaparrón. La indumentaria, de hecho, puede hacernos sentir que somos sensuales si es muy suave, ¡pero la que nos pica nos enojará! El tacto de los elementos nos influye también; recuerda lo agradable que es sentir la calidez del sol en la piel, especialmente cuando no te lo esperas, o la caricia de la brisa o la lluvia. Si tienes la costumbre de caminar descalza, serás perfectamente consciente de cuándo pisas una piedrecita por muy gruesa que sea la suela de tu zapato. Uno de los ejemplos más placenteros del tacto es un masaje, sobre todo cuando el masajista domina la técnica.
Perder el sentido del tacto, aunque gracias a Dios es muy raro, da lugar a graves problemas. Los enfermos de algunos tipos de lepra tienen que estar muy pendientes de dónde está cada una de las partes de su cuerpo en todo momento y deben acostumbrarse también a estárselas mirando continuamente para asegurarse de que no tienen ninguna herida, pues hasta los cortes más insignificantes pueden infectárseles y perder por ello un dedo del pie o de la mano. Y no sólo eso, sino que además, sin el sentido del tacto, las tareas más sencillas se convierten en algo extremadamente difícil de realizar.
PRÁCTICA 10
Este es un ejercicio rápido que te dará una idea de lo importante que puede llegar a ser el tacto. Sitúa las dos manos bajo el chorro de agua fría (o dentro de un recipiente con agua y hielo) durante diez o quince minutos hasta que ya casi no puedas sentir los dedos. Ahora intenta abrocharte los botones de la camisa o escribir tu nombre. Comprobarás que tienes que mirar muy atentamente lo que estás haciendo y concentrarte mucho para ejecutar una acción que, por lo general, es bien sencilla.
De todos modos, lo que me gustaría es que aprendieras a usar todos los sentidos al máximo, así que con los siguientes ejercicios pretendo que refuerces la relación que tienes con el tacto.
PRÁCTICA 11
Camina descalza por tu casa, primero con los ojos abiertos y luego con ellos cerrados. Utiliza el sentido del tacto a través de las manos y de los pies para percibir las diferencias entre una habitación y otra. Estate atenta a lo distintas que pueden ser las texturas de los suelos, pues incluso una misma alfombra puede no ser igual en todas las zonas. Palpa las paredes para percibir también sus irregularidades. Repite el ejercicio con los brazos y piernas desnudos y comprueba si adviertes alguna diferencia en las corrientes de aire de las habitaciones o si, en general, todas te parecen iguales.
Si puedes, haz también el ejercicio en el exterior, en el jardín o en algún lugar al aire libre. No es necesario que camines por ahí con los ojos cerrados, lo que sin duda sería bastante arriesgado, ¡sin mencionar que la gente podría pensar que estás loca! Limítate, por tanto, a quedarte quieta en varios sitios distintos para sentir el movimiento del aire y el tacto de los elementos sobre tu piel.
No sólo recibimos muchísima información de nuestro entorno a través del sentido del tacto o de la piel, sino que esta última reacciona ante factores aparentemente inconexos. Se nos pone la carne de gallina cuando tenemos frío, pero también cuando tenemos miedo o percibimos que algo no encaja. También nos ocurre a veces que nos recorre un escalofrío que nos alerta de que puede estar ocurriendo algo anormal. Recurrimos a sensaciones físicas para explicar nuestras intuiciones acerca de los demás; decimos, por ejemplo, que un individuo nos «pone los pelos de punta» cuando le da damos la mano y la tiene fría y húmeda. Estas y otras reacciones relacionadas con la piel y con el sentido de tacto son lo poco que nos ha quedado de algo que solía ser muy importante para la supervivencia. Lo conservamos desde los tiempos en los que éramos mucho más conscientes y estábamos en sintonía con el mundo que nos rodeaba.
Como has visto en algunos de los ejercicios, reducir la capacidad de uno o más de nuestros sentidos, a menudo conlleva que los demás se agudicen. Al principio del capítulo dije que algunos ciegos pueden percibir los colores intensos mediante el tacto; el rojo porque, según cuenta, es cálido, etc.
PRÁCTICA 12
Si quieres entrenar aún más el tacto puedes preparar una serie de tarjetas con colores y comprobar si averiguas, con sólo tocarlas, de qué color son. Para empezar, escoge tonos sencillos y sin matices, como el rojo, el amarillo, el verde, el azul, el negro y el blanco. Si estás muy segura de tu habilidad, puedes incluir otros como el naranja, el morado, el marrón, el oro y el plata. Asegúrate de que todas las tarjetas tengan el mismo tamaño y forma, y que no se distingue nada por el reverso. Barájalas y, con los ojos cerrados, escoge una. Cógela de tal manera que puedas palparla con toda la mano, con los dedos, con la palma, etc., e intenta adivinar de qué color es. Cuando hayas tomado una decisión, abre los ojos y comprueba si has acertado.
A las brujas, el sentido del tacto nos sirve para detectar una enfermedad y lo empleamos también en algunas técnicas de curación.
Hace mucho que se cree que los sentidos están relacionados con los elementos de muchas y diversas maneras. Probablemente el más antiguo sea: Aire/olfato, Fuego/vista, Agua/gusto, Tierra/tacto. En los últimos tiempos el orden se ha cambiado para incluir el quinto: Aire/oído, Fuego/vista, Agua/gusto, Tierra/tacto y Espíritu/olfato. NO obstante, considero que es un error vincularlos tan estrictamente. Los sentidos son con lo que percibimos los elementos y no extensiones de ellos. Por esta razón es fundamental que aprendamos a sacarles el máximo partido.
RITUAL DE LA LUNA LLENA PARA AGUZAR LOS SENTIDOS
Este ritual se parece bastante al rito de auto-bendición con el quizá te hayas tropezado en alguna ocasión. Pero su objetico es diferente. Mientras avanzas por él, te conviene recordar las experiencias que has vivido en los ejercicios que ya has hecho de este capítulo.
Además de todo el equipo que utilizas y dispones normalmente en el altar, necesitas también un cuenco de agua y un poco de sal. Como en el resto de rituales, tendrás que asegurarte de que lo has preparado todo, incluyendo la bebida y el alimento que luego utilizarás para volver a conectar con la tierra.
Crea el Espacio sagrado de la manera que lo sueles hacer y cuando estés preparada para empezar, añade una pizca de sal al cuenco de agua, sumerge el dedo índice de tu mano fuerte en el líquido y recita lo siguiente:
Bendigo y consagro esta agua en nombre de la Diosa y del Dios para que pueda abrir mis sentidos a las maravillas de su mundo. Benditos seáis.
Arrodíllate frente al altar y cerca del cuenco de agua y sal. Introduce en él todos los dedos de las dos manos y di lo siguiente:
Señora mía, poderoso Señor, bendecid mis dedos y mi piel para que pueda apreciar por completo el sentido del tacto.
Enlaza los dedos de las dos manos y continúa diciendo:
Para que pueda aprender realmente a sentir vuestras bendiciones y a tocar todo aquello que ofrecéis. Benditos seáis.
Cierra los ojos y di lo siguiente:
Señora mía, poderoso Señor, abrid mis ojos para que pueda ver las maravillas de vuestro mundo.
Moja la punta del dedo índice en el agua y unge tus dos párpados con ella antes de decir:
Dejadme ver con verdad y honestidad. Benditos seáis.
Abre los ojos otra vez. Tócate las orejas con las puntas de los dedos y di lo siguiente:
Dejadme oír con claridad y comprensión. Benditos seáis.
Acaríciate brevemente los labios con el dedo índice de tu mano fuerte y di lo siguiente:
Señora mía, poderoso Señor, abrid mis sentidos para que pueda saborear los prodigios de vuestra creación.
Sumerge el dedo índice en el agua y úngete la punta de la lengua antes de decir:
Dejadme que saboree real y claramente. Benditos seáis.
Sitúa el dedo índice de tu mano fuerte sobre la nariz y di lo siguiente:
Señora mía, poderoso Señor, aguzad mi sentido del olfato para que pueda conocer los aromas de vuestro mundo.
Moja el dedo índice en el agua y úngete la nariz antes de decir:
Dejadme saber cuáles son los verdaderos aromas de la vida y de la tierra. Benditos Seáis.
Y, por último, sumerge el dedo en el agua y úngete el tercer ojo, es decir, el entrecejo. Di lo siguiente:
Señora y Señor todopoderosos, bendecid mis sentidos del tacto, de la vista, del oído, del gusto y del olfato para que pueda aprender a utilizarlos en su totalidad y comprenda vuestras costumbres.
Úngete el entrecejo por segunda vez y di lo siguiente:
Madre y Padre, bendecid mi sexto sentido para que, mediante el uso de los otros cinco, lo pueda desarrollar y confié en él. Permitidme que prospere en vuestras costumbres. Benditos seáis.
Quédate de rodillas y medita durante un rato antes de concluir el ritual como sueles hacerlo normalmente, recogiéndolo todo y apuntando la experiencia en tu diario.
Aprender a utilizar y luego mejorar tus sentidos te cambiará la vida. No sólo estarás más al tanto de lo que sucede a tu alrededor, sino que te darás cuenta de que estás en armonía con lo intangible y con los mundos paralelos. Esto no es, sin embargo, más que otro paso en el camino que te llevará a ser consciente y a convertirte en la persona que siempre ha estado oculta en tu interior.