Capítulo I
Pentáculo
Elementos:
las piedras angulares de la magia

Conocer y entender los elementos es lo más básico en el arte de la brujería y es esencial para hacer magia. Casi todos los factores de los que se compone se relacionan con estos elementos de una manera o de otra. Aunque se pueden hacer algunos hechizos sin necesidad de comprender su funcionamiento, tales encantamientos suelen ser menos efectivos y/o actúan con menos previsión o no lo hacen en absoluto.

Los elementos a los que me refiero no son los de la tabla periódica, sino los atributos básicos de las fuerzas de la naturaleza y de la Tierra. Son, por tanto, el Aire, el Fuego, el Agua, la Tierra y el Espíritu. En sus muy distintas formas son aspectos del ecosistema de los que surge toda la vida y que influyen sobre nuestra existencia.

El Aire es el viento; desde la brisa veraniega más gentil a los huracanes y tornados que arrasan el planeta. Todos los seres vivos necesitan respirarlo de alguna manera. El Fuego es el calor y la luz que emanan del Sol, así como las llamas que alumbran nuestros hogares o las que se propagan salvajemente y asolan lo que encuentran a su paso como lo haría un incendio en un bosque. La vida, por supuesto, necesita la luz y el calor para sobrevivir: El Agua abarca desde una simple ducha hasta un aluvión, así como los arroyos, los ríos, los océanos o los mares en calma o sumidos en la peor de las tempestades. En su estado más brutal es el tsunami o la violenta marejada. Y, desde luego, todas las formas de vida necesitan el agua para sobrevivir. La Tierra son las rocas, las piedras, los guijarros y los minerales, además de la arena en la que subsisten diversas criaturas; pero es también el terremoto que puede extinguirnos. Es el medio en el que crecen las plantas y un agente fundamental en la cadena alimentaria. El Espíritu es la divina y misteriosa chispa de la vida; la diferencia entre algo que vive, crece y se reproduce o lo que yace quieto e inerte.

En este capítulo me centraré, sobre todo, en cuatro de los cinco elementos: Aire, Fuego, Agua y Tierra. En el pasado, los seres humanos solían pensar que estos elementos influían y controlaban todos los aspectos de la vida cotidiana, que determinaban si habría comida suficiente y si las personas prosperarían o no. La carencia o exceso de los mismos traía consigo una gran hambruna y la posibilidad de vivir o de morir. Es evidente que todavía pueden hacerlo; basta con mirar un telediario para ver los efectos de los huracanes, de los incendios en los bosques, de la sequía, de la hambruna, de los terremotos, de los corrimientos de tierras, de los tsunamis y otros efectos que prueban que puede haber una superabundancia o una carencia manifiesta de cualquiera de estos elementos. El quinto, el Espíritu, es lo que diferencia lo que está vivo de lo que no lo está, y posee también un matiz divino que guarda una relación directa con la Diosa y con el Dios. El capítulo que le he dedicado se centra en las diosas y en los dioses, y en las maneras en las que puedes llegar a comprender qué son exactamente. Entre tanto, imagínalos a tu antojo.

En la brujería, y en otros credos, los elementos no son sólo las fuerzas físicas de la naturaleza; también forman parte de nosotros. El Aire simboliza nuestro pensamiento, esa parte de nosotros que reflexiona; es además nuestra respiración y el sentido del olfato. El Fuego se convierte en el entusiasmo y las pasiones, en esos sentimientos enérgicos que nos sobrecogen y que nos obligan a actuar o a reaccionar, en el latido del corazón y en el sentido de la vista. El agua encarna nuestras emociones, la alegría, la risa, la pena y las lágrimas. Es la sangre que corre por nuestras venas y el sentido del gusto. La Tierra equivale a nuestra forma física, al cuerpo y al sentido del tacto. El Espíritu es una parte inmaterial de nosotros mismos a la que también podríamos llamar el sentido del ser o el alma.

Los elementos están presentes y vinculados a otros aspectos de la vida: a la hora del día, a la estación del año, a la edad de una persona e incluso a la dirección de la brújula. El Aire, que siempre debe ocupar el primer lugar, representa y lo representa la mañana, la primavera, la juventud y el Este. El Fuego es la tarde, el verano, la edad adulta y el Sur. El Agua es el crepúsculo, el otoño, la madurez y el Oeste. La Tierra es la noche, el invierno, la senectud y el Norte. El Espíritu los abarca a todos ellos. Los elementos forman parte de lo que hacemos a diario. El Aire es la idea y el proceso de reflexión que nos lleva hasta ella. Por eso este elemento ocupa el primer lugar, pues conviene que meditemos nuestras acciones antes de llevarlas a cabo. El Fuego personifica el entusiasmo que nos hace desear transformar nuestros pensamientos en actos. El Agua podemos interpretarla como nuestro bagaje sentimental. La Tierra viene definida por lo físico que hace acontecer las situaciones. El Espíritu es la chispa que da la vida, esa parte de nuestro ser que contagiamos a todo para hacerlo especial y nuestro.

Los elementos son también la base sobre la que se apoya el Círculo de las Brujas. Cada uno de ellos se llama o invoca con un propósito y se ordena en el cuarto que le corresponde del compás, esto es: Aire al este, Fuego al sur, Agua al oeste y Tierra al norte. El Espíritu es, a la vez, la Diosa y el Dios, el ser y también el núcleo del Círculo y toda su circunferencia. En ocasiones utilizamos colores para representarlos. Así, el amarillo se corresponde con el Aire, el rojo con el Fuego, el azul con el Agua y el verde con la Tierra. No obstante, pueden emplearse otras combinaciones cromáticas. Para crear un buen hechizos, primero tienes que concebir la idea (Aire), a continuación pensarás en ella con entusiasmo (Fuego), después te involucrarás sentimentalmente (Agua) y, por último, la llevarás a cabo (Tierra), eso sí, tendrás que poner una parte de ti para que eso suceda (Espíritu).

Sus atributos demuestran lo importante que son los elementos, tanto en la vida cotidiana como en la brujería, pues no son sólo fuerzas muy poderosas de la naturaleza, sino que también están en contacto con todos los aspectos de la existencia y de nuestro interior. Para crear magia es esencial que los conozcas y los entiendas y, por supuesto, también todo aquello con lo que están relacionados. Si pretendes que la magia actual de la manera que deseas, tienes primero que ser capaz de manejar las energías tanto desde el interior como desde el exterior. El primer paso para conseguirlo es experimentar de forma activa con los elementos de la naturaleza.

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PRÁCTICA 1

Tómate tu tiempo para experimentar con cada uno de los elementos en su estado natural. Prepárate para dedicarles unos quince minutos o más. No cedas a la tentación de probar con más de uno al día. Como estos ejercicios tienes que llevarlos a cabo en el exterior, procura hacerlos en un lugar que no sea peligroso. Te recomiendo que te descalces para estar en contacto directo con la tierra. Puedes probar a hacerlo con los ojos abiertos o cerrados. Intenta usar todos los sentidos: la vista, el oído, el tacto, el olfato y el gusto. Para este último caso, te aconsejo que respires por la boca. Presta atención a cómo te hace sentir cada elemento, tanto física como emocionalmente.

Aire— Un día de viento, sube a algún lugar elevado (preferiblemente uno que no esté rodeado de árboles o edificios) para que puedas experimentar con él. Abrígate bien si hace frío. Siente el viento alborotándote el cabello, agitándote la ropa y acariciándote. Lleva contigo unas cuantas hojas o pétalos de flores, lánzalos al aire y mira cómo se mecen en la brisa, cómo se elevan por el cielo y cómo el viento los transporta de un lugar a otro. Mientras estés ahí, piensa en otros tipos de brisa, tanto en las más fuertes como en las débiles.

Fuego— En un día cálido y/o soleado visita algún sitio que esté protegido del aire y donde puedas tumbarte al sol. Absorbe el calor y la luz, siente la calidez que desprende la tierra. Tómate tu tiempo para pensar en todas las cosas que dependen de estos factores, pero no tanto como para quemarte ni mires directamente al Sol. Imagina lo que sería la vida sin luz o con mucha más.

Agua— Existen dos maneras de experimentar con ella; te recomiendo que pongas las dos en práctica porque así podrás comparar las experiencias. Lo primero que puedes hacer es salir cuando esté lloviendo; levanta la cabeza hacia el cielo y permite que unas gotitas te mojen la lengua. Deja que la lluvia te empape y observa cómo cae sobre los árboles, las plantas y cómo humedece la tierra. Contempla también cómo lo hace en caminos y carreteras, y mira qué efecto causa en las cosas de alrededor. Mientras estés ahí, piensa en que beneficios aporta. En segundo lugar, vete a un arroyo, a un río, a un estanque o a un lago que no esté demasiado sucio o contaminado. Mete los pies descalzos en el agua y utiliza las manos para mojarte la cara. Una vez más, piensa en cómo sería la vida con más o menos agua y recuerda que hay zonas del planeta en las que está congelada, mientras que otras sufren una grave sequía. Si vives cerca de la costa, puede hacer esta segunda parte del ejercicio en el mar. Métete y sumérgete, siempre que esté en calma y sepas nadar.

Tierra— Te recomiendo que la primera parte de este ejercicio la hagas en tu jardín o en el que alguien que esté dispuesto a que caves en él. Si no puedes, siempre te queda el recurso de llenar una bañera o un contenedor con tierra, aunque es mejor, sin duda, que intentes hacer lo otro en cuento tengas ocasión. Cava un agujero lo bastante ancho y hondo como para que puedas introducir las dos manos y que no sobresalgan. Mientras lo haces, mira cuidadosamente lo que te vayas encontrando en al tierra (tanto las criaturas vivas como los objetos inanimados). Utiliza las manos para palpar la textura de la superficie y de lo más profundo. Si puedes, introduce también los pies. La segunda parte quizá la tengas que aplazar hasta que puedas ir a algún lugar adecuado. Visita un sitio rocoso, no tiene por qué ser enorme o impresionante. Apoya las palmas de las manos en la superficie de la piedra. Examínala para ver lo que crece en ella. Fíjate en el color, en la textura y en la dirección que siguen las líneas o grietas que veas. Piensa en las fuerzas y energías que dieron lugar a esa formación rocosa. Si tienes ocasión, vete a una cueva para que también sepas lo que se siente al estar rodeado completamente por la tierra.

Cuando regreses a casa después de cada una de las prácticas, apúntalo todo; los pensamientos y emociones que tuviste al experimentar con los elementos.

Te puede ayudar dedicar una página en blanco o una sección a cada uno de ellos. Como éste es el primero de varios ejercicios vinculados con los elementos, tal vez te interese agrupar las experiencias vividas. Cuando te vayas a dormir, esfuérzate por evocar todos esos pensamientos y sentimientos. Si sueñas con ese elemento, apúntalo también.

Al entrar en contacto con estos aspectos de la naturaleza, probablemente cambiarás la relación que tenías con ellos. Así, mientras aprendes qué papel desempeñan el Aire y el Agua en el círculo de la vida, también comprenderás lo necesaria que es la lluvia y las tormentas y, por tanto, te será más fácil soportar el mal clima. Es posible que incluso acabes disfrutando sus muy diversas variaciones. Muchas brujas dedican cierto tiempo a experimentar y a regocijarse porque además son capaces de extraer energía de ellos.

Después de percibir los elementos en la naturaleza, tendrás que aprender a reconocerlos en tu interior. Como ya dije antes, cada uno de ellos tiene un equivalente dentro del ser humano: el Aire es el pensamiento, el Fuego la pasión, el Agua la emoción y la Tierra representa nuestra parte física. Es fundamental que sepas cómo funcionan dentro de ti, el modo en que transforman tus sensaciones, cómo te afectan en la vida y te hacen reaccionar frente a los demás. Si el Aire o el pensamiento es el elemento dominante, pasarás demasiado tiempo abstraída y no llevarás nada a la práctica. Si lo es el Fuego o la pasión, actuarás sin pensar en las consecuencias; la ira o un amor desmesurado te pueden, por ejemplo, ¡obligar a hacer cosas que luego lamentes! Cuando son el Agua o las emociones las que te controlan, tenderás a llorar o a reír con facilidad, aunque el lugar o el momento no sean los indicados para ello. Y si estás demasiado centrada en el plano físico o en la Tierra, no podrás dedicar atención a otra cosa, de la misma manera que un dolor de muelas hace imposible pensar en algo más.

Como las energías de los elementos son un factor fundamental para hacer magia, resulta indispensable que comprendas el equilibrio que debe existir en las que tienes dentro. Deberás ajustar cualquier desequilibrio antes de intentar practicar la magia, porque, de otro modo, los resultados podrían no ser los deseados. Si, por ejemplo, intentas lanzar un hechizo y en ti predomina el Aire, dedicarás demasiada energía a repasar mentalmente el problema pero no te involucrarás personalmente en la tarea. Pero si falta, entonces no recapacitarás y seguramente te salga mal. Cuando el Fuego es excesivo, corres el peligro de dejarte llevar, por ejemplo, por la ira ¡y lo lamentarás después! Pero si careces de él, no contarás con la fuerza de los sentimientos y, por tanto, la magia no se transformará en una acción. Si es el Agua o las emociones las que gobiernan tu voluntad, te será imposible centrarte en cualquier otra cosa que no sean los sentimientos, y tus hechizos seguramente no lleguen a nada. Sin embargo, si las emociones no están presentes, entonces no podrás aportar tu esencia personal. Por otro lado, al brindarle una importancia excesiva a la Tierra, canalizarías toda tu energía en los utensilios que se emplean en la magia, como las velas, etc., en lugar de procurar que ésta funcione. Pero sin ella no conseguirás hacer nada. Todo esto sería mucho más sencillo de entender si estuvieras permanentemente en contacto contigo misma. No obstante, cuando dejas atrás la infancia, se te dice que debes aprender a reprimir tus sentimientos, a no demostrar que estás furiosa y a no llorar abiertamente. Aprendes incluso a suprimir algunas de tus necesidades físicas; a no comer sino es el momento adecuado, a vestirte con cierto tipo de ropa aunque esta te resulte incómoda… Por todas estas razones es fundamental que dediques tiempo a aprender a reconocer tus sentimientos por lo que son en realidad, en ligar de ocultarlos detrás de lo que te gustaría que fueran.

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PRÁCTICA 2

En algunos instantes de los siguientes ejercicios entrarás en contacto con sentimientos bastante intensos, de modo que, antes de empezar, tienes que estar segura de que estás preparada para enfrentarte a ellos y de que podrás regresar después a la normalidad. En la magia solemos llamar a este proceso «conectar con la tierra», y es algo que debes practicar después de cada meditación y de trabajar con la magia. La mejor manera de hacerlo suele ser bebiendo algo caliente y tomando algún tentempié, preferiblemente dulce, para recuperar la energía física. Otras posibilidades son: frotarse los brazos y las piernas con vigor o desarrollar alguna actividad más extenuante y tediosa como, por ejemplo, ¡pasar el aspirador!

Enfrentarse a las emociones fuertes suele ser problemático y por eso recomiendo que te dejes llevar un poco por ellas. Así, si sientes deseos de llorar, hazlo; si lo que te embarga es la ira, golpea una almohada o un cojín, etc. Como en estos ejercicios pueden aflorar sentimientos violentos, asegúrate de que tendrás privacidad durante y después de la práctica. Uno de los objetivos consiste en aprender a lidiar con estas sensaciones, así que, por favor, no las reprimas. Muchas personas llegan a la conclusión de que no sufren ningún efecto colateral después de estas experiencias, lo cual también es perfectamente normal. Como en los ejercicios anteriores, no debes ocuparte más que de un elemento cada día y después, en cuanto tengas oportunidad, escribir todo lo vivido.

Aire— Hacer emerger este elemento, el pensamiento, es una actividad difícil porque resulta muy complicado pensar a la vez que piensas en cómo estas pensando. Teniendo esto en cuenta, te ofrezco varios ejercicios a los que puedes recurrir para llevar a cabo esta práctica:

Reflexiona después sobre cómo te sentías al estar centrada únicamente en una actividad mental: ¿eras consciente de tu cuerpo o de otros aspectos de tu persona?

Fuego— Si puedes encender una fogata sería perfecto, si no, basta con que pongas varias velas encendidas frente a un espejo para que puedas ver diversas llamas. ¡Asegúrate, eso sí, de que toda ellas están bien asentadas en sus candelabros para que no ocurra un accidente en la habitación! Recuerda una situación en la que estuvieras muy enfadada; la ira suele ser la emoción más fácil de evocar. Piensa en toda la circunstancia, desde los primeros detalles que te alteraron hasta que empezaste a sentir la ira consumiéndote por dentro. Cuando por fin estés furiosa, reflexiona un momento y examina cómo te sientes mental y físicamente. Quizá estés temblando, sudando o tengas otros síntomas. Si fue otra persona la que causó ese enfado, pregúntate cómo te sentirías si pudieras crear un hechizo que curara los malos sentimientos que le guardas. Una vez que hayas explorado estas sensaciones, puedes enfrentarte a ese sentimiento o calmarte poco a poco. Toma nota de la hondura que alcanzan las emociones, de cómo te sentías cuando estaban en su punto álgido y también cuando te deshiciste de ellas o se apaciguaron.

Agua— Para experimentar tus emociones, realiza las dos partes de este ejercicio. En primer lugar, date un relajante baño caliente; asegúrate de preparar una toalla esponjosa y cálida para después y ten a mano una caja de pañuelos de papel, por si los necesitaras. Cuando estés dentro del agua, intenta recordar un acontecimiento especialmente triste, quizá la pérdida de una mascota o la ruptura de una relación. Trae a tu memoria los sentimientos que te provocó esa emoción. Escríbelo todo después.

Haz la segunda parte del ejercicio otro día: escoge un libro que sea cómico o una película, pero asegúrate de que realmente te haga reír a carcajadas. Seguramente se trate de algo que te sea familiar. También puedes recurrir a una situación muy divertida que te haya ocurrido o que te hayan contado. Deja que surja el buen humor, y a continuación piensa en cómo te sentiste. Cuando luego lo escribas, compáralo con la experimentación de la tristeza y piensa qué tienen en común ambas emociones y en qué se diferencian. Compara también qué sensaciones te han dejado después de deshacerte de ellas.

Tierra— Puede que tardes cierto tiempo en completar este ejercicio porque muchas personas se quedan dormidas mientras lo hacen. Sin embargo, es algo que quizá practiques a menudo porque relaja mucho. Prepárate para irte a la cama como harías normalmente. Si vives con alguien, tendrás que hacerlo antes y pedirle a tu pareja que se acueste más tarde. Túmbate boca arriba sin colocarte almohadas debajo de la cabeza. Asegúrate de que estás recta, con los pies ligeramente separados y con los brazos estirados a los costados pero sin tocar el cuerpo. Céntrate en la respiración hasta que te des cuenta de que lo haces lenta y rítmicamente, aspirando por la nariz y soltando el aire por la boca. Mueve todos los dedos de un pie; dóblalo y estíralo. Repite el proceso con el otro. Haz cuanto puedas para mover todos los dedos. Después flexiona los tobillos, uno cada vez, y describe movimientos circulares con ellos. De abajo arriba, ve torciendo o doblando todos los grupos de músculos o articulaciones. Continúa hasta mover el cuello, la barbilla, la boca, los ojos, los párpados y las cejas. Si todavía estás despierta, repite el proceso a la inversa. Cuando hayas terminado, todo tu cuerpo debería estar relajado. Quédate así durante unos minutos y piensa en cómo sentías los músculos antes, durante y después de haberlos movido. Imagina que tu mente recorre cada una de las parte e intenta evocar su imagen. Pregúntate qué sensaciones tienes: ¿sientes dolores o incomodidad?, ¿qué partes están bien?, ¿cuáles están mal? Al día siguiente, y sólo después de que hayas apuntado la experiencia, ponte desnuda delante de un espejo y contempla cada parte de tu cuerpo. Compara qué sensaciones te inspira mirarlo con las que percibías en esa zona al realizar los ejercicios.

Estas instrucciones te permitirán experimentar los sentimientos que asocian con los elementos de una forma práctica, pero este proceso es artificial, porque las emociones las has invocado a propósito y, hasta cierto punto, también las controlas. En la vida diaria las cosas no son tan sencillas. A lo largo de un solo día te embargarán sensaciones muy diversas; algunas serán débiles y otras fuertes. También sufrirás cierta confusión; por ejemplo, alguien puede enfadarte (Fuego), pero como no se te permite demostrarlos, sentirás también frustración (Agua). Es importante que aprendas a reconocer los sentimientos más sutiles y sus diferentes combinaciones, porque esto te permitirá hacer lo correcto antes de empezar con tu labor mágica. Para llegar a entender mejor cómo te afectan los elementos, te recomiendo que escribas un diario en el que plasmes, durante algún tiempo, tus sentimientos.

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PRÁCTICA 3

El Diario de los Elementos — Durante al menos una semana, escribe detalladamente todos tus sentimientos, relacionándolos con sus respectivos elementos. Divide el diario en diversas partes; por ejemplo, haz un apartado para cuando te acabes de levantar, otro para media mañana, uno para la hora del almuerzo, un cuarto para media tarde, el quinto para el anochecer y, por último, uno para antes de acostarte. Te puede ser de ayuda anotar cualquier desencadenante que puedas identificar y que te haya llevado a sentirte de una manera determinada.

Después de sólo una semana comprenderás cómo funcionan los elementos en tu vida. Te darás cuenta además de que empiezas a tener más control sobre la forma en la que reaccionas ante las personas y las situaciones que te salen al paso. Una de las primeras consecuencias será que te esforzarás por evitar los momentos, e incluso a veces a la gente, que te hacen sentir mal. El siguiente paso consiste en buscar la mejor manera de enfrentarte a tus sentimientos. No se trata de reprimirlos, sino de equilibrarlos.

Para llegar a esto, lo primero que tienes que hacer es reunir unas cuantas imágenes sencillas, que puedas recordar sin problemas y que identifiques con cada uno de los elementos. Algunas personas las evocan tal y como las recuerda de sus experiencias en la naturaleza; otras, sin embargo, prefieren visualizar los colores. Yo tengo una serie de videoclips mentales, de imágenes atemporales del estilo de nubes recorriendo el cielo, un volcán en erupción, las olas rompiendo contra la orilla y la pared de un acantilado que solía visitar a menudo. Sean cuales fueren tus desencadenantes personales recordarlos tendrá que bastar para que puedas invocar totalmente cada elemento; tanto en lo referente a los sentidos, como a los sentimientos a ellos vinculados. Si no cuentas ya con una serie de imágenes memorables, tendrás que dedicar cierto tiempo a elegirlas. Una bruja que conocí se dedicó a crear unos dibujos abstractos. Al hacerlos, intentó que se asemejaran todo lo posible a lo que encontraría, por ejemplo, en una colina, bajo el sol, junto a un arroyo o en un jardín rodeado por la tierra recién removida. Mientras los dibujaba se concentró en todos los aspectos relacionados con ellos, es decir, trató de evocar sus sentimientos, los paisajes, los sonidos, los olores, etc., de lo que la rodearía y los relacionó con su elemento correspondiente. El esfuerzo que dedicó a crear esas imágenes le mereció la pena porque cada vez que las recuerda, lo hace con muchísima facilidad. Una cantante buscó tonos musicales que le hicieran recordar inmediatamente los elementos. Cuando hayas escogido una técnica que se te dé bien, debes practicarla con regularidad hasta que seas capaz de evocar cada elemento siempre que quieras.

Una vez superada esta parte, tendrás que aprender a desprenderte de ellos con la misma rapidez. Así, mientras tienes en mente un dibujo concreto, imagina que algo en él se va desvaneciendo hasta hacerse invisible, o cómo a ese detalle particular que has escogido lo cubre una capa de pintura que lo hace desaparecer, o cómo los sonidos van languideciendo hasta que todo queda sumido en el silencio.

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PRÁCTICA 4

Busca o crea imágenes mentales que te recuerden cada elemento. Sigue practicando el mantenerlas en la mente hasta que puedas evocar las de los cuatro elementos al mismo tiempo. No se trata de verlo todo a la vez, aunque sí deberías ser capaz de conservar la sensación de que están presentes al unísono. Cuando logres hacer esto sólo con proponértelo, habrá llegado la hora de aprender a desprenderte de ellos, uno a uno, eso sí, con la misma efectividad.

Al dominar esta técnica podrás aplicarla también para equilibrar tus elementos internos. Sigue apuntándolo todo en el Diario de los Elementos pero, en esta ocasión, cuando anotes algún sentimiento, tómate un momento para evocar cada una de las imágenes elementales que has reunido. Sean cuales fueren las emociones, rememora los retratos que asocias al Aire, al Fuego, al Agua y a la Tierra; siempre en ese orden. Cuando tengas los cuatro en mente, repásalos lentamente y luego deja que se vayan desvaneciendo poco a poco. Recuerda que debes apuntar en qué medida te ha ayudado este ejercicio a suavizar los sentimientos y a equilibrar tus elementos internos.

Es muy poco habitual que ésta técnica funcione de buenas a primeras y, por ello, la mayoría de las brujas se ven obligadas a practicarla una y otra vez hasta que lo consiguen. Habrá momentos en los que tus sentimientos sean tan fuertes que este ejercicio te resulte impracticable. No te preocupes, esto no significa que hayas fallado, sino que en ciertas épocas los sentimientos son tan violentos que simplemente no conviene que trabajes con la magia. De hecho, no deberías hacerlo si no has logrado equilibrar tus elementos, porque esto afectará directamente a los resultados del hechizo. Si estás enfadada, incluso aunque el motivo no tenga nada que ver con el encantamiento que preparas, el Fuego se convertirá en el elemento predominante y es posible que no aportes bastante pensamiento. Ocurre también que si estás enferma no podrás juzgar correctamente el equilibrio que deben alcanzar los elementos, ni serás tampoco capaz de centrarte o de controlarlos.

Al aprender a manejar tus elementos internos, llegarás también a comprender cómo se comportan las demás personas y cómo reaccionan ante las distintas situaciones que les plantea la vida. Si observas a los que te rodean, a menudo podrás adivinar qué elementos influyen en sus acciones e incluso, en ciertos casos, sabrás cuáles controlan la mayor parte de sus vidas. Por ejemplo: algunas personas tienden tanto al Aire que toda su existencia se basa en la meditación, en hacer planes, aunque luego no logren llevar a cabo ni una pequeñísima parte de lo que tienen en mente. Éstas suelen ser las que necesitan que se les recuerde constantemente lo que deben hacer y no son demasiado prácticas. Para otras, sin embargo, su elemento predominante puede ser el Agua y seguramente pasen sus vidas sumidas en diversas crisis emocionales. Las personas ardientes son impulsivas y a menudo empiezan muchas cosas pero terminan muy pocas o ninguna. Los individuos que tienden a la Tierra son muy pragmáticos, aunque también nos pueden llegar a parecer fríos y carentes de sentimientos o de emociones. Ésta es una de las maneras en las que la gente interesada en la astrología adivina el signo del zodíaco al que pertenecen las personas con las que se encuentran, pues también éstos están vinculados a los cuatro elementos. Géminis, Libra y Acuario son signos de Aire. Aries, Leo y sagitario lo son de Fuego. Cáncer, Escorpio y Piscis de Agua. Tauro, Virgo y Capricornio son signos de Tierra. En cualquier caso, en la astrología como en la vida real, hay pocas personas que sean tan simples, así que lo más habitual es que sufran el influjo de más de un elemento al mismo tiempo y de que estas combinaciones varíen según el momento. Observar y comprender a los que te rodean en una de las habilidades claves de una bruja, porque te ayudará a escoger el hechizo indicado y a obtener el efecto buscado.

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PRÁCTICA 5

Piensa en las personas de tu entorno. ¿Con qué elementos crees que están relacionadas? Disimula, eso sí, a la hora de estudiarlas, porque no se trata de que se sientan incómodas y además podrías poner en peligro la relación que tengas con ellas. Reflexiona también sobre cómo puede esto cambiar la manera en que os tratáis. Por ejemplo: si quieres que alguien muy influido por el elemento Aire te haga un favor, entonces tendrás que ofrecerle una razón muy meditada; pero si esa persona tendiera más al Agua, lo apropiado sería que apelaras a las emociones. Si llevas a cabo este tipo de experimentos, te recomiendo que tomes nota de ello antes y después. Esto te ayudará a ver cómo evolucionan tus habilidades.

Los elementos no sólo influyen sobre las personas; todo en el mundo está vinculado a ellos o por ellos. Recuerda que tienen una relación directa con las horas del día, las estaciones del año e incluso con la edad del ser humano. Es por eso que puedes sentir y utilizar sus energías en todo lo que hagas. Si quieres, por ejemplo, planear algo, entonces puedes invocar al Aire. Por otro lado, si lo que necesitas es relajarte, lo que te vendría bien sería rodearte de las influencias que acompañan a la Tierra.

En la brujería, los elementos son las piedras angulares del Círculo, de la magia y de los hechizos. El primero es, por un lado, nuestro Espacio Sagrado, como lo sería una iglesia o un templo en otros credos. Pero no es sólo un lugar donde se trabaja, sino que su creación influye directamente en lo que acontecerá en el interior. Tiene además un propósito específico que está relacionado con la práctica de la magia. Nos brinda un área protegida y a la que no pueden acceder ni las energías negativas ni cualquier otro tipo de distracción. Contiene la fuerza a la que recurrimos para realizar nuestros hechizos y que luego liberamos para obtener los resultados deseados. Su objetivo, sin embargo, es reunir los cinco elementos de tal forma que podamos sumar las energías de todos ellos; tanto de los que están en el exterior, como de los que tenemos dentro.

CREAR UN ESPACIO SAGRADO

Independientemente de si eres una sola persona o de si has formado un grupo, lo mejor es que, al principio, aprendas a crear el Espacio Sagrado de una manera formal, para que entiendas como funciona. Para empezar tendrás que limpiar una zona, no importa si se trata de un lugar dentro o fuera de tu casa, lo que sí conviene es que te puedas mover tranquilamente por él. No hace falta que sea muy grande, pero sí lo bastante como para que tú, las personas que trabajen contigo (si las hay) y todo el equipo y las herramientas que quieras o necesites utilizar quepan cómodamente en su interior. El Círculo tradicional tiene tres metros de diámetro, pero quizá no te puedas permitir el lujo de ocupar tanto espacio. Dentro del mismo tiene que haber un altar (servirá cualquier mesa o superficie en la que poder poner las cosas que utilizarás). Si tienes pensado practicar la magia dentro de un edificio, tendrás que incluir algunos objetos que sirvan para representar a los distintos elementos, por ejemplo, incienso para el Aire, una vela para el Fuego, un vaso o un plato con agua para el Agua y sal para la Tierra. Unas imágenes, unas velas u otros objetos te servirán para simbolizar a la Diosa y al Dios. Los enlaces visuales de este tipo son más importantes cuando se trabaja en grupo porque todos tienen que estar concentrados en la misma cosa a la vez. Si tu magia va a depender, por ejemplo, de unas velas, de un talismán o de otros utensilios físicos, entonces también tendrás que ponerlos sobre el altar para que más adelante no tengas que abandonar el Espacio Sagrado para cogerlos.

Quédate de pie en el este y, mirando en la misma dirección, evoca la imagen que tengas del Aire, la que hayas creado para tales efectos con anterioridad. Conjura el elemento diciendo:

Invoco al elemento del Aire para que se reúna conmigo en este Círculo.

Cuando sientas su presencia, di:

Bendito seas.

Ahora muévete hacia el sur y repite el proceso para conjurar al elemento del Fuego. En el oeste llama al Agua y en el norte a la Tierra. En muchos grupos lo que se hace es dibujar un pentagrama (una estrella de cinco puntas) en el vacío al mismo tiempo que se recitan las palabras. Quédate en el norte y llama a la Diosa y al Dios diciendo:

Convoco a la Diosa y al Dios para que se unan a mí en estos mis ritos.

Visualízalos llegando desde el norte para acompañarte, y cuando los sientas di:

Bendito seas.

A las deidades puedes darles un nombre y una apariencia definida. De todos modos, trataré este tema más adelante en el libro. Acércate, por último, al nordeste y con el dedo índice de tu mano fuerte dibuja un círculo en el aire alrededor del límite exterior del que ya tienes. Mientras lo haces, visualiza una luz eléctrica azul que se convertirá en una esfera que contendrá en su interior todo el Círculo, y di:

Concibo este Círculo como un lugar de contención y de protección. Un espacio entre mundos y un tiempo ajeno al tiempo.

Asegúrate de que solapas el punto de inicio con el del final, y luego añade:

Bendito seas.

Ten en cuenta que siempre debes moverte a deosil (en el sentido de las agujas del reloj) cuando estés trabajando en él.

Una vez terminado el proceso, habrás completado tu Espacio Sagrado y estará listo para que lleves a cabo cualquier acción mágica que tengas prevista. Lo normal es que esto incluya cosas como reunir energía, lanzar un hechizo o crear magia y celebrar el Ritual del Vino y de las tartas, de lo que, por cierto, también hablaré más adelante. Cuando hayas concluido tu labor mágica, tendrás que despedir a los elementos y dar las gracias a la Diosa y al Dios.

Dirígete, por tanto, hacia el este y, mirando en la misma dirección, evoca la imagen que tengas del Aire. Conjúralo diciendo:

Le doy las gracias al elemento del Aire por haberse reunido aquí conmigo, en este Círculo. Adiós y buena suerte.

Deja que la imagen se desvanezca de la forma que ya has practicado, y cuando sientas que se ha marchado di:

Bendito seas.

Muévete ahora hacia el sur y repite el mismo proceso y las palabras para el elemento del Fuego. En el oeste despide al Agua y en el norte a la Tierra. Muchos grupos acompañan las palabras dibujando un pentagrama de destierro para cada elemento. Sigue con la vista hacia el norte y despídete de la Diosa y del Dios diciendo:

Doy las gracias a la Diosa y al Dios por estar presentes conmigo en mis ritos. Adiós y buena suerte.

Visualízalos regresando al norte y di:

Benditos seáis.

Por último, muévete hacia el nordeste y, con el dedo índice de tu mano fuerte, dibuja un óvalo en el aire sobre el límite exterior del Círculo. Esta vez visualiza cómo la esfera eléctrica azul se desvanece y disipa, y añade:

Deshago el Círculo y dejo este lugar como estaba antes.

Asegúrate de que solapas el punto de inicio de óvalo con el del final y luego di:

Bendito seas.

También puedes dejar el espacio como estaba, colocando los muebles en su sitio, etc. Por último, debes comer y beber algo para «conectar con la tierra» y escribir en el diario, dejando un poco de espacio libre para los resultados que quizá quieras añadir después.

Aprender y practicar esta manera de crear y de descartar el Espacio Sagrado es una buena forma de averiguar qué se siente, aunque puedes, por supuesto, recurrir a un método menos riguroso para hacer magia. Es evidente que no todos los hechizos pueden esperar a que dispongas de un lugar en el que crear un Círculo. A veces puede surgirte la necesidad cuando no estés en casa o a solas, y donde, desde luego, ¡no podrás ponerte a limpiar la zona ni a recitar invocaciones! Si se da el caso, podrás trabajar mentalmente, es decir, tienes la opción de conjurar cada elemento, de invitar a las deidades y de pintar los círculos sin necesidad de moverte físicamente o de hablar en voz alta. De todos modos, hablaré sobre esto más adelante.

Pentáculo

PRÁCTICA 6

Practica las invocaciones más formales de los elementos. Recuerda que debes desterrarlos después de haberlos convocado, incluso aunque creas que no has tenido éxito. No es conveniente que quede a tu alrededor ni tan siquiera un rastro de las energías elementales. Sé de algunos casos en los que, al no desterrar algún elemento, han estallado las cañerías, el baño se ha inundado (Agua), han acontecido fallos eléctricos (Fuego), etc. Puedes practicar también recordando sólo las imágenes que tengas de estos elementos para comparar cuál de los dos métodos de invocación es más efectivo. Sin embargo, trata de otorgarle a ese proceso mental la misma energía que le das al más complejo. Y, desde luego, apunta qué sensaciones te transmite cada uno de ellos.

Cuanto más practiques esto, tanto más sencillo te resultará, y llegará un momento en el que puedas atraer a los elementos a voluntad, sin que te lleve apenas un minuto. Esto no sólo contribuye a que seas capaz de crear una magia muy eficaz en cualquier instante y lugar, sino que además te servirá para equilibrarte a diario. A la mayoría nos ocurre que, en ciertos momentos de nuestras vidas, nos vemos influenciados por un sentimiento o una emoción más fuerte que las demás y que acaba afectando también a nuestro comportamiento. Si, por ejemplo, discutimos en casa, lo más probable es que nos sintamos enojados, tristes o confusos. Todos estos sentimientos son incompatibles con la práctica de a magia. También puede ocurrir que el comportamiento egoísta y despreocupado de otra persona nos enfade e irrite, y éstas son emociones que no queremos llevarnos a casa y contagiarles a nuestros familiares. De modo que, si podemos alcanzar el equilibrio, podremos dejar a un lado esos incómodos sentimientos y comportarnos correctamente con la gente que nos rodea, en lugar de proyectar nuestras frustraciones sobre los demás. Una de las maneras de logarlo es que te tomes unos instantes para invocar y para desterrar los elementos. Tendrás, desde luego, que buscar un poco de intimidad, ¡pero bastará con que te metas unos minutos en el baño!

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PRÁCTICA 7

Siempre que experimentes un sentimiento muy fuerte que no sea apropiado en el contexto en el que te encuentres, tómate el tiempo que necesites para invocar y para desterrar cada uno de los cuatro elementos. Después de hacerlo, dedica también unos instantes a dar las gracias a las deidades por la ayuda que te han prestado. Al igual que haces en los demás ejercicios, debes apuntarlo todo tan pronto como puedas.

Es importante que recuerdes que debes usar esta técnica en el momento apropiado. No es necesario que elimines aquellos sentimientos que son convenientes en ese momento y esa situación. Por ejemplo: supón que estás en una tienda y que te dan mal el cambio, en ese caso debes hacérselo saber al dependiente e incluso exigir ver al encargado si no quedas satisfecha con el trato que se te da. No obstante, si tienes la sensación de que esa anécdota no es más que la puntilla en un día en el que todo te ha salido mal, lo que no estaría bien es que, de buenas a primeras, te dedicaras a chillar al dependiente. Equilibra tus sentimientos antes de llamarle la atención sobre su error y hazlo con calma y con coherencia en lugar de con brusquedad. No debes, por tanto, utilizar esta técnica para reprimir comentarios perfectamente razonables.

Algunos covens se toman muy en serio conocer los elementos y por eso, y como parte de su temprano aprendizaje, someten a sus nuevos miembros a exámenes muy rigurosos. Estas pruebas pueden ser, por ejemplo, llevarlos a una cueva subterránea y pagar todas las linternas para que puedan apreciar claramente las sensaciones que les transmite la tierra, o realizar una inmersión completa en el mar. En otros grupos, sin embargo, se anima a los individuos a que se sometan a sus propios experimentos y que informen al resto de sus progresos y reacciones. En cualquier caso, merece la pena que aproveches todas las oportunidades que se te presenten para ahondar en los elementos. Algunas técnicas más extremas son, por ejemplo, dar un paseo en globo, acudir a una fiesta alrededor de una hoguera y saltar por encima de ella, dar una clase de buceo o pedirle a alguien de confianza que nos entierre hasta el cuello en una playa. Puedes, sin duda, idear algunas. Si te ocurre, como a muchos otros, que tienes una fobia a un elemento en particular, te darás cuenta de que gracias a estas experiencias conseguirás superar ese miedo. No obstante, debes tener mucho cuidado y no asumir riesgos innecesarios.

Después de realizar todos los ejercicios anteriores quizá te parezca oportuno llevar a cabo el Ritual Elemental. Puedes hacerlo cualquier noche de luna llena, pero será mucho más efectivo si antes has concluido todo el trabajo de preparación. Esto te brindará la posibilidad de experimentar de una manera más concreta con uno de los elementos y, si no lo has hecho antes, de crear tu propio Espacio Sagrado. Tienes, claro, la posibilidad de volver atrás y repetir el proceso para aprender a dominar los otros tres elementos. Este ritual lo puedes hacer en solitario o, si lo prefieres, con otras personas. Consiste, en cualquier caso, en contactar con los Seres Elementales.

Los Seres Elementales, o Elementales, son «las formas de vida» que han nacido directamente de los elementos: las silfas son las criaturas del Aire, las salamandras del Fuego, las ondinas del Agua y los gnomos de la Tierra. Intenta no confundirlos con la imagen que de ellos se ha creado en los cuentos infantiles, a los que todo el mundo identifica con unos seres encantadores. Recuerda que no sólo representan a los elementos, sino que muchas veces son también sus extremos. No se les debe invocar sin un propósito definido, siempre hay que dirigirse a ellos con respeto y, por supuesto, hay que darles las gracias (tanto si has tenido éxito, como si no).

Para contactar con los Seres Elementales tendrás que crear un ambiente apropiado. Quemar un tipo de incienso concreto también te servirá para atraerlos. En cada caso es conveniente que dediques cierto tiempo a canalizar tus pensamientos hacia ese elemento concreto y quizá también a revisar los apuntes que tengas sobre él. Después estarás preparada para concentrarte y podrás intentar detectar al Elemental.

ACERCA DE LOS RITUALES

Que no te asuste el término «ritual». Un ritual es sólo una serie de ritos o de acciones que unidas forman un conjunto. Un ritual de brujería se compone, por tanto, de uno o de varios hechizos. Los rituales no tienen porqué llevarlos a cabo un grupo de personas; a menudo los hacen brujas solas. Los pasos habituales de un ritual son los siguientes:

Preparar el área — Se trata de limpiar un lugar lo bastante grande para lo que tienes pensado hacer. Si vas a estar sola y no necesitas mucho equipo, bastará con que ese espacio sea lo suficientemente grande como para que permanezcas de pie, te arrodilles o te sientes, sin tropezarte con los utensilios.

Disponer un altar — Significa que tendrás que reunir todo lo que vayas a necesitar. Si, por ejemplo, vas a trabajar sólo tú, bastará con que tengas espacio para una vela y para colocar algo de incienso. Es evidente, sin embargo, que a veces te hará falta algo más de sitio. En algunas ocasiones, el altar puede ser una zona concreta del suelo. Se trata, sencillamente, de que cuentes con un espacio donde lo tengas todo junto para evitar así que las cosas se pierdan o que te choques con ellas.

Invocar a los elementos — Que, como sabes, va siendo más fácil y más rápido cuanto más lo practicas.

Invitar a la Diosa y al Dios — Trataré este tema más adelante en el libro, de modo que sólo lo menciono.

Trazar el Círculo — Si el propósito del ritual incluye reunir energía y canalizarla para conseguir que funcione un hechizo, entonces necesitarás un Círculo en condiciones, pero si el ritual piensas utilizarlo sólo para tu desarrollo personal, no te hará falta crear uno con el sistema formal.

Reunir la energía para el hechizo — Hablaré más adelante sobre esto.

Llevar a cabo el hechizo o cualquier otro propósito.

Conectar con la tierra — Que a veces se consigue con el Rito del Vino y de las Tartas, aunque normalmente basta con comer y beber algo después de recoger.

Despedir a los elementos — Ya sabes cómo hacerlo.

Dar las gracias a la Diosa y al Dios.

Deshacer el Círculo — Sólo si es necesario.

Recoger — Consiste en guardar y en colocar las cosas como estaban antes de que empezaras con la labor mágica.

Todo esto puede parecerte complicado, pero en realidad es muy fácil. Aunque en el coven el proceso se suele llevar a cabo con bastante formalidad, una persona sola puede hacer mentalmente la mayoría de los pasos. No obstante, y como éste es el primer ritual del libro, utilizaré una manera más protocolaria para convocar a los elementos, pero si ya lo has practicado mucho, bastará con que lo hagas en tu mente.

RITUAL ELEMENTAL

Para empezar debes decidir con cuál de los cuatro Seres Elementales quieres experimentar. En segundo lugar, debes conseguir o recrear el medio en el que viven: incienso para las silfas, fuego para las salamandras, agua para las ondinas y tierra para los gnomos. Por favor, asegúrate de que tanto las velas como el incienso que vayas a utilizar están bien asentados en sus candelabros o quemadores y que no se prenderá nada accidentalmente. Ten a mano el diario mágico o Libro de las Sombras. Necesitarás también algunas cerillas. Ponlo todo sobre la superficie que hayas escogido utilizar como altar. Dedica algo de tiempo a repasar las experiencias que has tenido con ese elemento particular y con las cosas asociadas a él. Piensa también en lo que esperas conseguir al llevar a cabo este ritual. Medita acerca de tu estado anímico, ¿estás equilibrada? Si no es así, ¿dónde se encuentra el desarreglo? Enfréntate al problema sirviéndote de las técnicas que ya practicaste anteriormente.

Escoge un momento en el que nadie te vaya a interrumpir o a molestar. Descuelga el teléfono o baja el volumen del timbre. Asegúrate de que tus mascotas (si las tienes) no te van a necesitar, etc. Cuando estés preparada para empezar, comienza creando el Espacio Sagrado como ya te he explicado antes.

Invoca a los elementos.

Quédate de pie en el este y, mirando en la misma dirección, llama al elemento del Aire diciendo:

Invoco al elemento del Aire para que se reúna conmigo en este Círculo.

Cuando sientas su presencia di:

Bendito seas.

Luego convoca al Fuego en el sur, al Agua en el oeste y a la Tierra en el norte.

Lo siguiente que tienes que hacer es invitar a la Diosa y al Dios.

Todavía mirando hacia el norte, cierra los ojos y visualiza a la Diosa y al Dios, y añade:

Diosa misericordiosa, Dios poderoso, os convoco para que me guiéis y para que me protejáis en estos mis ritos. Benditos seáis.

Traza el Círculo.

Muévete, por último, al nordeste y, con el dedo índice de tu mano fuerte, dibuja un círculo en el aire alrededor del límite exterior del que ya tienes. Mientras lo haces, visualiza una luz eléctrica azul creando un óvalo que se convertirá en una esfera que contendrá a todo el Círculo en su interior. Di lo siguiente:

Concibo este Círculo como un lugar de contemplación y de protección. Un espacio entre mundo y un tiempo ajeno al tiempo.

Asegúrate de que solapas el punto de inicio del círculo con el del final y continúa con:

Bendito seas.

Recuerda que debes moverte a deosil (en el sentido de las agujas del reloj) en todo momento.

Enciende el incienso y la vela si vas a utilizarlos. Siéntate o arrodíllate ante el medio del Elemental y clava la vista en él. Canaliza todos tus pensamientos hacia él e invita al Elemental correspondiente a que venga, recitando tres veces una de las siguientes invocaciones:

Silfas misericordiosas, criaturas del aire, yo os invoco. Con toda libertad os hago esta ofrenda de incienso y, si os complace, espero que acudáis y me hagáis saber que estáis aquí. Benditas seáis.

Poderosas salamandras, criaturas de la llama, yo os invoco. Con toda libertad os hago esta ofrenda de fuego y, si os complace, espero que acudáis y me hagáis saber que estáis aquí. Benditas seáis.

Elegantes ondinas, criaturas del agua, yo os invoco. Con toda libertad os hago esta ofrenda de agua y, si os complace, espero que acudáis y me hagáis saber que estáis aquí. Benditas seáis.

Nobles gnomos, criaturas de la tierra, yo os invoco. Con toda libertad os hago esta ofrenda de tierra viva y, si os complace, espero que acudáis y me hagáis saber que estáis aquí. Benditos seáis.

Sigue con la mirada fija y centrada en ese elemento. Reflexiona acerca de todos sus aspectos; cómo es en su momento más suave, cómo en el más fiero, qué efectos tiene sobre la tierra, las plantas y sobre tu vida. Piensa en todo lo que esté relacionado o vinculado a él. Evoca las experiencias que has tenido con él. Continúa haciéndolo hasta que percibas la presencia de un Elemental. Cuando ocurra, procura dejar la mente en blanco y concéntrate sólo en él. Intenta no forzar tus pensamientos, relájate y permite que los sentidos lo observen todo. Quizá sientas que tu mente queda sobrecogida por algunos pensamientos, sensaciones e incluso por imágenes; no las analices en ese momento, trata, eso sí, de recordarlas para más tarde. Cuando el Elemental se marche, o cuando ya no seas capaz de mantener la atención, dale las gracias. Tienes que hacerlo tanto si crees que estaban ahí como si no, porque pueden estar presentes aunque no hayan querido mostrarse abiertamente.

Silfas misericordiosas, criaturas del aire, os doy las gracias. Regresad en paz a vuestro reino de los cielos y de los vientos. Benditas seáis.

Poderosas salamandras, criaturas del fuego, os doy las gracias. Regresad en paz a vuestro reino de sol y de fuego. Benditas seáis.

Elegantes ondinas, criaturas del agua, os doy las gracias. Regresad en paz a vuestro reino de agua y de océanos. Benditas seáis.

Nobles gnomos, criaturas de la tierra, os doy las gracias. Regresad en paz a vuestro reino de piedras y de tierra. Benditos seáis.

Toma nota de todos los pensamientos, sentimientos e impresiones que tengas antes de deshacer el Espacio Sagrado. Incluye también lo que piensas de los Elementales.

Despide a los elementos:

Ponte en el este y, mirando en la misma dirección, despide al elemento del Aire diciendo.

Le doy las gracias al elemento del Aire por reunirse en el Círculo conmigo. Adiós y buena suerte. Bendito seas.

Repite el mismo proceso en el sur para el Fuego, en el oeste para el Agua y en el norte para la Tierra.

Lo siguiente que tienes que hacer es dar las gracias a la Diosa y al Dios.

También mirando al norte, cierra los ojos y di:

Les doy las gracias a la Diosa y al Dios por estar presentes aquí conmigo en estos mis ritos. Adiós y buena suerte. Benditos seáis.

Deshaz entonces el Círculo:

Muévete al nordeste y con el dedo índice de tu mano fuerte dibuja un círculo en el aire alrededor del límite exterior de tu Espacio Sagrado. En esta ocasión, visualiza cómo se va desvaneciendo y disipando la esfera de luz eléctrica azul, y di:

Deshago el Círculo y dejo este lugar como estaba antes.

Asegúrate de que solapas el punto de inicio con el del final y añade:

Bendito seas.

Espera al menos cinco minutos más antes de apagar el incienso o las velas o de tirar el agua o la tierra para que el Elemental o Elementales se marchen a su propio ritmo. El agua y la arena deben regresar a la tierra de forma cuidadosa, así que no los tires con despreocupación. Mientras esperas, puedes comer y beber algo, aunque sólo sea un vaso de agua y una galleta. Al practicar la magia recurres a esa parte de ti que trabaja en el plano psíquico y necesitas restablecer el equilibrio antes de poder volver a mediar con el plano de lo material. Después de todo, ¡a ti tampoco te gustaría conducir por la misma carretera que alguien que está medio sumido en un trance!

Cuando te apetezca repetir el proceso para contactar con otros Elementales, tienes que recordar que sólo debes intentarlo con uno cada vez y hacer sólo un ritual por día. Ten en cuenta que el objetivo de la brujería es mejorar tu vida, no absorberla.

Como ya he dicho en otras ocasiones, debes conocer los elementos porque es indispensable para practicar la brujería; para hacer hechizos y lograr que la magia sea eficaz. Es más: invocarlos cuando creas el Espacio Sagrado es un ejercicio clave porque aprendes a extraer energía tanto del entorno como de tu interior. Con un poco de práctica ya no te hará falta hacer las cosas de una manera tan formal porque serás capaz de invocarlos y de desterrarlos sirviéndote sólo de la visualización. Conviene, no obstante, que sepas utilizar las dos técnicas. Pero no veo la necesidad de decir en voz alta las invocaciones; puedes, si lo prefieres, recitar las palabras mentalmente.

LOS ELEMENTOS Y EL CLIMA

Aunque los elementos de los que hablo no son los del clima, más de uno está convencido de lo contrario. En algunas ocasiones, la palabra «elementos» se utiliza para describir los cambios en la meteorología. No cabe duda de que una de las habilidades más útiles de una bruja es la de predecir e incluso cambiar el tiempo. Desde la perspectiva de la brujería es innecesario hacer cualquier de estas dos cosas a gran escala, lo normal es que sólo estemos interesados en llevarlo a cabo en una zona pequeña y durante un breve período de tiempo. Es una buena manera de asegurarse que no te lloverá si tienes pensado hacer una celebración fuera de casa, pero tampoco debemos interferir en el clima hasta el punto de desequilibrar la naturaleza. Conviene tener muy claro que podemos hacer cambios, pero no milagros. Pese a que puedes lograr que, en pleno invierno, haga un día relativamente cálido, ¡lo que no podrás es crear una ola de calor!

El primer paso para trabajar con el clima es entenderlo. Para lograrlo debes examinarlo detenidamente. No te fijes sólo en si llueve o no, tienes que tratar de discernir qué dirección y fuerza lleva el viento e incluso observar qué forma adoptan las nubes. Utiliza también el resto de tus sentidos; a menudo te darás cuenta de que, antes de ponerse a llover, la tierra huele a humedad o que el aroma del aire es diferente antes de nevar, etc. Yo, por ejemplo, ¡suelo tener la nariz muy fría cuando está a punto de llover! Fíjate en otros indicadores: los animales y los niños pequeños suelen comportarse de una manera distinta cuando el clima va a cambiar. Si vives en el campo verás que el ganado tiende a apiñarse cuando va ha hacer más frío. Los niños, de hecho, están más irascibles e inquietos antes de las tormentas (de esto podrá dar fe cualquier padre o profesor). Practica mirando al cielo y a las demás señales de manera regular y posiblemente llegará un momento en el que los cambios de clima no te cogerán desprevenida.

Cuando ya estés en sintonía con la meteorología y con las características de las distintas estaciones, puedes intentar practicar la magia del cambio cuando realmente te haga falta.

Prácticas con el Clima

La mayoría de la gente está familiarizada con esa canción infantil que dice: «Rain, rain go away, come again another day», o con su variante «Rain, rain go away, come again night not day»[1]. Ambas las puedes utilizar a modo de hechizos siempre y cuando las interpretes con equilibrio, concentración y seriedad.

Para lograr los efectos deseados, no sólo con éstos sin con todos los hechizos, debes invocar a los elementos y llamar a la Diosa y al Dios. Di cualquiera de los hechizos tres veces en el exterior y si está lloviendo. Recuerda que después debes despedir a los elementos y dar las gracias a las deidades. Los resultados se harán efectivos rápidamente, pero no de forma inmediata.

Otro hechizo que puedes emplear dice lo siguiente:

Las nubes son el rebaño y el viento su pastor. Pastor, llévate al rebaño contigo.

Este hechizo se llevará la lluvia y las nubes.

Para que se levante el viento, quizá para que se te seque la colada, dale la espalda a cualquier corriente de aire que adviertas a tu alrededor y sopla tres veces mientras te concentras en que la brisa aumente ligeramente su fuerza.

También puedes llevar a cabo una magia cuyos efectos sean retardados. Solía ser habitual que los marineros le «comprasen el viento» a una bruja. Ésta ataba tres nudos en una cuerda que el marinero desataría cuando lo necesitara. El primer nudo se correspondía con una brisa, el segundo con el ciento y el tercero con un vendaval. En estos casos la bruja utilizaba la magia para visualizar y anudar cada corriente en la cuerda, para que el marinero pudiera liberarlas después.

Todos los covens que conozco cuenta con una persona cuya especialidad es trabajar con este tipo de magia. Su tarea suele ser asegurarse de que las condiciones meteorológicas sean buenas cuando tienen pensado llevar a cabo rituales en el exterior. Esta clase de magia «con previsión» debe hacerse teniendo en mente las normas de cada estación; por ejemplo, si estamos en pleno invierno, lo único que podemos pretender con el ritual es que el día sea ligeramente más cálido y seco de lo que sería en general. Lo que hacen estas personas es visitar con buen tiempo el lugar que se ha escogido para la celebración y recordar todos los detalles que vivieron en ese preciso instante. De esta manera intentan recrear las condiciones meteorológicas tanto como les es posible. Esto no significa que las brujas podamos evitar que haga frío o que haya humedad, porque nosotras también dependemos del equilibrio de la naturaleza, pero algunos sitios pueden no ser seguros si están sometidos a las inclemencias del tiempo. También ocurre que ciertos acontecimientos son imposibles de llevar a cabo si hace demasiado calor; ¡yo misma he tenido que bailar y cantar bajo el ardiente sol y espero no tener que repetirlo!

En cualquier caso, es necesario conocer y comprender los elementos para empezar a hacer magia. Profundizaré más en este tema en los próximos capítulos.