Apéndice

El libro que acabas de terminar, querido/a lector/a, no precisaría ninguna explicación justificativa si no fuera por el hecho de tener un fundamento histórico bastante reconocible, que se entremezcla con elementos que podrían considerarse fruto de la imaginación. Sin embargo, el conjunto de este relato tiene un soporte documental que deseo daros a conocer.

La mayoría de los personajes son reales y coincidieron en el tiempo-espacio sobre el que se asienta la narración. También son reales los escenarios donde se desarrolla la acción y algunas situaciones que enmarcan la propia historia.

JUANELO TURRIANO

Empezaré por una de las figuras históricas, que ocupan el trasfondo de la obra, y que sería la más difícil de asumir por resultar sorprendentes sus extraordinarias propuestas y avances científicos.

Llevo muchos años cerca de Juanelo. Tuve la suerte de vivir durante gran parte de mi niñez y adolescencia en la calle Hombre de Palo y, como la mayoría conoce, el hombre de palo de Toledo alude a un supuesto homúnculo creado por el cremonés Turriano. El constructor de ese autómata fue un visionario personaje de la época renacentista que pululaba en nuestras mentes juveniles como un mito cargado de la más pura fantasía:

Tenía el autómata dos varas de alto y miembros correspondientes, salía de casa de Juanelo y llegaba hasta la despensa del arzobispo por la ración de su amo que eran dos libras de carne y pan. Unas veces vestía a la figura de corto, y otras de golilla. Hacía su cortesía, demudaba el rostro y los muchachos le llamaban don Antonio. Constan estas minuciosidades en antiguos escritos que he visto.[17]

Fue algo más tarde, al conocer las investigaciones del ingeniero Juan Antonio García-Diego, principal valedor del genio cremonés al que intentó sacar de la oscuridad aplicando el rigor de un estudioso, cuando comprendí que Juanelo era un adelantado a su tiempo y que se había cometido con él una de las mayores barbaridades e injusticias que se han dado en España, a pesar de que había sido contratado por el emperador Carlos V y luego pasó al servicio de Felipe II, como ingeniero y matemático. Es decir, se le suponía con el respaldo de la corona.

García-Diego descubrió y sacó a la luz, en sus libros y artículos de investigación,[18] algunos de los inventos que realizó este astrónomo, científico y matemático del siglo XVI. Y por otros trabajos en torno a su figura supe que el espíritu humanista de Juanelo se había hermanado con la sensibilidad esotérica de Juan de Herrera:

Había sido Juanelo gran amigo de Juan de Herrera y este, mes y medio antes de la muerte del cremonés, había vivido con él en su casa toledana. Además, en aquellos días y en la imperial ciudad, hubo de prestar Juanelo una fianza de dos mil ducados para que Juan de Herrera saliera del Santo Oficio donde le retenían.[19]

De la amistad entre ambos hay un detalle significativo, como es el hecho de que Herrera tuviera en su casa tan solo tres pinturas: un retrato de Llull, personaje admirado y maestro del arquitecto y el ingeniero, otro del artista Miguel Ángel, al que Herrera consideraba un referente de primera magnitud, y el del propio Juanelo, «de medio cuerpo, en lienzo al olio, vestido de negro con gorra de paño, en marco de madera blanca».[20]

Aquellas revelaciones, las primeras y fundamentales que conocí sobre Juanelo, me animaron a escribir en el año 2000 la novela El círculo de Juanelo, en la que intenté desvelar algunas de las claves que rodearon su peripecia mistérica, pues no hay otra forma de denominar el hecho de que tras su muerte desaparecieran cinco inmensos baúles que almacenaban la mayoría de sus descubrimientos y el diseño de los trabajos más importantes que acometió, como fueron diversos relojes astronómicos, canalizaciones de agua, útiles mecánicos, proyectos hidrotecnológicos, autómatas, máquinas voladoras y estudios de geometría y matemáticas. Parecía que una maldición había recaído sobre su persona y su legado científico.

Felipe II había nombrado a Herrera como su albacea y custodio de los prodigiosos inventos de Juanelo. Tal fue el mandato del rey:

Reconocerá todos los papeles del dicho Juanelo y los instrumentos y otras cosas que dejó y lo que pareciere que pueda ser de importancia para el servicio de Su Majestad lo hará inventariar y ponerlo en cofres trayendo las llaves consigo para que cuando su Majestad mandare se pueda enviar por ello y llevarse a donde fuere servido y lo que de esto fuere de precio lo hará tasar para que se pague a los herederos.[21]

Herrera cumplió con una parte del encargo y envió algunas arcas con material al Alcázar de Madrid, pero todo se volatilizó misteriosamente. De hecho, jamás sus herederos recibieron ninguna compensación. Ese castigo que sufrió un genio comparable en muchos aspectos a Leonardo da Vinci nunca ha sido aclarado ni ha interesado en demasía al mundo universitario.

Juanelo fue considerado en su tiempo como una especie de mago, a pesar de que los cronistas de la época resaltaron su ingenio para fabricar cosas sorprendentes como las citadas máquinas voladoras. Sobre ese particular hay una referencia del padre José de Sigüenza en Yuste, durante el retiro de Carlos V, cuando nos dice:

Juanelo, el que hizo la maquinaria del agua que sube al Alcázar en Toledo, entretenía al emperador con diversos ingenios.[22]

Ya en la época italiana del científico era renombrado por construir pájaros que «maravillaban a todos como si estuvieran vivos». También Ambrosio Morales se refiere a su habilidad para hacer autómatas.[23] ¿Esa habilidad pudo motivar que fuera considerado un mago? Resulta evidente debido a que solo a un mago, o a un gran sacerdote, se le atribuyen facultades fuera de lo común parar emular la creatividad divina y hacer estatuas humanas que hablan y se mueven.

En una comedia de Góngora se alude a la increíble capacidad del cremonés:

El Tajo que hecho Ícaro, a Juanelo, Dédalo cremonense le pidió alas.[24]

El tropo gongorino relaciona a Turriano con el mítico Dédalo, escultor de estatuas animadas.

La vinculación del ingeniero con España se inició cuando Carlos V fue coronado emperador en Bolonia. Con ese motivo recibió como regalo un reloj astronómico reparado por Juanelo, más tarde le fabricó otro con una maquinaria y tecnología nunca utilizada con anterioridad. El emperador no dudó un instante en hacerse con sus servicios. En 1550, su amigo y compatriota, el obispo Marco Girolamo Vida, ante el senado de Milán, resaltó las virtudes de la obra de Turriano:

Es algo admirable y portentoso, en la que su egregio artífice, con talento eximio y espoleado afán investigador, ha emulado la divina, inenarrable, jamás bastante recordada y, hasta el momento, inimitable actividad de Dios mismo en la construcción del universo mundo y de la naturaleza entera.[25]

Otro testigo de la época nos describió las características del reloj que hizo el lombardo a Carlos V:

No hay movimiento ninguno en el cielo de los que considera la astronomía, por menudo y diferente y contrario que sea, que no esté allí cierto y afinado por años y meses y días y horas. No había para qué poner ejemplos, mas todavía digo, que se halla allí el primer mobile con su movimiento contrario, el de la octava esfera con su trepidación, el de los siete planetas con todas sus diversidades, horas del sol, horas de la luna, aparición de los signos del zodiaco, y de otras muchas estrellas principales, con otras cosas extrañamente espantosas, que yo no tengo ahora en la memoria.[26]

Ambrosio Morales también se detuvo en explicar la maravilla técnica que supuso la obra pública más reconocida de Juanelo: las dos construcciones para abastecer de agua corriente a la ciudad de Toledo. Como referimos en la novela que tienes en tu poder querido lector/a, los artificios en su tiempo fueron visitados por extranjeros que venían a conocer, de primera mano, su avanzada tecnología. Y algunos escribieron sobre ellos, como sir Kenelm Digby.[27]

La fama de los ingenios toledanos cruzó las fronteras, pero de poco sirvió para que la ciudad los conservase y que no terminaran completamente destruidos por el abandono.

Hoy, en el Museo de Santa Cruz de Toledo, lo que puede admirarse es un busto de Juanelo, hecho en mármol de Carrara y en perfecto estado. Es uno de los pocos recuerdos que quedan de él en su ciudad adoptiva. En la peana del pedestal se le identifica como: IANELLVS TVRRIAN CREMON: HOROLOG: ARCHITECT. También pueden verse en la orilla del Tajo las ruinas de los cimientos del ingenio que realizó para abastecer de agua a la ciudad. Nunca Toledo, a pesar de pronunciarse varias veces sus autoridades en tal sentido, ha reconstruido una de las grandes obras de su vecino más ilustre.

Existe un retrato pintado al óleo en El Escorial del arquitecto, mago o ingeniero, pues de esas y otras maneras se le conoce, como hemos visto. La pintura es de autor anónimo del siglo XVII:

N.º 238, ESCUELA DE MADRID. Retrato en busto del insigne matemático e ingeniero hidráulico Juanelo Turriano. Fue muy apreciado por Felipe II. En la celda sobre cuya entrada está su retrato vivió algún tiempo. Alto 2 pies 5 pulgadas, ancho 1 pie 14 pulgadas.[28]

Sí, en efecto, Juanelo residió algunas temporadas en El Escorial junto a su amigo Herrera. ¿Quién si no hizo la maquinaria para la construcción de tan audaz edificio?

Juanelo ha logrado, al fin, transcurrido mucho tiempo desde su muerte, una pequeña reparación. Desde los años setenta del pasado siglo, un busto suyo de gran tamaño corona el llamado balcón de Osiris en el Palacio Real de Madrid.[29] En ese mismo emplazamiento existió, con anterioridad, una escultura del dios egipcio, sustituida hoy por la de Juanelo Turriano. El lombardo preside, de esta manera, los actos de la casa real que se celebran con asiduidad en el palacio. Desde esa atalaya, observa el paso de todas las autoridades y personalidades que son recibidas por el rey Juan Carlos I. Un misterio más sobre Juanelo, que murió ignorado y cuya obra se fue diluyendo con el paso de los años.

GIACOMO GIROLAMO CASANOVA

Es, sin duda, el otro gran personaje de la novela, por no decir que es el más importante y principal.

El viaje que realizó a España está perfectamente documentado en los tomos correspondientes a Histoire de ma vie, escritos por el veneciano en su retiro de Dux. Las circunstancias que le llevaron a desplazarse a nuestro país fueron detalladas en una reciente edición del libro Memorias de España. Y así fue que…

En el invierno de 1767 Casanova es expulsado de París y de toda Francia por medio de una lettre de cachet del rey Luis XV. Con estas cartas el rey encarcelaba, desterraba o expulsaba del país a determinadas personas sin juicio alguno, generalmente a petición de las familias… En el caso de Giacomo Girolamo al parecer fue un sobrino de la marquesa d’Urfé, que se sentía perjudicado por él en sus intereses, el que instó al rey a expulsarlo.[30]

La relación de Casanova con la marquesa d’Urfé está descrita por él mismo e investigada, recientemente, con bastante precisión y amplitud.[31]

Casanova entró en España en torno a la fecha señalada en la novela, él afirma que fue el día 20 de noviembre, pero en la edición de sus memorias llevada a cabo por Ángel Crespo se precisa algo más:

El pasaporte del duque de Choiseul, que se conservaba en Dux, es del 15 de noviembre y solo era válido para dos días. Puede haber una imprecisión en el recuerdo de Casanova, que había dejado París, lo más tarde, el día 17. He aquí el texto de dicho documento: «Se ordena a los Maestros de Postas de la carretera de París a Burdeos y Bayona que provean al señor Casanova de los caballos que tenga necesidad para correr la posta, pagando según los reglamentos. Dado en París, a 15 de noviembre de 1767».[32]

A propósito del duque de Choiseul, consejero principal de Luis XV, que fue el encargado de ejecutar la orden del rey y transmitió la decisión al hermano de Casanova, debo señalar que sobre este personaje hay abundante información en los manuales de historia y de la misma me he servido para componer el personaje.

Casanova permaneció en España casi un año, a lo largo de 1768, desplazándose principalmente por Toledo, Madrid y Barcelona, y fue encarcelado en dos ocasiones sin que se conozcan las causas concretas. A su estancia en Toledo le dedica pocas páginas en el volumen 11, capítulo II, de su Histoire de ma vie, y la descripción que nos hace sobre la vieja ciudad es comparable a la que haría cualquier turista de nuestro tiempo. Considero que pudo ser una primera visita de tan solo una semana, como señalan algunos trabajos sobre el particular.[33] Y, luego, pudo regresar para seguir trabajando al servicio de los masones, para quienes realizó diversos trabajos por toda Europa, tal y como se describe en la novela.

De su vida enigmática, baste con decir no solo que la magia y la cábala fueron, desde su juventud, dos de sus más serias ocupaciones —sin defecto de que se valiese en ocasiones de ellas para burlar a algunos ingenuos—, sino también que, según indicios cada vez más numerosos, parece que fue, y en este parece reside el enigma, agente de la masonería en buen número de países europeos.[34]

Fue en Lyon, como se cuenta en la novela, donde Casanova se afilió a la masonería, de la que sacó bastante provecho a lo largo de su vida.

Cuando llegó a España, no era la misma persona de comportamiento escandaloso e inclinado a cualquier clase de riesgo, tanto amoroso como empresarial. La muerte de su protector, el senador veneciano Juan Bragandin, y lo ocurrido con Charlotte, unas semanas antes de dejar Francia, está descrito en el volumen 10, capítulo XI de sus memorias, y lo refleja con mayor precisión el editor español de las mismas:

Casanova había conocido a Charlotte en la estación balnearia de Spa, cercana a Lieja, que estaba entonces de moda. Era esta Charlotte una joven de buena familia a la que el aventurero y tahúr Antonio della Croce había raptado de un convento y a la que había dejado encinta. Antonio della Croce la dejó a cargo de Casanova al ver que la amaba, cuando, habiendo perdido su dinero, decidió irse a Varsovia.[35]

Debo señalar que los aspectos biográficos de Casanova reflejados en la novela, y los que se refieren a su vida anterior, han salido de sus memorias, como es lógico. Además de la obra específica sobre su viaje a España, he manejado la edición española de Histoire de ma vie hecha por J. F. Vidal Jové en 1973, de la editorial Al-Borak.

Casanova tuvo cinco hermanos, el mayor fue Francisco, Cecco para los amigos y la familia. Cecco nació en Londres porque los padres eran comediantes y trabajaban en los escenarios de la ciudad inglesa. Casanova nació en Venecia y permaneció en la República al cuidado de su abuela Marzia hasta los siete años. La relación que mantuvo Casanova con su hermano Cecco fue siempre muy estrecha.

Cecco fue discípulo de Guardi y se especializó en pintura de batallas y paisajes. Era miembro de la Academia de Pintura, Escultura y Grabado de París, ciudad en la que se había establecido en 1757. Más tarde, en la década de los ochenta, trabajó en Viena, donde fue protegido de Kaunitz. Alternativamente alabado y criticado por Diderot, llegó a ser famoso y a recibir muchos encargos. Estaba casado con Marie-Jeanne Jolivet, llamada mademoiselle D’Alancour, figurante de la Comedia Italiana.[36]

También es real la existencia de un criado español, del que constan pocas referencias documentales y cuyo perfil es producto de la imaginación de este autor.

Y son reales otros personajes del entorno de Casanova, como los venecianos Manuzzi, padre e hijo, Soderini y Mocenigo. Giovanni Battista Manuzzi, espía de la Inquisición en Venecia, fue, ciertamente, enemigo declarado de Casanova y lo encarceló acusándole de magia, ocultismo, ateísmo y libertinaje. No hay pruebas de que su hijo, destinado en Madrid, quisiera asesinar a Casanova, aunque él lo describe como alguien siniestro y con una relación antifísica con el embajador.

Sobre Soderini, escribió en sus memorias:

El embajador de Venecia me presentó al señor Gaspar Soderini, secretario de embajada, hombre culto, prudente y honesto.[37]

Sobre Alvise-Sebastian Mocenigo, el editor de la obra de Casanova nos ofrece alguna información de interés. Lo fue para mí, desde luego, a la hora de tejer la historia de la ciudad levítica.

Nació en 1725. Antes había sido podestá y vicecapitán en Verona, ciudad perteneciente a la República de Venecia. A pesar de todo lo que cuenta de él en sus memorias, Casanova habla elogiosamente de Mocenigo en su Confutazione. Escribe: «Le he visto el año pasado, en España, mantener con dignidad y prudencia su notable carácter».[38]

Y real, por supuesto, es Luis de Borbón Condé, conde de Clermont, Gran Maestre de la masonería francesa. Sobre este particular he utilizado diversas fuentes, además del relato del propio Casanova, y citaré los artículos de «La masonería del siglo XVIII en España», cuyo autor es José A. Ferrer Benimeli, y «La masonería francesa del siglo XVIII al XX», de Pierre Chevallier, ambos recogidos en el extra de Historia 16 dedicado a la masonería, del año 1977.

No lo es tanto Adolfo Mendizábal, aunque sí lo fueron todas las circunstancias que rodean la actividad masónica en España durante esos años.

El episodio de 1945 en Dux tiene mucha importancia en la novela, no en vano constituye el arranque y el cierre de la misma. La primera mención a este suceso la encontré en la introducción de Ángel Crespo a las Memorias de España. Crespo insiste en la particularidad de que Casanova pudo destruir una parte de su autobiografía para impedir que se conocieran sus últimos años en Venecia, donde intervino como confidente de la Inquisición. De cualquier manera, insiste:

En el improbable caso de que esta última parte de la Histoire de ma vie hubiera sido escrita, no parece haber esperanzas de que se recupere, sobre todo después de haber sido destruida la documentación procedente del palacio de Dux por el ciego furor de las masas checoslovacas, que en 1945 quemaron importantes e insustituibles archivos conservados en palacio.[39]

Dux es hoy un lugar de peregrinación para los devotos de Casanova, el único, a pesar de que el aventurero, filósofo y cabalista no gozara allí de sus mejores vivencias:

Diríase que en Dux pretendió rescatar su vida, elevarla en dignidad, sublimarla con el estudio y el trabajo. Y esto ocurriría en un ambiente nada fácil. Y no por parte del dueño protector que le dejaba en plena libertad, sino por parte de la servidumbre, que le consideró desde el primer momento como un enemigo peligroso. Mil acusaciones sobre mil detalles, y especialmente la de haber seducido y embarazado a la hija del portero llamada Dorotea, de cuya acusación pudo demostrar ser inocente.[40]

Y, sin embargo, en Dux elaboró la mayor parte de sus obras incluidas las mencionadas memorias, de las que es difícil asumir su veracidad en un porcentaje elevado pero que nos muestran un retrato excepcional de la época. Entre los numerosos trabajos que hizo en Dux destaca el diseño de inventos que bien pudieron inspirarse en el legado de Juanelo.

LUIS ANTONIO FERNÁNDEZ DE CÓRDOVA

El cardenal con el que se relacionó Casanova en la ciudad de Toledo era cordobés. Nació en Montilla el 22 de enero de 1696. Por línea materna era sobrino del cardenal Luis Portocarrero. Al fallecer su hermano mayor heredó el condado de Teba, título con el que fue reconocido durante su mandato como primado de España. Tomó posesión de la sede arzobispal el 11 de septiembre de 1755.

Testimonios contemporáneos le describían como persona de gran virtud, ajeno a toda pompa y fastos, que empleaba sus rentas de 250.000 ducados anuales en el socorro de los más necesitados. Era un hombre sensible y de mentalidad bastante abierta para la época que le tocó vivir y para la ciudad donde ejerció su mandato eclesiástico. Preocupado por la disciplina eclesiástica, promulgó en 1768, coincidiendo con la estancia de Casanova en Toledo, una reforma para la gobernación de la diócesis con intención de impedir los abusos de la Iglesia, de sus destacados miembros, y dar buen ejemplo a los fieles.

Mantuvo varios enfrentamientos con Carlos III, el más destacado debido a la expulsión de los jesuitas. Hubo más problemas con el rey, de hecho el conde de Teba durante el reinado de Fernando VI pertenecía al Consejo de Estado y dejó de serlo por su celo sobre la independencia de la Iglesia que suponía un obstáculo para el regalismo de Carlos III.

Tuvo el arzobispo Fernández de Córdova una especial predilección hacia las monjas de clausura y las protegió con todos sus medios. Al morir, el 26 de marzo de 1771, fue enterrado en la iglesia del convento de las Capuchinas. Su lauda sepulcral, a la entrada de la sacristía de la catedral, dice así:

Dominus Ludovicus antistes Fernandez de Cordova, comes de Teba. Huius almae ecclesiae primates, canonicus, decanus et archiepiscopus, sanctae romanae primates, canonicus, decanus et archiepiscopus, sanctae romanae ecclesiae presbiter cardinalis, egregiis virtutibus claruit, ecclesiae zelo eluxit, maxime vero enituit misericordia in pauperes, magno totius reipublique detrimento moritur die XXVI martii anno MDCCLXXI, zetatis LXXVI. (El obispo Luis Fernández de Córdova, conde de Teba, canónigo, deán y arzobispo primado de esta santa iglesia, cardenal presbítero, se distinguió por su amor a la Iglesia, pero sobresalió más por su misericordia con los pobres. Murió con gran detrimento para el Estado, el día 26 de marzo, año de 1771, 76 de edad).[41]

Puede verse su retrato, su imagen real, al igual que el del resto de primados que ha tenido Toledo, en la sala capitular de la catedral.

Los principales escenarios de Toledo por los que deambula en la novela Casanova y su criado, Sebas, perviven hoy casi sin modificaciones, salvo la posada de El Carmen ya desaparecida, que estuvo al final de la calle de Santa Fe, cerca de la plaza Santiago de los Caballeros, frente al Museo de Santa Cruz. El Palacio Arzobispal, el Colegio de las Doncellas Nobles o las barriadas que se describen en el relato son lugares por los que el tiempo parece haber sido esquivo. La fundación de las Doncellas Nobles es ahora una residencia para estudiantes femeninas, pero continúa en el mismo lugar y enclavado en el mismo edificio, una construcción de grandes dimensiones por el que el tiempo parece no haber transcurrido.

MARÍA FRANCISCA DE SALES PORTOCARRERO

Fue la sexta condesa de Montijo, grande de España, sobrinanieta del arzobispo Fernández de Córdova, quien fue su tutor. María Francisca estudió en las Salesas Reales de Madrid que regentaban las hermanas de la Visitación, religiosas por las que tenía una especial predilección el cardenal de Toledo. A la muerte de Fernández de Córdova hubo en las Salesas solemnes ceremonias en su recuerdo.

María Francisca fue una renombrada personalidad de la Ilustración. En una obra bastante reciente, la académica e historiadora Carmen Iglesias nos ofrece un retrato preciso sobre la condesa de Montijo:

Personaje singular y figura muy apasionante, olvidada o, como ha demostrado la excelente investigación de Paula de Demerson, tantas veces citada, calumniada o al menos denostada por una especie de «leyenda negra» que se ha repetido por inercia o por ignorancia durante siglos […]

[…] Por su posición social llegó a reunir uno de los salones más importantes de su tiempo, en el palacio de la calle del Duque de Alba. Allí acudían notables personajes eclesiásticos. Pero también fueron íntimos de aquellas tertulias lo más granado de nuestros ilustrados: Jovellanos, Meléndez Valdés, Moratín, Forner, Cabarrús, Vargas Ponce… La nómina de amistades y de mecenazgos que ejerce la condesa es numerosísima y muy expresiva del personaje.[42]