Podía sentir el frío de su mano filtrándose a través de la camiseta.

—¡Suéltame! —le ordené.

Me di la vuelta rápidamente y me dio un vuelco el corazón.

—¡Tío Ben! —grité.

—¡Papá! —Sari se abalanzó sobre él y lo rodeó con sus brazos efusivamente—. ¡Papá! ¡Estás bien!

Retiró la mano de mi hombro y se rascó la nuca. Parpadeó unos segundos y meneó la cabeza, aún un poco aturdido.

Detrás de él estaba la momia, de pie, encorvada, completamente inmóvil, sin vida.

—¡Uf! Todavía estoy mareado —dijo tío Ben, mientras se pasaba la mano por sus cabellos negros y fuertes—. Nos hemos salvado de milagro.

—¡Todo ha sido por mi culpa! —admití—. Repetí las palabras cinco veces seguidas, tío Ben. No quería que la momia volviera a la vida, pero…

Mi tío esbozó una amplia sonrisa. Me pasó el brazo alrededor de los hombros.

—No fue así, Gabe —me tranquilizó—. Nila dijo las palabras antes que tú. —Suspiró profundamente—. Yo no creía en los poderes de las palabras secretas. Pero ahora sí. Nila te robó la mano de momia y recitó las palabras. Utilizó el Gran Invocador para que el príncipe Khor-Ru resucitara. El doctor Fielding y yo sospechábamos de ella.

—¿De veras? —exclamé sorprendido—. Pero yo creía que…

—Empecé a sospechar de ella en la cena —continuó tío Ben—. ¿Recordáis cuando me preguntó cuáles eran las seis palabras que podían hacer revivir a los muertos? Lo cierto es que, hasta aquel momento, yo no había dicho a nadie que eran seis. Entonces fue cuando me pregunté cómo podía saberlo ella.

Tío Ben rodeó a Sari con el otro brazo y nos condujo hasta la pared. Apoyó la espalda y se rascó la cabeza.

—Por eso salí corriendo hacia la tienda de comunicaciones nada más acabar de cenar —continuó tío Ben—. Telefoneé al Sun de El Cairo. Nadie del periódico había oído jamás el nombre de Nila. En aquel momento me di cuenta de que era una farsante.

—Pero nosotros vimos cómo el doctor Fielding te obligaba a salir de la tienda —interrumpió Sari—. Y cómo te empujaba al interior de la pirámide y luego…

Tío Ben sonrió.

—¡Menudos espías estáis hechos! —nos regañó—. Fielding no me obligó a hacer nada de eso. Vio que Nila entraba en la pirámide y fue a buscarme a la tienda de comunicaciones. Ambos nos dirigimos rápidamente hacia la pirámide para descubrir qué estaba tramando Nila.

»Pero llegamos demasiado tarde —continuó—. Ya había resucitado a la momia. Fielding y yo tratamos de detenerla y ella me golpeó la cabeza con la linterna.

»A continuación me arrastró hasta el sarcófago y supongo que me dejó allí encerrado. Eso es todo lo que recuerdo. Hasta ahora, hasta que me he levantado y he visto cómo Nila se convertía en un auténtico escarabajo.

—Pero vimos cómo Fielding salía corriendo a toda velocidad de la pirámide —observó Sari—. Pasó por delante de mí con una extraña expresión en la cara, y…

Dejó de hablar y se quedó atónita. Todos escuchamos perfectamente unos ruidos. Era el sonido de unos pasos que se aproximaban desde el exterior de la cámara funeraria.

El corazón empezó a latirme con fuerza.

Me agarré al brazo de tío Ben.

El sonido de los pasos que se arrastraban era cada vez más fuerte.

Eran más momias. Otras momias que habían vuelto a la vida y avanzaban tambaleándose hacia la tumba del príncipe.